(Conferencia dictada en el Aula Magna de la Universidad de la Habana el 18 de noviembre de 2010 con motivo del Día Internacional de la Filosofía, en el marco del XIII Taller Científico Internacional de la Sociedad Cubana de Investigaciones Filosóficas)
Electivismo
e Independentismo en el pensamiento cubano del siglo XIX. Autora: Dra. Cs. Rita M. Buch Sánchez Dra.
en Ciencias Profesora
Titular y Principal de Historia de la Filosofía Departamento
de Filosofía-Especialidad Facultad
de Filosofía e Historia Universidad de la Habana
|
INTRODUCCIÓN Sobre
la historia de las ideas en Cuba, se han desarrollado en los últimos años
importantes investigaciones, fundamentalmente en el marco de la elaboración
de tesis de maestría y doctorado, que poco a poco han ido ampliando y
profundizando considerablemente
el conocimiento del origen y desarrollo de nuestra filosofía. Cada
día resulta más “extraña” y “obsoleta”, aquella concepción que
insistía en que la filosofía latinoamericana que se desarrolló en la época
de la modernidad, fue una “fiel copia” o
un “simple calco” de la europea, que por demás, llegó con retraso a
nuestras tierras, producto de la colonización y del propio retraso
intelectual de la España ilustrada. Hacia
finales del siglo XVIII, al calor de la influencia de las ideas de la
Ilustración se observa en Hispanoamérica el surgimiento de una filosofía
“electiva”, que proponía elegir
libremente entre todos los sistemas filosóficos, sin adscribirse a
ninguno de ellos, seleccionando con orden, razón y mesura, aquéllos
elementos que permitieran el paso de la Escolástica a la Modernidad, para
conformar un pensamiento de nuevo tipo, portador de un nuevo método que
permitiera superar los límites del viejo tomismo, y que sobre todo, fuera
capaz de brindar respuesta a
los problemas prácticos de carácter económico y político-social que
enfrentaban con urgencia las colonias, tan lejanas
de la metrópoli. En
tal contexto, Cuba no fue una excepción. Hacia finales del siglo XVIII,
ya encontramos los primeros intentos de la filosofía por superar los límites
de la Escolástica, en la propuesta electiva del padre de nuestra filosofía
e iniciador de esa tendencia en el pensamiento cubano. Me refiero a José
Agustín Caballero, profesor de filosofía del entonces Real y Conciliar
Colegio- Seminario de San Carlos y San Ambrosio. Bajo
la influencia de sus enseñanzas y de su propuesta electiva, se formaron
las mentes más preclaras y destacadas de nuestra intelectualidad. En
la primera mitad del siglo XIX, entre sus discípulos directos más
connotados, se destacan entre otros, los nombres de Félix Varela y José
de la Luz, quienes continuaron desarrollando la tendencia electiva
iniciada por su Maestro. Posteriormente,
en la segunda mitad del siglo XIX, esta tendencia electiva sería retomada
por José Martí, quien cierra de manera paradigmática el pensamiento
filosófico cubano decimonono. En el presente trabajo, se analiza el decursar de nuestra filosofía electiva a través de estos cuatro pensadores, que a mi juicio, se presentan como las figuras claves de esta tendencia. Por su vínculo orgánico y su significación los he denominado de la manera siguiente:
-José Agustín Caballero: El iniciador. Ellos
fueron, entre otros, nuestros padres fundadores, nuestros primeros filósofos,
los que forjaron nuestra nacionalidad
e iniciaron la búsqueda de un pensar autóctono, no sólo en el ámbito
estrictamente filosófico, sino también en la esfera de la ética y la
política. Considero
que la tendencia filosófica electiva asumida por ellos como presupuesto
de partida, fue el sustento teórico que permitió el surgimiento de las
primeras concepciones políticas en el pensamiento cubano, las cuales en
Caballero pudieran ser definidas como autonomistas, si bien muy pronto
devinieron en el ideal independentista que definirá el pensamiento de
Varela y de Luz, hasta alcanzar finalmente una postura radical en el
pensamiento y la acción de
nuestro Apóstol José Martí. Este
ha constituido el objetivo esencial y el hilo conductor del presente
trabajo: Demostrar la relación indisoluble que existe entre electivismo e
independentismo en el pensamiento y la acción de los padres fundadores de
la nacionalidad cubana.
I
Caballero:
El iniciador. José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera (1762-1835), el iniciador de la Reforma Filosófica en Cuba, fue el maestro de Filosofía del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, cátedra que ocupó desde 1785 hasta 1805, en la que pudo sentar las bases de un nuevo método de pensar, que enseñó sobre todo “verbalmente” a sus discípulos. Su labor diaria, paciente
y silenciosa en dicha cátedra, unida a su ejemplo personal y a su
actividad educativa y divulgadora como destacado colaborador del Papel
Periódico de la Havana y como activo miembro de la Sociedad Patriótica,
fue poco a poco moldeando nuevas conciencias filosóficas y patrióticas
en sus discípulos. Entre las influencias que
recibió Caballero desde el punto de vista filosófico, resalta la figura
de Feijóo, también conocido como el Bacon español, quien tuvo una
especial repercusión en Hispanoamérica y contribuyó decisivamente a
madurar la idea acerca de la necesidad de incorporar las adquisiciones del
pensamiento moderno europeo a la filosofía, y la urgencia de romper con
el método y las concepciones imperantes de la escolástica aristotélico-tomista.
Ambas ideas, junto a otras, sentarían las bases del Iluminismo que se
produciría como movimiento de espíritu renovador en el campo de las
ideas, en el continente hispanoamericano. Caballero también
manifestó una especial adhesión a las ideas del presbítero secular Juan
Benito Díaz de Gamarra y Dávalos (1745 – 1783), el cual
constituye una de las figuras
más representativas del
llamado Reformismo Electivo en el pensamiento filosófico de la América
hispana, durante la segunda mitad del siglo XVIII. En su obra “Elementos
de filosofía moderna”, Gamarra daba a conocer el pensamiento moderno y
abría nuevas posibilidades de superar la escolástica, a partir de la
libre elección filosófica. Caballero, quien bebió de muchas fuentes teóricas, y en especial de Feijóo y de Gamarra, redacta sus lecciones de
Philosophia Electiva, cuyo manuscrito representa la primera obra filosófica escrita en Cuba en 1797, para el curso de Filosofía que comenzaba en septiembre de ese año en el Seminario de San Carlos. El manuscrito original, en latín, al morir Caballero, pasaría a uno de sus discípulos, y después sucesivamente a diversos archivos privados, entre los cuales permaneció esa joya de la literatura filosófica cubana inédita durante 147 años. Finalmente, en 1944 fue traducida del latín al castellano por Jenaro Artiles y editada ese mismo año por la Biblioteca de Autores Cubanos de la Universidad de la Habana. Caballero define el método
electivo del siguiente modo: “Es más conveniente al
filósofo, incluso al cristiano, seguir varias escuelas a voluntad, que
elegir una sola a que adscribirse”[1].
Aquí
resulta imprescindible una acotación aclaratoria. Debe establecerse con total precisión, la diferencia entre “electivismo” y “eclecticismo” en la filosofía cubana. El electivismo es un nuevo método de pensar y hacer filosofía desde y para Cuba, cuyo pionero sin precedentes fue José Agustín Caballero, quien en su lucha contra el método escolástico, de corte aristotélico-tomista, insistía en escoger lo mejor del pensamiento moderno europeo, que resultó ser, por una parte, la idea de Francis Bacon sobre la necesidad de la experimentación para el avance de la ciencia y el dominio de la naturaleza, y por otra, la duda y el método cartesianos, como armas indiscutibles contra la escolástica y el principio de autoridad. Con esta línea de pensamiento, se iniciaría una tradición electiva en la filosofía cubana, que se extendería a lo largo del desarrollo de las ideas en Cuba y encontraría sus más altos exponentes durante el siglo XIX en Varela, Luz y Martí, como se apreciará más adelante. Por su parte, desde el punto de vista cronológico, el término
eclecticismo, aun cuando históricamente data de los clásicos antiguos, aparece en la filosofía cubana con posterioridad al electivismo, asociado a la influencia recibida de la escuela de pensamiento francés, conocida también como eclecticismo espiritualista, cuyo máximo exponente fue Víctor Cousin (1792-1867). Los presupuestos teórico-filosóficos de esta corriente de pensamiento distan sustancialmente de los del electivismo cubano. El espíritu que orienta al pensador francés, está bien lejos del electivismo fundado por José Agustín Caballero. En la línea del
electivismo (en tanto elección libre, aunque razonada), se inserta José
Agustín Caballero como el padre de nuestra filosofía, como lo denominara
el propio Martí, cuando a
propósito de rememorar la personalidad de Antonio Bachiller y
Morales escribiera: “Estudió
en el Colegio de San
Carlos […] cuando el sublime Caballero, padre de los pobres y de nuestra
filosofía, había declarado, más por consejo de su mente que por el
ejemplo de los enciclopedistas, campo propio y cimiento de la ciencia del
mundo el estudio de las leyes naturales; cuando salidos de sus manos,
fuertes para fundar, descubría Varela, tundía Saco y la Luz
arrebataba(…)”[2] De este modo, nuestro José Martí, heredero indiscutible de la más
pura tradición filosófica cubana electiva, plasmada en la línea que parte de
José Agustín Caballero y continúa en Félix Varela y en
José de la Luz, entre otros discípulos, supo captar en toda su magnitud, la esencia y el significado de la enseñanza del padre Caballero en la Cátedra de Filosofía del Real y Conciliar Colegio-Seminario de San Carlos y San Ambrosio, cantera del patriotismo cubano, cuna de nuestra nacionalidad, forjador de conciencias dignas e ilustradas, taller de hombres íntegros y patriotas. Esta destacada institución,
fundada en la Habana, en 1769, llegaría
a convertirse en el más importante centro de enseñanza
de la filosofía en Cuba, a fines del siglo XVIII y en la primera
mitad del XIX, apoyándose en el espíritu
iluminista plasmado en sus estatutos originales, redactados por el obispo
Santiago José de Hechavarría y Elguezúa. La labor de Caballero en
esta institución, como iniciador de la reforma filosófica en Cuba,
está indisolublemente ligada a su carácter de fundador de la
corriente electiva en
el pensamiento filosófico cubano. Sus reformas filosófico-pedagógicas,
pueden sintetizarse de la manera siguiente:
1) Incorporó a fines del siglo XVIII nuestra filosofía al pensamiento moderno, a la vez que inauguraba como pionero sin precedentes, la posibilidad de “elección filosófica”, renunciando definitivamente a aceptar el método escolástico como el “único” y el “adecuado” para comprender la realidad. Este espíritu ilustrado
y electivo de su filosofía, que parte de su vehemente apología a la
nueva física de Newton, Descartes y Kepler, y que según sus palabras, es
“portadora de un método que lejos de adivinar los secretos de la
naturaleza, anticipándose a ella, la interroga por medio de la
experiencia, y la estudia con observaciones continuas y bien meditadas,
con lo cual, cada nuevo descubrimiento tiene una aplicación que redunda
en provecho de la sociedad”[3],
se refleja en su ideario socio-político, particularmente en su
llamamiento a un trato humano hacia los esclavos; en sus concepciones
sobre la mujer, y en su idea acerca de la conveniencia de dar gobierno
local a las Españas ultramarinas. Su llamamiento a un trato
humano hacia los esclavos, autodenominándose "el amigo de los
esclavos" y su denuncia hacia el maltrato del que eran víctimas,
como consecuencia de las desigualdades de la sociedad esclavista criolla,
aún hoy asombra por su profundidad y valentía, cuando expresara: "Cuando he visto a estos miserables que después de haber
sufrido el peso del día, haraposos, encadenados, y tal vez hambrientos,
bajan la escalerilla de la casa de molienda para entrar en su prisión, no
he podido menos que volver el rostro por no mirarlos, horrorizado de que
nuestros antiguos nos dejasen esta práctica. Práctica nociva que a la
madrugada los extrae de aquéllos lúgubres encierros, y exhalados en
sudor, abiertos los poros, los saca al campo, al aire húmedo, al frío, y
les produce constipaciones, pulmonías, dolores pleuráticos que acaban
con ellos y nuestro dinero " (...) "Quiera Dios que esta hojilla produzca los buenos efectos que
me propongo y espero ver coronados, en los que me sigan cuando oigan del
Supremo Juez, estaba encarcelado y me visitaste, esto es, me aliviaste
redimiendo de estrecheces tan amargas a unos entes de nuestro mismo
calibre, a nuestros hermanos y prójimos que debemos tributar la más
sincera compasión y benevolencia; a unos brazos que sostienen nuestros
trenes, mueblan nuestras casas, cubren nuestras mesas, equipan nuestros
roperos, mueven nuestros carruajes, y nos hacen gozar los placeres de la
abundancia". [4]
En un escrito menos
conocido del padre de nuestro electivismo, Caballero interesantes
reflexiones sobre la mujer, cuando expresa: “La mujer es una máquina muy exquisita y muy complicada. Sus
muelles son infinitamente delicados y se distinguen de los de los hombres
como un reloj de repetición se distingue de una torre (...) Examinadle
sus sentidos: ¡que finos! ¿Y su entendimiento?: ¡que sutil!, ¡que
agudo! (...)” “La comprensión de las mujeres es tan rápida como un relámpago; su penetración es una ojeada, es casi un instinto. En un abrir y cerrar de ojos deducen una conclusión exacta y profunda; y, si se les pregunta como la han deducido, no contestan (...)” “A la manera que su comprensión es admirablemente vívida, así
como también su alma y su imaginación es extraordinariamente susceptible
de diversas afecciones. Es verdad que entre ellas son pocas las que tienen
toda la cultura necesaria para escribir bien, pero en las que saben
escribir ¡que animadas son sus pinturas! ¡qué patéticas sus
descripciones! (...) Aquel espíritu que muestran en su conversación
depende enteramente de su grande imaginativa, y en todas partes hablan
mejor que los hombres (...)” “Cuando una de estas mujeres de fantasía se acalora en una
conversación, produce mil imágenes agradables. Ninguna baja ni grosera.
Pongamos a un hombre en el mismo caso: se podrá encontrar alusiones más
fuertes, pero no serán ni tan puras ni tan brillantes.”[5] No menos interesantes resultan sus concepciones políticas, expuestas hacia 1811, en el documento que elaborara para ser enviado a las cortes españolas, en calidad de ideas y bases para una Constitución de la Monarquía y sus Colonias. En él señala: "Ni es razón, ni es posible, que a la distancia en que está el Nuevo Mundo del antiguo, pueda Gobierno ninguno, situado en Europa, gobernar a los pueblos con conocimiento de sus necesidades locales y con arreglo a ellas." (...) Estas ideas políticas de Caballero, han motivado importantes valoraciones, como la referida por Vidal Morales y Morales con las siguientes palabras: "La idea de Cuba
emancipada y republicana, como la idea de Cuba colonia autónoma de España,
se desarrollan en la alborada de la civilización cubana. El austero
mentor de maestros, el presbítero doctor José Agustín Caballero, es el
precursor de la autonomía...“[7]
II
Varela: El
continuador. El sacerdote cubano Félix Varela y Morales
(1788-1853), forjador de nuestra nacionalidad y padre de nuestro
independentismo, fue el más destacado discípulo y el continuador de la reforma filosófica iniciada en Cuba, a finales del siglo XVIII por el presbítero Caballero en las aulas del Seminario.
Varela tradicionalmente
ha sido reconocido como el primer filósofo cubano,
alegándose que “fue el primero que nos enseñó a pensar”. Sobre este hecho, resulta
importante acotar que la historiografía ha registrado una frase de Luz
sobre Varela en la que se expresa que fue “el primero que nos enseñó a
pensar”, cuando en realidad, Luz se refirió a Varela como “el que nos
enseñó primero en pensar”, refiriéndose a la primacía del
pensamiento sobre la acción. Este lamentable error, explica en gran
medida el por qué la tradición ha reconocido a Varela cronológicamente
como el primero que enseñó a pensar a los cubanos, obviando o
subvalorando el papel desempeñado por José Agustín Caballero. En los comienzos del siglo XIX, Varela se encargaría de convertir la enseñanza de la filosofía en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio, en un taller forjador de las nuevas generaciones. Siguiendo la tradición de su predecesor y maestro Caballero, advertiría a sus discípulos: “[…] un maestro debe hablar muy poco, pero muy bien, sin la vanidad de ostentar elocuencia, y sin el descuido que sacrifica la precisión. Esta es indispensable para que el discípulo pueda observarlo todo, y no sea un mero elogiador de los brillantes discursos de su maestro, sin dar razón de ello. La gloria de un maestro es hablar por la boca de sus discípulos” […][8] Esta expresión encerraba
de modo concentrado, el valor y la significación de la tarea asumida por
el maestro de filosofía: formar hombres nuevos, capaces de interpretar
creadoramente las adquisiciones del pensamiento moderno y contribuir de
este modo a la transformación de la realidad. Se trataba de transmitir un
nuevo método de pensar, cargado de sentido humanista.
Las reformas
de Varela pueden sintetizarse de la manera siguiente:
2)
La inclusión gradual del saber científico-particular en el marco de la
enseñanza superior.
3)
La difusión del pensamiento filosófico moderno, desde el cartesianismo
hasta el iluminismo.
4) La sustitución del latín por el español en la enseñanza de la filosofía.
5) Promover el amor a la justicia y al derecho constitucional, así como el carácter polémico que debía matizar de nuevo sentido a la filosofía. En 1812 Varela publica en
pliego suelto, en latín, su primer trabajo filosófico, titulado Varias
proposiciones para el ejercicio de los bisoños, en
el que expresa su adhesión al electivismo de su maestro y define
de modo excepcional, qué entiende por filosofía electiva (o ecléctica,
como también era denominada en esa época). Así expresa: “En
la filosofía ecléctica no seguimos a ningún maestro, si por esto se
entiende que no juramos sobre la palabra de nadie; lo que no quiere decir
que la filosofía ecléctica no proceda sin norma ni guía, y que de nadie
aprendamos. Lo que la filosofía ecléctica quiere, es que tengas por
norma la razón y la experiencia, y que aprendas de todos, pero que no te
adhieras con pertinacia a nadie”.
[9] Apoyado felizmente por el
ilustrado obispo Espada, Varela prosiguió consecuente y definitivamente
la labor reformadora de su maestro Caballero, destruyó
virtualmente el principio de autoridad de la escolástica, y labró sobre
la base del electivismo filosófico, los principios de la libertad y el
derecho ciudadano en las conciencias más jóvenes y brillantes que
escucharon o conocieron su prédica en la cátedra de Constitución,
bautizada por él mismo como “la cátedra de libertad, de los derechos
del hombre”. Radicalizada su posición
independentista y anticolonialista, y obligado a permanecer en el exilio,
donde murió, Varela continuaría mostrando el camino de la conducta
ciudadana y la libertad de pensar, consecuente hasta sus últimas horas
con la actitud y esencia inigualables de su pedagogía filosófica y política,
sustentada en el electivismo. Muchos
serían los ejemplos que pudieran referirse, sobre el valor y la
significación histórico-social de su ideario político, ético y patriótico,
expuesto fundamentalmente en las páginas de El
Habanero y otros escritos políticos, así como en sus Cartas
a Elpidio, las cuales constituyen un legado a nuestra juventud, que
mantiene una vigencia extraordinaria en muchos de sus planteamientos.
Sirvan los siguientes pensamientos, como una pequeña muestra de su prédica
patriótica e independentista: “Si usted llama revolucionario a todo el que trabaja por alterar un orden
de cosas contrario al bien de un pueblo, yo me glorío de contarme entre
esos revolucionarios…”[10] “Efectivamente, por la naturaleza todos los hombres tienen iguales
derechos y libertad; pero reunidos en grandes sociedades, diversificados
por sus intereses y pasiones, necesitan una dirección, y lo que es más,
una autoridad que los conserve en sus mutuos derechos, no permitiendo que
la sociedad se disuelva, ni que se perjudiquen mutuamente sus miembros”[11] “…toda soberanía está esencialmente en la sociedad, porque ella produce
con el objeto de su engrandecimiento, incompatible con su esclavitud, y
jamás renuncia el derecho de procurar su bien y su libertad, cuando se
viere defraudada de tan apreciables dones…”[12] “El gobierno ejerce
funciones de soberanía; no las posee, ni puede decirse dueño de ellas.
El hombre libre que vive en una sociedad justa, no obedece sino a la ley;
mandarle invocando otro nombre, es valerse de los muchos prestigios de la
tiranía, que sólo producen su efecto en almas débiles. El hombre no
manda a otro hombre; la ley los manda a todos”.[13] “Si fuera posible cambiar las cosas, esto es, hacer de la América la
Metrópoli y de España una colonia, es indudable que tendrían los
peninsulares los mismos sentimientos que ahora tienen los americanos y que
serían los primeros insurgentes,
expresión que sólo significa: hombre
amante de su Patria y enemigo de sus opresores…”[14].
El
tema político, ético y social fue una constante en la obra de Varela, así
como lo fue el tema de la educación y el patriotismo. Es casi imposible
deslindarlos entre sí, por cuanto su labor pedagógica en la formación
de los ideales patrios estuvo presente en todo su ideario político, mostrándose
en total cohesión. Lo
mismo desde su cátedra de Filosofía, que en la de Constitución, en el
Seminario de San Carlos, como en sus trabajos aparecidos en El
Habanero y en sus Cartas a
Elpidio, enseñar fue para
él la palabra clave y, especialmente inculcar el amor a la patria. Sobre
el patriotismo en Varela, resultan significativas las siguientes palabras,
casi premonitorias: “No es patriota el que no sabe hacer
sacrificios a favor de su patria, o el que pide por éstos una paga, que
acaso cuesta mayor sacrificio que el que se ha hecho para obtenerla,
cuando no para merecerla. El deseo de conseguir el aura popular es el móvil
de muchos que se tienen por patriotas, y efectivamente no hay placer para
un verdadero hijo de la patria, como el de hacerse acreedor a la
consideración de sus conciudadanos por sus servicios a la sociedad; más
cuando el bien de ésta exige la pérdida de esa aura popular, he aquí el
sacrificio más noble, y más digno de un hombre de bien, y he aquí el
que desgraciadamente es muy raro. Pocos hay que sufran perder el nombre de
patriotas en obsequio de la misma patria, y a veces una chusma indecente
logra con sus ridículos aplausos convertir en asesinos de la patria los
que podrían ser sus más fuertes apoyos. ¡Honor eterno a las almas
grandes que saben hacerse superiores al vano temor y a la ridícula
alabanza!”[15].
III
Luz:
El polémico. Otra figura cimera en el campo de la pedagogía filosófica cubana, fue la de
José de la Luz y Caballero (1800-1862), el polémico. Eminente discípulo y continuador de la filosofía electiva de Caballero fue su sobrino e “hijo espiritual”, y constituye ejemplo cimero de un pensador cubano, que supo colocar en su época nuestra filosofía al nivel de las adquisiciones y discusiones del pensamiento filosófico universal. Esto hace de Luz, no solo una figura ilustre y clásica de la filosofía cubana, sino también del pensamiento filosófico hispanoamericano. Luz y Caballero nace con
el siglo XIX, centuria plagada de contradicciones sociales e inquietudes
espirituales e ideológicas. Son los albores de la primera guerra cubana
por la independencia, de 1868, su etapa preparatoria y de conformación de
una auténtica conciencia cubana, lo cual se produce a través de múltiples
contradicciones sociales internas y se manifiesta hacia el exterior en la
polarización cada vez más definible entre los intereses de la colonia y
los de la metrópoli. Particularmente en la
primera mitad del siglo XIX se producen los procesos independentistas en
la mayoría de los territorios latinoamericanos, lo cual constituiría la
manifestación más palpable de la posibilidad de liberación del yugo
colonial y encendería la llama de la lucha independentista. Específicamente en el
campo de la filosofía, esto repercutiría en una intensificación de la
temática socio-política y moral, con un énfasis peculiar en la
ejercitación de un nuevo método, que rompiera definitivamente con la
tradición escolástica heredada de España, contribuyera a formar las
nuevas generaciones abiertas a la polémica filosófica y que en la práctica
social estuviera dispuesta y preparada a la lucha por la independencia y a
la proyección de un nuevo modelo de sociedad. Al igual que Varela, Luz
se declara continuador del electivismo de Caballero, al cual define como
“la libertad filosófica de
pensar, muy diferente de la escuela ecléctica francesa y sus adeptos”[16],
a quienes denominó
“pseudo-eclécticos”. En la primera mitad del
siglo XIX se refuerza extraordinariamente el papel del maestro de filosofía,
cuya misión primordial se centra no tanto en trasmitir conocimiento a los
jóvenes, como sí un nuevo modo de pensar. En “Don Pepe”, la
misión del “nuevo maestro” fue cumplida a cabalidad. Discípulo de
Caballero desde su niñez, por ser su sobrino e hijo espiritual, llegó a
destacarse como profesor de Filosofía en varias instituciones docentes,
entre ellas, el Seminario de San Carlos y San Ambrosio (a partir de 1824,
en sustitución de Saco), especialmente por la aplicación del método
explicativo que había fomentado Varela en esas aulas. Más tarde, en 1834
se haría cargo de la dirección del Colegio de Carraguao, inaugurando en
este un curso de Filosofía. En 1838, obtuvo
autorización para fundar una cátedra de Filosofía en la Universidad, la
cual desempeñará hasta 1843. En 1848 funda el Colegio “El Salvador”,
en la barriada del Cerro, en el que desarrolló una destacadísima labor y
donde permaneció hasta sus últimos días, dignificando la labor diaria
del pedagogo, con lo cual logró una reputación sin par como profesor de
Filosofía, por el matiz polémico de su enseñanza y su apertura al
conocimiento científico. En el caso de Luz, estos elementos notorios de su pedagogía están presentes también en toda su obra escrita: aforismos, elencos y discursos académicos; textos educativos, sociales, científicos y literarios; en su famosa polémica filosófica e incluso en los referidos a su vida íntima, es decir, sus epistolarios y diarios. Sirvan de ejemplo estas palabras suyas:
“Nos
proponemos fundar una escuela filosófica en nuestro país, un plantel de
ideas y sentimientos, y de métodos. Escuela de virtudes, de pensamientos
y de acciones; no de expectantes ni eruditos, sino de activos y pensadores[17].” Es necesario destacar el
hecho de que José de la Luz, además de poseer desde muy joven aptitudes
extraordinarias para el conocimiento de la filosofía, viajó a Estados
Unidos y Europa, lo cual afianzó su vasta cultura intelectual y, además,
le permitió entrar en contacto con diferentes personalidades del mundo
moderno, tales como Cuvier, Goethe, Walter Scott, Gay-Lussac y Alejandro
de Humbolt. Conocedor profundo de las
tendencias filosóficas fundamentales europeas en boga, supo seleccionar
de manera electiva y creadora las principales adquisiciones del
pensamiento científico-filosófico en los campos más variados: matemática,
física, química, fisiología, psicología, historia, jurisprudencia,
moral, entre otros. La integración de
conocimientos propició en Luz, la definición de lo que constituiría el
objetivo fundamental de su conocida polémica filosófica, desarrollada
entre 1838 y 1840, que, entre otras características, tuvo la de ser
plasmada en numerosos artículos sucesivos, en contrapunteo abierto, a
través de las principales publicaciones periódicas de la Isla, como el
Diario de La Habana y la Gaceta de Puerto Príncipe y cuyos autores
firmaban bajo seudónimos, como correspondía a la época, en su intento
por despersonalizar los puntos de vista acerca de las cuestiones
debatidas, en aras de destacar las cuestiones mismas y no las figuras
polemizantes. En ella participaron, además de José de la Luz (Filolezes o amante de la verdad); Antonio Bachiller y Morales (El crítico parlero); Manuel Aguirre y Alentado (El Adicto), quien fue discípulo de Luz en el Seminario de San Carlos hacia 1824, cuando Luz explicara la clase de Filosofía; Manuel Castellanos Mojarrieta (Rumilio), por entonces Secretario del Ayuntamiento de Puerto Príncipe; y Miguel Storch (El Dómine), de origen catalán, quien fuera director del Liceo Calasancio de Puerto Príncipe. José de la Luz y Caballero, La polémica filosófica, Editorial de la Universidad de La Habana, 1946. Esta gigantesca obra polémica
de Luz, recopilada posteriormente en
cinco tomos, bajo el nombre de La polémica filosófica, abarcó cinco
aristas bien definidas, según la apreciación de algunos estudiosos de
nuestra filosofía. La primera tiene lugar
entre mayo de 1838 y octubre de 1839, como controversia en relación con
el problema medular de la filosofía y la ciencia experimental, planteado
por Francis Bacon: la cuestión del método. Se desarrolla
fundamentalmente en La Habana y Puerto Príncipe. La segunda se produce entre agosto y
septiembre de 1838 y tiene
como tema central la Ideología en su temática medular: el problema del
origen de las ideas, fundamentalmente en su vertiente francesa. Se
desarrolla en La Habana. La tercera ocurre entre
noviembre y diciembre de 1838, debatiendo el tema de la moral religiosa y
la autenticidad del espiritualismo puro. Se desarrolla en La Habana y
Matanzas. La cuarta se produce
entre julio y octubre de 1839, en relación con la moral utilitaria. Se
desarrolla en La Habana. La quinta y más
importante de estas líneas polémicas, que de hecho incluiría las
anteriores, se inicia a partir de septiembre de 1939, en lucha abierta
contra el eclecticismo espiritualista, la cual culmina con la inconclusa
obra de Luz "Impugnación a las doctrinas filosóficas de Víctor
Cousin”, sin precedentes en la filosofía de la América hispana, y en
la que se refuta el análisis del filósofo francés sobre el Ensayo sobre
el entendimiento humano, de John Locke. En el primero y el quinto
momentos se abordaron temas de vital importancia en el contexto filosófico
cubano: en el primero, porque en Cuba la enseñanza de la filosofía se
iniciaba aún por el estudio de la lógica y la metafísica, y Luz proponía
su inversión; en el quinto, porque el eclecticismo espiritualista de Víctor
Cousin, había adquirido relativamente una amplia difusión hacia las décadas
de 1830 y 1840, no solo en Francia y Europa, sino también en los
territorios de la América hispana, incluida Cuba, propugnando una franca
oposición al sensualismo materialista y a las ideas de la Ilustración.
A lo largo de toda la polémica,
Luz expone su crítica a la ontología metafísica tradicional, basándose
en su propuesta del método inductivo-experimental, en estrecho vínculo
con su teoría sensualista-racionalista del conocimiento, a través de la
cual fluyen interesantes concepciones relativas al hombre, la moral y la
religión natural, todo ello en consecuente correspondencia con su
concepción del mundo eminentemente naturalista y electivista. La polémica requería,
ante todo, un amplísimo conocimiento de la filosofía universal, de lo
cual Luz hace gala a lo largo de toda su obra, colmada de citas y
valoraciones del pensamiento universal en todos los tiempos,
sorprendentes, si se tiene en cuenta el contexto de la Cuba colonial. Es
necesario destacar además, que Luz aún no había arribado a los cuarenta
años de edad, lo cual constituye sin lugar a dudas, la expresión más
palpable de su capacidad de síntesis y su vasto saber enciclopédico. Se trataba de demostrar,
fundamentalmente, que el estudio de las ciencias físico-naturales debía
preceder al estudio de la filosofía, la lógica, la psicología, la ética
y las restantes ciencias del espíritu. También en el caso de
Luz, su opción electiva serviría de sustento a su ideario antiesclavista
e independentista. Un hombre como Luz, de sentimientos humanitarios y liberales, no podía ser partidario de la esclavitud, como muestran sus aforismos: - En la cuestión de los negros lo menos
negro es el negro. En la cláusula novena de
su testamento, otorgado veinte días antes de morir, hizo la siguiente
declaración: “Habiendo
repugnado siempre a mis principios apropiarme del trabajo ajeno, y después
de haberme ocupado del modo más justo de proceder, para que no forme
parte de mi haber materno lo que pudiera haberme correspondido por valor
de esclavos, señalo tres mil pesos para que se liberten los que se puedan
de los que formaron parte de la dotación del ingenio La Luisa en la época
de su enajenación (…)”[19] Legó también la
libertad a los esclavos Dolores, Joaquín y Julio, recomendando que los
que fueran menores de edad quedasen al abrigo de su consorte hasta cumplir
los 25 años, y mandó que le dieran 6 onzas de oro a cada uno de los dos
primeros citados. En cuanto a Luz y sus ideas independentistas, sirvan de ejemplo estos aforismos sobre libertad y tiranía: - La tiranía es una atmósfera que no deja respirar al corazón, y sofoca sus impulsos (…). - De este modo, tanto Luz
como Varela --entre muchos otros-- fueron dignos continuadores del maestro
Caballero y supieron continuar en su obra, de modo ejemplar, la orientación
electivista, reformadora y renovadora que el presbítero José Agustín
había iniciado en las postrimerías del siglo XVIII, desbrozando el
camino hacia el pensamiento moderno y el iluminismo, al proclamar y asumir
como iniciador, la actitud electiva en el pensamiento filosófico cubano,
actitud que constituiría el soporte teórico de los ideales
independentistas de sus continuadores.
IV Martí: El
integrador. En la segunda mitad del siglo XIX, nos encontramos con la personalidad de José Martí (1853-1895), el integrador, por cuanto sintetizará en su cosmovisión del mundo, las adquisiciones del pensamiento universal junto a los valores más autóctonos de nuestra filosofía y de nuestras letras. Figura culminante de la
tradición electiva en la filosofía cubana decimonona, emerge ante
nosotros la gigantesca personalidad del Apóstol de Cuba y de nuestra América.
Ya en la segunda mitad
del siglo XIX estaban bien definidas las corrientes fundamentales que
disputaban en el terreno de la política dentro de la Isla:
independentismo, reformismo y anexionismo. Levantamientos de esclavos,
conspiraciones políticas y alzamientos, denotaban un ambiente general de
agitación insurreccional, al tiempo que en la esfera del pensamiento se
había formado, sobre todo al calor de las enseñanzas de Luz, una
generación de hombres que asumirían la tarea de la independencia de
Cuba, respecto al yugo colonial de la metrópoli española. Hacia 1865 había
fracasado el anexionismo, tras culminar la Guerra de Secesión de Estados
Unidos, con la victoria del Norte sobre los estados esclavistas del Sur,
que habían fomentado la anexión. Por su parte, ganaba terreno el
reformismo, aunque sus representantes, a pesar de sus gestiones con el
Capitán General de la Isla, no lograban las reformas anheladas, entre
ellas, la reforma arancelaria, el cese de la trata negrera y la
representación política de Cuba en las Cortes. Un hecho histórico
sin precedentes, marcaría como símbolo el inicio de nuestras
luchas independentistas, cuando el 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de
Céspedes en su finca La Demajagua, en acto patriótico abolicionista,
otorgaba la libertad a sus esclavos. En lo adelante, el independentismo se
definiría como la única alternativa posible para librar a Cuba
definitivamente del yugo español. En este contexto,
transcurren los primeros quince años de la vida de Martí. Entre 1865 y
1869 recibe directamente las enseñanzas del poeta y gran pedagogo Rafael
María de Mendive, quien supo moldear la talentosa personalidad del joven
discípulo en lo filosófico, artístico-cultural y político-social. En
gran parte, gracias a la formación de su maestro y mentor, Martí se
identificó desde muy temprano con los ideales independentistas, que le
acompañaron y se radicalizaron a lo largo de su vida. Quizás, una de las
aristas menos estudiadas y divulgadas de la extensa, dispersa y prolífica
obra de Martí, sea la relacionada con la filosofía. Numerosos
investigadores y especialistas han debido hurgar y rastrear su pensamiento
filosófico, en un abundante material conformado fundamentalmente por
cartas, discursos, apuntes, crónicas y artículos, en los que su pluma de
escritor sin par, indaga en todos los campos relacionados con el hombre,
la naturaleza y la sociedad. Con razón afirma Cintio Vitier: “Aunque los problemas eternos de la filosofía le interesaron, especialmente en su juventud de estudiante en España, Martí nunca fue un pensador abstracto. Su condición esencial de revolucionario, es decir, de transformador de la realidad, se revela ya en el hecho de que la experiencia, las circunstancias vitales, el contexto histórico y biográfico, fueron siempre decisivos para su interpretación del mundo y la dirección de su conducta como bases innatas o apriorísticas de su carácter, tenía el sentido absoluto de la eticidad, la pasión por la belleza y la vocación redentora. A partir de estos principios asimilaba y encauzaba, a la vez libre y necesariamente, los datos de la realidad múltiple y sucesiva.”[21] De tal modo, tanto en su
prosa como en su verso, aparecen imbricadas sus más variadas
preocupaciones en el campo de la ética, la política, la sociedad, la
pedagogía, la moral cívica, la cuentística infantil, el patriotismo, el
medioambiente, la discriminación social, además de cuestiones
propiamente filosóficas, en los campos de la axiología, la ontología,
la epistemología, la estética, etc., vinculadas todas ellas a su
concepción del mundo eminentemente humanista e iluminista, que sintetiza
y hereda, por una parte, lo mejor del pensamiento clásico universal, y
por otra, la línea trazada por los más grandes exponentes del
pensamiento filosófico cubano electivo: Caballero, Varela y Luz.
Aunque Martí llamó a Caballero, “padre de los pobres y de nuestra filosofía”, se reconoció especialmente como heredero de las enseñanzas de Luz, cuando lo identificó como el fundador de la conciencia independentista en la generación de patriotas que conducirían a la isla de Cuba hacia su total independencia. Acerca
de Luz escribió:
“Él, el padre; él, el
silencioso fundador; él, que a solas ardía y centelleaba, y se sofocó
el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la
juventud con quien se habría de ganar la libertad que sólo brillaría
sobre sus huesos; él, que antepuso la obra real a la ostentosa (…) ;
él, que es uno en nuestras almas, y de su sepultura ha cundido por
toda nuestra tierra, y la inunda aún con el fuego de su rebeldía y la
salud de su caridad […]” “(…) ¿Qué es pensar
sin obrar, decir sin hacer, desear sin querer? (…)” “Lo más del hombre, y
lo mejor, suele ser, como en José de la Luz, lo que en él sólo
ven a derechas quienes como él padezcan y anhelen; porque hoy,
como en Grecia, <se necesita ser fuego para comprender el fuego>
(…). De él fue lo más la idea profética e íntima, que no veía
acomodo entre su pueblo sofocado y crecedero, (…) y consagró la vida
entera (…) a crear hombres rebeldes y cordiales que sacaran a tiempo la
patria interrumpida de la nación que la ahoga y corrompe (…)”[22] En Martí la filosofía
permanece como un entramado invisible --aunque perceptible-- en toda su
obra escrita, tanto en verso como en prosa. Hay tanta filosofía en su
exquisito ensayo “Nuestra América”, como en su conmovedor poema
“Los Zapaticos de Rosa”. En sus Apuntes, devela el
problema fundamental de la filosofía, como hilo conductor de su historia,
cuando afirma que todas las escuelas filosóficas pueden concretarse en
dos: el materialismo, que es para él la exageración de la Física, y el
espiritualismo, que es por su parte, la exageración de la Metafísica. Y concluye: “Las dos unidas son la verdad: cada una aislada es solo una parte de la verdad, que cae cuando no se ayuda de la otra”.[23] He aquí la más auténtica
expresión del carácter electivo de su filosofía. Sobre Dios, expresa: “Cierto
es que no podemos conocer las causas de las cosas en sí mismas, por
cuanto ellas no se nos revelan directamente, sino a través de la obra de
la Creación. Pero a Dios no podremos preguntarle, porque nos han enseñado
a creer en un Dios que no es el verdadero.--El verdadero Dios impone el
trabajo como medio de llegar al reposo, la investigación como medio de
llegar a la verdad, la honradez como medio de llegar a la pureza. ¡Qué
alegre muere un mártir! ¡Qué satisfecho vive un sabio! Cumple con su
deber, lo cual, si no es el fin, es el medio”.[24]
Sobre
la fe, manifiesta: “Los
hombres libres tenemos ya una fe diversa. Su fe es la eterna sabiduría.
Pero su medio es la prueba”.
“Se trata de la “fe
científica”, y con ella “se puede ser un excelente cristiano, un deísta
amante, un perfecto espiritualista”. De ahí que afirma: “Para creer
en el cielo, que nuestra alma necesita, no es necesario creer en el
infierno, que nuestra razón reprueba.” [25]
Sobre
la Naturaleza, afirma que es:
“El pino agreste, el
viejo roble, el bravo mar, los ríos que van al mar como a la Eternidad
vamos los hombres: la Naturaleza es el rayo de luz que penetra las nubes y
se hace arco iris; el espíritu humano que se acerca y eleva con las nubes
del alma, y se hace bienaventurado. Naturaleza es todo lo que existe, en
toda forma,--espíritus y cuerpos; corrientes esclavas en su cauce; raíces
esclavas en la tierra; pies, esclavos como las raíces; almas, menos
esclavas que los pies. El misterioso mundo íntimo, el maravilloso mundo
externo, cuanto es, deforme o luminoso u oscuro, cercano o lejano, vasto o
raquítico, licuoso o terroso, regular todo, medido todo menos el cielo y
el alma de los hombres es Naturaleza”[26]. Martí define el método filosófico
correcto, como “aquel que, al juzgar al hombre; lo toma en todas las
manifestaciones de su ser; y no deja en la observación por secundario y
desdeñable lo que, siendo tal vez por su confusa y difícil esencia
primaria, no le es dado fácilmente observar”[27].
Advierte que el hombre debe tomar “la
filosofía no como el cristal frío que refleja las imágenes que cruzan
ante él; sino, como el animado seno en que palpita, como objeto inmediato
y presente, la posible acomodación de lo real de lo que el alma guarda
como ideal anterior, posterior y perpetuo”.
[28]
Sus ideales independentistas se manifiestan en toda su obra, y en especial, fueron magistralmente plasmados en su magnífico ensayo, “Nuestra América”, cuando expresa: “¡Los árboles se han
de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es hora
del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado,
como la plata en las raíces de los Andes”. “La universidad europea
ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los
incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los
arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es
nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de
reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras repúblicas
el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y calle el
pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más
orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas”. “Con los pies en el
rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, vinimos,
denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen
salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y
una mujer alzan en México la república, en hombros de los indios”. “Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros - de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen,- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos”(…)
Como
se puede apreciar a lo largo de estas páginas, la tendencia filosófica
electiva asumida como presupuesto teórico de partida por Caballero,
Varela, Luz y Martí, fue el
sustento teórico que permitió el surgimiento de las primeras
concepciones políticas en el pensamiento cubano, las cuales, si bien en
Caballero pudieran ser definidas como autonomistas, muy pronto devinieron
en el ideal independentista que definirá el pensamiento de Varela y Luz,
hasta alcanzar finalmente una postura radical en el pensamiento
y la acción de nuestro Apóstol José Martí. Demostrar
la relación indisoluble que existe entre electivismo e independentismo en
el pensamiento y la acción de los padres fundadores de la nacionalidad
cubana, ha constituido el objetivo esencial y el hilo conductor del
presente ensayo. FIN Notas: [1] José Agustín Caballero: Philosophia Electiva. Artículo Séptimo de la Disertación Primera: Sobre la Filosofía en general. [2] José Martí, “Antonio Bachiller y Morales” (1889), Obras completas, t. 5, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 143-153.) [3]
Caballero, José Agustín – “Discurso sobre la Física” (En:
Caballero, José A. – “Obras”. Escritos Varios. Biblioteca de
Autores Cubanos. Editorial de la Universidad de la Habana, 1956. Tomo
I, pág. 12 – 13. [4] Caballero, José Agustín - En defensa del esclavo. En: "Obras”. Escritos Varios". Ed. cit. Tomo I. Primera Parte. Capítulo I, p.p. 7 - 8. [5] Las Mujeres, artículo de José Agustín Caballero, publicado póstumamente en el Diario de Avisos de La Habana, el 3 de febrero de 1844. En: Historia Del Pensamiento Cubano. Tomo I. Eduardo Torres Cuevas, Edit. Ciencias Sociales, La Habana, 2004. [6] Caballero, José Agustín - "Exposición a las Cortes Españolas. Bases para una Constitución de la Monarquía y sus colonias". [7] Morales y Morales, Vidal - Iniciadores y primeros mártires de la Revolución Cubana. Edit. La Moderna Poesía. La Habana, 1931. [8] F. Varela, “Lecciones de filosofía”, Obras, t. 1, Imagen Contemporánea, La Habana, 1977, p. 138. [9]
Félix Varela, Varias proposiciones para el ejercicio de los bisoños,
en José Ignacio Rodríguez, Vida del presbítero Don Félix Varela,
Biblioteca de Estudios Cubanos, Arellano y Cía., La Habana, 1944, p.
11. [11]
Ibid. p.80. [12]
Ibid. p.34. [13]
Ibid. p.40. [14] Varela, Félix – Amor
de los americanos a la independencia. (En: Varela, Félix – Escritos
Políticos. Ed.
Cit. p.152). [15] Varela, Félix – Patriotismo. (En: Varela, Félix – Obras. Tomo I. Edit. Cit. p.436). [16] Tomado de José Ignacio Rodríguez, Vida del presbítero Don Félix Varela, Biblioteca de Estudios Cubanos, Arellano y Cía., La Habana, 1944, p. 253. [17] Aforismos de Luz y Caballero. Edit. LEX. La Habana, 1960, p.75. [18] Aforismos de Luz y Caballero. Edit. LEX, 1960, p.p.81-82. [19] Aforismos de Luz y Caballero. Edit. LEX, 1960, p. 34. [20] Aforismos de Luz y Caballero. Edit. LEX, 1960, p.p. 83-84. [21] Cintio Vitier, Vida y obra del Apóstol José Martí, Centro de Estudios Martianos; La Habana, 2006, pp. 13-14. [22]
En: Artículo de José Martí
sobre Luz, publicado en “Patria”, Nueva York, el 17 de noviembre
de 1894. [23] J. Martí. Obras Completas. Tomo 19. pp. 360-362. [24]J.
Martí. Obras Completas. Tomo
19. p. 363. [25] Ibidem. [26] Ibid, p. 364. [27]
Ibid, p. 360-362. [28] Ibid. 365. [29] José Martí, “Nuestra América”, publicado en El Partido Liberal, México, 30 de enero de 1891. En O.C., Ed. Cit. Tomo 6. |
por
Dra. Cs. Rita M. Buch Sánchez
Doctora en Ciencias. Doctora en Ciencias Filosóficas.
Profesora Titular y Principal de Historia de la Filosofía,
de la Universidad de la Habana, Cuba
Dra. Cs. Rita María Buch Sánchez en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
instagram: https://www.instagram.com/cechinope/
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Rita M. Buch Sánchez |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |