Samuel Ramos y la esencia del hombre y la cultura en México |
Sobre la base de la comprensión de “El perfil del hombre y la cultura en México”, podemos entrar en materia para encontrar en dicha obra cuál es ese tipo de cultura que puede tener el mexicano y México. Naturalmente que para este propósito también tendremos que encontrar simultánea y complejamente: ¿Cómo podrá tener el mexicano y México esa cultura? Y así asume Samuel Ramos esta situación compleja diciendo –refiriéndose al mexicano- que su error del mimetismo europeo proviene quizá de un concepto erróneo de la cultura que, por idealizarla demasiado, la separa de la vida como si no fuera indispensable el calor y la fuerza vital para sostener al espíritu. No podemos proseguir –sigue diciendo Ramos- practicando un europeísmo falso; pero es preciso huir también de otra ilusión peligrosa, que es la de un mexicanismo igualmente falso. Todo lo cual representa en Ramos una preocupación por encontrar un perspectivismo o mentalidad del mexicano que no se incline a imitar la cultura europea, ni tampoco a rechazarla infundadamente para refugiarse en un nacionalismo mal comprendido. Sino pensar en la posibilidad de un perspectivismo idóneo que lleve al mexicano a proyectarse acorde con su ser mestizo. Es decir, una perspectiva producto de la asimilación identificada sabiamente desde su natural mexicanidad. Por eso dice Samuel Ramos que es de la mayor importancia que la escuela ayude a vencer el sentimiento de inferioridad desde que este aparece en la niñez. Y al mismo tiempo reconoce que no es fácil establecer en detalle los métodos apropiados a ese fin. Considera que este es un asunto técnico de la competencia de pedagogos bien preparados que sean al mismo tiempo buenos psicólogos. Que es indispensable que el maestro mexicano sea un poco experto en la «cura de almas». Que en los grados superiores de la enseñanza, el maestro tendrá que realizar una verdadera reeducación en los individuos que padezcan ya de aquella inadaptación psíquica –y agrega conclusivo- para mí, la educación en todos sus grados –desde la primaria hasta la universidad- debe orientarse hacia lo que yo llamaría el «conocimiento de México». A partir de esta última premisa, Samuel Ramos critica la educación en México y cuestiona el hecho de que, si los hombres que van a las escuela o a la Universidad a prepararse en alguna actividad técnica o profesional, lo hacen para trabajar después en el país, es lógico que la educación debe prepararlos también en el conocimiento del medio que será en el futuro su campo de acción. Y enfatiza, que la falta de armonía entre lo que el hombre sabe y el ambiente que lo rodea, es la causa de muchos fracasos en casi todos los campos de la vida de políticos, legisladores, educadores, profesionales, literatos, etc., cuyo saber no funciona en la realidad práctica, y que cuando los fracasos pasan a la dimensión colectiva, agravan el sentimiento de inferioridad. Y sigue diciendo Samuel Ramos, hay que librar a los mexicanos de los complejos inconscientes que hasta hoy han inhibido el desarrollo de su ser verdadero. Si el mexicano tiene una idea deprimente de su valía, es porque se ha fijado en valores de comparación que, como es natural, cambian de magnitud de acuerdo con el punto de referencia que se adopte. Porque la unidad de medida no debe buscarse en hombres de otros países y otros grados de cultura. Ya que cada hombre puede prolongar idealmente las líneas de desarrollo de sus cualidades potenciales hasta el límite máximo de su perfección y obtener así una prefiguración ideal de lo que es capaz de ser. Lo que aquí Samuel Ramos propone, es que el mexicano se establezca metas para el desarrollo de su cultura a partir del conocimiento eficiente sobre su propio ser y así, esa meta, sea congruente con lo que su ser pueda desarrollar, porque los recursos que necesitará para ello, radican en las posibilidades de su propia esencia como mexicano. Y no proponerse el logro de metas culturales que han sido congruentes con otras esencias humanas, que por esta razón le van a ser imposible de alcanzar, y le producirá el consabido fracaso, sentimiento de inferioridad y la imitación como mecanismo de defensa. Entonces, al respecto, Samuel Ramos recomienda el humanismo para hacer posible esta cultura, pero también advierte un posible obstáculo porque será difícil obtener una aceptación general, pues con seguridad chocará con un prejuicio muy extendido y arraigado en la conciencia mexicana: el de la educación práctica y otros problemas como la expresión pasional de los mexicanos que la aplican no como recurso subsidiario o coadyuvante, sino de manera fundamental, en las acciones más trascendentes de la cultura. De la misma manera, Ramos considera como obstáculo en el desarrollo del humanismo mexicano, el predominio de la juventud utopista, que en el México de su época tenía tanta presencia en los ámbitos de lo político, social, económico y cultural. Es para él, igualmente, un problema en el desarrollo del humanismo, la lucha de las generaciones y la pedantería. Partiendo de lo anterior, podemos decir que Samuel Ramos plantea en la parte concluyente de su libro “El perfil del hombre y la cultura en México” tres propuestas que responden a tres cuestionamientos. El primero de estos cuestionamientos pregunta sobre cómo puede ser esa cultura, el segundo sobre cómo lograr que exista esa cultura, y el tercero sobre qué problemas enfrentará esa forma de hacer la cultura que el mexicano y México pueden llegar a tener. Seguidamente expondremos solamente la primera propuesta que responde al primero de los tres cuestionamientos, porque la misma es correlativa al tema de este subcapítulo de la tesis, y por lo que hace a las dos propuestas restantes, se expondrán en el subcapítulo siguiente, donde simultáneamente se expondrán las argumentaciones que nos llevarán a la conclusión sobre la intención implícita de Ramos, en el sentido de que la educación humanista tenga un carácter estético.
Entonces para definir, en los términos de Samuel
Ramos la esencia de la cultura que puede tener el mexicano y México,
tenemos que considerar que nuestro filósofo michoacano, para este
propósito, parte de tres categorías, que son: cultura derivada,
asimilación y cultura viviente. La primera, conceptualiza las
posibilidades culturales del mexicano por nuestra condición mestiza
derivada de una herencia europea, luego entonces, la cultura que el
mexicano puede tener, debe ser derivada de la cultura europea. Pero con
la salvedad de que el proceso a partir del cual debe darse esa
derivación cultural, de lo europeo a lo mexicano, no debe ser mediante
la imitación, sino a través de la asimilación. La asimilación es
la vía por la cual el mexicano puede hacer suya, acorde a su ser y
circunstancias históricas, la cultura europea. Todo lo cual considera
Ramos que constituirán experiencias vivenciales del mexicano. Esto es,
la cultura europea debe vivirse desde una perspectiva mexicana, limpia
de complejos psíquicos y con una conciencia clara y profunda sobre el
ser mexicano, con la finalidad de que pueda darse una incorporación
adaptativa al alma mexicana y al contexto mexicano. De todo lo cual
tiene que resultar un proceso de culturización (de una cultura europea
derivada a una cultura viviente mexicana) que se de en México por
mexicanos. Entonces la esencia de la cultura viviente es la de un
proceso que incluye |
Cuadro 3. La cultura mexicana: de la cultura derivada a la cultura viviente.
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Veamos lo que literalmente dice Samuel Ramos al respecto: “No nos tocó venir al mundo aislado de la civilización que, sin ser obra nuestra, se nos impuso, no por un azar, sino por tener con ella una filiación espiritual. En consecuencia, es forzoso admitir que la única cultura posible entre nosotros tiene que ser derivada”. […] pero es claro […] que no consideraremos como cultura mexicana la que se derive por medio de la imitación. ¿Existe, acaso, otro procedimiento mejor para derivar de un modo natural una cultura de otra? Sí, es lo que se denomina asimilación. Entre el proceso de la imitación y de la asimilación existe la misma diferencia que hay entre lo mecánico y lo orgánico. […] Nuestra raza es ramificación de una raza europea. Nuestra historia se ha desarrollado en marcos europeos. Pero no hemos logrado formar una cultura nuestra, porque hemos separado la cultura de la vida. No queremos ni una vida sin cultura, ni una cultura sin vida, sino una cultura viviente.”[1] Entonces, partiendo de la base, de que Samuel Ramos plantea una perspectiva sana del mexicano, limpia de complejos psicológicos, entrenada en el desarrollo de las capacidades humanas y consciente de su ser mexicano, para que podamos producir nuestra realidad cultural viviente derivada de la europea; él mismo insiste en los siguientes términos: “México debe tener en el futuro una cultura «mexicana», pero no la concebimos como una cultura original distinta a todas las demás. Entendemos por cultura mexicana la cultura universal hecha nuestra, que viva con nosotros, que sea capaz de expresar nuestra alma. Y es curioso que, para formar esta cultura «mexicana», el único camino que nos queda es seguir aprendiendo la cultura europea.”[2] Para otro filósofo michoacano, Marco Arturo Toscano, en su libro “Una cultura derivada, el filosofar sobre México de Samuel Ramos” estima que la cultura viviente es: “…clave en la propuesta de Ramos para la vida en México […] la única alternativa para escapar a los vicios que se han enquistado en su alma, robándole la posibilidad de realizar sus potencialidades específicas que siempre están mirando a la vida universal.”[3] Por otro lado, Toscano, al referirse al conocimiento que debe desarrollar el mexicano sobre su propio ser, según Ramos, dice: “Nuestra relación con la cultura europea y la civilización norteamericana deberá estar al mando de nuestra personalidad colectiva sustentada en la tradición cultural que encarnamos. […] Aprender sobre lo que somos […] es la única vía para no perdernos en el entramado de la civilización y la cultura occidentales. Entonces estaremos en condiciones de ir más allá de su concepción y prácticas superficiales[4]. Con respecto a nuestro destino -postulado por Ramos- como aquel de tener una cultura derivada, Arturo Toscano propone en un tono igualmente determinista pero optimista: “Reconocer que somos una derivación de Europa y sacar las ventajas que esto conlleve históricamente: contamos con una distancia sana respecto a los errores de la civilización occidental y tenemos la posibilidad de no caer en ellos y de buscar nuevas vías para la realización unitaria del ser del hombre, sus aspectos material y espiritual, no solamente para nosotros sino para el hombre en general.”[5] Y por último en lo que hace a la asimilación, como medio de adaptación de la cultura europea a la realidad mexicana, Toscano, se manifiesta en relación a la participación de esta en la propuesta ramosiana junto con el conocimiento sobre la esencia mexicana constituida históricamente, en los siguientes términos: “La asimilación crítica y creativa de la vida universal tiene su condición […] en el conocimiento de nuestro ser histórico-cultura, de lo que es mejor para él, para el destino que puede darse a sí mismo. Sin este conocimiento todo lo que venga del extranjero será deglutido indiscriminadamente[6]. Con lo anterior se advierte, que es claro que Samuel Ramos considera en la constitución de la cultura que el hombre mexicano y México pueden llagar a tener, la participación de cuatro factores fundamentales: La cultura europea derivada, la asimilación mexicana de la cultura europea, el conocimiento sobre el ser mexicano y el humanismo como principios ideológicos y mediáticos en la asimilación de la cultura europea, y finalmente el resultado de todo este proceso, la cultura viviente. A lo cual podemos agregar que todo esto será posible -siguiendo con la tónica de Ramos- en la medida en que estos factores sean concebidos en el alma viviente del mexicano, como procesos vivientes que dicha alma administre en la proyección de una perspectiva compleja. En el entendido que esta última deberá transitar por procesos vivientes de liberación del complejo de inferioridad, del desarrollo de sus capacidades humanas (humanismo) y del autoconocimiento de su ser mexicano. Todo lo cual Samuel Ramos lo reduce a una educación humanista que más adelante trataremos, y la cual, según los propósitos de esta tesis, revelaremos con un carácter estético. |
Cuadro 4. Educación humanista para producir la cultura viviente mexicana
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Finalmente, consideramos justificado reconocer en Marco Arturo Toscano, la trascendencia que le da a esta cultura –europea, derivada, asimilada, humanista, viviente, mexicana- que el mexicano y México, pueden llegar a tener. En el libro ya citado, Toscano, va más allá de una cultura que se puede llegar a tener, y considera que la misma puede, además, tener una trascendencia en el contexto de la cultura universal: “…debe ser nuestra aportación a la vida universal. La afirmación de lo particular sólo es un momento necesario para crearse una condición de posibilidad para devenir universales.”[7] Referencias: [1] Ibídem. Págs. 20, 28, 95, 96. [2] Ibídem. Pág. 95. [3] Toscano Medina, Marco Tulio. Una Cultura Derivada, El Filosofar Sobre México de Samuel Ramos. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Primera Edición, Morelia, Michoacán, México, 2002. Pág. 169. [4] Ibídem. Págs. 169, 170 [5] Ibídem. Págs. 169. [6] Ibídem. [7] Ibídem. |
M. Sc. Victorio Jesús Broca Quevedo
parmenidez@hotmail.com
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