Si tú supieras cuanto me ha dolido esperar, lo más seguro es que llorarías; si tú en realidad supieras, te compadecerías de mi dolor. Y es que me estoy vaciando las venas cada que el minutero avanza, cada que el sol aumenta su grado de proyección o a cada instante en el que mis fosas nasales expelen el oxígeno ya digerido.
La vía de la espera dolorosa es tan amargamente lenta que se abren las heridas muy despacio y el momento en el que llegasen a suturar al parecer jamás llegará.
Si tú supieras cuanto me ha atormentado la espera, lo más seguro es que gritarías de espanto al percatarte que estoy vivo en muerte y no hay quien se atreva a llevarme a sepultar. Me estoy transmutando en un recipiente carente de esperanza, de falta de fe; soy el ateo cual cree que aquello no sucederá.
No te asustes entonces si algún día me desmayo en la espesura de mi resignación que duele, que aúlla y que gime ante el desamparo de tu indeterminación.
Sigue pensando las cosas mientras yo me deshago de lo que me queda de vida; continúa disipando tus dudas en lo que yo me introduzco en el caldero de mi propia aniquilación.
¿Qué puede importar que yo te ame si para ti no es suficiente el hecho que yo lo haga? Porque así ha sido desde hace mucho tiempo, te he amado y al parecer a ti no te importa que me este rompiendo por dentro. ¿Qué puede interesar el hecho de entregar mi aliento al grito carente de tu eco? Es más fuerte la manipulación que te atormenta desde tus genes.
Si tú supieras lo que significa permanecer justo debajo de la tormenta andando descalzo a través del sendero de la vía de la espera dolorosa, tendrías compasión de este leproso quien no se curaría ni estando una eternidad debajo del tacto de Dios.
Tendré que guardar luto a través de los lustros, que se trasminarán en décadas ausentes de respiración, aunque después de todo quizá continúe respirando a través de mis heridas, mi única posesión.
El camino de la vía de la espera dolorosa, salvaje e iracunda pesadilla materializada en cada momento en el que he osado pensar que ha llegado a su fin, pero la vía asemeja crecer más y más, mientras su descomunal fuerza parece comprimir mis pulmones, y en cualquier día de éstos habrán de reventar. Si tú supieras todo el ajenjo que me he tenido que tragar, lo más seguro es que detendrías mi andar a través del sendero de esta vía cual asemeja jamás llegará a mostrarme su final.
|