Una epidemia sin cabeza |
Quiero compartir con ustedes mi preocupación
por la forma con que las autoridades argentinas están haciendo
frente a la epidemia de gripe AH1N1, también conocida como gripe
porcina.
Lo primero que se hizo fue acomodar los
ritmos de la epidemia a las necesidades electorales. La anterior
Ministra de Salud pidió postergar las elecciones por el riesgo que
significaban. Nos enteramos del pedido después que se realizaron. Le
dijeron que no, sin que ningún comité de epidemiólogos revisara
esa decisión. La Directora de la Organización Sanitaria
Panamericana lamentó "que se mezclen las pandemias con los
procesos electorales". El que tengamos varios dirigentes políticos
con esta enfermedad sugiere que se contagiaron en las reuniones masivas
de su actividad electoral.
Llama la atención la diferencia en el
tratamiento público del tema un par de días antes y un par de días
después del acto electoral.
En ese breve lapso pasamos de desestimar el problema al pánico
absoluto. De 1.500 casos a 100.000 casos en menos de una semana. Todos
sabemos que esa progresión es imposible. Pero una vez que el Ministro
de Salud anunció públicamente esa cifra (sin decir cómo se la calculó),
la Presidenta pidió la "responsabilidad" de seguir ocultando
los números.
Un conocido infectólogo (Daniel
Stamboulian) manifestó a principios de junio que esta gripe "es
una enfermedad leve que se cura sola", por lo cual había que hacer
la vida normal. Y agregó como comparación que "las muertes
anuales por gripe estacional en el país son entre 1000 y 3000
casos". Es sugestivo que si tenemos entre 1.000 y 3.000 muertes al
año por gripe estacional no estemos haciendo nada para prevenirla y
aceptemos con naturalidad esta situación. Para dar un sólo ejemplo, es
la misma cantidad de víctimas que la que provoca la delincuencia.
Un mes más tarde, el mismo médico pedía
suspender las reuniones y aplicar antivirales aún en casos en los
cuales la antes leve enfermedad no estuviera comprobada. No se trató de
la incoherencia de una persona, sino del clima generado por quienes
debieron conducir la situación. En una emergencia, se necesita una
cabeza que defina una estrategia. Sin esa cabeza, los esfuerzos aislados
pueden contradecirse mutuamente.
Ante una epidemia, lo primero es declarar
la emergencia sanitaria en todo el país. Había motivos para declararla
a principios de junio y así lo pidieron muchos especialistas y
legisladores. Sin embargo, cuando escribo esto, aún no se ha producido
dicha declaración. Cada jurisdicción declara su propia emergencia, con
criterios que pueden ser muy distintos de los de sus vecinos.
En esa situación, muchas personas sanas
se lanzaron a buscar antivirales, con la idea de que, en caso de
enfermarse, no los encontrarían a tiempo. Al no encontrarlos, fueron a
buscarlos al Uruguay, generando situaciones de acopio, sobreprecios y
mercado negro.
Se supone que en una epidemia hay que
suspender las clases, pero se dejó la decisión librada a cada
jurisdicción, en abierta violación de los principios más elementales
de seguridad. Al mismo tiempo, la suspensión de las clases fue acompañada
de la recomendación de "evitar las aglomeraciones", pero sin
ordenarlo.
El resultado es que los niños de
vacaciones fueron a ver "La era del hielo 3" y
los adolescentes se encontraron en los locales bailables y centros
comerciales, haciendo inútil la prevención de cerrar los colegios.
Asimismo, miles de aficionados al fútbol
pasaban la noche de invierno a la intemperie para conseguir entradas
para ver a su cuadro favorito. Si existe un alto riesgo de contagio
durante el día en la cancha, ese riesgo se multiplica por los
enfriamientos. No se trata sólo de los irresponsables que no
comprendieron el mensaje de la emergencia, sino que cada enfermo puede
contagiar a su familia y compañeros de trabajo. ¿No se le ocurrió a
las autoridades sanitarias? ¿Por qué es tan difícil de entender que
si el contagio se potencia con mucha gente junta, entonces hay que
evitar que se junte mucha gente?
Tenemos al país en estado de pánico por
la epidemia, a la que descuidaron para no alarmar a la población, hasta
que se disparó mucho peor que en otros países que tomaron medidas a
tiempo, sin interferencias políticas. En este momento, México reporta
cero casos de esta gripe.
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Antoine-Jean Gros, francés, 1804 - "Bonaparte visita a los apestados de Jaffa", detalle. |
He hablado con unos cuantos médicos y
todos coinciden en que se estuvo subestimando la epidemia para no
afectar el clima electoral. Especialmente epidemiólogos que me
decían que no hay directivas ni estrategias para actuar frente a la
enfermedad. Y que los que deberían conducir actúan por respuestas
antes que adelantarse a prevenir algo, según los ritmos esperables de
una epidemia.
El subregistro de casos es muy grande, ya que en las instituciones de excelencia los profesionales tienen tiempo de llenar la ficha, pero en los demás lugares prefieren atender un paciente más antes que llevar la estadística.
A riesgo de decir una vez más lo obvio,
sería bueno recordar lo que hace falta para enfrentar una emergencia:
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Antonio Elio Brailovsky
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