Rendición de cuentas al pueblo
(Primera parte)
Por Antonio Elio Brailovsky

Vivimos en un país en el que muchos funcionarios comienzan su gestión con grandes discursos y la terminan huyendo, en ocasiones en un sentido literal y sin dar explicaciones de sus conductas. Por eso quiero hacer una recapitulación de lo que estuvimos haciendo, un balance de éxitos y fracasos y, muy especialmente, de criterios de gestión, con la especificidad de haber trabajado en un organismo de características inusuales por su vínculo estrecho con la sociedad.
 
He enviado centenares de informes por correo electrónico, de modo que ustedes han podido seguir casi diariamente la gestión del equipo que me tocó conducir. Por eso no voy a extenderme en esos detalles en este informe, sino que voy a poner el acento en los criterios utilizados para lograr una defensa lo más efectiva posible de los intereses del pueblo.
 
En última instancia, la Defensoría del Pueblo es un organismo que siempre interviene en situaciones de conflicto. Cualquier cuestión que se solucione con facilidad, simplemente no llega a la Defensoría.
 
¿Ombudsman o Tribuno de la Plebe?
 
Ya señalé en otras oportunidades que las actitudes adoptadas en esta Adjuntía se parecen más a las del duro Tribuno de la Plebe de la antigua Roma (que se ponía al frente de las manifestaciones y reclamos populares) que al suave Ombudsman sueco (que sólo emite recomendaciones que nadie tiene intención de cumplir). La función del Ombudsman es opinar sobre los problemas y la del Tribuno de la Plebe es tratar de solucionarlos.
 
Esto tiene mucho que ver con su origen histórico. El Ombudsman fue una creación del rey Carlos X de Suecia, quien, enfrentado a la política expansionista del zar de Rusia Pedro el Grande, tuvo que combatir el descontento de sus súbditos en esa frontera difícil. Para eso nombró un funcionario encargado de verificar los abusos que cometieran sus propios funcionarios reales. Es decir que el Ombudsman estaba inicialmente al servicio del rey. En consecuencia, le preocupaban más los abusos cometidos por los empleados de menor cuantía que los cometidos por el propio rey.
 
En estos cinco años, he visto casos de Defensores con actitudes semejantes, más preocupados por los errores de los empleados que por las ambiciones de los poderosos.
 
Por el contrario, el Tribuno de la Plebe de la Roma clásica atendía solamente los reclamos formulados por abusos de poder. Es decir, los que se presentaban contra quienes gobernaban.
 
Sabemos que (en Argentina y en el resto del mundo), el comentario más frecuente sobre esta institución es: "El Defensor del Pueblo se opuso pero no le hicieron caso". ¿De qué manera revertir este destino de organismo de pantalla? ¿De qué manera no ser cómplice de un simulacro de gestión? ¿Cómo aprovechar experiencias exitosas, como la realizada por el escribano Cartañá en la Ciudad de Buenos Aires?
 
Sin embargo, yo he ocupado el cargo de Defensor del Pueblo Adjunto, con competencia en temas de medio ambiente y urbanismo. Esto que significa que hubo un Defensor titular (en nuestro caso, la Dra. Alicia Oliveira), con quien tuvimos algunas discrepancias significativas, derivadas tal vez de cuestiones políticas, pero muy especialmente de una manera diferente de concebir el rol de la institución.
 
Las discrepancias políticas tenían que ver con el hecho de que Oliveira pertenecía al mismo partido político que el Jefe de Gobierno al que debía controlar, lo cual, a mi entender, le restó independencia en su accionar. En líneas generales, podríamos decir que la gestión de Oliveira se centró en corregir las irregularidades cometidas por funcionarios de menor cuantía, antes que las originadas en los niveles superiores del poder.
 
Las diferencias de criterio tienen que ver con que Oliveira actuó como ombudsman y yo actué como tribuno de la plebe.
 
En esta actuación, y moviéndonos en un contexto político caníbal, en ningún momento recurrí al ataque personal hacia los funcionarios con quienes tenía discrepancias. La expresión de puntos de vista diferentes no fue nunca motivo para descalificar o injuriar a quienes pensaban de otro modo.
 
En cambio, recibí diferentes presiones durante mi gestión:
  • Un alto funcionario del Gobierno de la Ciudad reclamó públicamente mi destitución mediante un juicio político.
  • Recibimos en mi oficina visitas de personas que venían a amenazarme.
  • Recibimos intimidaciones judiciales por quienes tenían intereses en evitar que investigara algunos temas.
  • Y fuimos agredidos por la barra brava de un club de fútbol, especialmente contratada a tal efecto.
Tengo que destacar que en ningún momento recibí apoyo alguno por parte de la titular del organismo en el que estuve desempeñándome. Si la Defensoría del Pueblo no defendía a uno de sus integrantes, ¿cómo esperar que defendiera a los vecinos?

En estos cinco años, en la Adjuntía a mi cargo hemos definido un estilo de gestión que no se parece a nada de  lo que habitualmente se hace en una oficina pública. Esta diferenciación ha sido lo suficientemente marcada como para que valga la pena comentar los criterios utilizados y los motivos de cada una de las decisiones tomadas.
 
En un momento en el que las relaciones entre la sociedad y el Estado están en una profunda crisis y los ciudadanos desconfían de lo que haga el sector público, creo que es bueno reflexionar sobre ese desencuentro y las maneras de superarlo. Tal vez lo que hemos hecho en estos años sirva para ayudar a que otras personas piensen de un modo diferente su actitud como funcionarios.
 
Un equipo profesional de excelencia:
 
Para llevar a la práctica este proyecto conformamos un equipo profesional y técnico de primer nivel. No nos servía el viejo modelo de ubicar en los organismos públicos a amigos políticos del funcionario. Ni tampoco alcanzaba con la buena voluntad de quienes llegaran a la función pública para aprender en ella. Por eso seleccioné  a personas con niveles de excelencia en los temas que debíamos cubrir. Teníamos que manejar cuestiones de muy alta complejidad técnica y era necesario que supiéramos tanto o más que aquellos a quienes íbamos a controlar.
 
Esto suponía superar el modelo arcaico del funcionario rodeado de asesores que le van dictando desde las sombras lo que tiene que decir, para conformar un equipo profesional, todos cuyos integrantes tienen autonomía intelectual para llevar adelante los diversos temas que abarca la gestión.
 
Si en otros países y en otros contextos políticos distintos de los nuestros el Defensor del Pueblo inspira respeto por su figura, nosotros hemos logrado el respeto por un equipo de trabajo.
 
Un funcionario que publica su teléfono particular:
 
Lo primero fue trabajar sobre la creación de un clima de confianza. Los organismos públicos gozan entre nosotros de mala fama, tal vez merecida. "No voy porque te tratan como a un número", "No hay un ser humano que te escuche", son los comentarios más frecuentes que hemos recibido.
 
Si queríamos hacer algo distinto de lo que la gente critica, teníamos que dar claras señales en ese sentido. Por supuesto que las estábamos dando en la atención diaria a los vecinos, en la que se produjeron muchas situaciones conmovedoras. La mayor parte de las personas que acudieron a nosotros ni siquiera esperaban que solucionáramos el problema que traían: se conformaban con que los escucháramos y compartiéramos su dolor, lo que puede dar una idea del enorme abismo que existe en la Administración Pública y aquellos para quienes se supone que se gobierna.
 
Se dio el caso de un muchacho que se compró un traje nuevo especialmente para ir a verme, porque pensaba que no estaba adecuadamente ataviado para tener una audiencia con un funcionario. ¡A casi dos siglos de la Independencia, todavía tenemos internalizada la imagen del funcionario público como si fuera un agente del Rey!
 
La calidez del trato personal fue una de las señales, pero era claramente insuficiente porque sólo era percibida por quienes venían a vernos. ¿Cómo transmitir el mismo mensaje de un modo masivo?
 
Dimos muchas señales al respecto, pero la que resultó más eficaz fue la divulgación por distintos medios (inclusive en programas de televisión abierta) de mi teléfono particular. Durante mucho tiempo, la gente llamaba a mi casa no para comunicarse conmigo sino solamente para comprobar si era cierto. Los funcionarios suelen ocultar sus respectivos teléfonos particulares, pero yo estaba cumpliendo una función muy especial, que requería la comunicación más directa posible con los vecinos de la Ciudad. En definitiva, para los antiguos romanos, la puerta de la casa del Tribuno de la Plebe debía estar siempre abierta. Con ese antecedente, ¿por qué no habría de estar mi teléfono a disposición de quien quisiera llamarme?
 
La apertura de temas nuevos:
 
Hemos puesto especial acento en llamar la atención de la sociedad y de los legisladores e integrantes del Ejecutivo sobre aquellos temas que eran prácticamente desconocidos, tanto por la opinión pública, como por los mismos que debían encargarse de ellos.
 
Para dar unos pocos ejemplos, fuimos los primeros en Argentina que destacamos los riesgos de la contaminación electromagnética provocada por antenas y por teléfonos celulares. Medimos la contaminación electromagnética provocada por las antenas clandestinas instaladas en el interior del subterráneo, estamos midiendo la interferencia que este tipo de instalaciones provocan sobre los equipos médicos de los hospìtales públicos de la Ciudad de Buenos Aires y estamos haciendo gestiones para que se realice un mapa de contaminación electromagnética de toda la Ciudad.
 
También fuimos los primeros en pedir la prohibición del percloroetileno (el solvente de las tintorerías rápidas) y el retiro de los transformadores con bifenilos policlorados (PCB).
 
Redactamos la primer propuesta de normativa que unifica criterios para la protección simultánea del patrimonio natural y el patrimonio cultural. Fuimos los primeros en destacar la importancia de la contaminación lumínica y en proponer medidas de corrección.
 
Nos pusimos a investigar la concesión del Jardín Zoológico y del Aeroparque, dos temas en los cuales siempre hubo intereses políticos para silenciar.
 
Reclamamos sobre el destino de los fondos resultantes de la venta de tierras públicas por la Corporación Antiguo Puerto Madero. Pedimos que el CEAMSE no vendiera una parte del Parque Pereyra Iraola, que se intentaba lotear.
 
La continua información de todo lo que hicimos:
 
En estos cinco años, hemos enviado por correo electrónico varios centenares de informes sobre los problemas de medio ambiente y urbanismo sobre los que estuvimos trabajando.
 
El criterio general es que no debe haber ninguna información que sea exclusivamente interna, clasificada o confidencial. El secreto en las cuestiones públicas, simplemente, no debe existir. Por eso hemos difundido toda la información relevante que llegó a nuestras manos, de cualquier clase que fuera. En un país en el que cada funcionario se especializa en guardar bajo llave grandes carpetas -creyendo tal vez que la información escondida es poder- nosotros hicimos llegar a la mayor cantidad de gente posible toda la información que pudimos.
 
Y en un país en que sólo se comunican los resultados exitosos, hemos comunicado éxitos y fracasos, proyectos, informes, resultados parciales y, en ocasiones, cambios de criterios cuando nueva información contradecía la anterior.
 
Varios miles de personas han podido seguir día a día la gestión del equipo de la Adjuntía a mi cargo. Esto les ha posibilitado formarse una opinión sobre cada una de las tareas emprendidas, sugerir cambios, apoyarlas o criticarlas. Quiero señalar lo que significa como aprendizaje para una tarea en la función pública el recibir todos los días las críticas de la sociedad a nuestra actuación.
 
El que cualquier habitante de la Ciudad de Buenos Aires pudiera llamarme por teléfono a mi casa -con la informalidad de este tipo de comunicación- y señalarme que estaba cometiendo un error nos sirvió para corregirlos antes de que se profundizaran. O, eventualmente, para aclarar diferencias de opinión sobre el tema en cuestión. También nos ha servido para tomar el pulso cotidiano a la sociedad para la que estábamos trabajando, en una de las tareas más difíciles de estos años, como lo fue fijar prioridades para la asignación de recursos y energías.
 
¿Qué temas pensamos nosotros que hay que poner en primer lugar? ¿Qué piensan de estos los vecinos de la ciudad, los integrantes de las organizaciones no gubernamentales, los periodistas, los analistas de los temas de interés público, los políticos, los urbanistas? ¿De qué modo sus respuestas pueden ayudarnos a fijar nuestros criterios? Mucho más, porque las prioridades sociales en temas ambientales van variando al ritmo de los pulsos de la microhistoria.
 
En líneas generales, diría que hoy hay un marcado interés por los temas que vinculan ambiente con salud y, en menor medida, por los daños que sufre el patrimonio público. También los temas de educación ambiental despiertan un gran interés en la agenda pública, en la medida que las personas consideran que es necesario un cambio de mentalidad acerca del cuidado de nuestro entorno.

Antonio Elio Brailovsky

Ir a índice de América

Ir a índice de Brailovsky, Antonio Elio

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio