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Meditación del cuerpo, de Odalys Leyva
Rosabal |
Meditación del cuerpo, libro de poesía escrito por Odalys Leyva Rosabal, es un texto que brota en un contexto postmoderno con implicaciones tercermundista, marcado por una profunda globalización informática en el ajuste de las relaciones interculturales, de ahí que sus dimensiones no sólo son estéticas o filológicas, ya que el contexto le agrega una zona de resistencia que tiene que ver con otras dimensiones no menos urgente relacionadas con lo socio-discursivo y lo cultural. A partir de estos referentes que no menguan el latir poético del texto que a veces se sumerge en el tráfico coloquial de lo cotidiano o remonta la nube perennis de lo lírico, la autora organiza una sucesión de 58 piezas-poemas en cuatro cuadros o epígrafes que aunque definen morfológicamente la estructura del libro, no actúan como muros sino más bien como puentes. La primera parte la titula: Abismos sin óleos que eternicen, seguido de Espejos de la identidad, dejando en el penúltimo peldaño a Talismán de mi piel y concluir con el epígrafe El tiempo sobrevoló mis arenales. El libro se puede inscribir en lo que Pierre Bordieu denominó en su momento círculo restringido a la hora de especificar la literatura y que en Meditación del cuerpo puede apreciarse una intertextualidad o sentido paródico que es necesario describir colocándose en el lugar del juego de luces que actúa para revelar el diorama y que es significativo en la poética de Odalys Leyva. En varios de sus textos recogidos en el capítulo Abismos sin óleos que eternicen, asume a la ciudad, pero a la que se hace o se construye como dijo Rosalba Campra de palabras para dibujar su forma y significado. Algunos versos de su poema Dominio, desnuda esa intención: |
Una ciudad no puede abrirse el nombre… (decir ciudad es más que saltar su lujuria, esconder de los niños, la gula y el pecado adornar los vitrales pulsando la inocencia).
Para cerrar en la siguiente cuerda: Ciudad, acrisola tu furia en los trapecios Mis duendes confesores traspasan la vejez a tus dominios, porque decir ciudad es mucho más que abrirse el nombre y tatuar en sus muros la leyenda. |
En textos como Meditación IV, la ciudad se muestra cómplice de las gentes que la habita, que escribe la propia ciudad para ser leída. |
La oscuridad no es triste, el soñador cuida su noche, los astros de una ciudad son cómplices de todas las bocas voluntad del amor que nace en las calles, no es lo grave tomar vino bañados de rocío. La intemperie denuncia: Andar desnudos no es más que beberse la luna entre los senos (voy a intentar la magia con la energía de un solo confidente) |
Entre todos los códigos a los que echa mano la poetisa para componer los textos, existe uno que llama la atención por lo subyugante y el estado de permanencia, es el asunto erótico, tratado como asunto y no como leitmotiv, funciona como una señal muy contenida sin desbordamientos, ni estridencias de moda. El erotismo está presente como los veintiún gramos agregados a cada verso, a cada parte, a todo el texto.
Y estos son ejemplos de ese estado subyugante del asunto del erotismo en la poesía de Odalys Leyva, contenida en este libro: Meditación del cuerpo, específicamente en los siguientes fragmentos extraidos de los poemas Eva sin espejos, Donde duele el espanto, Ráfagas y Anónima fragancia. |
El origen es enigma de la hembra aunque bufones se vistan de viajeros para tocar su flauta, no siempre mi verdad lleva toda la música y no siempre la música acompaña mis fragores letales (Eva sin espejos).
Ciudad, vendavales del hombre que me habita allí podrá trinar la música sublime de reveses (danzaremos un vals de animales en celo). El amor renace, frontera en equilibrio, no siempre da ganancias (Donde duele el espanto).
Mis senos hostigan, merodean la espalda segura a los festines y la mano en silencio acrisola sus fulgores. La vendimia es un aspa en Zigzagueo, tras los jugos y gritos es el ardid donde busco sin alcanzar la excelencia de otras manos, solo un ardiente julio en el invierno de tu alma.
En la osadía donde duerme la euforia descubrí el acorde donde yo soy la hembra, el vicio, algún brebaje que trasgrede las aguas. (Ráfagas)
Nuestro origen no estaba en la sorpresa del agua ni en el giro del fuego al universo, ni en la música del aire. Somos profetas tentados por el diablo, Tras el poder de Zeus En la danza de Olofi tejemos procesiones, Poemas brujos sin detener el golpe a la demencia. (Anónima fragancia) |
Meditación del cuerpo, está editado bajo el sello de la Editorial Ácana en la colección Surtidor dedicada a la poesía y al cuidado en la edición Liset Carrasco y cuenta con las ilustraciones de Carlos Gondres un artista plástico de una larga trayectoria y polifacética obra que incursiona por primera vez en la ilustración de libros.
El texto es la sucesión de las partes, es una representación cronotópica en las tres dimensiones espaciales y en la irreversibilidad del tiempo.
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Desiderio Borroto Fernández
Historiador, narrador, Poeta y ensayista.
MSc en Cultura latinoamericana por el Instituto Superior de Arte de Cuba. Es miembro de la UNHIC y la UNEAC. Miembro de la Sociedad Cultural José Martí y
de la Fundación Nicolás Guillén
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