Mujeres argentinas en la Guerra Civil española

ensayo de Jerónimo Boragina

Tengo a todos en mi contra. A los hombres, porque pido la emancipación de la mujer, a los propietarios porque reclamo la de los asalariados.

Flora Tristan[1]

Voluntaria Anita Piacenza, participó en la Agrupación anarquista Mujeres Libres

Berta se integró al Partido Comunista Español y a la Agrupación de Mujeres Antifascistas

Voluntaria Mika Etchebehere, llegó a ser capitán en las milicias y el Ejército Republicano

Voluntaria Berta Baumkoler, en la entrada de la Agrupación de Mujeres Antifascistas

La historia de las mujeres ha sido negada en muchos periodos históricos. Hay ejemplos claros de su exclusión en la historia social, del movimiento obrero o la historia política. Ellas no existen, no estuvieron presentes ni participaron. Como sabemos, después de una guerra o de importantes cambios políticos, muchas de las historias las escriben los vencedores. Y no sólo eso, sino que se tiende a generalizar las historias, a sus protagonistas, sin reconocer diferencias de género. Para el caso de la Guerra Civil española, la masculinización de la historia se ha cumplido con bastante peso. Los grandes estudiosos han sido todos varones[2], y en sus obras clásicas sobre el tema han dejado de lado, ignorado o minimizado, la participación femenina en la contienda, sea en el frente o la retaguardia. La poca atención recibida sobre el tema de las mujeres en la Guerra Civil pudo revertirse gracias a los numerosos estudios que se realizaron principalmente a partir de los años 80 y 90. Casi todos ellos, o al menos los más importantes o conocidos, están realizados por mujeres, historiadoras o intelectuales[3], que bucearon y descubrieron un nuevo sujeto que en verdad existió siempre, pero que constantemente se le había ocultado. Allí están presentes nuestras luchadoras, que participaron en la península a favor de la República, y de las que poco se sabe.

La mujer española

La situación y las particularidades españolas con respecto al resto de Europa, sobresalen en primera medida sobre otros contextos sociales y económicos. En primer lugar la larga tradición histórica y política marcará aún más el malestar de las mujeres en la sociedad española, que si bien se repiten en otras partes del mundo, acentuará las diferencias y así también el camino a seguir por las primeras organizaciones obreras y políticas. En efecto, la conjunción durante siglos de monarquías, estatutos eclesiásticos y militarismo español llevarían a un plano excluyente a la mujer común, como así también su vida misma y su existencia. En este contexto, la mujer española debía superar diversas ataduras que la amarraban durante siglos en lo social, cultural y económico. El patriarcado y la pobreza en que estaban sumidas las clases bajas y campesinas llevarían a exacerbar la situación femenina, pero con un agregado —frecuentemente suavizado en el resto de los países europeos—: la influencia conservadora de la Iglesia. La mujer tendría que ser madre y esposa, y seria la que llevaría adelante la armonía familiar por intermedio de la fe. Su exclusión al ámbito privado era lo cotidiano, aunque era más leve para las mujeres de clase alta. Justamente la mujer ingresa tarde al mundo laboral no sólo por las cuestiones culturales mencionadas, como los altos índices de analfabetismo, sino por el atraso económico que poseía España todavía en el siglo XIX y principios del XX. En primer lugar, era un país predominantemente agrario, con grandes focos industriales en el norte y en Cataluña, pero con una economía atrasada, basada en la agricultura. Ni siquiera los grandes negocios realizados durante la Primera Guerra Mundial, debido en gran parte a la neutralidad, fueron aprovechados para modificar la vieja estructura agraria y subdesarrollada que regía en gran parte del territorio español. La explotación de las mujeres era aún mayor debido a la mala alimentación, los bajos salarios, la falta de ayudas por maternidad y las enfermedades, que imposibilitarían a cualquier mujer española concretar una vida digna.

A partir de los años 20, las reivindicaciones sociales de las mujeres pasaron a tener un claro contenido político, la gran mayoría provenientes de movimientos políticos o sindicales de las respectivas secciones femeninas del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y la FAI (Federación Anarquista Ibérica), que en los años 30 formarían la UMA (Unión de Mujeres Antifascistas) —compuesta por socialistas y comunistas— y Mujeres Libres, de tendencia anarquista.

Por un lado, la creciente sindicalización de las mujeres les permitía la inclusión en un ámbito público desconocido para ellas durante décadas. Las movilizaba a reclamar sus derechos y les daba la posibilidad de acompañar igualitariamente los reclamos de sus compañeros obreros y campesinos, en la lucha por un trabajo digno. La mayor parte de las mujeres trabajaban en el campo para estos años, aunque hay importantes movimientos migratorios hacia las ciudades para buscar mejoras en el estilo de vida y lograr una relativa independencia económica. En las ciudades, las jóvenes pasaron mayormente a ser criadas y trabajadoras, principalmente de la industria textil. La mujer dejaba de tener una actitud pasiva para pasar a la lucha directa por sus derechos laborales, y si bien en un comienzo los sindicatos católicos tenían gran adherencia, con las injusticias cometidas y la representatividad de los sindicatos de clase, la mayoría de ellas se inclinarían hacia gremios politizados que desempeñaban una acción clara y concreta para sus mejoras. Es así como la UGT (Unión General de Trabajadores), de orientación socialista, pasa de 18,000 afiliadas en 1930 a 100,000 a principios de 1936. Lo mismo ocurre con la CNT anarquista, que llegó a tener alrededor de 140,000 trabajadoras afiliadas en 1936[4]. Esta situación de lucha fue también la que marcó los primeros acontecimientos políticos de relevancia para el progreso de la población, y la que permitió plantear nuevos y definitivos avances para las mujeres. Estos avances se concretaron al constituirse la II República, el 14 de abril de 1931.

Dos milicianas españolas en descanso comiendo uvas en Toledo

Argentina de los años 30

Con respecto a la mujer, la situación en nuestro país no difería demasiado de lo expuesto para el caso español. También se asociaba a la mujer al hogar, a la labor cotidiana doméstica y a la función de madre y esposa, pero la situación económica y la exclusión social las golpeó hondamente. A diferencia del caso español, el catolicismo, si bien era importante entre las mujeres argentinas, no era un elemento de dominación como lo era en España, donde controlaba la educación y en muchos casos la salud. Las reivindicaciones por las condiciones de trabajo serian una de las principales banderas de lucha de las mujeres. En 1906, después de formar el Centro Socialista Femenino, Alicia Moreau de Justo fundó el Centro Feminista. Un año más tarde, Juana Rouco Buela, Virginia Bolten, Teresa Caporaletto y Maria Collazo forman el Centro Femenino Anarquista. Las bases ya estaban sentadas para exigir los derechos laborales indispensables para obtener un trabajo digno en la industria textil, que aglutinaba a la mayoría de las obreras entre 1915 y 1935, aunque seguida de cerca por el ramo alimenticio. La situación política no era nada sencilla a pesar de la naciente democracia, lograda por los sucesivos gobiernos radicales de Yrigoyen y Alvear entre 1916 y 1930. En estas primeras décadas, los reclamos pasaron sin duda por la cuestión laboral, pero también por otros aspectos, como el matrimonio civil, el divorcio y el derecho a voto[5]. De 1930 en adelante se cernía un ambiente demasiado peligroso y reaccionario como para reclamar el derecho del voto femenino, cuando aún ni siquiera los hombres lo habían conquistado plenamente. Esto se debía a que el golpe de Estado de 1930 al mando del General José F. Uriburu, junto a los efectos de la crisis del 30, abría una nueva época llamada “Década Infame” por el historiador José L. Torres. Los efectos de la crisis dejarían miles de desocupados en nuestro país, miseria pocas veces vista, aunque debe hacerse una aclaración: independientemente de la labor de organizaciones feministas o secciones políticas de diversos partidos, el trabajo de la mujer era una conveniencia para la patronal, debido a los bajos salarios que se les pagaba. Su ingreso en la vida pública se debe también al negocio que la estructura económica veía en la explotación de las mujeres, basado principalmente en la rebaja del salario en algunos casos hasta la mitad, con respecto al jornal del hombre[6].

La “Década Infame” en Argentina deja una secuela de violencia, fusilamientos, tortura y persecución, que obligaría a las compañeras a actuar rápidamente. La mujer militante y esposa, no sólo ayudaría al marido con los trabajos partidarios y políticos, sino que participaría en comisiones femeninas propias, principalmente de ayuda a los presos políticos, obteniendo de esa manera la libertad necesaria para participar en la vida pública. Aquí también se vivió el temor al totalitarismo y a la creciente ola fascista, que ya venia avanzando con diferentes grupos civiles, como la Legión Cívica y la Liga Patriótica, que atacaban locales sindicales y mataban obreros. Argentina vivía una dictadura, que a diferencia de España no brindaba ni seguridad jurídica ni igualdad social a las mujeres. Al contrario, de manera reaccionaria se intentaba desde el rol estatal continuar el estereotipo familiar, de la madre hogareña. No obstante, muchas mujeres utilizaron la militancia para despegarse automáticamente de esa concepción, y comenzaron a militar en organizaciones políticas, sean anarquistas, socialistas o comunistas. La acción comenzaba por reivindicar las mejoras laborales □ que en esta década serán muchas— mediante la huelga. Dentro del gremio textil, donde había mayoría de trabajadoras, entre 1933 y 1937 estallaron decenas de huelgas en diferentes casas, como la Gerino en julio de 1935; la casa Gatry, en abril 1936; la fábrica de botones Maggiorini, en mayo del mismo año[7]. El Estado resolvió la tensión social mediante la represión y el control policial, y muchas mujeres terminaron presas e incluso expulsadas del país mediante la Ley de Residencia[8], como Juana Buela, militante anarquista desterrada a España, y Cecilia Kamenetsky, secretaria de la Federación Obrera del Vestido en 1936.

La lucha política cobró fuerza debido al contexto internacional y al inicio de la Guerra Civil Española. Jóvenes militantes comenzaron sus primeras experiencias políticas en campañas de justicia, como las que hicieron los libertarios durante años por los presos de Bragado[9]. También la Alianza Femenina Antiguerrera, integrada por militantes comunistas, desarrollará una campaña por la paz ante el conflicto bélico surgido entre Bolivia y Paraguay, llamado la Guerra del Chaco[10] También durante los años 30, el trabajo en las cárceles repletas de militantes sindicales, anarquistas o comunistas en su mayoría, ocupaba a estas jóvenes idealistas, convencidas de los ideales de su partido o movimiento y dispuestas a llevarlos adelante, aun asistiendo a la cárcel para desarrollar diferentes tareas y hacerse cargo de los Comité Pro Presos. Si bien era cierto que se las encuadraba mayormente en el trabajo humanitario con los encarcelados, también se les adoctrinaba y comenzaban a darles tareas de responsabilidad y enlace dentro de la organización. En 1936, con el surgimiento de la Guerra Civil española, hay un crecimiento extraordinario del proceso. Jóvenes y señoras se interesaron por la política e ideología y por la lucha heroica del pueblo español, cuyas mujeres aparecían con fusil en mano en las portadas de los diarios[11]. Comienza entonces a notarse la presencia de las mujeres en la calle, en cantidad, en bloque, con responsabilidades y una causa común: ayudar a la República democrática ante el avance fascista. El movimiento de solidaridad será recordado por los argentinos durante décadas, no así el magnífico trabajo que hicieron miles de mujeres en nuestro país dirigiendo y organizando la ayuda a España.

Las mujeres y la solidaridad hacia la República Española

Una larga lucha tras sus hombros tenía el sector femenino argentino, pero con nuevos planteos ante la situación internacional. En muchos casos el trabajo solidario estaba relacionado con temas o cuestiones tradicionales, como la ropa y la comida, pero el avance en la participación política partidaria y organizativa con la causa española sentaría un precedente definitivo. En un mitin sindical de la CGT, Ángel Borlenghi solicitó, a pedido de una compañera, un minuto de silencio en homenaje al “sufrimiento de las madres proletarias españolas que han perdido a sus hijos devorados por el monstruo fascista”. La CGT, a pocos meses de iniciada la guerra civil, ya había creado la Comisión Femenina de Ayuda a los Trabajadores de España, organizando un costurero y solicitando en la prensa colaboración para la causa española[12]. Los picnic realizados en la isla Los Pinos, sobre el río Carapachay, recibían a cientos de trabajadores que colaboraban para sostener el periódico Nueva España, que llegó a tener una tirada de 60,000 ejemplares, informando sobre la guerra de España y la solidaridad desde nuestro país. Berta Bravslavsky recuerda su inicio entusiasta en la solidaridad con España a raíz de su militancia en el Partido Comunista[13]. Ella participaba en la FOARE: .recuerdo que en el interior se plegaba una gran tarea a cargo de organizaciones populares, varias de origen español que expresaban los sentimientos de los aquí radicados y sus descendientes. En esos años éramos perseguidos, cambiábamos de domicilio con frecuencia (...), viví en la semiclandestinidad buena parte de mi vida.” Raquel Levenson, con sólo 21 años, se dedicaría a organizar la solidaridad en Córdoba, desde la Federación Juvenil Comunista. Excelente oradora, participa en mítines y actos públicos y será todo un ejemplo para aquellas jóvenes que veían en la causa española un faro para el movimiento feminista. Su hermano, Gregorio Levenson, también militante de la Federación Juvenil Comunista, cuenta su experiencia en el distrito obrero de Avellaneda, donde habían organizado un comité antifascista (antes del estallido de la guerra): “... Nuestra actividad era de agitación y desafiando el terror de Justo, organizábamos mítines callejeros, en los que mi hermana Raquel era la oradora infaltable, subida a un cajón, custodiada por una “guardia de autodefensa” integrada por rusos y polacos. Improvisábamos nuestros actos a la salida de las fábricas o en las esquinas concurridas. Antes que llegara la policía ya habíamos desaparecido. Aunque siempre fue así, más de una vez nos sorprendía en mitad del acto y la guardia, con una fidelidad a toda prueba, contenía a los esbirros mientras nosotros huíamos como podíamos.” Otras compañeras, como Fanny Edelman, actuarían desde el Socorro Rojo Internacional y la Alianza Femenina Antiguerrera , con Sara Gelman, Marta Pastoriza, Elvira González Castro y Esther Menase. El local del Comité Pro Huérfanos España de la calle Piedras 80 y de Bartolomé Mitre 745, era su segundo hogar, y organizaban numerosas campañas a favor de la España leal. Existían varias comisiones femeninas dedicadas a temas específicos, que se destacaron por su gran participación en la elaboración y compostura de ropas y abrigo para la población civil y el Ejército Republicano. Muchas se integraban luego de la jornada laboral, agotadas, y con sus últimas energías ponían toda su habilidad para elaborar y reparar prendas mientras comentaban el desarrollo de la guerra[14].. En la provincia de Mendoza se formó una Asociación Femenina Antiguerrera que realizaba actividades a favor de la República, contando con 2,000 asociadas a principios de 1937[15]. En la ciudad de Bahía Blanca todos los comités barriales tenían un grupo femenino. Las muchachas más jóvenes recorrían las calles vestidas de milicianas, recogiendo víveres, colocando bonos o propagandizando actividades; y las mujeres más grandes se dedicaban a la costura. Encontramos también que en varios actos las mujeres eran organizadoras y oradoras. Es el caso de la anarquista Iris Pavón, que ya venia encargándose de la campaña de los presos de Bragado y no podía quedar fuera de la causa española, junto a otra libertaria como Anita Piacenza. Desde Córdoba, Iris desempeñaría una actividad incesante de solidaridad con el pueblo español, trabajando luego con los exiliados antifascistas llegados a nuestro país. Hasta la misma legendaria anarquista Juana Rouco Buela, reconocería que “.después de años de inactividad, en 1936, la Revolución Española me despertó del letargo en que yo me encontraba sumida. ” La Agrupación Femenina Antifascista de San Fernando[16], integrada por un grupo de mujeres proletarias, había decidido echar raíces ante los esfuerzos dispersos y en pro de generar conciencia en diferentes localidades del país. El Comité Argentino de Mujeres Pro Huérfanos[17] españoles realizó actividades importantes, como la campaña de los ajuares para bebés, donando 20,000 en celeste y blanco, en clara alusión a nuestra bandera. Como un ejemplo desde abajo, la Comisión Femenina de Socorro pro Huérfanos Españoles[18], dependiente del Centro Republicano de Mar del Plata, tenía una comisión directiva de 20 mujeres y otras 30 trabajando en tareas diversas, como confección de ropa y organización de bailes. Había alrededor de 300 comités femeninos en todo el país integrados en secciones anarquistas, comunistas, republicanas y socialistas[19], que llevarían adelante las campañas solidarias. Pero, ¿cuántas mujeres participaron de forma directa? Sólo la ciudad de Mar del Plata da 50 participantes femeninas en un comité y si se multiplica por 300 ya tenemos una cifra directa. Evidentemente, este cálculo debe ser incompleto ante la magnitud de la solidaridad de nuestro país y ante el verdadero protagonismo de miles y miles de mujeres.

Según la militante y voluntaria argentina Fanny Edelman, se trató de “la primera organización femenina de masas que irrumpió en el escenario político del país”[20]. Sin duda, esto fue así.

Voluntarias argentinas en el frente

Se conoce el accionar y la participación de numerosos militantes argentinos, dirigentes y soldados de las Brigadas Internacionales, pero poco o nada se sabe de las compatriotas que dieron su vida a la causa republicana. Esta mirada oculta no pudo ser recuperada desde las escasas obras testimoniales o autobiográficas existentes, que no superan los cuatro o cinco textos[21]. Estos trabajos descartan la mirada feminista de las reivindicaciones, porque la mayoría son militantes políticas con experiencia, una ideología clara y un compromiso a prueba de todo. La cuestión no pasaba ya por equiparar las diferencias salariales o mejoras laborales, sino por detener al fascismo y totalitarismo que avanzaba en Europa oprimiendo los derechos y libertades de toda la población, sin diferencia de género. Dolores Ibarruri, la Pasionaria, aclaraba: “.. .en general no soy feminista. A mí me gusta que las mujeres participen en la lucha en las mismas condiciones y con los mismos derechos que los hombres. Hacer un movimiento feminista al margen de la lucha de clases me parece un poco absurdo, porque dentro de la lucha por la democracia entran las reivindicaciones de las mujeres.” En efecto, las voluntarias de nuestro país no viajarían a España a defender a sus compañeras o a proponer postulados feministas, sino que los ideales que llevarían consigo representarían la voluntad de ayudar al pueblo, generar conciencia antifascista y combatir si fuera necesario con las armas en la mano. Contamos ya con el único estudio sobre los Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española[22], en el cual detallamos el papel que tuvieron algunas voluntarias; podemos observar que fueron alrededor de sesenta[23] las que participaron en la guerra en diferentes tareas, lo que equivale a un 7% del total. Cifra considerable si tenemos en cuenta el contexto anterior, y que de seguro podremos aumentar con nuevas investigaciones. Algunas ya estaban viviendo en España por lazos familiares, habían vuelto durante su juventud y atadas a sus padres debían regresar con sus familias, pero no por ello no sentirán su compromiso antifascista. Elena Brazón combate en las milicias desde el primer momento, siendo jefa de grupo en Talavera de la Reina y en Guadarrama.

Terminada la guerra lograron exiliarse junto a los compatriotas argentinos que combatieron en las Brigadas Internacionales, y son internadas en los campos de concentración franceses. Es el caso de Maria y Minerva Claramunt, Francisca Cochet de Foubert, Rosario Vellida, Maria Rabassa Castellet. Todas ellas son repatriadas desde Francia por gestiones del embajador argentino, Dr. Carcano, junto a otros voluntarios que habían formado parte de las Brigadas Internacionales y el Ejército Republicano. Otro grupo de argentinas residentes no podrá escapar a las garras franquistas, y su militancia y compromiso lo pagarán caro, sin contemplaciones por el hecho de ser mujeres. Así ocurrió, por ejemplo, cuando cae el Frente Norte de España a mediados de 1937. En la ciudad de Gijón, luego de la entrada de las tropas franquistas, comienzan los consejos de guerra y juicios sumarísimos de urgencia impuestos por un tribunal militar. Es así como se condena a las argentinas Maria Pinin García y Ana Maria Palacios a 12 años de prisión, a Maria Luisa Garuelo[24] a seis años y Maria Filomena Valdes fue sobreseída provisionalmente[25]. Como vemos, penas bastante considerables que debieron ser exageradas o inventadas por el tribunal, pero que sin duda reflejaban algún tipo de compromiso ideológico o militante por la causa republicana de nuestras compatriotas, que por otra parte rondaban entre los 18 y los 25 años de edad.

Miliciana española en el frente de Barcelona a finales de 1936

Otro grupo de voluntarias viajaron desde nuestro país para combatir al fascismo en su propio terreno y no es casual que ellas viajen acompañadas por sus parejas. Muchas ya habían abrazado las ideas comunistas o anarquistas y tenían años de militancia y compromiso ideológico, es así como viajarían a España. No serían las acompañantes de sus esposos, sino las compañeras comprometidas decididas a dar todo para la causa antifascista. El hecho de ir acompañada por un hombre era sin duda la posibilidad de viajar y participar de dicha gesta, debido a que la Internacional Comunista no preveía en ningún país el envío de grupos de mujeres[26]. Las necesidades eran militares y los voluntarios iban para combatir, pero se sabía también que había que cubrir puestos de responsabilidad en la retaguardia y se necesitaban militantes con experiencia. Esto les permitía tener oportunidades de salir junto a sus compañeros, sumado a la necesidad de camuflar las salidas del país con algunas mujeres y no sólo grupos de hombres, que obviamente llamarían la atención de las autoridades portuarias. ¿Pero qué motivaba a estas jóvenes argentinas viajar a España? En primer lugar, la juventud predominaba entre las voluntarias; excepto Mika Etchebehere y Anita Piacenza, que superaban los 30 años, el resto promediaba entre los 18 y 25. Las ansias y el entusiasmo de participar en la gesta española era irresistible para cualquier militante comprometido de aquellos años, fuera hombre o mujer. Así lo demuestran los cientos de interesados y anotados en planillas para ser seleccionados y viajar a España.

Dos miradas, dos mujeres: Mika y Raquel

En el caso de algunas mujeres, el deseo de no dejar a sus esposos o compañeros era más que suficiente para embarcarse a España. Acompañarlo, pero no por ello tener un papel secundario en la guerra. Mika Etchebehere y su compañero Hipólito llegan a España algunos días antes del golpe de estado del 18 de julio de 1936. Iban con la intención de escribir un libro sobre la Comuna Asturiana de octubre de 1934, cuando los sorprendió la guerra civil y ambos se enrolan en las milicias del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), de tendencia trotskista. Todavía no había pasado un mes de guerra cuando, el 16 de agosto, en las cercanías de Atienza, Hipólito cae muerto por la metralla. Pero ella continúa no sólo integrando la columna militar, sino tomando el puesto de su compañero muerto en acción. Recordaba que cuando se tomaron unos días en el cuartel de Sigüenza, el sargento le informaba que los hombres se negaban a limpiar y recoger sus camas. Mika, ante la respuesta de uno de ellos, le aclara a los milicianos: “¿Así que tú crees que yo debo lavarte los calcetines? Las muchachas que están con nosotros son milicianas, no criadas. Estamos luchando por la revolución todos juntos, hombres y mujeres, de igual a igual, nadie debe olvidarlo. Y ahora, rápido, dos voluntarios para la limpieza[27].” Luego de este breve descanso, se le confirió el grado de capitán de una compañía que estaba en la Moncloa, a unos pasos del Hospital Clínico y de la fábrica de jabones Gal, en las afueras de Madrid. Logró armar una escuela, preocupándose siempre por la salud de sus milicianos, manteniendo la moral de los combatientes siempre en alza y recibiendo felicitaciones de diversos comandantes asombrados ante su disciplina y resistencia física[28]. La experiencia miliciana en el frente no duraría mucho tiempo. Es en la zona catalana donde se registra la mayor cantidad de mujeres enroladas, siendo alrededor de 5,000 o 6,000 en los primeros meses de la guerra civil, aunque Mika continuó varios meses más en el nuevo Ejército Republicano. La importancia de centralizar las unidades de mando e intendencia, la formación militar y la organización de un ejército profesional dejan afuera a la mujer en el combate directo, pero la prepara para una tarea de igual o mayor importancia en la retaguardia. Pero en los frentes también estuvo otra argentina, Raquel Levenson[29]. Esta joven, que venia pisando fuerte por los barrios cordobeses desde 1929, ya tenia puestos de responsabilidad con sólo 18 años. Se le encarga organizar la solidaridad en Córdoba, pero unos meses después se encontraba viajando con su compañero Juan José Real[30] a España. Es enviada por el Comité Central de la Federación Juvenil Comunista, llegando en abril de 1937; se le encomendó desarrollar tareas de propaganda y organización en la Dirección Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas. Su trabajo será recorrer las unidades en el frente y en la retaguardia para explicar la política del Frente Popular y motivar a los combatientes y brigadistas a continuar la lucha antifascista.

En la retaguardia

Otro grupo de voluntarias participó en la retaguardia en diferentes tareas dirigenciales o de solidaridad. El reemplazo por los hombres que estaban combatiendo debió hacerse rápidamente, no sólo en las fábricas sino en un sin fin de organizaciones y tareas de responsabilidad, para poder continuar la organización estatal y desarrollar la economía de guerra. Pero la retaguardia no era tan tranquila como se podía esperar y los peligros estaban a la orden del día. Tanto Raquel Levenson, Berta Baumkoler como Fanny Edelman describen los horrores de los bombardeos. Berta ya estaba afiliada al Partido Comunista Argentino en 1928 y había llegado hacía algunos años para encontrarse con su esposo y compañero Dalmacio, que había sido deportado de nuestro país por la Ley de Residencia 41444[31]. Recuerda lo habitual que era continuar trabajando entre las sirenas y los ataques aéreos: “El V° Regimiento había ocupado una escuela de la Armada, ( ) un día los alumnos salieron a hacer maniobras y sólo quedamos en el edificio la bibliotecaria, un ingeniero y yo. Mientras estaba escribiendo a máquina me parece ver que un resplandor incendiaba la pared del patio. ¡Era una bomba! Finalmente no estalló y de inmediato el ingeniero se dispuso a desactivarla. Cuando le quitó la espoleta, encontró dentro un mensaje escrito que decía: «En solidaridad con el pueblo español, nosotros, obreros italianos, decimos que esta bomba no estallará».” En otra oportunidad, Berta comenta: “Asistí a una recepción con delegados de Francia y otros países europeos. Estaba allí también el doctor argentino Gregorio Bermann, que hizo un gran trabajo en un hospital de Madrid y atendió a la Organización de Mujeres Antifascistas, donde yo tenía participación. Esa tarde, sobre el edificio cae una bomba, y esta sí estalla. Muere una dirigente francesa, el comandante Carlos pierde un brazo y hay muchos heridos. ”[32] Berta realizaba tareas en el Partido Comunista Español, en la Unión de Mujeres Antifascistas, ayudando en enfermería y colaborando en el resguardo de obras de arte que se encontraban en el Palacio de los Borbones, donde funcionaba esta organización. Su trabajo fue incesante y recordó a varios compatriotas: “compañeros como Raúl G. Tuñón, uno de los hermanos Liszt, de Rosario. También a Mochkofsky, a los hermanos Manzanelli, a Volodia Zolotniky que habíamos tratado en Cosquín. Mientras Dalmacio trabajaba cotidianamente con Codovilla y con José Díaz (... ) yo por mi parte lo hacía con La Pasionaria. La imagen nítida de una mujer fuerte, bondadosa y templada es la de Dolores Ibarruri, ella me ayudaba a encauzar mi espíritu inquieto y me daba consejos prácticos para la costura mientras que alternaba con preguntas sobre mi vida en Argentina”. Fanny Edelman viajará a mediados de 1937 y como tenía experiencia en el Socorro Rojo en nuestro país, continuará esta tarea en España junto a su amiga María (Tina Modotti), compañera de alojamiento en la calle Márquez de Montornez, organizando la ayuda para el esfuerzo bélico y en particular la campaña de invierno de 1937: “(...) toda España respondió a la voz del poeta [Antonio Machado] y la tradujo en un admirable torrente solidario. Lo visitamos mi compañero y yo en el pueblecito de Roquefort, cerca de Valencia. Una casita blanca, de una modestia franciscana rodeada de naranjos y limoneros. Fue un encuentro muy hermoso ante ese hombre sencillo, modesto (...) era impresionante comprobar la profunda identidad del poeta con su pueblo, su rechazo visceral al fascismo y su fidelidad a la causa republicana.” Muchos de los trabajos del Socorro Rojo los realizaba a pocos cientos de metros del frente de batalla, en tareas de intendencia y de abastecimiento de tropa, entrando en contacto con numerosos líderes militares, de los cuales menciona a Modesto, Lister y también a su compatriota Raquel Levenson. En este ambiente recuerda los comentarios internos que escuchaba sobre La Pasionaria, por la aparente relación que mantenía con un joven oficial español bastante menor que ella[33]. El trabajo de Fanny en España se verá interrumpido en 1938 debido al regreso que emprenderá con su compañero Bernardo Edelman, pero continuará desde nuestro país en la solidaridad hacia la República.

En Cataluña, el movimiento libertario tenía preminencia en el ámbito sindical, y también fue un enclave de militantes y jóvenes mujeres que se iniciaban en la política. Anita Piacenza, militante anarquista, viajó a España junto a su pareja José Grunfeld. Se había recibido de abogada en la Universidad del Litoral, y la militancia había ocupado buena parte de su tiempo, convirtiéndola en una referencia para sus propias compañeras. Ella anhelaba participar de los acontecimientos españoles y es así como parten rumbo a Barcelona, llevando 40,000 inyecciones de antipiogeno contra las infecciones, elaboradas por unos amigos de la Facultad de Química. Ni bien llega es asignada al grupo C de la FAI (Federación Anarquista Ibérica), integrándose luego a la organización anarquista Mujeres Libres. Una maestra de escuela de Moisesville, Santa Fe, también participaría de la gesta española. Sara Segal, ya casada con Samuel Joukovsky, estaba decidida a viajar a España, aunque fuera falseando el pasaporte con el nombre de Balbina Cruz Balado, en marzo de 1937. En un principio se integró a la Dirección de Escuelas, pero como buena militante izquierdista su trabajo en el terreno de la prensa y propaganda de la JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) fue más provechoso. La sede quedaba a pocas cuadras, en el Hotel Colón, frente a la plaza Cataluña. Participó en la prensa escrita firmando artículos como Laura Gales y teniendo intervención en los programas de radio de dicha organización. Muchas tareas imprescindibles era necesario cubrir, y más aún cuando la contienda española comenzaba a ser internacionalizada y las delegaciones extranjeras de militares o diplomáticos llegaban a la península. Un grupo importante de traductoras argentinas cumplirían labores, ya fuera como delegadas de comisiones soviéticas o en el ejército, como traductoras de pilotos de avión rusos que les enseñaban a sus pares españoles el manejo de las nuevas máquinas. Adelina y Paulina Abramson, Sonia Bermertnaia, Lilia Bondareva y Clara Rosen, desempeñaron esa tarea como parte de comisiones diplomáticas o como intérpretes de militares en el ejército o en las Brigadas Internacionales[34]. En total, once traductores argentinos que tenían el español como idioma natal o lo habían aprendido de pequeños participaron en la Guerra Civil[35]. Algunas, como Dora Sukarte, se desempeñaron como enfermeras ante la crítica situación sanitaria que se vivía a diario, ya que tradicionalmente el trabajo de enfermería se concentraba en las novicias y monjas católicas. Otras participaron desde las letras en defensa de la República, como Amparo Mon, compañera de Raúl G. Tuñon, y Maria Luisa Carnelli, militante antifascista y escritora. A partir de 1933 y hasta 1939, cuando finaliza la Guerra Civil, esta periodista cubre el conflicto como corresponsal de la revista Ahora en España, escribiendo incluso sobre el importante Congreso de Escritores Antifascistas que se realizó en Valencia en 1937.

La gran mayoría de mujeres que participan en el conflicto no tenían hijos, ni cargas de familia[36]. Tanto José Grunfeld y Anita Piacenza, Bernardo y Fanny Edelman, Samuel Joukovsky y Sara Segal, Berta y Dalmacio Baumkoler,

Juan J. Real y Raquel Levenson no tenían descendientes cuando partieron, aunque las dos últimas parejas los tuvieron en plena guerra, complicándose aún más su salida de España al concluir la contienda. Raquel lo cuenta de esta manera: “Anduvimos durante diez días hasta llegar al puerto de Barcelona (se refiere a Valencia). El último barco se disponía a partir. Se habían levantado las planchadas.

Yo estaba en un estado avanzado de embarazo y el capitán del barco —un inglés del que nunca supimos el nombre—, pese a la cercanía de los aviones fascistas, tuvo el enaltecedor y valiente gesto de hacer bajar nuevamente la planchada y hacernos subir. La nave fue bombardeada apenas inició su marcha (...) Luego llegaría la solidaridad de la URSS. Es decir que el azar en la figura de un noble capitán inglés y la fraternal mano tendida por los soviéticos me ayudaron a salvar la vida.” Para Berta Baumkoler fue mucho más costosa la salida de la España franquista. El 28 de diciembre de 1938, Berta tiene a su hijo en el Hospital de Madrid, en medio de estruendosos bombardeos. En marzo de 1939 se terminaría la guerra y Berta con su hijo sería trasladada a la cárcel de Ventas, donde se hacinaban miles de mujeres. Berta temía por su hijo, ya que morían entre siete y ocho bebés por día por la disentería y la intoxicación alimentaria. Después de cuatro meses de calvario y vejaciones, la liberaron, aunque debía presentarse tres veces por semana a la Guardia Civil, hasta que por fin consigue con ayuda de sus padres hacer los trámites para regresar a Argentina: “. un camarada me consiguió un pasaporte no español. Me presenté en la embajada argentina. El diplomático que me atendió, gran reaccionario, adivinó de inmediato que yo estaba en la vereda opuesta ideológicamente y se permitió una venganza de clase. Me concedió una visa donde en el rubro ocupación decía prostituta. Experimenté primero indignación: ¡de haber sido prostituta no hubiera padecido hambre y ya tendría mi documento desde hace un año atrás!”

La presencia de voluntarias argentinas quedó plasmada en los hechos, y como muchas otras mujeres, no quedaron ajenas a la lucha del pueblo español y a la necesidad de defender sus derechos luchando contra el fascismo en España. Finalizada la Guerra Civil, cerca de 30,000 mujeres quedaron presas y más de 1,000 fueron fusiladas por el régimen franquista[37]. Así mismo, retrocedieron más de medio siglo en sus condiciones de vida, se prohibieron todas sus conquistas, divorcio y matrimonios civiles; y además se les redujeron las posibilidades de trabajar por medio del Fuero del Trabajo, quedando de nuevo confinadas a las cuatro paredes del hogar.

Aquellos recuerdos...

Llama la atención la poca o nula importancia al registro de la participación de las mujeres en la historia del movimiento obrero y las luchas sociales en la Argentina. Se olvida la creación de procesos históricos con conquistas y derechos en los que obtienen victorias no sólo para su género, sino avances para toda la sociedad. El caso español nos da un marco ejemplar en la iniciativa de miles de mujeres que hasta entonces no habían estado ni siquiera politizadas, y ven que este es el momento de defender y mejorar su propia situación. Por ello no debemos descartar la gran movilización de mujeres que hemos tenido en Argentina, que debe incluirse en el análisis de los movimientos sociales y culturales desde principios de siglo y en particular en la década del 30. Décadas después asistiríamos al surgimiento de otra ola feminista. Por aquellos años 70 de Revolución Cultural las masas desplegaron su energía combativa y las mujeres volvieron a ser protagonistas de gestas heroicas en la Primavera de Praga, el Mayo Francés, el Cordobazo y otros sucesos memorables. Muchas argentinas siguieron militando por los derechos de la mujer, como Fanny Edelman en la FEDIM (Federación Democrática Internacional de Mujeres)[38], pero en un plano más amplio, pidiendo justicia social no sólo para ellas sino para el pueblo en su conjunto. En 1977 La Pasionaria vuelve a ser reelegida diputada por Asturias, siguiendo su actividad de compromiso y solidaridad. En uno de sus últimos viajes al exterior, Dolores Ibarruri decide pasar unos pocos días en nuestro país, luego de la caída de la dictadura militar en 1983. El motivo era poder cumplir uno de sus anhelos solidarios: marchar y abrazar a Las Madres de Plaza de Mayo. Recordando a nuestras mujeres podemos apreciar también una de las páginas solidarias más importantes de nuestro país, recuperando sus voces y memorias, para en definitiva, construir nuestra propia historia[39].

Notas:

[1] Defensora de los derechos de la mujer y precursora de la Asociación Internacional de los Trabajadores en Francia a mediados de siglo XIX.

 

[2] Me refiero a las obras de Hugh Thomas, La Guerra Civil Española, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1995; E. Temimé y P. Broue, La Revolución y la Guerra de España, Argentina, Biblioteca Actual, 1989; Stanley Payne, La Revolución Española, Barcelona, Argos, 1977; Gabriel Jackson, La Republica y la Guerra Civil Española, Madrid, Critica, 1999.

 

[3] Algunos textos son: Martha Ackelsberg, Mujeres Libres. El Anarquismo y la Lucha por la Emancipación de las Mujeres, Barcelona, Virus, 1999; Mary Nash, Prólogo, selección y notas - Mujeres Libres. España 1936-1939, Barcelona, Tusquets, 1975; Shirley Mangini, Recuerdos de la Resistencia. La voz de las mujeres de la Guerra Civil Española, Barcelona, Península, 1997.

 

[4] Juana Cobo, “España: la mujer trabajadora en la II República”, Revista Marxismo Hoy, N° 3, Mayo 1997.

 

[5] Julieta Lanteri, sexta médica graduada en el país, fundó en 1919 el Partido Feminista Nacional, cuando aún no existía el derecho al sufragio femenino, y se presentó como candidata a diputada en elecciones nacionales. En 1921 se otorgó el derecho a voto de las mujeres a nivel municipal en la provincia de Santa Fe. En 1927, en San Juan se le otorgó el derecho a voto a nivel municipal y provincial. Sólo en 1947 se le concedió a la mujer el pleno derecho a voto mediante la ley 1010, más conocida como Ley Evita.

 

[6] En promedio, en 1930 los varones cobraban por hora de trabajo $6,65 y las mujeres $4,05.

 

[7] Varios pintores dejaron retratada la situación laboral de la mujer, como Lino Spilimbergo en 1936, con “La Planchadora” y Antonio Berni en 1937, con “Primeros Pasos”.

 

[8] Dicha Ley 4144, sancionada en 1902, le permitía al Estado expulsar del país a aquellos residentes nacidos en otros países que “entorpecían el normal desenvolvimiento de la vida pública”. Fue utilizada en la mayoría de los casos para expulsar a dirigentes obreros, incluso muchos de ellos ya argentinizados por vivir durante décadas en nuestro país.

 

[9] En 1934 comenzó la campaña para “los presos de Bragado” surgida por la falsa acusación de un atentado a un grupo de anarquistas que fueron falsamente culpados y torturados. Eran Pascual Vuotto, ferroviario, Reclús de Diago y Santiago Mainini, obreros ladrilleros.

 

[10] Este conflicto bélico (1932-1935) librado entre Bolivia y Paraguay por la posesión del Gran Chaco, se originó por la presunta titularidad de la zona por ambos países y por la supuesta existencia de petróleo, lo que también motivó el interés de ciertas compañías petroleras, como la Standard Oil Company.

 

[11] El diario El Progreso de Mar del Plata, tiene varias fotos de milicianas (2/11/1936).

 

[12]  D Antonio Débora; Omar Acha, en Cuerpos, Géneros e identidades, compilación Omar Acha y Paula Halperin, Buenos Aires, Del Signo, 2000, p. 242.

[13] Su esposo, Lázaro Bravslavsky, fue el secretario general de la FOARE (Federación de Organismos de Ayuda a la República Española). Dicha organización tenia una línea Frente Populista, pero con gran presencia de militantes comunistas.

[14] Ver Cap 1, “Desde el Lejano Sur”, en Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, L. González, J. Boragina, G. Dorado, E. Sommaro, Buenos Aires, Centro Cultural de la Cooperación, 2008.

[15]  Diario España Republicana (27/12/37).

 

[16] María del Carmen Arnaiz, Patricia Chomnalez, Mujeres que Trabajan 1930-40, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1992, p. 61.

 

[17] Esta agrupación mantenía estrechos vínculos con la FOARE, y mantuvo en España tres hogares para niños damnificados por la guerra. Algo que también hicieron otros organismos de ayuda, como la Comisión Argentina Pro Niño Español, de tendencia anarquista, que fundó en Lyon un hogar que atendió a centenares de niños evacuados de la zona ocupada.

 

[18]  Se forma el 17 de abril de 1938 en Mar del Plata y su presidenta será la Sra. Lucy G. de Goggi.

 

[19] Solamente el Comité de Mujeres Pro Huérfanos de España tenía 150 comités en todo el país. Otra poderosa organización femenina era la Agrupación Femenina Pro Infancia Española.

 

[20] Fanny Edelman, Banderas, Pasiones, Camaradas, Buenos Aires, Dirple, 1996, p. 46.

 

[21]  Me refiero a los textos de Paulina y Adelina Abramson, Fanny Edelman, Raquel Levenson, Berta Baumkoler y Mika Etchebehere.

[22] L. González, J. Boragina, G. Dorado, E. Sommaro, op. cit.

[23] Base de Datos de Voluntarios Argentinos en la Guerra Civil Española. Archivo privado.

[24] El padre de Maria Luisa se llamaba Petronila; también argentino y anarquista, había combatido en la 38 Brigada Mixta, siendo sargento.

 

[25] Base de Datos de Voluntarios argentinos en la Guerra Civil Española, op. cit.

 

[26] Excepto algunos grupos de enfermeras y traductoras que algunos países enviaban, como Estados Unidos, Canadá o la URSS.

 

[27]  Mika Etchebehere, Mi Guerra de España, Barcelona, Plaza y Janés, 1976, p. 25.

 

[28] Podemos mencionar algunos antecedentes en las barricadas proletarias de la Comuna de París de 1871 y las valerosas mujeres que participaron de la Revolución Rusa en 1917, empuñando las armas junto a los bolcheviques. Actualmente España es el país de la Unión Europea con más mujeres en el Ejército Regular.

 

[29]  Fue la única dirigente argentina, entre siete mujeres latinoamericanas, que estudió en la Escuela Internacional Leninista de Moscú, luego de su salida de España.

 

[30] Juan J. Real fue un importante dirigente del PCA durante los años 40, hasta su expulsión en 1952.

 

[31] La Ley tuvo vigencia desde 1902 hasta entrados los años 50 y fue aplicada discrecionalmente por el poder ejecutivo como método represivo, expulsando a dirigentes y obreros (la gran mayoría ya argentinizados) a su país de origen.

[32] Ver Cap 2. “Sangre que fue cimientos”, en Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, op. cit.

[33] Entrevista a Fanny Edelman, diciembre 2005.

 

[34] De los once traductores argentinos en España, cinco eran mujeres.

 

[35] Aquí yace el debate sobre la ciudadanía o argentinización de miles de inmigrantes que vivieron durante décadas en nuestro país y son considerados como argentinos. Ver “Introducción”, en Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española, op. cit.

 

[36] Excepto Maria Luisa Carnelli, que ya tenía un hijo antes de viajar a España.

[37] Se cantaban estrofas en el exilio contando esta situación de las mujeres presas, que decían: En Madrid no hay alegría, / en Madrid no hay ilusión, / que sus mejores mujeres / las tienen en la prisión. Marisa Bravo, “Memorias Inéditas”, en Shirley Mangini, Recuerdos de la Resistencia, op. cit.

[38] Otras militantes antifascistas actuaron en dicha organización como Marie Claude Vaillant, diputada comunista en Francia de la pos guerra, Hertta Kussinen, presidenta de la FEDIM.

[39] El ultimo homenaje realizado en Mar del Plata fue por el Grupo de Historia desde Abajo, del que el autor es integrante: Se llamó “La mujer en la Guerra Civil Española”, fue en marzo de 2006 en la sede cultural del Banco Credicoop, donde asistieron un centenar de personas.

 

ensayo de Jeronimo Boragina

Jerónimo Boragina (La Plata, 1978). Argentino, licenciado en Historia de la Universidad Nacional de Mar del Plata. Investigador de España Contemporánea, en particular sobre la Guerra Civil Española y la participación de los Voluntarios Argentinos. Escribió numerosos artículos en Estados Unidos, España, Alemania y Argentina sobre la Guerra Civil y la participación de los argentinos. Realizó la investigación histórica del video documental “Esos mismos Hombres” y es coautor y coordinador del libro Voluntarios de Argentina en la Guerra Civil Española. Es investigador de diversos centros nacionales e internacionales.

 

Publicado, originalmente, en: Revista Archipiélago Revista Cultural de Nuestra América Vol 20, No 75 (2012)

Link del texto: http://www.revistas.unam.mx/index.php/archipielago/article/view/55943

Revista Archipiélago Revista Cultural de Nuestra América es un proyecto cultural independiente surgido en México en 1992

Es coeditada por el Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe de la UNAM

 

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