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La luna fue abandonada a sus designios.
Pero su aureola desangrándose
como una simple lágrima expectante,
descendió a las orillas de tu melancolía,
donde aún pretendo rescatarla.
Su aureola de hilos suavísimos
cayendo en tus cabellos.
Yo te presiento tan cercana,
tan ala mía y de los naufragios
que casi venzo,
con el mismo dolor en las rodillas y en los besos.
Mírame de pie
entre todos tus abismos:
vengo a beber desde tu sed
que ya corroe...
a succionar tus aristas tórridas
que se vuelven raudas mariposas;
mariposas al fin son tus pupilas.
Mírame a tu lado. No te imploro.
Soy tu otro caminante,
tu compañero solícito.
El que inventaba parajes con tu nombre.
El que ya no sabe convocarte
mas te azora,
y te devuelve el pétalo sin viento
que esculpimos.
Ya no suplico:
Soy el mismo fantasma que te habita:
No me dejes sólo el humo del olvido,
ni me dejes las paredes de la casa.
Déjame el aire impulsivo de tus pies y tus manos,
y tus goznes abiertos
hacia la aureola
que baja a tus mejillas.
La luna en su designio total
en tí me está mirando.
Déjame estar a tu lado y no vencerme.
Sin los rotos alvéolos de la simple esperanza
me contraigo.
Mírame de pie,
al borde del lecho que medita
arropándote,
con la luna que sangra de tu sed. |