Río Cuarto y el Bicentenario “Hace doscientos años” |
No es tan simple cumplir doscientos años de vida, en dos siglos se agrupa nuestra historia con sus pesares y sus triunfos; la vida nacional se muestra un tanto tumultuosa como embriagada de sueños y esperanzas de cosas que no se conquistaron; de la colonia que aún perdura en gran medida y de una América un tanto incierta, que no fue como la soñamos o como pretendían que la soñáramos; ahí estamos en este punto del universo, testigos inconfundibles de tiempos nebulosos y de dichas que no logramos y entonces nos preguntamos ¿A dónde está la tierra soñada? ¿A dónde está la tierra prometida? Brotan las incertidumbres y desfilan incansablemente por el camino de los recuerdos que en gran medida terminan turbando nuestro futuro; no nos podemos olvidar de la “conquista” de “la civilización”, tampoco del oro rapiñado por todos los rincones de estas nuevas tierras; ni del aborigen atropellado y esclavizado con la
excusa de que era un bárbaro sin alma. ¡Cuántas miserias juntas!, y no nos engañemos, aquí se libró la batalla; no nos podemos hacer los distraídos de estos aconteceres, porque siempre queremos hacer que la culpa la tuvo el español que buscaba el oro de la Trapalanda y también lo buscaba por las tierras del Conchanchavara; pero al final fuimos nosotros tan imprudentes como el español y por cierto, aprendimos su lección y lo superamos. Fuimos protagonistas activos y entusiasmados en “seguir su empresa”; fuimos víctimas y victimarios y hasta cómplices de una conquista en gran medida mal nacida, peor ejecutada, y poco inteligente. Allí nuestra deuda en estos doscientos años, una deuda constante que golpea nuestra conciencia; nos dice que no todas fueron estrellas; pero igual después de aquellos turbios orígenes afloramos entre la niebla y cumplimos estos dos siglos, y algo nos debe dejar esta lección de vida. La patria se fue formando; la república apareció aunque con tremenda dificultades, el sol del 25 vino asomando, San Martín ya había pasado por nuestras tierras, iba y venía para consolidar el glorioso Ejército de los Andes y para darle forma a algo tan desorganizado e incierto, solamente con la esperanza de hacernos libres y unidos y no para esclavizar a nadie. Lo que no logró con la espada lo legó con el ejemplo; el de un grande por su desprendimiento, su valor, su coraje y su honor. Es que su ejemplo avasalla; marca a fuego; trasmite sabiduría; aunque lamentablemente muchos cuelgan su imagen en la cabecera de su despacho oficial olvidando lo legado por el Padre de la Patria. Doscientos años no es un día. Río Cuarto en medio de la pampa fue actor principal y testigo de cientos de epopeyas valerosas, muchas con protagonistas tan anónimos como ignorados, pero aquí en este lugar de la tierra hace dos siglos morían mujeres, hombres y niños que regaban con su sangre un lugar en la frontera que según nos contaron separaba la civilización con la barbarie. ¿Será cierto?... y por qué no decirlo: morían injustamente muchos aborígenes. Fue largo el camino a recorrer y un tanto agotador por los tremendos accidentes de la historia. Hoy cuando nos miramos en el espejo de los tiempos nos damos cuentas que hay demasiados surcos y huellas que afean nuestro rostro, son los rastros de la vida que hemos dejado y las desinteligencias que nos pesan porque siempre nos acompañaron en la miseria de muchos caminos transitados desde aquellos comienzos mal iniciados ¿Por qué tantas guerras? ¿Por qué tanta voracidad por el oro? ¿Por qué tanta necesidad de esclavizar en un lugar tan amplio, en donde todos podríamos haber vivido a nuestras anchas respetando al habitante primitivo?... ¡Qué miseria la del hombre!… |
Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar
El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
7 de mayo de 2008
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