El primer contingente de inmigrantes que llega a la región de Río Cuarto |
La ciudad de Río Cuarto posterior a la llegada del ferrocarril –año 1873– recibe importantes contingentes de inmigrantes de los cuales muchos de ellos se van instalando en las zona aledañas para formar así las primeras colonias agropecuarias que lograron dar crecimiento a la región y permitieron la pujanza de esta ciudad. El primer contingente que arriba a Río Cuarto estaba formado por 97 colonos los que en sus primeros días de permanencia fueron hospedados en los galpones de la estación del ferrocarril para después ubicarlos en tierras del sur de la ciudad, más concretamente en el paraje de Sampacho, lugar que con anterioridad estaba emplazado el Fortín San Fernando. Antes de que llegaran estos colonos inmigrantes, el gobierno provincial emitió un decreto por el cual nombraba una comisión de reconocimiento para formar la colonia citada, mensurándose unas 18.000 hectáreas de tierras fiscales en donde se marcaron 161 chacras. La comisión que había realizado esta labor de mensura continúa trabajando y el día el 23 de noviembre de 1.875 se le asigna la misión de reconocer y mensurar muchas fracciones de tierras ubicadas entre el rio Cuarto y el arroyo Chucul, con el fin de habilitarlos para chacras. En el caso de Sampacho aún en nuestros días existen familias descendientes de aquella inmigración, considerada como la primera que vino en grupo; posteriormente se suceden otros grupos de inmigrantes europeos, mayormente piamonteses y españoles que se van instalando en chacras de la región, que eran fracciones de tierra hacia el sur, ya mensuradas por el gobierno, y hacia el norte en su mayoría pertenecientes a estancias. Fueron estos inmigrantes los chacareros pioneros que comienzan a sembrar trigo y maíz realizando con el tiempo un cinturón agrícola muy importante que fue rodeando la ciudad, influyó en su crecimiento y también fue dando vida a muchas poblaciones vecinas. Fueron estos los inicios interesantes de nuestra agricultura. La labor de estos colonizadores fue titánica y de gran sacrificio, los campos que le asignaban eran solamente un pedazo de pampa desértica y aislada del mundo ¿Cuántas mujeres europeas hombres y niños se decepcionaron ante tanta soledad? Era el gran desafío, había paz en el lugar; aquí no se hablaba ni se sentía el peligro de guerra como en Europa, pero la inmensidad de la pampa contagiaba desazón, nada existía; todo estaba esperando ser construido… ¡es que era un desierto! Las colonias cuando se fueron organizando pudieron mejorar sus condiciones de vida pero los inicios fueron muchas veces desastrosos. No había casas, solamente un rancho que construía el colono y un par de caballos en el mejor de los casos; la pampa estaba compuesta de llanura pero también de mucho monte; había que procurar el agua, lo que no era fácil cavar el pozo y colocar una bomba a mano, o un simple pozo a balde, o en el mejor de los casos un malacate; luego hacer algunos surcos con una arado mancera tirado por un caballo para poner las primeras semillas que se cultivaban; así se iniciaba todo con tremendo esfuerzo y mucho trabajo. Fue mucha la gente que se decepcionaba, que no encontraba la fórmula mágica que habían escuchado en Europa de venir para “hacer la América”. Todo era doloroso y sacrificado, el estado tenía intenciones de colonizar pero no siempre los gobiernos daban apoyo y ahí quedaban los pobres gringos, tirados en el medio del campo, muchos perseveraron, otros abandonaban, algunos murieron en la empresa, pero al final la colonia triunfó: se levantaron más ranchos de tierra pisada, se colocaban algunos sauces y se hacía un corral de palos para encerrar los animales. Y así fue como “aquel motor” tomó su marcha: el caballo tiraba las herramientas, unas vacas daban la leche; no faltaron las gallinas, -las que eran por aquellos años verdaderas gallinas de campo-; pero cuánto sacrificio para cuidarlas, porque a los zorros, que había por centenares, les apetecían, y cuando la gallina andaba con sus pollitos fuera del precario gallinero, los caranchos se los llevaban. Las luces eran velas o lamparitas a kerosén, o míseros candiles, y los niños no conocían la escuela, solamente el ayudar a los mayores trabajando de sol a sol. Fueron aquellos colonos los pioneros, los verdaderos referentes del trabajo en las pampas. Así nacieron las chacras, el gran apoyo que tuvieron aquellas mujeres y hombres fue solamente la solidaridad entre ellos; todos los vecinos se unían constantemente, se prestaban las pocas herramientas, se ayudaban en hacer las labores más pesadas; y como esparcimiento se reunían semana por medio para compartir almuerzos que preparaban las mujeres con tanto esmero que disimulaban la precariedad y hasta la miseria en que vivían, pero así festejaban las costumbres de los pueblos que habían dejado en Europa con tanto dolor y esperanza. La unión era fundamental para apoyarse ante aquellos sacrificios. La precaria casa era el lugar en que se nacía, porque cada niño nacía en el campo, lejos de todo y sin atención médica, solamente una mujer de la vecindad que ayudaba en estos casos; también era la misma casa el lugar donde se velaban los restos de quien moría, generalmente por accidentes con animales, picaduras de alimañas, o infecciones por simples lastimaduras, mientras que los servicios fúnebres no existían, solamente se compraba un cajón de madera para sepultar al finado y después se lo llevaba con un carro al cementerio más próximo. La colonia estuvo desprotegida por mucho tiempo y no era riza habitarla. En la medida que los años pasaron, los que permanecieron fueron consolidando una posición y si bien el trabajo continuaba siendo muy duro, las condiciones de vida iban mejorando porque las herramientas se ampliaban, la chacra crecía, había más animales y se mejoraba el movimiento, dado que había aumentado el número de carros, chatas y sulkys, además cada chacra contaba con un poso de agua y una casita más organizada. |
Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar
El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
10 de marzo de 2011
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