Amigos protectores de Letras-Uruguay

La gran invasión
Walter Bonetto

Hoy se cumplen  180 años en que nuestra ciudad, -por aquel entonces Villa de La Concepción-, soportaba una de las mas grandes invasiones de su historia; desde el amanecer   era terriblemente acosada por un malón   de gran poder y magnitud  enviado, entre otros, por el  temible cacique Yanquetrúz,  e instigada  por las apetencias de algunos caudillos federales  para acosar  los bastiones unitarios, tal como era considerado este pueblo, muy alineado al gobierno de la provincia de Córdoba al cual por naturaleza le respondía. La Villa por aquellos días estaba un tanto desprotegida dado que su comandante militar,  Coronel Juan Gualberto Echeverria,  había partido hacia San Luis  el 1 de enero  con el grueso de las tropas del cuartel de La Concepción, dejando solamente una reserva que no superaban los cincuenta hombres armados y con muy bajo nivel de munición, situación esta que el enemigo no desconocía y la sabía explotar.

 

El Alcalde de aquel entonces, don Bruno Malbran y un importante grupo de vecinos, habían sido advertidos unos días antes  de esta invasión;  si bien   no sabían que día se iba a producir, en definitiva la esperaban y para eso tomaron todas las medidas precautorias para resguardarse de la misma,  como: el de retirar haciendas y llevarla a campos más seguros, hacer trincheras en las boca calle, y como siempre, fortificar la plaza que ya estaba alambrada, en donde  se colocaban dos cañones en las esquinas del lado sur, y por sobre todas las cosas aumentar la guardia de observadores y chasquis para conocer el “arrime de los salvajes”. Ante este triste panorama, toda la gente de la villa  andaba tan atemorizada como expectante; se vivía una lacerante angustia por la terrible amenaza que siempre se les hacia realidad. Los chasquis que venían matando caballos traían  noticias muy tremendas sobre la gran dimensión  de este ataque y decían  que era una gran fuerza producto de la unión de los caciques Curritipay, Catrilen, Millapain, Pablo, y Yanquetrúz,  lo que se conocía ahora que se encontraban a unas  veinte leguas al sur de la Villa.

 

No dudó el Alcalde en pedir auxilio al gobernador informándole del latente peligro y la desolación de la frontera. El Comandante Arguello,  a cargo interinamente de las milicias de Río Cuarto, envió un negociador al centro del malón para que hablara con los caciques, fue el indio amigo, Paillaquín, que tenía la misión de persuadirlos para que dirigieran el ataque hacia San Luis, pero no hubo caso y en el amanecer del 19 de enero aparecieron en el horizonte centenares de siluetas de indios con largas lanzas rodeando la Villa como amenazándola de muerte. Al momento nomás aquellas fantasmagóricas siluetas se multiplicaban  como por arte de magia, por todos lados se veían indios, y en menos de una hora había más de mil doscientos que sitiaban a la población; una cantidad abrumadora, todos corría con  desesperación a la plaza; era la salvación posible, pero fueron muchos, los de los suburbios, que no alcanzaron esa gloria. Ahora La Concepción  temblaba y sus alrededores se estremecían de espanto.

 

Mientras aquel sitio se mantenía, gran parte del malón se extendía a sus anchas desparramando terror  por la región causando asaltos crímenes y estragos llegando con sus calamidades a Corral de Barrancas, Tegua,  Santa Barbara, Chucul,  y hasta los campos de Carnerillo y el Tambo, para luego con miles de cabezas de ganado volver sobre la villa;  traían además de las inmensas tropas de animales innumerables familias prisioneras arrebatadas de los campos y una considerable cantidad de mujeres cautivas que iniciaban su desesperación hacia las tolderías. Todo era valido en aquel tremendo momento de la vida en las pampas: polvaredas monumentales  que levantaban de las tropas; gritos feroces de los salvajes; decenas de columnas de  humo de incendios que provocaban al pasar; gritos desesperados de mujeres robadas y enloquecidas de espanto por el horror que habían padecido;   niños que morían sin piedad alguna, todo un panorama tétrico y desesperante.

 

La plaza de la Concepción no fue tocada porque  nunca  era fácil alcanzarla por la poderosa defensa de fuego que siempre poseía; los ciudadanos estaban entrenados para defenderla y los cuarenta soldados  estaban atrincherados en la misma junto a todo el pueblo que había logrado guarecerse; pero el gran drama ocurría en los alrededores  en donde los pobladores eran arrebatados brutalmente, sacaban con “maestría” a la gente del interior de las viviendas, quebrando las débiles puertas de aquellos ranchos o abriéndole un boquete por el techo de paja y ramas por donde le  introducían bochas de juncos y pastos secos  encendidas ; cuando el  habitante salía  inmediatamente lo lanceaban sin piedad y le llevaban la mujer y las hijas, mientras que a los niños pequeños y a los ancianos los mataban. En los casos de ataque la ferocidad del indio era total, es que el malón era su gran negocio y no lo querían desperdiciar porque ahí lograban lo que el hombre blanco tenía y que ellos lo codiciaban constantemente; encontraban hacienda, mujeres, licores, alimentos, muebles, vajillas cubiertos, ropa  carros, caballos… y todo lo rapiñaban y lo  fletaban hacia los toldos, mientras que la hacienda en gran parte la pasaban hacia el sur y terminaba en campos de Chile.

 

En esta invasión,   vinieron  refuerzos de Carlota, Reducción, Calamuchita, y Córdoba, pero la realidad fue que todos  llegaron tarde  y entonces por varios días los Indios tuvieron en jaque a la Villa  y mientras un gran numero de ellos arreaba su numerosa cosecha hacia sus toldos,  otro grupo acampó a sus anchas  en el Arroyo del Bañado a solo dos mil quinientos metros de la plaza, estos contaban  con otra inmensa cantidad de animales  para después seguir el mismo rumbo de la pampa. El cacique Yanquetrúz logró concretar un exitoso malón y a pesar que supo aplicar su estrategia y aprovechar el momento,  no logró penetrar la plaza ni arrasar La Concepción; prometió volver muy pronto para alcanzar  su objetivo, pero esta guerra no era fácil, ni para el cristiano, ni para el indio. La invasión del 18 de enero de 1830 fue un acontecimiento tan tremendo como desesperante más que para La Concepción, para sus alrededores y sus pueblos vecinos.    

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
7 de enero de 2010

Ir a índice de América

Ir a índice de Bonetto, Walter

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio