Amigos protectores de Letras-Uruguay

Entre piedritas y satélites
Walter Bonetto

En Argentina el desarrollo aeroespacial de la nación tuvo puntos de significativa importancia, no obstante parece que nuestros gobernantes ignoran los mismos  o son indiferentes ante aquellos logros asombrosos que tuvo nuestra nación. Para hacer un muy breve comentario debemos mencionar que en 1960 se creó la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), la cual se convertiría en una agencia nacional responsable de la promoción y coordinación para el uso pacífico del espacio ultraterrestre nacional. Con esta estructura orgánica y funcional se analizaron varios proyectos, y en el Instituto Aeronáutico y Espacial, que funcionaba en la Fábrica Militar de Aviones, se inició  la construcción de cohetes nacionales. Así es como el 2 de febrero de 1961 se efectuó con gran éxito  el primer lanzamiento al espacio del “APX01 Alfa Centauro”, desde la Pampa de Achala en la provincia de Córdoba que alcanzó una altura de 20 km transportando 15 kg de carga útil. En 1965 se concluyó con los cohetes CENTAURO, para iniciar un programa más avanzado, se desarrollaron los cohetes ORION, que incorporaban tecnología actualizada en todos sus componentes. Poseían un motor construido con un tubo de chapa de acero extra liviano y de alta resistencia, con una tobera recubierta en material ablático y una garganta de grafito. El combustible propulsante usado era a base de perclorato de amonio-poliuretano. Su ojiva era de 206 mm. de diámetro y 1457 mm. de largo. Permitía alojar en su interior un equipo de telemetría con una capacidad de 110 Mhz. Y disponía de un sistema de antena asociado y un equipo de instrumentos.

Siguiendo con este programa de desarrollo científico, en 1966 fue lanzado el cohete “ORION II”. Alcanzó una altura de 114 km. con una carga útil de 15 kilos de instrumentos que aportaron valiosos datos de medición. Cuando se dominó la técnica del Orion y luego de la experiencia acumulada, se realizó una serie de estudios muy intensivos que permitieron agregar un motor acelerador debajo del vector. Por medio de estos ensayos se obtuvo un nuevo prototipo de cohete al que se denominó RIGEL. Fue lanzado al espacio desde CELPA Chamical el 12 de diciembre de 1967, alcanzó una altura de 300 kilómetros y transportó una carga útil de 28 kilos. Este cohete tenía una platina que poseía mecanismos automáticos para el arranque del motor superior y para su separación en altura.

Con estos programas se siguió trabajando con mucha intensidad hasta llegar a 1973, cuando se construye y se pone a punto un asombroso vehículo, con él que se logra realizar un lanzamiento espacial de significativa magnitud, mediante el primer cohete de la serie “CASTOR”, que alcanzó la altura de 480 km. portando una carga útil de 48 kg.

Sobre la base del “CASTOR”, se fue desarrollando un programa más ambicioso denominado “PLAN CONDOR”. El primero era un cohete de una etapa a combustible sólido denominado CONDOR 1-AIII. Este Cóndor permitía colocar una cabeza semi inteligente, la cual dispondría de un control de altitud, de un sistema de teledestrucción, de un equipo de recuperación y de un transponder. Además, este cohete disponía, según su diseño, de superficies de control operadas con servoactuadores y sistemas de navegación inercial. Esta y otras facultades le daban la posibilidad de colocar en órbita satélites de investigación meteorológica y de comunicaciones o de alguna otra rama de la investigación científica.

Este primer “Cóndor I” fue presentado por nuestro país en junio de 1985 en la “Exposición Aeronáutica y Espacial” de Le Bourget en Francia, a través de una maqueta, planos con sus características y una serie de fotografías, que incluían secciones de armado y montaje que se realizaban en la planta enclavada en la montañas en Falda del Carmen (Córdoba). Allí, muchos expertos internacionales en balística coheteril y casi todos los servicios de inteligencia del primer mundo y de países vecinos de Argentina tomaron nota del Stand Argentino. Corroboraron información de inteligencia que muchos de ellos ya poseían y miraban casi con lupa la actividad de los argentinos en este aspecto. Además, podían observar, conforme a una sutil y hábil interpretación, una serie breve de fotografías de una de las más modernas factorías de misiles del mundo, la de Falda del Carmen, enclavada en el Valle de Punilla. De todos modos, no era ningún pecado para los argentinos producir un misil de mediano y largo alcance, menos aún si consideramos que el objetivo fundamental de este cohete era alcanzar un “Plan de Satelización Nacional” una vez desarrolladas sus tres etapas; la primera, comprendía su motor, etapa que no cualquier país del mundo estaba en condiciones de realizar y que en el país la habíamos desarrollado. La segunda etapa, consistía  poner a punto el complejísimo “Sistema de Guiado y Control”, de su cabeza inteligente, o sea el teleguiado del misil, lo cual contemplaba un fino y delicado sistema de navegación, totalmente desarrollado con interfaces computarizadas. La última etapa era colocar satélites en órbitas bajas de la tierra, la cual habría de concretarse con la creación de adecuados equipamientos e infraestructuras con una amplia participación de varias empresas de magnitud de la industria privada nacional.

El Cóndor alcanzaba más de 1000 km. de distancia, desplegando una velocidad de 6 mil kilómetros por hora y llevaba  una carga útil de 500 kg. en sus ochenta centímetros de diámetro de su cuerpo tubular. El peso total de este misil era de 6 toneladas y su largo, de 16 metros. Con este potencial argentino, muchos países comenzaron a incomodarse. Nos dejaron de observar con admiración por “el juguete desarrollado” y empezaron a mirarnos con desconfianza y a sentirse asombrados y molestos por nuestros logros. Consideraron el desarrollo argentino como una situación muy peligrosa. Atrás quedaba el fenomenal avance tecnológico aeroespacial que a pulmón y con tanto empeño habíamos logrado. Lamentablemente, al Plan Cóndor se lo vio como a un misil de guerra que ponía en peligro la paz del mundo y jamás se lo quiso ver como a un lanzador de satélites en órbitas bajas de la tierra, Argentina, por presiones internacionales, debió destruir el Plan Cóndor. Se desmanteló también toda la planta de armado en Falda del Carmen y el grupo de técnicos y científicos fue suspendido en esas labores. El Cóndor murió, murió también una Argentina de otros tiempos con su asombrosa capacidad científica, pero con tremendas falencias políticas que impidieron consolidar este fabuloso programa. El Cóndor abatido se suma ahora al cementerio de los recuerdos y yacen sus restos junto al de los aviones Pulqui, el avión Pentaturbina, el Rastrojero diesel, la fábrica de motores de aviación,  la genial moto Puma y hasta la misma y legendaria Fábrica de Aviones que ya no cumple con su misión de  fabricar aeronaves.

Walter Bonetto
walterfbonetto@yahoo.com.ar

El Puntal, Río Cuarto (Córdoba)
1 de agosto de 2011

Ir a índice de América

Ir a índice de Bonetto, Walter

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio