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Los Laches y Chitareros y sus caminos a la llegada de los españoles
Rafael Bolívar Grimaldos
rbolivarg@hotmail.es
  

Introducción

 

A la llegada de los españoles al estrecho valle del actual municipio de Capitanejo, en él y sus alrededores habitaban los siguientes grupos indígenas: los Muiscas, los Laches y los Chitareros. Todos ellos tenían como base el idioma Chibcha, los Muiscas en su forma más pura, los Laches mezclado con dialectos de tribus de los Llanos Orientales y los Chitareros con dialectos de las tribus caribes. Las tribus de los Llanos Orientales llegaron a territorio Muisca por el camino hacia la Salina de Chita. Las tribus caribes  ascendieron desde el río Magdalena por las márgenes de los ríos Sogamoso y Chicamocha. Cuando se habla de familias indígenas los estudios se refieren a grupos de una misma comunidad lingüística, en la cual puede haber diferentes dialectos. 

 

Familia Caribe

 

Ubicación. Buscaron para vivir las tierras bajas y calientes como las costas y los valles de los ríos Magdalena, Cauca, Atrato y Sinú. Esta familia fue muy numerosa, se agrupó en territorios independientes. No se unificaron en un estado sino que se disgregaron en agrupaciones menores, de diferente organización social, distinta religión y costumbres propias para cada una. Los Muzos habitaron la región del río Magdalena comprendida entre los ríos, Sogamoso, Ermitaño y Suárez. Los Motilones cuyos descendientes aún viven, en la hoya del río Catatumbo.

Características Físicas. Su cuerpo era de mayor tamaño que el de los chibchas, eran corpulentos, musculosos y de nariz curva o afilada. Su rostro tenía facciones más finas. Algunas tribus acostumbraban a tatuarse las orejas, los brazos y las piernas. Usaban como vestido guayucos y otros vivían desnudos. Acostumbraban a pintarse el cuerpo y la cara con tintas que extraían de las plantas, se adornaban con narigueras, zarcillos y collares. (Figura 1).

Actividades. Su vida a la orilla del mar y de las cuencas hidrográficas los hizo navegantes expertos, pescadores, cazadores y guerreros. La principal actividad de los caribes fue la guerra. Eran valerosos y opusieron resistencia al dominio español. Cultivaban el algodón, el ñame, la yuca, el maíz y las frutas. La preparación de venenos ocupó entre ellos un importante lugar. Sus flechas resultaban fatales no solo por la punzada sino por el curare en que iban untadas. El curare lo obtenían de hierbas tóxicas y de animales ponzoñosos o del veneno de las ranas. Quien era alcanzado por tales sustancias sufría dolores terribles, convulsiones, asfixia, paros cardíacos y paralización del sistema nervioso.

 

Guerra. Usaban como armas flechas incendiarias y otras envenenadas con curare, también empleaban la pica y el hacha de piedra. Asistían a la guerra adornados con penachos de plumas. Algunos practicaron la antropofagia. Lucían collares de dientes de serpientes y fieras salvajes.

Vestido. No ponían cuidado especial al vestido. Solían andar desnudos y cuando más cubrían las partes genitales, los hombres con un guayuco o taparrabo y las mujeres con un pequeño trapo de algodón o de fibras vegetales.

Comercio. Los caribes alcanzaron cierto grado de desarrollo comercial. Se trasportaban por el mar y los ríos en canoas y piraguas. Negociaban perlas, caracoles, esmeraldas, tabaco y algodón por mantas, plumas y alimentos. Algunas tribus caribes trabajaban muy bien el oro y el barro.

Religión. Adoraban al Sol y la Luna, las estrellas, las piedras y veneraban a los muertos. Los mohanes, brujos o médicos eran los encargados de hacer las ceremonias religiosas. La religión no les imponía prohibiciones como a los Chibchas y de allí sin duda su vida libertina y despreocupada.

Vivienda. Como estas tribus eran nómadas o seminómadas, armaban sus viviendas transitorias con palmas, paja, madera y barro al abrigo de árboles o peñascos.  

 

Familia Chitarera

Los Chitareros. Los conquistadores encontraron el territorio suroriental de Santander (Figura 3) habitado por una serie de comunidades autónomas que llamaron Chitareros, nombre de los recipientes con chicha que les ofrecían a su paso. Eran grupos diversos en su lengua y en sus formas de organización social, (Figura 4). Los cacicazgos de las tierras altas parecidos a los de los Muiscas del altiplano cundiboyacense, en cultura, vestido,  patrones de asentamiento y  organización económica. Se diferenciaban en  los niveles de organización política y las creencias religiosas. Estaban divididos en dos grandes zonas culturales: Los cacicazgos de las tierras altas y las tribus de las tierras bajas.  

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Figura 3. Territorios de etnias indígenas en Santander.

 

Vivienda. Como las tribus Chitareras estaban en proceso de sedentarización, construían sus viviendas de una manera más firme, pero usando los mismos materiales de madera, barro y paja.

   

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Figura 4. Indios Chitareros y su vivienda.  

Familia Lache

 

Los laches fueron el producto de la mezcla entre caribes de los llanos orientales y muiscas del cañón del Chicamocha. Habitaron  la provincia de Gutiérrez en Boyacá y el sur oriente de la provincia de García Rovira en Santander, (Figura 5). Los laches fueron tribus muy altivas y guerreras frente a los invasores españoles, pero a la postre se sometieron y mezclaron con ellos. Es por esto que las dos provincias de García Rovira y Gutiérrez comparten tradiciones, cultura, etnia e idiosincrasia que los acerca e identifica. Los Laches eran cazadores, guerreros y agricultores. Intercambiaban productos como coca (Figura 6), algodón, esteras, mantas, sal, y achiote. Los laches dependían del cacique del Cocuy al que obedecían y pagaban tributo. Sus tierras eran frías y paramosas como Chita, Cocuy y Guicán, con varios sitios de tierra templada como Panqueba, Guacamayas, Macaravita y Carcasí, y de tierra caliente como Chicamocha. Usaban vestidos de telas burdas y gruesas.  Construían sus viviendas con muros de piedra y barro y techos pajizos, (Figura 7).  

Figura 5. Mapa de las provincias de García Rovira en Santander  y Norte  y Gutiérrez en Boyacá  

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Figura 6. Indio Lache masticando hayo u hojas de coca.

Figura 7. Vivienda Lache.  

Caminos prehispánicos

Las características montañosas que presenta nuestro país, aunque lo hacen poseedor de una extensa variedad de climas y paisajes fueron, desde los  tiempos precolombinos, una de las principales barreras para la construcción de vías de comunicación, entre los distintos asentamientos indígenas  y luego entre los  centros urbanos. Las condiciones climáticas, caracterizadas especialmente por largos períodos de invierno o de verano, han contribuido al deterioro de las vías de comunicación que se van construyendo.  Lo anterior ha causado un desarrollo económico, político, cultural y social muy desigual a lo largo y ancho del territorio nacional y la formación de culturas muy diversas, cada una de las cuales posee anhelos distintos y trabaja de manera  diferente.    

Durante la Colonia y primeros años de la República  haciendo caminos de herradura se aprendió a construir carreteras de montaña y viendo los puentes de bejuco de los indios se construyeron los puentes colgantes de cables acerados y las tarabitas para atravesar los ríos y abismos.  A los lados de los caminos se fundaron ciudades y se construyeron pueblos. Los campos aledaños que cruzaban se fueron poblando de latifundios, estancias, haciendas, alquerías y granjas, hacia los cuales se abrieron caminos secundarios. Los caminos fueron un estímulo poblador más importante y más fecundo que los ríos y dieron a Colombia el carácter de un país montañoso antes que fluvial o costanero.

Por  montañas selváticas, por hondonadas surcadas de ríos torrentosos, por el costado de altas peñas que se hundían en profundos abismos, los caminos de piedra, cascajo, barro y empalizadas,  hacían sangrar los pies desnudos del indio, los pies calzados del doctrinero, del peón y del colono y hasta los cascos de las cabalgaduras. 

Las siguientes fueron las  formas de comunicación de los distintos grupos indígenas que habitaban nuestro territorio antes de la llegada de los españoles.

Comunicaciones en tierra firme.  Para sus intercambios, en tierra firme colombiana, los pueblos indígenas utilizaban principalmente los siguientes caminos: Camino Inca. Camino del Opón. Ruta de Federman. Ruta de  Belalcázar.   

Camino Inca. El camino más importante fue el Camino Real  que, con una extensión de unos 3.000 kilómetros  comunicaba a Lima, Quito, Santa Fe y Caracas. El Camino Inca, entraba al Nuevo Reino de Granada y subía por Pasto, atravesaba el valle del río Patía y llegaba a Popayán. Saliendo de esta ciudad el camino se bifurcaba, un camino seguía hacia el norte pasando por Cali, Buga, y el Paso del Quindío, hasta llegar a Honda y Santa Fe. El otro ramal tomaba hacia el oriente cruzando las poblaciones de La Plata, Neiva, Tocaima, hasta llegar a Santa Fe. De Santa Fe, nuevamente en un solo camino pasando por Tunja, Pamplona, Cúcuta y Mérida llegaba a Caracas.

Camino del Opón. Se llamó del Opón por el río que le sirvió de marco, la serranía que cruzó y el cacique que reinaba allí.

Otros caminos. De la época de la Conquista, después del camino del Opón y su paralelo del Carare y de las rutas de Federman y Belalcázar, se activaron con auxilio de indios caminantes otros caminos, por donde transitó durante dos siglos y medio la España colonizadora.

· Santafé, Chocontá, Tunja, Sogamoso, Chita, Cocuy, Panqueba, Chicamocha hasta Tequia.

· Tunja, Duitama, Cerinza, Susacón, Soatá hasta Chicamocha.

· Cocuy, Panqueba, Chiscas,  Macaravita  hasta Carcasí.

Las principales razones de los indios  para abrir sus caminos fueron la guerra, el comercio y las peregrinaciones religiosas.  Por estos caminos se llevaba la sal de Zipaquirá, Nemocón, Tausa y Sesquilé, y  mantas chibchas, a tierras lejanas, y de regreso se traía algodón de tierra caliente  a las tejedoras,  oro y  esmeraldas a los orfebres y el pescado seco  del río Magdalena.  Las peregrinaciones religiosas de los pueblos chibchas a las lagunas de Fúquene, Guatavita y Siecha y al templo de Sogamoso, abrieron anchos caminos por donde iban a llevar su tributo a esos adoratorios.

Comunicación por el Río Magdalena. Desde el año  1531  se  convirtió este rio en la principal vía de comunicación por los  numerosos afluentes que le llegan y permiten la conexión entre el centro del territorio y las regiones apartadas. Los indios que habitaban en la región del Bajo Magdalena utilizaban canoas, que tenían una longitud aproximada de 8 a  10 metros y un ancho de 0.6 metros, para  desplazarse  por el río, las ciénagas y lagunas que éste formaba. En los primeros años, la navegación se hacía en pequeñas canoas, en las cuales se utilizaban de diez a quince remeros indígenas. Este trabajo realizado en forma deshumanizada y prácticamente sin control alguno menguó considerablemente la población indígena, que poco a poco debió ser reemplazada por negros.  Era el río Magdalena la principal vía de comunicación que unía a Santa Fe de Bogotá con los puertos de Cartagena y Santa Marta. Por este río transitaban todos los productos de importación y exportación y todos los viajeros del Reino en pequeñas canoas y champanes. El viaje por el Magdalena, desde Cartagena o Santa Marta hasta el puerto de Honda podía demorar entre veinte días y tres meses. El recorrido que se hacía constaba básicamente de tres etapas, Cartagena - Barrancas, que tomaba casi cuatro días, Barrancas - Mompos, otros cuatro días y Mompos - Honda, el cual se tardaba casi veinte días. 

Comunicaciones en los Llanos Orientales.  En  los Llanos Orientales se utilizaban los ríos Meta, Casanare y Orinoco, y por ellos se movían mercancías desde Chita  hasta Santo Tomé en Guayana.

Cruce de caudales fluviales.

Árboles caídos o tumbados. Los puentes más sencillos usados por los indígenas fueron árboles orilleros de un curso de agua, derribados espontáneamente o con hachas o por el fuego, de manera que al caer se apoyaran en la banda opuesta.

Puentes de cuerdas o bejucos. Más elaborados eran los puentes de cuerdas o de bejucos colgantes de árboles altos.

De una sola cuerda. (Figura 8) El puente de cuerda más sencillo era de un bejuco o varios retorcidos, o una trenza de fibras que variaban en cada lugar; el viajante pasaba colgando, agarrado con las manos, a manera de gimnasta.  

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Figura 8. Cruce de ríos con una cuerda.  

De cuerda doble. (Figura 9) Una modalidad más avanzada consistiría en colgar, debajo de la cuerda original, otra por donde podía pasar caminando el viajante agarrado con las manos de la cuerda superior.  
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Figura 9. Cruce de ríos con cuerda doble.  

De aro, canastilla o asiento. (Figura 10) La cuerda inferior se sustituía por alguno de estos tres elementos colgantes de la cuerda superior y  donde se sentaba el viajero.    
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Figura 10. Cruce de río con cuerdas y asiento.  

Durante la época colonial y aun en la republicana, se siguieron usando estos puentes o tarabitas.

Para caminar por encima. Se necesitaba una técnica de construcción más compleja. En vez de ser una sola cuerda, eran varias colocadas una junto a la otra, para tender sobre ellas una red o  algo parecido a un tablado. Estas construcciones las  llamaron los españoles “puentes de clinejas”.

Puentes mixtos de madera o guadua y cuerdas. (Figura 11) Al occidente del río Magdalena se usaron estos puentes de guadua de construcción especial.  

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Figura 11. Puente colgante de bejucos trenzados.  

Referencias

http://www.todacolombia.com/precolombina.html                 

http://pwp.supercabletv.net.co/garcru/colombia/Colombia/indios.html

http://bg-bg.facebook.com/note.php?note_id=87369317992  

http://historiacritica.uniandes.edu.co/view.php/46/1.php  

http://www.lablaa.org/book/export/html/71233  

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/equinoccial_3_transportes/cap4.htm  

Rafael Bolívar Grimaldos
rbolivarg@hotmail.es
  

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