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El primer presidente posmoderno |
El significado de la victoria de Reagan Habilidades de Ronald Reagan Experiencia profesional Experiencia presidencial Las relaciones públicas Desventajas de la administración La guerra americana La capacidad para la guerra La capacidad para la paz
Walter Truett Anderson (1933- ), politólogo, psicólogo social y escritor estadounidense. Su libro REALITY, Isn’t What It Used To Be, traducido al español como: La Realidad Emergente. Ya nada es como era, cuenta con el mayor número de ediciones y fue galardonado como “Uno de los 100 libros más importantes sobre el futuro”.
El significado de la victoria de Reagan
El significado de la victoria de Reagan, en la historia del momento en California, fue la reacción de los votantes a recientes revueltas como las del Movimiento pro libertad de palabra (Free Speech Movement) y los tumultos provocados por Watts en Los Angeles.
Para mucha gente, ellos representaban protestas a intolerables violaciones a la ley y al orden establecido. Claro que aquellos disturbios eran también los puntos focales de la creciente preocupación por que todo el país, y especialmente California, estaba pasando por una especie de crisis y/o revolución cultural.
En la línea de lo sostenido por Timothy Leary y otras celebridades de la época: nada menos que un rechazo masivo a los valores y creencias de la civilización occidental.
La campaña gubernamental de Reagan había sido hecha a la medida de una respuesta a esas inquietudes. En uno de sus discursos ante los miembros escandalizados de un club de mujeres del Sur de California, hizo referencia a un baile de protesta contra la guerra de Vietnam que se convirtió en orgía y dijo que la universidad ha llegado a tal punto de vacío moral que no podemos seguir ignorándolo.
En otro, una importante presentación televisiva, preguntó si la gente debía aceptar las vulgaridades neuróticas de los estudiantes con vacilación y debilidad, y se refirió a las calles de las ciudades de California como tenebrosos pasajes de la selva con más crímenes que Nueva York, Pennsylvania y Massachusetts juntos.
La empresa Spencer-Roberts había decidido hacer de la moral el tema principal de la campaña, llevó a cabo esta campaña con astucia, fue una obra maestra de administración al aprovechar al máximo la habilidad de sus candidatos para comunicarse a través de los medios.
Un hecho irónico en extremo, un bocado de historia que haría las delicias de un deconstruccionista, fue el que Ronald Reagan, hubiera llegado al poder político representando la necesidad popular de restaurar los viejos y comprensibles valores norteamericanos y manipulando las técnicas de comunicación más sofisticadas con tanta habilidad que, en comparación, la campaña de sus opositores se veía como un Ford ruidoso.
A medida que Reagan seguía su camino rumbo a la presidencia, muchos observadores políticos comentaban lo extraño de que una estrella de películas, con dos matrimonios sobre sus espaldas, largo tiempo residente en el sitio más parecido a una moderna Babilonia, pudiera aparecer de algún modo como la encarnación de los ordenados valores norteamericanos del Estados Unidos pueblerino.
Ronald Reagan: · Fue el primer político posmoderno. · Fue presentado al público como el antídoto a una contracultura que desviaba la marcha de la cultura moderna. · Llevó a la sociedad aún más allá de su conexión con las certidumbres de la era moderna. · No encarnó la necesidad constructivista de crear principios de moral más elevados, ni anunció la muerte de un sistema de creencias. · Entendió el poder de un simbolismo fluyendo libre, arraigado en nada, que nadie podría llegar a llamarlo logo-céntrico. Aunque utilizaba una estadística o dos si las tenía a mano, ni sus promesas ni sus actuaciones se basaban en una búsqueda objetivista sino aburrida de la realidad cualificada. · Los estudiantes en Berkeley no se volvieron menos neuróticos ni vulgares, ni las calles más seguras, después de su asunción en Sacramento. · Tampoco hizo realidad el sueño mayor, siempre insinuado por su estilo personal: blanco bromista pero laborioso, protestante y de clase media, parecido a las pinturas de Norman Rockwell y a sus viejas películas, y difundido en gran parte de su material de campaña: el sueño de hacernos regresar a un Estados Unidos pueblerino, que no había existido nunca, con sombreros de paja. · Y que la única forma en que se podía regresar a él sería mediante una suerte de política frívola, un toque de populacherismo sobre una sociedad pluralista y turbulenta.
Habilidades de Ronald Reagan
Reagan estaba especialmente bien calificado para: · Aprovechar al máximo la industria de relaciones públicas que había surgido en las últimas décadas como un nuevo fabricante de realidad social, cada vez más organizado. · La actuación y las relaciones públicas. En la mitad de los 50, más de diez años antes de postularse como gobernador, trabajó en la General Electric en un puesto destinado a crear una imagen de la empresa, que implica actuar como anfitrión en el programa televisivo semanal G. E. Theater, visitar fábricas para levantar la moral de los empleados y representar a la empresa en apariciones por todo el país y dar una y otra vez un discurso enérgico y ambiguo sobre norteamericanos. · La oratoria y su astucia frente a las cámaras, no son tan difíciles de obtener. · Una cierta clase de enfrentamiento intelectual que lo capacitaba de manera admirable para desempeñar un papel principal en la política del no-acontecimiento. · Una larga y exitosa carrera profesional que no le exigió desarrollar ningún concepto de la verdad. Su verdad fue sólo lo que entretuviera al auditorio.
Experiencia profesional
Fue constructivista. Cuando trabajó para la estación de radio WHO en Des Moines, simulaba descripciones, jugada a jugada, de los partidos de baseball. Transmitía desde un estudio e inventaba la acción sobre la base de información provista por un telégrafo.
Vivía en una feliz interacción kantiana con los noúmenos, mientras improvisaba realidades a partir de ellos a medida que avanzaba y siempre conseguía encontrar un público que gustara de lo que estaba creando. Muchos hombres, al alcanzar los altos niveles de público en los que él se encontraba, se habrían avergonzado de un pasado tan plagado de ficción liviana. Pero Reagan nunca lo hizo. Contaba historias atrapantes acerca de los días en que hacía anuncios deportivos, de las épocas divertidas en los estudios de la Warner Bros., de su Discurso, que repetía una y otra vez a las multitudes sorprendidas de ejecutivos de la General Electric. Disfrutaba del juego.
Experiencia presidencial
Como presidente de Estados Unidos: · Tendía a aburrirse con los pesados detalles del trabajo. · Se preocupaba en exceso por las aventuras más glamorosas, como la lucha contra los malos sandinistas en América Central. · Estaba bien atendido por algunos de sus subordinados a quienes les delegaba el poder, y mal atendido de manera notoria por otros, pero igual les delegaba poder, ya que el gobierno no le interesaba en realidad. · Lo que le interesaba era ser presidente y que el público en su totalidad estuviera muy feliz de su actuación. · Nadie había lucido mejor descansado en su rancho, enfundado en su ropa de vaquero. Nadie saludaba de manera más presidencial a la prensa mientras atravesaba el jardín de la Casa Blanca rumbo al helicóptero. · El gobierno de todas formas seguía su rumbo indefinido, como lo suelen hacer los gobiernos. Después de todo, existe mucha gente en un gobierno. · Su gobierno tuvo algunos desastres y algunos éxitos. Todo parecía estar siempre en bastante buena forma y permitía al presidente lucir maravilloso. · No fue un hombre malo, a menos que extendamos la definición de malo para incluir la indiferencia intelectual a escala heroica. · Algunos de sus más recientes antecesores en el cargo, en especial Johnson y Nixon, mostraron extrañas ráfagas de maldad al mejor y antiguo estilo Yago. · Reagan sólo fue un constructivista inocente, un primitivo posmoderno. Si así es como luce el posmodernismo en la política, estamos en problemas, porque una vez separados del antiguo sentido de la realidad, se pueden presentar nuevos peligros, incluido el peligro de que nos divirtamos hasta morir, como dice Neil Postman. · Su administración no fue un espectáculo unipersonal, por supuesto. Fue eficaz porque tenía un líder y estaba formada por un ejército de profesionales con habilidades extraordinarias, quienes movilizaron todos los recursos de la Casa Blanca, que son muchos, al servicio de las relaciones públicas. · Los estrategas en relaciones públicas de Reagan: Incluyeron, en distintos momentos, a James Baker, Mike Deaver, David Gergen, Larry Speakes y al encuestador Richard Wirthlin. Hicieron de la presidencia una máquina orientada hacia los medios, y de los medios una parte inconsciente del equipo presidencial. · Como lo dice Mark Hertsgaard en su historia sobre la prensa y la presidencia de Reagan, tanto Deaver como Gergen reconocieron que: Para organizar el consenso masivo, en la edad de los medios modernos, el gobierno tuvo que ser capaz de presentar su versión de la realidad al público una y otra vez. Fue necesario neutralizar a la prensa, mediante límites a la habilidad de los periodistas, para emitir historias que pudieran producir algún daño político. Hubo que volver a la prensa un instrumento positivo del gobierno, un transmisor confiable y esencialmente no intrusivo de lo que la Casa Blanca quería que el público supiera. · Lo que el gobierno hizo durante los años de Reagan no siempre es fácil de descubrir. · Lo que el presidente decía era distribuido a los medios, y de allí al público, con inexorable claridad. · Temprano en la mañana de cada día de trabajo en la Casa Blanca había una reunión sobre la línea del día, en la cual se decidía cada estrategia principal, qué noticias se podían entregar a la prensa ese día, desde qué ángulo se debía enfocar la historia y quién sería el principal responsable en ella. · Se avisaba a los funcionarios superiores, para que diseñaran sus comentarios a la prensa de manera adecuada. · Esta clase de coordinación hizo posible que la Casa Blanca: Enviara los mensajes que más quería que el público recibiera. Ejerciera un control sobre las historias, dando forma al contexto de significado que rodeaba a un acontecimiento y otorgándole connotaciones positivas o negativas. Cuidara mucho la imagen visual, las fotografías y las filmaciones para televisión en las cuales el público viera al presidente presidiendo actos. Imágenes visuales bien escenificadas, que comunicaran de manera vívida la imagen del pasivo Reagan como un hombre activo, de los que se hacen cargo de las cosas: hablando con los trabajadores de una fábrica, reuniéndose con los líderes mundiales, de pie en la frontera entre Corea del Sur y Corea del Norte con un par de binoculares.
Las relaciones públicas
Los presidentes antes y después de Reagan han empleado de manera eficaz las técnicas de las relaciones públicas, han ubicado el control de la información por sobre el liderazgo, pero ninguna administración en la historia de Estados Unidos había estado tan dominada por lo que alguna vez se pensó que era secundario a la sustancia del gobierno: las relaciones públicas.
Un asistente de la Casa Blanca irritado, que abandonó la administración Reagan cuando se excluyó a la prensa en la invasión a Grenada dijo: Todo fue sólo relaciones públicas. Un atuendo diseñado por las relaciones públicas que se ajustaba al presidente y que compró todo el país. Todo lo hicieron, hasta las cosas que la Constitución les forzaba a hacer como presupuestos y política exterior. Pero su actividad primera, última y más importante fue las relaciones públicas.
Desventajas de la administración
Las desventajas más serias de la administración Reagan residen no en lo que hizo, sino en lo que no hizo. Algo que no hizo fue prestar atención en serio a la evidencia acumulada de las amenazas al medio ambiente global. La evidencia estaba disponible. El gobierno federal disponía de agencias creadas específicamente para recolectar tal información. Una de ellas, el Consejo para la Calidad Ambiental (Council on Environmental Quality, CEQ), ubicado dentro de la oficina ejecutiva del presidente en cuanto a la organización, y en cuanto a su ubicación geográfica, cerca de la Casa Blanca.
Durante la administración Carter, el CEQ fue muy visible e influyente, produjo el Informe Global 2000 (Global 2000 Report), el informe más completo sobre el estado de la biosfera realizado por gobierno alguno en el mundo.
Durante el gobierno de Reagan, el CEQ se achicó hasta ser insignificante:
El Informe pasó a ser una obra tan popular en la Casa Blanca como las obras completas de Ted Kennedy.
Las preocupaciones por el medio ambiente fueron consideradas risibles en los círculos más altos del gobierno.
Cualquier miembro del gobierno con interés en ganar aprobación y escalar posiciones se cuidaba muy bien de traer a colación tales temas, de que la gente pensara que tenía alguna loca inclinación ambientalista.
Mediante tales tabúes, quienes están en el poder mantienen las construcciones sociales de la realidad. Un gobierno genera enormes cantidades de información y crea muchas historias, pero sólo unas pocas están destinadas a convertirse en temas principales que definan el propósito nacional. Y la historia de hacerse responsable por el bienestar del medio ambiente no encajaba en la línea argumental de la administración Reagan.
El estilo de administración de los medios en la política favorece de manera natural cierta clase de historias que puedan llegar a funcionar bien junto a la imagen presidencia. No es sorprendente por lo tanto, que un presidente que utilizara los comerciales para televisión de Morning in America, en su campaña para ser reelecto, haya dejado de lado la historia de la biosfera en peligro.
Ronald Reagan fue un líder. Nos introdujo en la era posmoderna, y su importancia histórica no consistió en haber sido un actor con suerte, sino en que poseyó una extraordinaria capacidad para la clase de política que, en la actualidad, todo el mundo practica.
La guerra americana
La guerra es otro gran moldeador de personas y las dos guerras mundiales fueron en extremo útiles para los Americanizadores. La segunda guerra mundial fue un acontecimiento de los medios, maravilloso para aquéllos que tuvieron la fortuna de estar lejos de los frentes de acción. Como niño de los años en que se adoraba a los héroes, yo me sentía inmerso en él, a miles de kilómetros de los campos de batalla. La radio llenaba mi cuarto con un canto interminable de canciones militares, canciones patrióticas, canciones sobre los soldados que estaban separados de sus novias y novias que estaban separadas de los soldados, pero que juraban no sentarse bajo el manzano con otro hombre. En las calles, mis ojos se deslumbraban con los carteles, las banderas, los hombres uniformados. No saciado por la dosis diaria, concurría los fines de semana, junto a mis contemporáneos a ver las películas que describían las aventuras de los marines, del ejercito, de los ingenieros de la infantería de marina, John Wayne al mando de todos ellos, Dana Andrews guapo y valiente, de un modo indiferente, irónico, muy norteamericano, con su gallarda gorra de piloto.
La capacidad para la guerra
Quiero decir que Estados Unidos dejó de ser una nación en el sentido moderno tradicional de la palabra. Es obvio que Estados Unidos continúa siendo una nación-estado acreditada, con un gobierno federal que funciona bastante bien, con una economía fuerte, un rol de liderazgo en el mundo y límites más o menos bien definidos a su alrededor.
Pero las naciones-estado de la era moderna tienen que ser capaces de crear grandes ficciones, como la clase de ficción que intentaron crear los americanizadores, la clase de ficción que moviliza a la gente a ir a la guerra contra otra gente. Hay muy poca evidencia de que Estados Unidos sea capaz de ir a otra guerra. Los movimientos serios en esta dirección, como las aventuras de Reagan en América Central, se comparan de inmediato con Vietnam y no con la excitada cruzada contra Hitler, Tojo y Mussolini. Aún la invasión a Grenada, un evento manejado con destreza, que nunca amenazó con interrumpir la educación universitaria de nadie, produjo un movimiento en su contra, y es probable que los Estados Unidos no se enfrenten a otro drama como ese. Sin una provocación de gran magnitud, no estará en condiciones de conseguir que el público los apoye con solidez en cualquier conflicto costoso, en una situación tan ambigua como lo fue la de Vietnam, o Nicaragua en épocas más recientes. Ya no somos capaces de hacer una guerra.
Los Estados Unidos han evolucionado hacia algo muy parecido a una nación-estado de la era moderna, donde hacer guerras es algo distinto, que todavía no somos capaces de definir qué es.
Sin duda esta idea, presentada de manera tan arriesgada, sorprenderá a muchos lectores como una idea demasiado avanzada. Sin embargo, he escuchado decir lo mismo, de manera más cauta y en general con una nota de nostalgia, a hombres con estrellas en sus hombros. Siempre fuera de la escena, porque existen escenarios y bambalinas en la democracia posmoderna de masas. Para el auditorio se hace como si la vieja estructura de la realidad estuviera en su sitio, entre los colegas, se admite que ya no es así. Una de las razones por las cuales invertimos tanta energía en profesar lealtad a esta estructura, en mantener los mitos de Estados Unidos inflados y visibles para las multitudes, es porque dudamos que exista alago detrás de ellos.
La capacidad para la paz
Los temas que nos enfrentarán en los años que por venir no tendrán mucho que ver con nuestra capacidad para la guerra, sino con nuestra capacidad para la paz, la capacidad de mantener una sociedad pluralista que no tenga que sostenerse en el simbolismo kitsch, que no tenga que fabricar pseudo-guerras para sentirse bien, y que pueda cambiar.
El cambio va a ser el punto más duro. A medida que más y más gente reconoce que las instituciones que poseemos son humanas y falibles por naturaleza, es inevitable que surjan otras nuevas y muy distintas. Pero será difícil persuadir a muchas personas de que no todo es posible, como por ejemplo grandes cambios en la distribución de la riqueza material.
Es probable que enfrentemos desastres ambientales globales muy grandes, que requieran movimientos drásticos y rápidos en todo el espectro de políticas públicas. Estos temas no podrán ser reducidos a obras simples. Deberemos enfrentar un nuevo mundo político, sin los viejos mitos y sin que la gente haya adquirido otros nuevos. Sin que exista una gran unidad, a excepción de un accidente histórico y geográfico, como el que nos puso a 250 millones de nosotros en un mismo país.
Sospecho y espero que encontraremos que nuestros principios, normas y valores tienen mucho camino por andar todavía, aunque hayan sido sólo creaciones humanas. Muchos ya saben esto y no hay razón para qué se alborotan tanto sus críticos y enemigos. La mayor parte del esquema de gobierno norteamericano puede ser útil a un pueblo, que no es tan pueblo, y que pueden encontrar su camino hacia un mundo que nadie ha visto antes, no perfecto, no la última palabra, pero útil hasta que aparezca algo nuevo.
Fuente: La Realidad Emergente de Walter Truett Anderson. Autor: Rafael Bolívar Grimaldos |
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