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¿Creo en milagros?
de "Historia religiosa desmitificada"
por Rafael Bolívar
rbolivarg@hotmail.es

 
 

Para adelantar cualquier investigación bibliográfica  se debe preferir  los textos  históricos a los textos religiosos. Los textos históricos serán  siempre más fiables que los  religiosos porque no están  deformados por la fe y el afán proselitista. Cuando sobre un tema existe y sólo se usa  información religiosa es conveniente  advertirlo. 

 

Milagros. Definición

Motivos de aceptación de milagros. Complicidad de la mente. Gusto por lo asombroso. Buenas intenciones de los clérigos.  La elocuencia. Difusión de información. Relatos de pueblos primitivos.

Motivos de rechazo de los milagros. Falta de Evidencia Carácter supersticioso del hecho. Falsedad de testimonios y de milagros. Los milagros se convierten en mentiras prodigiosas. Selección de escenarios. Procedimiento de convicción. Propagadores. Arraigo de engaños. Rechazo de milagros de una religión por otra. Sesgos en los testimonios. Sesgos de los narradores. Falsedad de las religiones .Insuficiencia de los testimonios. Engaño de personas. Bajeza, insensatez y violación de leyes naturales

Manejo de milagros y de sus testimonios. Uso de las leyes naturales. Medios de denuncia. Dificultades en las denuncias. Aporte de la experiencia.

 

Milagros creídos y desacreditados. Del emperador Vespasiano. Del aceite sagrado.

 

Milagros.

Definiciones: -  Un milagro es la violación de alguna ley de la naturaleza. Por ejemplo:

-  Milagro sería que algún muerto resucite, la ley natural es que los muertos no resucitan.

-  Milagro sería que alguna fruta no cayera del árbol, que quedara flotando en el aire,  la ley natural es  que las frutas caen  de los árboles, pero sin que se queden flotando en el aire.

Como la violaciones de la leyes naturales son imposibles, lo más seguro es que el testigo o narrador de un milagro fue engañado y nos engaña.

 

Motivos de aceptación de milagros

 

Complicidad de la mente.  La mente tiende admitir con facilidad los hechos absurdos y milagrosos que se cuentan. La pasión de la sorpresa, lo maravilloso de los milagros, la emoción agradable, la satisfacción de la aceptación o del rechazo, el orgullo y placer en despertar la admiración de otros, generan una sensible tendencia a narrarlos y a creer en ellos.

 

Gusto por lo asombroso. Cuando el espíritu religioso se aúna con el gusto por lo asombroso, desaparece el sentido común y el testimonio humano, en estas circunstancias, pierde toda pretensión de veracidad. Con qué avidez se acogen los relatos milagrosos de los viajeros, de sus aventuras maravillosas, sus descripciones de monstruos de tierra y mar, de extraños hombres y de rudas costumbres.

 

Buenas intenciones de los clérigos. Los clérigos se entusiasman e imaginan ver cosas no reales, y aunque sus relatos sean falsos perseveran en ellos, con las mejores intenciones de promover causas sagradas. Su vanidad e interés religiosos son azuzados por una tentación poderosa de actuar más eficazmente que el resto de las personas. Sus oyentes generalmente carecen del juicio suficiente para criticar sus testimonios y aunque cuenten con alguna capacidad para cuestionar estos temas sublimes y milagrosos renuncian a ella, ante la pasión y encendida imaginación que les despiertan e impide que su mente y juicio funcionen regularmente. La credulidad aumenta la osadía del orador y ésta a su vez la credulidad de sus oyentes.

 

La elocuencia. La elocuencia cuando alcanza gran intensidad, deja poco espacio a la razón, o a la reflexión, subyuga el entendimiento, cautiva al oyente y se vuelca enteramente a la fantasía y a las emociones. Lo que Demóstenes despertaba en el público griego, y Tulio en el romano, lo consiguen predicadores o docentes itinerantes o permanentes, con la mayoría de las personas, y en mayor grado, al tocar pasiones burdas y vulgares.

 

Difusión de información. Contar una noticia interesante, ser el primero en relatarla, propagarla, es decir, difundir información, causa placer a muchas personas. Por esta razón ninguna persona sensata presta atención a los relatos hasta no confirmarlos con una evidencia mayor. Esta pasión y otras más fuertes inducen a gran número de personas a creer y a contar, cada vez con mayor vehemencia y seguridad, milagros religiosos. Aunque numerosos milagros, profecías y sucesos sobrenaturales han sido comprobados como falsos, por absurdos o por evidencias contrarias, se siguen inventando y propagando. Esta es una prueba de la fuerte propensión de los seres humanos a lo extraordinario y maravilloso y de poca atención a la sospecha que generan relatos de este tipo. Esta es nuestra manera de pensar, incluso cuando se trata de hechos más comunes y creíbles. Por ejemplo no hay ningún tipo de relato que tenga tanto éxito y se extienda tan rápido, especialmente en lugares rurales o pueblos provinciales, que el encuentro de una pareja a solas. El vecindario entero inmediatamente propaga relatos que los une afectivamente.

 

Relatos de pueblos primitivos. Los relatos sobrenaturales y milagrosos abundan entre los pueblos ignorantes. Los que aun son admitidos en pueblos civilizados provienen de pueblos ignorantes. Permanecen por el respaldo de autoridades religiosas que los acompañan. Cuando se estudia la historia de estos pueblos primitivos, su escenario nos parece incoherente y todo funciona de manera distinta a lo actual. Las batallas, las revoluciones, las pestes, el hambre y la muerte fueron efectos de causas sobrenaturales, no naturales. Los prodigios, las profecías, los oráculos y los juicios oscurecen las causas naturales de los sucesos. Pero conforme avanzamos a las épocas ilustradas, aprendemos que no hay causas misteriosas ni sobrenaturales y que aquellas explicaciones sobrenaturales, provienen de la propensión habitual de los seres humanos hacia lo maravilloso. Y que aunque esta inclinación pueda ser frenada por el sentido común y el conocimiento, nunca podrá ser extirpada completamente de la naturaleza humana.

 

Motivos de rechazo de los milagros.

 

Falta de Evidencia. Evidencia es la certeza clara y perceptible de algo,  que no permite dudar razonablemente de ello. En la religión cristiana, por ejemplo, la evidencia de los milagros se prueba confirmando que están consignados en las llamadas sagradas escrituras. Y la evidencia de las llamadas sagradas escrituras se fundamenta en la afirmación de que se trata de testimonios revelados directamente por Dios a los profetas y apóstoles.

 

Sin embargo la evidencia de los testimonios orales o escritos disminuye a medida que pasa de una persona a otra y todavía más de una generación a otra. Por tanto la evidencia de la verdad de las religiones disminuye a medida que transcurre el tiempo.

 

Las evidencias se ven afectadas además, por algunos detalles en los testimonios de las personas como: contradicciones, dudas, intereses, vacilaciones y aseveraciones. Hay muchos detalles que pueden disminuir o destruir la solidez de un  testimonio.

 

Carácter supersticioso del hecho. El carácter de increíble, extraordinario o maravilloso de un hecho, invalida el testimonio hasta de las autoridades más respetables que lo cuenten. Es más fácil demostrar y convencer a las personas de hechos posibles o naturales que conocen, o por lo menos semejantes a ellos y de los cuales tienen experiencia  constante y uniforme. Desde cuando vivía el filósofo Catón ya existía el proverbio romano: “No creería tal historia ni porque me la contara Catón”

 

 

Falsedad de testimonios y de milagros. El crédito de los testigos que estaban a cientos de kilómetros de distancia, en el mismo instante en que se dice, sucedió el milagro, es mucho menor que el de los testigos que dicen,  estaban presentes en el sitio en que sucedió el milagro.

 

Cuando no existe aunque sea un testimonio que se oponga al de un número grande de testigos, la veracidad de los prodigios queda debilitada, por la sospecha de confabulación. La falsedad del milagro destruye el crédito del testimonio. Y al destruir la veracidad de un testimonio se destruye el crédito del milagro y el sistema religioso que se basa en él.

 

Cualquier milagro falso de una religión tiene la fuerza para destruir un milagro de otra religión y su sistema.

 

Nunca en la historia se ha producido un milagro atestiguado por un número suficiente de personas que tuvieran:

 

- sentido común, es decir, capacidad de juzgar razonablemente,

- educación y conocimientos tan incuestionables, que garantizaran que no hubo ninguna equivocación por su parte,

- una integridad tan indudable, sin sospecha de intentar engañar a los demás, y con un crédito y reputación que no arriesgarían perder en caso de ser acusados de falsedad.

 

Además que estos milagros ocurrieron públicamente,  y en una parte tan conocida, como para ser inevitable el descubrimiento de su falsedad.

 

Los milagros se convierten en mentiras prodigiosas. Algunos al estudiar las maravillosas historias de los milagros, les resulta raro que tales prodigios dejaran de ocurrir en nuestros días. Lo contrario sucede con los que aceptan que las personas han mentido, mienten y mentirán en todas las épocas. No olvidemos que una chispa diminuta puede provocar el mayor incendio cuando entra en contacto con materiales inflamables.

 

Todo lo que trata de confirmar la superstición, o lo que crea asombro, es recibido ávidamente y sin examen por el pueblo ignorante. Muchos relatos maravillosos, despreciados por sabios y juiciosos y hasta por el mismo vulgo, siguen siendo contados con pasión por muchos de nuestros contemporáneos. Esas celebres mentiras sobre prodigios maravillosos, que alguna vez fueron ampliamente aceptadas, se convirtieron también en mentiras prodigiosas.

 

Selección de escenarios. Los falsos y famosos profetas escogen como primer escenario para imponer sus engaños, lugares donde la gente es extremadamente ignorante y estúpida, dispuesta a aceptar sin resistencia hasta el peor de los embustes. Personas tan débiles y sin oportunidad de recibir mejor información, que no piensan que estas invenciones no merecen la pena ser escuchadas.

 

Procedimiento de convicción. Con historias magnificadas en un cúmulo de circunstancias convencen a muchos ignorantes, y pasan a reclutar devotos entre personas de más alto rango y distinción. Han llegado a convencer hasta reyes y emperadores, que emprenden acciones militares en base a sus falsas profecías.

 

Propagadores. Los ignorantes se convierten en aplicados propagandistas del engaño. Los sabios y los cultos, en general, se contentan con burlarse de estos absurdos, que no necesitan hechos concretos para ser refutados con claridad.

 

Arraigo de engaños. Ocurre no con mucha frecuencia que un engaño burdo se imponga sobre una mayoría. Hay más posibilidades de arraigar una impostura cuando la gente es más ignorante y en lugares remotos, donde las personas no tienen suficiente autoridad para contradecir o refutar el engaño.

 

Los más ignorantes y rudos divulgan la noticia, ya que la inclinación de las personas hacia lo maravilloso tiene una gran oportunidad de manifestarse. Historias completamente desacreditadas, en el lugar donde surgieron, pueden pasar por ciertas a kilómetros de distancia, especialmente cuando son expuestas por personas de alta autoridad y con toda la fuerza de la razón y la elocuencia. Afortunadamente no es frecuente encontrar emporios del saber dispuestos a difundir e imponer estos engaños.

 

Rechazo de milagros de una religión por otra. Todos los milagros de una religión son rechazados por las otras religiones, y las evidencias de la falsedad de estos prodigios sirven también como evidencias de falsedad de los milagros. Un milagro mahometano, aunque tenga como garantía el testimonio de millones de musulmanes, no es aceptado por un católico o un budista. Los testimonios de un milagro de una religión no son aceptados en otra religión, y al no serlo destruyen los soportes de esa religión.

Los milagros aunque jamás pueden ser demostrados, se aceptan como fundamento de sistemas religiosos. Y como prueba de los milagros, o sea, de las violaciones del curso habitual de la naturaleza, se aceptan los testimonios humanos.

 

Sesgos en los testimonios. La fuerza y veracidad de los testimonios humanos dependen de cada caso. Los historiadores, gobernantes y opositores adscriben ventajas en la narración de las batallas a las facciones de su bando. Lo mismo sucede con la narración de los milagros, depende de la ubicación del monje o historiador. Pensemos en la credibilidad que dan a un monje budista narrando los milagros de Jesús, o a un moje cristiano contando los milagros de Buda.

 

Sesgos de los narradores. Los escritores o narradores confieren mayor importancia, a lo que favorece sus pasiones, como el engrandecimiento de sí mismos, de sus familias, de sus países, y de sus creencias. También a lo que surge de sus inclinaciones y propensiones naturales. Las personas llevadas por su vanidad o imaginación calurienta, que aceptan un engaño, no tendrán después escrúpulos en utilizar fraudes piadosos para avalar este engaño como sagrado o meritorio. ¡Difícil resistir la tentación de presentarse como embajador, misionero o profeta del cielo!. ¿Quién no afronta peligros y dificultades para lograr estatus tan sublimes?.

 

Falsedad de las religiones. Como las religiones están basadas sobre la fe y no sobre la razón, para probar la falsedad de sus fundamentos hay que someterlos a un juicio de la razón humana. Como ejemplo examinemos los milagros que aparecen en el Pentateuco. La razón humana no acepta estos relatos como palabras dictadas por algún dios, sino como producción de un escritor o historiador humano.

 

El escritor o escritores del libro nos presentan un pueblo bárbaro e ignorante, relatos fabulosos, prodigios y milagros con que se intenta enaltecer el origen e historia de un pueblo, retrata un mundo y una humanidad completamente diferentes a los actuales, se habla de la pérdida de la condición humana inicial por un pecado, de la destrucción del mundo por un diluvio, de la elección de un pueblo como el favorito de un dios, de su liberación de la esclavitud por prodigios asombrosos e inimaginables. Sin embargo estos hechos no son corroborados con testimonios confirmados.  

 

Al avalar estos testimonios con la razón, para probar su veracidad o falsedad, se comprueba que la falsedad del relato es más extraordinaria y milagrosa que la de los milagros que relata.

 

Insuficiencia de los testimonios. Ningún testimonio humano puede tener tanta solidez como para comprobar un milagro. No ha habido jamás un testimonio, ni un milagro, que hayan llegado a constituirse en una probabilidad y mucho menos en certeza. El testimonio que trata de probar un milagro siempre se opone al hecho natural. Por ejemplo, untar saliva en los ojos de los invidentes para recuperar la visión, porque la saliva científicamente no recupera la visión  

 

Bajeza, insensatez y violación de leyes naturales.  Muchas personas se niegan a aceptar que los sucesos extraordinarios, como los milagros, surgen por la bajeza e insensatez de las personas y que constituyen una violación de las leyes de la naturaleza. Cualquier persona normal se sorprendería ante la ocurrencia de tantas circunstancias extrañas y estaría inclinada a no creer en un milagroso suceso. Supondría que tanto las condiciones como las circunstancias del hecho milagroso no fueron reales sino fingidas. Se objetaría el escaso o nulo beneficio que se sacaría de este artificio y la dificultad o imposibilidad de engañar al mundo entero.

 

Engaño de personas. Las personas de cualquier época han sido engañadas por historias ridículamente prodigiosas, donde las mismas circunstancias son una prueba rotunda del engaño. Estos engaños son pruebas suficientes para que cualquier persona sensata rechace el  hecho, sin ni siquiera intentar probarlo.

 

A las personas sensatas y racionales no les es posible aceptar atributos y acciones de seres todopoderosos, que violen el curso natural de la naturaleza. Se sienten obligadas a comparar los casos de violación de la verdad por testimonios falsos de personas sobre milagros, con los casos de violación de las leyes naturales y a juzgar cual de las dos violaciones es más verosímil y probable. Como siempre establecen que los testimonios de  violaciones de la verdad son más comunes que los testimonios de violaciones de las leyes naturales. Esto reduce considerablemente la veracidad de los milagros y concluye que todos deberíamos establecer la firme resolución general de no prestar atención a los testimonios de milagros, sea cual fuere la engañosa pretensión que los encubre.

 

Manejo de milagros y de sus testimonios.

 

Uso de las leyes naturales. Ante el relato de algún milagro, debemos intentar explicarlo con los principios naturales conocidos. Si se trata de violaciones de las leyes naturales, estamos ante la credulidad  de un engaño. Innumerables historias de este tipo han sido denunciadas y rechazadas a lo largo del tiempo. Muchas otras han sido llamativas durante cierto tiempo y luego olvidadas o desacreditadas.

 

Medios de denuncia. Las propias falsedades de los testimonios de los narradores, siempre son suficientes en personas juiciosas y sensatas, para denunciar la falsedad de los milagros, pero demasiado sutiles para ser comprendidas por el vulgo.

 

Aporte de la experiencia. Cuando nos encontramos frente a dos hechos contrarios, debemos confrontar las experiencias respectivas, y decidirnos por el hecho con mayor experiencia. Por ejemplo, ¿cuántos ciegos han vuelto a ver, al untarles saliva en los ojos y cuántos no?.  La experiencia y las leyes naturales confieren  veracidad y seguridad al testimonio humano

 

Dificultades en las denuncias 

 

Las dificultades para denunciar alguna falsedad de cualquier relato  aumentan con la distancia al lugar donde supuestamente ha ocurrido y con el tiempo trascurrido.

 

En la infancia de las religiones, sus fundadores las promovieron con la superstición y los milagros y luego se ven en grandes dificultades cuando denuncian el engaño, para sacar a la multitud de la impostura.

 

Milagros creídos y  desacreditados 

 

Del emperador Vespasiano. Tácito, famoso historiador romano, relata cómo el emperador Vespasiano curó en Alejandría a un ciego con su saliva y aun cojo tocándole su pierna defectuosa.

 

Justificaciones para que se hubiera impuesto la evidencia de este milagro por algún tiempo:  

 

- La autoridad del narrador, en este caso de Tácito famoso historiador romano.

- La autoridad del milagrero, seriedad, solidez, edad y probidad del emperador Vespasiano a lo largo de su vida.

- La credibilidad de la información obtenida por el historiador,  las personas en que Tácito se basó para relatar el milagro, eran reconocidas por su juicio y veracidad.

- La exposición del milagro por el historiador con fuerza del razonamiento y elocuencia.

- Las circunstancias de credibilidad: un pueblo pagano donde los emperadores eran deificados.

Justificación  para que el milagro se hubiera desacreditado:

- Declaración de falsedad de los testimonios. A los testigos contratados no les cumplieron las promesas y declararon que sus testimonios eran falsos.

 

Del aceite sagrado. Las autoridades religiosas y los creyentes devotos de la catedral de Zaragoza, solicitaron a Roma la aceptación del siguiente milagro: El sacristán de la catedral había recuperado la pierna que le faltaba, al frotarle el muñón, con aceite sagrado. Este milagro había sido confirmado por todos los canónigos de la catedral y todos los feligreses de la ciudad, quienes con ferviente devoción creían en este prodigio.  

 

Este milagro fue desacreditado por el cardenal Retz, quien había conocido en la catedral de Zaragoza al sacristán referenciado, con sus dos piernas normales. A pesar de que los testigos eran muchos y atestiguaban haber sido espectadores del hecho, el cardenal no dio crédito al milagro. Argumentó que no era necesario demostrar la falsedad del testimonio, dadas las circunstancias de bajeza y credulidad con que lo habían impuesto. Y que a pesar de haber sido confirmado por autoridades religiosas y creyentes devotos, serviría de tema de burla y descreimiento religioso.

 

Fuentes: De los milagros, David Hume (1711-1776).

                 DIOS NO EXISTE de Christopher Hitchens.

Rafael Bolívar
rbolivarg@hotmail.es

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