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18. Canonización civil de Bendición Alvarado |
Gabriel José de la Concordia García Márquez (1927 - ) es un escritor, novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Es conocido familiarmente y por sus amigos como Gabo.
Un sucio negocio de sus prosélitos El cadáver disecado de su madre La impavidez monolítica del sátrapa indescifrable El relente de los portales Hallazgos de monseñor Demetrio Aldous en la casa presidencial Se quedaba con la carga inmerecida de la verdad Desordenes por suspensión del proceso de canonización Proclamación de la santidad civil de Bendición Alvarado. Artículo primero. Artículo segundo. Artículo tercero. Artículo cuarto Celebración de la canonización Volvió a coger las riendas del poder Expropiación de miembros de la iglesia Expulsión de curas Expulsión de monjas Bajo la mirada del anciano general Separó a una de las novicias asustadas La tuvo por el resto de su vida Repatriación de Leticia Nazareno La habían echado a perder tratando de componerla
Un sucio negocio de sus prosélitos
- una confabulación de ignominia que sin embargo no había sido tramada por sus aduladores - con el propósito inocente de complacerlo como lo supuso monseñor Demetrio Aldous en sus primeros escrutinios, - no, excelencia, era un sucio negocio de sus prosélitos, - el más escandaloso y sacrílego de cuantos había proliferado a la sombra de su poder, - pues quienes inventaban los milagros y compraban los testimonios de mentiras eran los mismos secuaces de su régimen - que fabricaban y vendían las reliquias del vestido de novia muerta de su madre Bendición Alvarado, - ajá, los mismos que imprimían las estampitas y acuñaban las medallas con su retrato de reina, - ajá, los que se habían enriquecido con los rizos de su cabello, - ajá, con los frasquitos de agua de su costado, - ajá, con los sudarios de diagonal donde pintaban con sapolín de puertas el tierno cuerpo de doncella dormida de perfil con la mano en el corazón - y que eran despachados por yardas en las trastiendas de los bazares de los hindúes, - un infundio descomunal sustentado en el supuesto de que
El cadáver disecado de su madre
- el cadáver continuaba incorrupto ante los ojos ávidos de la muchedumbre interminable que desfilaba por la nave mayor de la catedral, - cuando la verdad era bien distinta, excelencia, era que el cuerpo de su madre no estaba conservado por sus virtudes ni por los remiendos de parafina y los engaños de cosméticos que él había decidido por simple soberbia filial - sino que estaba disecado mediante las peores artes de taxidermia igual que los animales póstumos de los museos de ciencias - como lo comprobé con mis propias manos, madre, - destapé la urna de cristal cuyos emblemas funerarios se desbarataban con el aliento, - te quité la corona de azahares del cráneo enmohecido cuyos duros cabellos de crines de potranca habían sido arrancados de raíz hebra por hebra para venderlos como reliquias, - te saqué de entre: - los filamentos de revenidas piltrafas de novia - y los residuos áridos - y los atardeceres difíciles del salitre de la muerte - y apenas si pesaba más que un calabazo en el sol - y tenías un olor antiguo de fondo de baúl - y se sentía dentro de ti un desasosiego febril que parecía el rumor de tu alma - y era el tijereteo de las polillas que te carcomieron por dentro, - tus miembros se desbarataban solos cuando quise sostenerte en mis brazos - porque te habían desocupado las entrañas de todo lo que sostuvo tu cuerpo vivo de madre feliz dormida con la mano en el corazón - y te habían vuelto a rellenar con estropajos de modo que no quedaba nada de cuanto fue tuyo - nada más que un cascarón de hojaldres polvorientas que se desmigajó con sólo levantarlo en el aire fosforescente de las luciérnagas de tus huesos - y apenas se oyó el ruido de saltos de pulga de los ojos de vidrio en las losas de la iglesia crepuscular, - se volvió nada, era un reguero de escombros de madre demolida - que los alguaciles recogieron del suelo con una pala - para echarlo otra vez de cualquier modo dentro del cajón
La impavidez monolítica del sátrapa indescifrable
- ante la impavidez monolítica del sátrapa indescifrable - cuyos ojos de iguana no dejaron traslucir la menor emoción - ni siquiera cuando se quedó a solas en la berlina sin insignias - con el único hombre de este mundo que se había atrevido a ponerlo frente al espejo de la verdad,
El relente de los portales
- ambos contemplaban a través de la bruma de los visillos las hordas de menesterosos que reposaban de la tarde cálida en el relente de los portales - donde antes se vendían folletines de crímenes atroces y amores sin fortuna - y flores carnívoras - y frutos inconcebibles que comprometían la voluntad - y donde ahora sólo se sentía la bullaranga ensordecedora del baratillo de reliquias falsas de las ropas y el cuerpo de su madre Bendición Alvarado,
Hallazgos de monseñor Demetrio Aldous en la casa presidencial
- mientras él padecía la impresión nítida de que monseñor Demetrio Aldous había interferido su pensamiento cuando apartó la vista de las turbas de inválidos - y murmuró que a fin de cuentas algo bueno quedaba del rigor de su escrutinio - y era la certidumbre de que esta pobre gente quiere a su excelencia como a su propia vida, - pues monseñor Demetrio Aldous había vislumbrado la perfidia dentro de la propia casa presidencial, - había visto la codicia en la adulación y el servilismo matrero entre quienes medraban al amparo del poder, - y había conocido en cambio una nueva forma de amor en las recuas de menesterosos - que no esperaban nada de él porque no esperaban nada de nadie - y le profesaban una devoción terrestre que se podía coger con las manos - y una fidelidad sin ilusiones que ya quisiéramos nosotros para Dios, excelencia,
Se quedaba con la carga inmerecida de la verdad
- pero él ni siquiera parpadeó ante el asombro de aquella revelación que en otro tiempo le habría fruncido las entrañas, - ni siquiera suspiró sino que meditó para sí mismo con una inquietud recóndita - que no más eso faltaba, padre, sólo faltaba que nadie me quisiera ahora - que usted se va a disfrutar de la gloria de mi infortunio bajo las cúpulas de oro de su mundo falaz - mientras él se quedaba con la carga inmerecida de la verdad sin una madre solícita que lo ayudara a sobrellevarla, - más solo que la mano izquierda en esta patria que no escogí por mi voluntad sino que me la dieron hecha como usted la ha visto - que es como ha sido desde siempre con este sentimiento de irrealidad, con este olor a mierda, con esta gente sin historia que no cree en nada más que en la vida, - ésta es la patria que me impusieron sin preguntarme, padre, - con cuarenta grados de calor y noventa y ocho de humedad en la sombra capitonada de la berlina presidencial, - respirando polvo, atormentado por la perfidia de la potra que hacía un tenue silbido de cafetera en las audiencias, - sin nadie con quien perder una partida de dominó, ni nadie a quien creerle la verdad, padre, métase en mi pellejo, - pero no lo dijo, apenas suspiró, apenas hizo un parpadeo instantáneo y le suplicó a monseñor Demetrio Aldous que la conversación brutal de aquella tarde se quedara entre nosotros, - usted no me ha dicho nada, padre, yo no sé la verdad, prométamelo, - y monseñor Demetrio Aldous le prometió que por supuesto su excelencia no conoce la verdad, palabra de hombre.
Desordenes por suspensión del proceso de canonización
- La causa de Bendición Alvarado fue suspendida por insuficiencia de pruebas, - y el edicto de Roma se divulgó desde los pulpitos con licencia oficial junto con la determinación del gobierno de reprimir cualquier protesta o tentativa de desorden, - pero la fuerza pública no intervino cuando las hordas de peregrinos indignados hicieron hogueras en la Plaza de Armas con los portones de la basílica primada - y destruyeron a piedras los vitrales de ángeles y gladiadores de la Nunciatura Apostólica, - acabaron con todo, mi general, pero él no se movió de la hamaca, - asediaron el convento de las vizcaínas para dejarlas perecer sin recursos, - saquearon las iglesias, las casas de misiones, - rompieron todo lo que tenía que ver con los curas, mi general,
Proclamación de la santidad civil de Bendición Alvarado
- pero él permaneció inmóvil en la hamaca bajo la penumbra fresca de las trinitarias - hasta que los comandantes de su estado mayor en pleno se declararon incapaces de apaciguar los ánimos y restablecer el orden sin derramamientos de sangre como se había acordado, - y sólo entonces se incorporó, apareció en la oficina al cabo de tantos meses de desidia - y asumió de viva voz y de cuerpo presente la responsabilidad solemne de interpretar la voluntad popular mediante un decreto - que concibió por inspiración propia y dictó de su cuenta y riesgo - sin prevenir a las fuerzas armadas ni consultar a sus ministros, - Artículo primero. Y en cuyo artículo primero proclamó la santidad civil de Bendición Alvarado por decisión suprema del pueblo libre y soberano, - la nombró: - patrona de la nación, - curadora de los enfermos - y maestra de los pájaros - y se declaró día de fiesta nacional el de la fecha de su nacimiento, - Artículo segundo. Y el artículo segundo y a partir de la promulgación del presente decreto se declaró el estado de guerra entre esta nación y las potencias de la Santa Sede - con todas las consecuencias que para estos casos establecen el derecho de gentes y los tratados internacionales en vigencia, - Artículo tercero. Y en el artículo tercero se ordenó la expulsión inmediata, pública y solemne - del señor arzobispo primado y la consiguiente de los obispos, los prefectos apostólicos, los curas y las monjas y cuantas gentes nativas o forasteras tuvieran algo que ver con los asuntos de Dios en cualquier condición y bajo cualquier título - dentro de los límites del país y hasta cincuenta leguas marinas dentro de las aguas territoriales, - Artículo cuarto. Y se ordenó en el artículo cuarto y último la expropiación de los bienes de la iglesia, sus templos, sus conventos, sus colegios, sus tierras de labor con su dotación de herramientas y animales, los ingenios de azúcar, las fábricas y talleres - así como todo cuanto le perteneciera en realidad aunque estuviera registrado a nombre de terceros, - los cuales bienes pasaban a formar parte del patrimonio póstumo de santa Bendición Alvarado de los pájaros - para esplendor de su culto y grandeza de su memoria desde la fecha del presente decreto dictado de viva voz y firmado con el sello del anillo de esta autoridad máxima e inapelable del poder supremo, obedézcase y cúmplase.
Celebración de la canonización
- En medio de los cohetes de júbilo, las campanas de gloria y las músicas de gozo con que se celebró el acontecimiento de la canonización civil, - él se ocupó de cuerpo presente de que el decreto fuera cumplido sin maniobras equívocas para estar seguro de que no lo harían víctima de nuevos engaños,
Volvió a coger las riendas del poder
- volvió a coger las riendas de la realidad con sus firmes guantes de raso como en los tiempos de la gloria grande en que la gente le cerraba el paso en las escaleras para pedirle que restaurara las carreras de caballo en la calle y él mandaba, de acuerdo, - que restaurara las carreras de sacos y él mandaba, de acuerdo, - y aparecía en los ranchos más míseros a explicar cómo debían echarse las gallinas en los nidos y cómo se castraban los terneros,
Expropiación de miembros de la iglesia
- pues no se había conformado con la comprobación personal las minuciosas actas de inventarios de los bienes de la iglesia - sino que dirigió las ceremonias formales de expropiación para que no quedara ningún resquicio entre su voluntad y los actos cumplidos, - cotejó las verdades de los papeles con las verdades engañosas de la vida real, - vigiló la expulsión de las comunidades mayores a las cuales se atribuía el propósito de sacar escondidos en talegos de doble fondo y corpiños amañados los tesoros secretos del último virrey - que permanecían sepultados en cementerios de pobres a pesar del encarnizamiento con que los caudillos federales los habían buscado en los largos años de guerras,
Expulsión de curas
- y no sólo ordenó que ningún miembro de la iglesia llevara consigo más equipaje que una muda de ropa - sino que decidió sin apelación que fueran embarcados desnudos como sus madres los parieron, - los rudos curas de pueblo a quienes les daba lo mismo andar vestidos o en cueros siempre que les cambiaran el destino, - los prefectos de tierras de misiones devastados por la malaria, - los obispos lampiños y dignos,
Expulsión de monjas
- y detrás de ellos las mujeres, las tímidas hermanas de la caridad, - las misioneras cimarronas acostumbradas a desbravar la naturaleza y hacer brotar legumbres en el desierto, - y las vizcaínas esbeltas tocadoras de clavicordio - y las salesianas de manos finas y cuerpos intactos, - pues aun en los puros cueros con que habían sido echadas al mundo era posible distinguir sus orígenes de clase, la diversidad de su condición y la desigualdad de su oficio - a medida que desfilaban por entre bultos de cacao y costales de bagre salado en el inmenso galpón de la aduana,
Bajo la mirada del anciano general
- pasaban en un tumulto giratorio de ovejas azoradas con los brazos en cruz sobre el pecho tratando de esconder la vergüenza de las unas con la de las otras - ante el anciano que parecía de piedra bajo los ventiladores de aspas, - que las miraba sin respirar, sin mover los ojos del espacio fijo por donde tenía que pasar sin remedio el torrente de mujeres desnudas, - las contempló impasible, sin pestañear, hasta que no quedó ni una en el territorio de la nación, pues éstas fueron las últimas mi general,
Separó a una de las novicias asustadas
- y sin embargo él recordaba sólo una que había separado con un simple golpe de vista del tropel de novicias asustadas, - la distinguió entre las otras a pesar de que no era distinta, - era pequeña y maciza, robusta, de nalgas opulentas, de tetas grandes y ciegas, de manos torpes, de sexo abrupto, de cabellos cortados con tijeras de podar, de dientes separados y firmes como hachas, de nariz escasa, de pies planos, - una novicia mediocre, como todas, pero él sintió que era la única mujer en la piara de mujeres desnudas, - la única que al pasar frente a él sin mirarlo dejó un rastro oscuro de animal de monte - que se llevó mi aire de vivir y apenas si tuvo tiempo de cambiar la mirada imperceptible para verla por segunda vez para siempre jamás
La tuvo por el resto de su vida
- cuando el oficial de los servicios de identificación encontró el nombre por orden alfabético en la nómina y gritó Nazareno Leticia, y ella contestó con voz de hombre, presente. - Así la tuvo por el resto de su vida, presente, hasta que las últimas nostalgias se le escurrieron por las grietas de la memoria - y sólo permaneció la imagen de ella en la tira de papel en que había escrito Leticia Nazareno de mi alma mira en lo que he quedado sin ti, - la escondió en el resquicio donde guardaba la miel de abeja, - la releía cuando sabía que no era visto, la volvía a enrollar
Repatriación de Leticia Nazareno
- después de revivir por un instante fugaz la tarde inmemorial de lluvias radiantes - en que lo sorprendieron con la novedad mi general de que te habían repatriado en cumplimiento de una orden que él no dio, - pues no había hecho más que murmurar Leticia Nazareno mientras contemplaba el último carguero de ceniza que se hundió en el horizonte, - Leticia Nazareno, repitió en voz alta para no olvidar el nombre, y eso había bastado para que los servicios de la seguridad presidencial la secuestraran del convento de Jamaica - y la sacaron amordazada y con una camisa de fuerza dentro de una caja de pino con sunchos lacrados y letreros de alquitrán de frágil do not drop this side up - y una licencia de exportación en regla con la debida franquicia consular de dos mil ochocientas copas de champaña de cristal legítimo para la bodega presidencial, - la embarcaron de regreso en la bodega de un barco carbonero y la pusieron desnuda y narcotizada en la cama de capiteles del dormitorio de invitados de honor - como él había de recordarla a las tres de la tarde bajo la luz de harina del mosquitero, - tenía el mismo sosiego de sueño natural de otras tantas mujeres inertes que le habían servido sin solicitarlas - y que él había hecho suyas en aquel cuarto sin despertarlas siquiera del letargo de luminal - y atormentado por un terrible sentimiento de desamparo y de derrota,
La habían echado a perder tratando de componerla
- sólo que a Leticia Nazareno no la tocó, la contempló dormida con una especie de asombro infantil sorprendido de cuánto había cambiado su desnudez desde que la vio en los galpones del puerto, - le habían rizado el cabello, la habían afeitado por completo hasta los resquicios más íntimos y le habían barnizado de rojo las uñas de las manos y los pies - y le habían puesto carmín en los labios y colorete en las mejillas y almizcle en los párpados y exhalaba una fragancia dulce que acabó con tu rastro escondido de animal de monte, qué vaina, - la habían echado a perder tratando de componerla, - la habían vuelto tan distinta que él no conseguía verla desnuda debajo de los afeites torpes mientras la contemplaba sumergida en el éxtasis de luminal, - la vio salir a flote, la vio despertar, la vio verlo, madre, era ella, Leticia Nazareno de mi desconcierto - petrificada de terror ante el anciano pétreo que la contemplaba sin clemencia a través de los vapores tenues del mosquitero, - asustada de los propósitos imprevisibles de su silencio porque no podía imaginarse que a pesar de sus años incontables y su poder sin medidas él estaba más asustado que ella,
Fuente: El otoño del patriarca de Gabriel García Marqués Enviado por: Rafael Bolívar Grimaldos - rbolivarg@hotmail.es En Letras-Uruguay desde el 14 de julio de 2012 |
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