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17. Atentado contra Demetrio Aldous, auditor de la
Sagrada Congregación del Rito |
Gabriel José de la Concordia García Márquez (1927 - ) es un escritor, novelista, cuentista, guionista y periodista colombiano. En 1982 recibió el Premio Nobel de Literatura. Es conocido familiarmente y por sus amigos como Gabo.
Qué cura tan macho Escrutinio en la tenebrosa mansión de los suburbios Bendición Alvarado abandonaba a la felicidad de sus sirvientas Bendición Alvarado atendiendo emergencias de los vecinos Escrutinio por los limbos glaciales del páramo La carga de disparate de la pajarera Habrá que venadear al resbaladizo fiscal de Satanás Imagen verídica de su madre Bendición Alvarado Identidad de su hijo Atentado contra el eritreno En busca del traidor Lo encontraron con las heridas cauterizadas Una verdad ineludible y brutal Testimonios pagados con dinero
Qué cura tan macho - intoxicado de café cerrero, envenenado del tabaco rancio del cigarro que encendía con el cabo del anterior, - despechugado como un boga mi general, qué cura tan macho, - sí señor, decía él, muy macho, a cada quien lo suyo, trabajando sin tregua, - sin comer nada para no perder el tiempo hasta bien entrada la noche, - pero aun entonces no se daba al descanso sino que aparecía recién bañado en las fondas del muelle con la sotana de lienzo remendada con parches cuadrados, - llegaba muerto de hambre, se sentaba en el largo mesón de tablas a compartir el sancocho de bocachico con los estibadores, - descuartizaba el pescado con los dedos, trituraba hasta los huesos con aquellos dientes luciferinos que tenían su propia lumbre en la oscuridad, - se tomaba la sopa por el borde del plato como los coralibes mi general, si usted lo viera, - confundido con el paraco humano de los veleros astrosos que zarpaban cargados de marimondas y guineo verde, - cargados de remesas de putas biches para los hoteles de vidrio de Curazao, - para Guantánamo, padre, para Santiago de los Caballeros que ni siquiera tiene mar para llegar, padre, - para las islas más bellas y más tristes del mundo con que seguíamos soñando hasta los primeros resplandores del alba, padre, - acuérdese qué distintos nos quedábamos cuando las goletas se iban, - acuérdese del loro que adivinaba el porvenir en la casa de Matilde Arenales, - las jaibas que se salían caminando de los platos de sopa, - el viento de tiburones, los tambores remotos, la vida, padre, la cabrona vida, muchachos, - porque habla como nosotros mi general, como si hubiera nacido en el barrio de las peleas de perro, - jugaba a la pelota en la playa, - aprendió a tocar el acordeón mejor que los vallenatos, cantaba mejor que ellos, - aprendió la lengua florida de los vaporinos, - les mamaba gallo en latín, se emborrachaba con ellos en los tugurios de maricas del mercado, - se peleó con uno de ellos porque habló mal de Dios, se fajaron a trompadas mi general, - qué hacemos, y él ordenó que nadie los separe, les hicieron rueda, ganó, ganó el cura mi general, yo lo sabía, dijo él, complacido, - es un macho, y menos frívolo de lo que todo el mundo se imaginaba, Escrutinio en la tenebrosa mansión de los suburbios - pues en aquellas noches turbulentas averiguó tantas verdades como en las jornadas agotadoras del palacio de la Nunciatura Apostólica, - muchas más que en la tenebrosa mansión de los suburbios que había explorado sin permiso - una tarde de lluvias grandes en que creyó burlar la vigilancia insomne de los servicios de la seguridad presidencial, - la escudriñó hasta el último resquicio ensopado por la lluvia interior de las goteras del techo, Bendición Alvarado abandonaba a la felicidad de sus sirvientas - atrapado por los tremedales de malanga y las camelias venenosas de los dormitorios espléndidos que Bendición Alvarado abandonaba a la felicidad de sus sirvientas, - porque era buena, padre, era humilde, las ponía a dormir en sábanas de percal mientras ella dormía sobre la estera pelada en un camastro de cuartel, - las dejaba vestirse con sus ropas de domingo de primera dama, se perfumaban con sus sales de baño, - retozaban desnudas con los ordenanzas en las espumas de colores de las bañeras de peltre con patas de león, - vivían como reinas mientras a ella se le iba la vida pintorreteando pájaros, - cocinando sus mazamorras de legumbres en el anafe de leña Bendición Alvarado atendiendo emergencias de los vecinos - y cultivando plantas de botica para las emergencias de los vecinos que la despertaban a medianoche con: - que tengo un espasmo de vientre, señora, y ella les daba a masticar semillas de mastuerzo, - que el ahijado tiene el ojo torcido, y ella le daba un vermífugo de epazote, - que me voy a morir, señora, pero no se morían porque ella tenía la salud en la mano, - era una santa viva, padre, andaba en su propio espacio de pureza por aquella mansión de placer - donde había llovido sin piedad desde que se la llevaron a la fuerza para la casa presidencial, - llovía sobre los lotos del piano, sobre la mesa de alabastro del comedor suntuoso - que Bendición Alvarado no utilizó nunca porque es como sentarse a comer en un altar, imagínese, padre, qué presentimiento de santa, - pero a pesar de los testimonios febriles de los vecinos el abogado del diablo encontró: - más vestigios de timidez que de humildad entre los escombros, más pruebas de pobreza de espíritu que de abnegación entre los Neptunos de ébano y los pedazos de demonios nativos y ángeles militares que flotaban en el manglar de las antiguas salas de baile, - y en cambio no encontró el menor rastro de ese otro dios difícil, uno y trino, - que lo había mandado desde las ardientes llanuras de Abisinia a buscar la verdad donde no había estado nunca, porque no encontró nada mi general, lo que se dice nada, qué vaina. Escrutinio por los limbos glaciales del páramo - Sin embargo, monseñor Demetrio Aldous no se conformó con el escrutinio de la ciudad - sino que se trepó a lomo de mula por los limbos glaciales del páramo tratando de encontrar las semillas de la santidad de Bendición Alvarado donde su imagen no estuviera todavía pervertida por el resplandor del poder, - surgía de entre la niebla envuelto en una manta de salteador y con unas botas de siete leguas - como una aparición satánica que al principio suscitaba el miedo y después el asombro y por último la curiosidad de los cachacos que nunca habían visto un ser humano de aquel color, - pero el astuto eritreno los incitaba a que lo tocaran para convencerlos de que no soltaba alquitrán, - les mostraba los dientes en las tinieblas, - se emborrachaba con ellos comiendo queso de mano y bebiendo chicha en la misma totuma para ganarse su confianza La carga de disparate de la pajarera · en las tiendas lúgubres de las veredas donde en los albores de otros siglos habían conocido una pajarera de solemnidad agobiada por la carga de disparate de los huacales: - de pollitos pintados de ruiseñores, tucanes de oro, - guacharacas disfrazadas de pavorreales para engañar montunos en los domingos fúnebres de las ferias del páramo, · se sentaba ahí, padre, en la resolana de los fogones, esperando que alguien le hiciera la caridad de acostarse con ella en los pellejos de melaza de la trastienda, - para comer, padre, no más que para comer, porque nadie era tan montuno para comprarle aquellos mamarrachos de pacotilla que se desteñían con las primeras lluvias y se desbarataban al caminar, - sólo ella era tan cándida, padre, santa bendición de los pájaros, o de los páramos, como uno quiera, - pues nadie sabía a ciencia cierta cuál era su nombre de entonces ni cuándo empezó a llamarse Bendición Alvarado que no debía de ser su nombre de origen porque no es nombre de estos rumbos sino de gente de mar, Habrá que venadear al resbaladizo fiscal de Satanás - qué vaina, hasta eso lo había averiguado el resbaladizo fiscal de Satanás que todo lo descubría y lo desentrañaba - a pesar de los sicarios de la seguridad presidencial que le enredaban los hilos de la verdad y le ponían estorbos invisibles, cómo le parece, mi general, - habrá que venadearlo en un despeñadero, habrá que resbalarle la mula, - pero él lo impidió con la orden personal de vigilarlo pero preservando su integridad física repito preservando integridad física - permitiendo absoluta libertad, todas las facilidades para el cumplimiento de su misión por mandato inapelable de esta autoridad máxima obedézcase cúmplase, firmado, yo, Imagen verídica de su madre Bendición Alvarado - e insistió, consciente de que con aquella determinación asumía el riesgo terrible de conocer la imagen verídica de su madre Bendición Alvarado - en los tiempos prohibidos en que todavía era joven, era lánguida, - andaba envuelta en harapos, descalza, y tenía que comer por el bajo vientre, - pero era bella, padre, y era tan cándida: - que completaba los loros más baratos con colas de gallos finos para hacerlos pasar por guacamayas, - reparaba gallinas baldadas con plumas de abanicos de pavos para venderlas como aves del paraíso, - nadie se lo creía, por supuesto, nadie caía por inocente en los orzuelos de la pajarera solitaria - que susurraba entre la niebla de los mercados dominicales a ver quién dijo uno y se la lleva gratis, - pues todo el mundo la recordaba en el páramo por su ingenuidad y su pobreza, Identidad de su hijo - y sin embargo parecía imposible demostrar su identidad porque en los archivos del monasterio donde la habían bautizado no se encontró la hoja de su acta de nacimiento - y en cambio se encontraron tres distintas del hijo y en todas era él - tres veces distinto, tres veces concebido en tres ocasiones distintas, tres veces parido mal por la gracia de los artífices de la historia patria - que habían embrollado los hilos de la realidad para que nadie pudiera descifrar el secreto de su origen, Atentado contra el eritreno - el misterio oculto que sólo el eritreno consiguió rastrear apartando los numerosos engaños superpuestos, - pues lo había vislumbrado, mi general, lo tenía al alcance de la mano cuando sonó el disparo inmenso que seguía repercutiendo en los espinazos grises y las cañadas profundas de la cordillera - y se oyó el interminable aullido de pavor de la mula desbarrancada que iba cayendo en un vértigo sin fondo - desde la cumbre de las nieves perpetuas a través de - los climas sucesivos e instantáneos de los cromos de ciencias naturales del precipicio - y el nacimiento exiguo de las grandes aguas navegables - y las cornisas escarpadas por donde se trepaban a lomo de indio con sus herbarios secretos los doctores sabios de la expedición botánica, - y las mesetas de magnolias silvestres donde pacían las ovejas de tibia lana - que nos proporcionaban sustento generoso y abrigo y buen ejemplo - y las mansiones de los cafetales con sus guirnaldas de papel en los balcones solitarios - y sus enfermos interminables - y el fragor perpetuo de los ríos turbulentos de los límites arcifinios - donde empezaba el calor y había al atardecer unas ráfagas pestilentes de muerto viejo - muerto a traición muerto solo en las plantaciones de cacao de grandes hojas persistentes y flores encarnadas y frutos de baya - cuyas semillas se usaban como principal ingrediente del chocolate - y el sol inmóvil y el polvo ardiente y la cucúrbita pepo y la cucúrbita melo - y las vacas flacas y tristes del departamento del atlántico - la única escuela de caridad a doscientas leguas a la redonda - y la exhalación de la mula todavía viva que se despanzurró con una explosión de guanábana suculenta entre las matas de guineo y las gallinitas espantadas del fondo del abismo, carajo, - lo venadearon, mi general, lo habían cazado con un rifle de tigre en el desfiladero del Ánima Sola a pesar del amparo de mi autoridad, hijos de puta, - a pesar de mis telegramas terminantes, carajo, En busca del traidor - pero ahora van a saber quién es quién, roncaba, masticaba espuma de hiel - no tanto por la rabia de la desobediencia como por la certeza de que algo grande le ocultaban si se habían atrevido a contrariar las centellas de su poder, - vigilaba el aliento de quienes lo informaban porque sabía que sólo quien conociera la verdad tendría valor para mentirle, - escudriñaba las intenciones secretas del alto mando para ver cuál de ellos era el traidor, - tú a quien saqué de la nada, tú a quien puse a dormir en cama de oro después de haberte encontrado por los suelos, - tú a quien salvé la vida, tú a quien compré por más dinero que a cualquiera, - todos ustedes, hijos de mala madre, pues sólo uno de ellos podía atreverse a deshonrar un telegrama firmado con mi nombre y refrendado con el lacre del anillo de su poder, - de modo que asumió el mando personal de la operación de rescate - con la orden irrepetible de que en un plazo máximo de cuarentiocho horas lo encuentren vivo y me lo traen - y si lo encuentran muerto me lo traen vivo y si no lo encuentran me lo traen, una orden tan inequívoca y temible Lo encontraron con las heridas cauterizadas - que antes del plazo previsto le vinieron con la novedad mi general - de que lo habían encontrado en los matorrales del precipicio con las heridas cauterizadas por las flores de oro de los frailejones, - más vivo que nosotros, mi general, sano y salvo por la virtud de su madre Bendición Alvarado - que una vez más daba muestras de su clemencia y su poder en la propia persona de quien había tratado de perjudicar su memoria, - lo bajaron por trochas de indios en una hamaca colgada de un palo - con una escolta de granaderos y precedido por un alguacil de a caballo que tocaba un cencerro de misa mayor para que todo el mundo supiera que esto es asunto del que manda, - lo pusieron en el dormitorio de invitados de honor de la casa presidencial bajo la responsabilidad inmediata del ministro de la salud - hasta que pudo dar término final al terrible expediente escrito de su puño y letra - y refrendado con sus iniciales en la margen derecha de cada uno de los trescientos cincuenta folios de cada uno de los estos siete volúmenes - que firmo con mi nombre y mi rúbrica y garantizo con mi sello a los catorce días del mes de abril de este año de gracia de Nuestro Señor, - yo, Demetrio Aldous, auditor de la Sagrada Congregación del Rito, postulador y promotor de la fe, - por mandato de la Constitución Inmensa y para esplendor de la justicia de los hombres en la tierra y mayor gloria de Dios en los cielos afirmo y demuestro que ésta es la única verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, excelencia, aquí la tiene. Una verdad ineludible y brutal - Allí estaba, en efecto, cautiva en siete biblias lacradas, tan ineludible y brutal - que sólo un hombre inmune a los hechizos de la gloria y ajeno a los intereses de su poder - se atrevió a exponerla en carne viva ante el anciano impasible que lo escuchó sin parpadear abanicándose en el mecedor de mimbre, - que apenas suspiraba después de cada revelación mortal, que apenas decía ajá cada vez que veía encenderse la luz de la verdad, - ajá, repetía, espantando con el sombrero las moscas de abril alborotadas por las sobras del almuerzo, - tragando verdades enteras, amargas, - verdades como brasas que le quedaban ardiendo en las tinieblas del corazón, - pues todo había sido una farsa, excelencia, un aparato de farándula que él mismo montó sin proponérselo - cuando decidió que el cadáver de su madre fuera expuesto a la veneración pública en un catafalco de hielo - mucho antes de que nadie pensara en los méritos de tu santidad - y sólo por desmentir la maledicencia de que estabas podrida antes de morir, - un engaño de circo en el cual él mismo había incurrido sin saberlo desde que le vinieron con la novedad mi general de que su madre Bendición Alvarado estaba haciendo milagros - y había ordenado que llevaran el cuerpo en procesión magnifica hasta los rincones más ignotos de su vasto país sin estatuas - para que nadie se quedara sin conocer el premio a tus virtudes después de tantos años de mortificaciones estériles, - después de tantos pájaros pintados sin ningún beneficio, madre, - después de tanto amor sin gracia, Testimonios pagados con dinero - aunque nunca se me hubiera ocurrido pensar que aquella orden se había de convertir en la patraña de los falsos hidrópicos a quienes les pagaban para que se desaguaran en público, - le habían pagado doscientos pesos a un falso muerto que se salió de la sepultura y apareció caminando de rodillas entre la muchedumbre espantada con el sudario en piltrafas y la boca llena de tierra, - le habían pagado ochenta pesos a una gitana que fingió parir en plena calle un engendro de dos cabezas como castigo por haber dicho que los milagros eran un negocio del gobierno, y eso era, - no había un solo testimonio que no fuera pagado con dinero, Fuente: El otoño del patriarca de Gabriel García Marqués Enviado por: Rafael Bolívar Grimaldos - rbolivarg@hotmail.es En Letras-Uruguay desde el 3 de julio de 2012 |
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