La categoría sostenibilidad, tomada en su sentido amplio y no reducida
solo al desarrollo, abarca toda acción enfocada a mantener a los seres
en la existencia, porque tienen derecho a coexistir con nosotros, y sólo
a partir de esta convivencia utilizamos, con sobriedad y respeto, una
parte de ellos para atender nuestras necesidades, preservándolos también
para las generaciones futuras.
Dentro de esta concepción cabe también el Universo. Hoy sabemos por la
nueva cosmología que estamos hechos de polvo de estrellas y nos sostiene
y pasa por nosotros la misteriosa Energía de Fondo que alimenta todo y
que se desdobla en las cuatro fuerzas –la gravitatoria, la
electromagnética, la nuclear fuerte y la débil– que, actuando siempre
juntas, nos mantienen así como somos.
Como seres conscientes e inteligentes tenemos nuestro lugar y nuestra
función dentro del proceso cosmogénico. Si no somos el centro de todo,
seguramente somos una de esas puntas avanzadas por las cuales el
universo se vuelve sobre sí mismo, es decir, se vuelve consciente. El
principio antrópico débil nos permite decir que, para ser lo que somos,
todas las energías y procesos de la evolución se organizaron de forma
tan articulada y sutil que hicieron posible nuestra aparición. En caso
contrario, yo no estaría ahora escribiendo aquí.
A través de nosotros, el universo y la Tierra se ven y se contemplan a
sí mismos. La capacidad de ver surgió have 600 millones de años. Hasta
entonces la Tierra era ciega. El cielo profundo y estrellado, las
cataratas de Iguaçu, donde me encuentro ahora, el verdor de las selvas
de aquí al lado, no se podían ver. A través de nuestra vista, la Tierra
y el universo pueden ver toda esta indescriptible belleza.
Los pueblos originarios, de los andinos a los samis del ártico, se
sentían unidos al universo, como hermanos y hermanas de las estrellas,
formando una gran familia cósmica. Nosotros hemos perdido ese
sentimiento de pertenencia mutua. Ellos sentían que las fuerzas cósmicas
equilibraban el curso de todos los seres y actuaban en su interior.
Vivir en consonancia con estas energías fundamentales era llevar una
vida sostenible y llena de sentido.
Sabemos por la física cuántica que la conciencia y el mundo material
están conectados y que la manera que un científico escoge para hacer su
observación afecta al objeto observado. Observador y objeto observado se
encuentran indisolublemente ligados. De ahí que la inclusión de la
conciencia en las teorías científicas y en la propia realidad del cosmos
es un dato ya asimilado por gran parte de la comunidad científica.
Formamos, efectivamente, un todo complejo y diversificado.
Son conocidas las figuras de los chamanes, tan presentes en el mundo
antiguo y que hoy están volviendo con renovado vigor, como lo ha
mostrado el físico cuántico P. Drouot en su libro El chamán, el físico y
el místico (Vergara 2001) que tuve el honor de prologar. El chamán vive
un estado de conciencia singular que lo have entrar en contacto íntimo
con las energías cósmicas. Entiende la llamada de las montañas, de los
lagos, de los bosques y selvas, de los animales y de los seres humanos.
Sabe conducir tales energías para fines curativos y para armonizarlas
con el todo.
En el interior de cada uno de nosotros existe escondida la dimensión
chamánica. Esa energía chamánica nos have quedar en silencio ante la
grandeza del mar, vibrar con la mirada de otra persona, estremecernos
ante un recién nacido. Necesitamos liberar esta dimensión chamánica en
nosotros para entrar en sintonía con todo lo que nos rodea y sentirnos
en paz.
Nuestro deseo de viajar con las naves espaciales por el espacio cósmico,
¿no será tal vez el deseo arquetípico de buscar nuestros orígenes
estelares y el ímpetu de regresar al lugar de nuestro nacimiento? Varios
astronautas expresaron ideas semejantes. Esta incontenible búsqueda
nuestra de equilibrio con todo el universo y de sentirnos parte del
universo pertenece a la noción inteligible de la sostenibilidad.
La sostenibilidad lleva consigo la valoración de este capital humano y
espiritual cuyo efecto es producirnos respeto y sentido de sacralidad
ante todas las realidades, valores estos que alimentan la ecología
profunda y que nos ayudan a respetar y a vivir en sintonía con la Madre
Tierra. Hoy se have urgente esta actitud para moderar la fuerza
destructiva que en las últimas décadas se ha apoderado de nosotros. |