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Remanso Valerio
Héctor Berenguer

                   I 

Nosotros preguntamos 
y los hombres son nuestras preguntas. 
Cada vida una pregunta.
¿Mientras dura la pregunta, vive el hombre que la habita? 
El imposible lugar de todo hombre es ser una pregunta. 
Fuego que al arder se hace lumbre interrogante. 
El que halle su vida, será uno como nosotros. 
En un día como hoy, en esta hora, 
que es cualquier hora, 
en esta costa frente al gran remanso 
que oculta y libera las aguas 
de las redes del mundo. 

                 II

No sé quien soy… 
quizás sea un pequeño punto 
y un círculo dentro del gran río, 
Imagen refleja e invertida, 
donde corre la rueda de lo eterno. 
Los muertos del remanso ya se han ido, 
sus tumbas de agua se abrieron hace tiempo, 
ni un grano de arena será infinito sin poder aniquilarse. 
Babas del diablo en la cruz del espino. 
En mi boca sus bocas olvidadas 
en mis manos sus manos 
de arena derramada. 

                 III

Este es mi templo
resurrecciones que el tiempo no protegerá.
Un poeta desaparece en su poesía
para ser vocablo vivo en otros hombres.
Lo que escribo escapará de esta hoja de papel,
la obra de este día será por siempre obra inconclusa.
Envejecer, morir y perderse en el destiempo de mis muertos,
entre las infinitas formas del olvido.

                  IV

La vida esculpe un rostro en cada uno,
huella dactilar de aquel instante prodigioso, que más tarde
es memoria irrefutable de que hemos existido
y que una vez fuimos ojos asombrados 
que se abrieron al amor y la muerte.
Ente las aguas que lastran los años y sus consecuencias.

                   V

Cualquier tiempo fue un mal tiempo -decía Borges-. 
Pero nuestra generación, nació y vivió en tiempos de infortunio. 
Muchos resistimos estoicos las miserias de las tiranías,
cuando las palabras se hicieron amigas de la muerte y se sentía
el dolor constante de estar de pie en este mundo y en el lugar del otro. 
¿Qué pasó con nosotros derivados en anónimas ausencias 
o abrazados en un deseo insaciable superior a todas las angustias? 

                  VI

Cuando la muerte se dejaba sentir a cada instante 
o en cada latido había un peligro ¿Dónde estabas? 
¿Tengo todo el derecho de preguntarte dónde estabas? 
El tiempo que todo lo miente y lo desmiente, 
te ha hecho lábil y no te reconoces.
(Hoy ya nadie se reconoce). 
Solo hay razones para explicar la falta de razones. 
Agua, corona de espinas del gran remanso, 
trozo de luz y tiempo en desnudez, 
cae sobre nosotros y desnúdanos el alma. 
Ahora, que locos de miedo buscamos una eternidad de perros hambrientos.
Estrecho mundo de insignificancias que de durar mil años siempre será el mismo.

                  VII

¡Pobreza infinita de la imaginación!
Ese querer perpetuarnos para como dioses con almas de mendigos.
Sólo ha de perdurar la entrega sin medida del que se perdió en anónima osadía.
Aún cuando su entrega fuera nada, dentro de su tiempo,
aún cuando los dueños de su historia fueran sus verdugos.
Los que son y serán siempre lupus, lumpen, 
los asesinos de la palabra 
que sobreviven en un mundo de mentiras compartidas.
Así sobrevive la “simiente de lobo” la que atormentó a Celan hasta arrojarlo al Cena.
Lengua madre que solo reconoces vocablos de necesidad y de escarmiento.
Quizás por eso es que entre todos, construimos esta historia de ilusiones muertas. 

                 VIII

Leo las aguas y las aguas me escriben 
Indigencia del hombre ante los nobles propósitos 
ahora que es verano y lo que estaba cerrado vuelve a abrirse. 
El hombre tiene la tierra por modelo decía Lao Tzé 
Ya nadie puede observar un mandato junto al ciruelo en flor. 
La mirada de las aguas, es el camino de un dios desconocido, 
el hombre viejo mira el remanso en círculos de compasión,
Sabe que arrastrará por siempre cadáveres sin nombre y en nombre de todos, 
por eso es que los hijos de esta tierra veneramos la luna entre las aguas 
como los egipcios a sus muertos sagrados.
Quizás porque esa otra vida siempre ha sido mas cierta que estas dos miradas, 
estas dos mitades que se repelen mutuamente.

Héctor Berenguer  

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