Sobre un relato de Estrella Betances de Pujadas:
Jeremías |
Para ahondar en la obra de Estrella Betances de Pujadas, es necesario conocer un poco de su vida. Ella es dominicana, por lo que supo del dolor y del horror de la tiranía trujillista. Vio sufrir, tanto a su pueblo como a su familia. Al decir de Gerardo Piña-Rosales, académico de la Academia Norteamericana de la Lengua Española –por los avatares de sus mismas experiencias y las circunstancias que la rodean– es ácido testigo de su tiempo. (pág.15)[1] Estrella es mujer, por lo que no puede dejar de ver a través del otro; y es poeta, debido a esto su pluma se agiganta y su corazón estalla. Además tiene imaginación y oficio, cosas que le permiten hacer filigrana de una tela de araña, como en uno de sus cuentos cortos más logrado. Pero no termina todo acá: Estrella hace gala de un humor poco común que nos da el respiro necesario cuando, entre líneas, vislumbramos aflicción. Es muy difícil, dada la vastedad de su obra, hacer un análisis exhaustivo en pocas líneas ya que ha incursionado en ensayo, con su aguda e inteligente mirada, publicando, entre otros, dos libros esclarecedores sobre la historia de su amada isla y su situación política actual: “Origen y proyecciones del protectoralismo dominicano” –sobre las tendencias anexionistas que suelen querer unir el destino dominicano al de los Estados Unidos–, con palabras previas de Carlos Federico Pérez, y “Asuntos Dominicanos, Literatura, Arte y Cultura”, pintoresco ensayo donde describe la sociedad de su patria en la época en la que vivía en ella. Cuenta también con un ensayo publicado en la antología “Las minorías determinantes”, donde aborda aspectos de “La creación del Estado de Israel”. Tiene en su haber varios libros de poesía, uno es “De las entrañas de las criaturas y de la tierra”, que incluye también prosa, y otro “Desde la sima de lo mundano hasta la cima de lo espiritual”, ambos con la tapa ilustrada por una de sus nietas, Maddie Pujadas; y cierta poesía mística, profunda y sentida, que invita a la meditación y que provocó y provoca la admiración de más de un poeta de nuestra tierra. Ha escrito varios libros de cuentos: “Unos cuentos para padres con sus niños”, “Entre bromas y entre veras, síntesis y moralejas”, “Perico Grillo se va a Nueva York y otros relatos”. No faltaron, tampoco, dos libros de recetas de cocina. Estrella, inclinada por las artes, además de ser una profesora muy estimada por sus alumnos, ha recibido numerosos premios, distinciones y reconocimientos académicos en Estados Unidos y en el mundo. Del
libro “Perico Grillo se va a Nueva York y otros relatos”[2],
es que tomamos “Jeremías”. Elegí
este relato, evocativo y vivencial, de entre toda su obra porque reúne, a
mi entender y en apretada síntesis, el espíritu de Estrella, su
sensibilidad, su poesía, su magia y su imaginación; en él también están
presentes el amor por la familia, por los suyos, y el sentimiento de
hermandad para con sus semejantes. No le falta tampoco el toque de
fino
humor que la caracteriza. Por otro lado está presente el odio hacia el
despotismo del tirano que tanto daño causó a sus compatriotas. Me emocionó cuando lo
leyó en California, y aún recuerdo el tono de su voz, su encantadora
manera de decirlo, y hasta el quiebre por la emoción y el pedido de
disculpas por haberse dejado ganar por los recuerdos. Para mí, ese
momento permanece imborrable. “Jeremías” comienza con el entierro de la abuela de Estrella, mujer de carácter: ...en la casa, ella era tan “jefe” como Trujillo en el país. (pág. 89) Y de corazón abierto: ...había salvado una vida arriesgando la propia... (pág.92)A partir de ese entierro, en un día lluvioso y triste, y a medida que nos vamos adentrando en él, descubrimos palabras y modismos que muestran una forma muy personal de decir y un giro poético mezclado con un sentimiento profundo. En sus líneas se concentra un trozo de su infancia, sus recuerdos más amados y el dolor por la pérdida de uno de los seres más queridos e importantes de su niñez: su abuela ...me ovillé dentro de mis pensamientos y detrás de una columna, inicié silente mi propio homenaje. (pág.85) Este amoroso testimonio la lleva a evocar el horror y la tristeza que se vivieron en su patria durante la masacre haitiana de 1937, en la cual se produjo ...la desaparición de Yeremí. (pág.85) En pocas líneas y sin golpes bajos, plantea el clima familiar y el afecto por el desaparecido ...Los tíos se empotraron en los butacones para competir, consciente o inconscientemente, por quién languideciera más ante el agobio causado por su ausencia. (pág.85) Era el tiempo del terror. El sátrapa gobernaba Santo Domingo. En esa época de la masacre, hasta los niños eran llevados para ser luego ...aventados a los perros realengos, o a los tiburones... (pág.86) el riesgo también se extendía a los ciudadanos que trataban de averiguar sobre los ausentes pues podía ser a ellos ...a quienes lleven los esbirros... (pág.86) ya que quienes querían saber demasiado corrían peligro. Con
la desaparición y el recuerdo del haitiano Yeremí, Estrella Betances de
Pujadas, dibuja una obra de arte a través de la cual revive una época
siniestra. Lo hace de tal modo que no lastima, sino que encanta. “Era
mi abuela –dice la autora y su voz se llena de ternura–
Mi abuela era un personaje. Como también lo era Yeremí. Cuando se
produjo el terremoto que tiró casas por toda la isla y no la encontrábamos,
estaba bajo el árbol de mango, apantallándose y conversando con el
haitiano”. Este
hombre se había ganado un espacio muy importante en la vida de la familia
y la imposibilidad de defenderlo de la masacre, de la persecución y de la
gran injusticia que se estaba perpetrando en la isla, los lastimaba
profundamente. Yeremí era un ...espigado esqueleto forrado con puro pellejo, acartonado y bruno... (pág.87) que un día apareció en la casa y se instaló en ella. Un haitiano que pese al temor que su presencia inspiraba, más pudo la sensibilidad y la intuición de mujer, pues bastó una sonrisa del recién llegado en busca de trabajo, que al hacerlo ...guiñó sus ojitos endrinados con unos destellos de simpatía que perforaron la resistencia de abuela. (pág.87) Y se robó el corazón de todos. La autora va tamizando el relato con los acontecimientos que se vivían fuera del ámbito protegido de la casa. Entre líneas se filtran los acontecimientos políticos que, sin poder evitarlo y a partir de la ausencia de Yeremí, los llenan de profunda pena. Estrella Betances de Pujadas nos conduce al jardín, y nos ubica ante la verja en la que ella solía sentarse, de niña, bajo el amparo de la copa de un enorme árbol de mango que ...les refrescaba con sus frutos... (pág.88) A su sombra, y de la voz del haitiano, conoció historias maravillosas sobre la vida en la otra porción de la isla, mientras se protegían ...de los candelazos con que el sol los castigaba... (pág.88) Esa era época de hambre y de temor en Haití, y las historias del jardinero la trasladaban a un país desconocido y a los recuerdos de la familia que nunca más vería, víctimas de la injusticia. La injusticia que siempre estaba presente y que ni las altas paredes que rodeaban su infancia podían contener mientras, Yeremí, iba transformando con el cariño de sus manos al jardín, ya que ...tomó apariencia de un cuidado trozo de parque francés... (pág.87) Pero, como en algunos países oprimidos, también en Santo Domingo, la alegría, las largas charlas bajo el mango, todo se fue borrando, como había sucedido con el jardinero. El círculo se cierra. Los latinoamericanos sabemos de eso. No hay excepciones. Tampoco en Santo Domingo faltó quien se arriesgara, pese a que nada podía dejarse librado al azar. Hasta la abuela, otrora tranquila y enérgica, desde la desaparición del jardinero se había ido transformando. Incluso el jardín, que, como los hijos de la patria reclamaban, también permitió que la tristeza se asomara entre sus plantas ...los arbustos...se desbordaron por las tapias y los pasillos, cual si manifestaran su enlutamiento por la ausencia del cuidador. Y al no poder derramar lágrimas, en protesta, proliferaban sus hojas. Y las yerbas se tupieron imitando las greñas de una cabeza sin peine... (pág.89). Es el dolor que todos conocemos cuando la injusticia nos abate, cuando los que nos rodean se van sin decir palabra, cuando el mismo estado en lugar de protegernos nos hiere y nos maltrata. Esa era la vida en Santo Domingo: dominación, miedo,
muerte... Pero la vida sigue su curso y, poco a poco, todo se decanta, se modifica. Mientras esto sucedía, una mujer mayor, llevada por el afecto, salía todas las noches a recorrer, en soledad, el jardín, mientras una niña, oculta en las sombras la seguía ...en sus paseos nocturnos, por si acaso los espectros de la noche osaban atacarla... (pág.90) Nada preguntaba la niña de estas correrías nocturnas pues una voz interior le indicaba nada hablar, nada preguntar. Pero hasta el mal tiene fin, incluso para los haitianos que huían de su país para encontrar la muerte en Santo Domingo. La falta de mano de obra barata que proporcionaban los refugiados, entorpeció la zafra azucarera y ...la reprimenda que un organismo internacional le impuso a Trujillo por la masacre... (pág. 91)lograron que los haitianos fueran nuevamente admitidos y comenzaran, otra vez, a ingresar en Santo Domingo, no obstante la terrible experiencia. Yeremí reapareció, milagrosamente, en la casa surgiendo, según queda insinuado, de un aljibe seco, como una moderna Ana Frank que sobrevivió a la guerra. La niña del relato, pese a sus pocos años pudo darse cuenta de que, gracias al amor y a la astucia de su abuela, el haitiano salvó su vida. Este significativo relato de Estrella Betances de Pujadas, nos permite asomarnos a los acontecimientos de la época de la dictadura trujillista que en nada se diferencia de las vividas en tantos países de latinoamérica. A través de los pintorescos modismos del lenguaje podemos vislumbrar su exquisita narrativa. Como también un trozo de la historia de su patria y del maravilloso espíritu de la escritora que compromete su corazón cada vez que toma la pluma. Estrella
Betances de Pujadas es, sin duda, una de las mejores narradoras
dominicanas.
*Estrella Betances de Pujadas
falleció el 12 de noviembre de 2004 en New York
Referencias: |
María Cristina Berçaitz
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