“El paraíso imaginario” América (siglo XVI al XX) de Martha Salas - Buenos Aires, República Argentina: Editorial Dunken. Octubre 2000, 195pp. por María Cristina Berçaitz |
Sumergirse
en la novela de Martha Salas, “El Paraíso
Imaginario”, es recorrer los caminos del tiempo y de una parte de la
historia de nuestra América. Merecedora
de 1ra Mención diario La Nación 1998,
esta novela tiene la particularidad de ir entrelazando un pasado
real con las memorias de una saga familiar en donde no están ausentes el
romance y la magia de lo fantástico. La
novela surge a partir del descubrimiento de una caja de cartón rebosante
de recuerdos que conectan, a la narradora, con la magia del pasado a través
de carpetas llenas de poemas y manuscritos y con un tatarabuelo poeta y
enamorado de la vida. Mas tarde, recibe noticias de sus ancestros
guerreros, provenientes de Perú y, finalmente, encuentra, gracias a su
madre, cartas y fotografías de sus bisabuelos italianos. Con estos
elementos y sin poder evitarlo, comienza a introducirse en su historia,
con la emoción de quién investiga su propia sangre. La novela,
desarrollada en calidoscópica cascada, se divide en cuatro partes: Primera
parte La
familia llegada de Belém do Pará al Paraguay Esta
primera parte, pintoresca y mágica, ambientada
en Asunción del Paraguay, ubica a Desiderio de Moreira y Mello,
como cabeza de una rama familiar en la que no faltaron los sueños y
trapisondas. Si bien la historia
comienza en Paraguay, es de Belém Do Para´ desde donde parte en huida
Desiderio de Moreira y Mello, al fracasar la
revolución de los “farrapos”,
para instalarse en una Asunción antigua y soñolienta Pese
a la excéntrica personalidad de Abo Derio, como lo llamaban a Desiderio,
uno es partícipe del encanto que rodea la historia, tapizada de mágicos
momentos, en los que el lector se sumerge con placer,
feliz de perderse en el hechizo de la narración y
la descripción de una Asunción plena de verdes árboles y
coloridos pájaros, en la que abunda el arte,
la poesía y la música, alrededor de una mesa cubierta de
manjares. En esa Asunción, Moreira puede,
cómodamente, desarrollar su amor por las artes, entre ellas el arte
culinario, rodeado de un paisaje donde la poesía y la danza se mezclan,
en gran armonía, con los jamones y el perfume de las especias. Pero
esta novela no queda allá, enredada en los jazmines paraguayos y los
aromas de la cocina, se traslada también a otros lares y otras horas sin
desdeñar la magia para tales logros, magia que no sólo se plasma desde
los hechos, sino también desde las palabras: “Se
encerró en ese cuarto polvoroso donde los recuerdos y los trajines de su
vida llenaban estantes y cajones. Donde por la angosta ventana sólo
pasaban las nubes grises de tormenta. Donde las guacamayas habían hecho
un nido estrafalario; y donde las arañas se empeñaban en tejer
transparentes telas que sólo los rayos del ardiente sol volverían a la
vida”.(30) Tampoco
faltan los descendientes de Abo Derio, entre ellos Hijo Derio,
quien, luego de una vida pintoresca, aceptando los signos que Dios le va
presentando, se instala en el litoral, en Corrientes, donde se dedica
al periodismo y se casa dando origen a una larga progenie. Uno de
sus hijos se afincaría en Rosario, provincia de Santa Fe. Los
hechos curiosos se escalonan durante el relato de esta primera parte donde
también hacen su aparición, mariposas
negras que una noche cubren la ciudad portadoras de desgracia que se evita
llamando a la iglesia a todos aquellos que se encuentran alejados de una
religión católica, rayana en lo supersticioso. La
rama familiar se completa con la tatarabuela, frágil, de frío y
extraño mirar, que aporta en su juventud, además de su exótica belleza
envuelta en una cabellera color fuego, el misterio y lo fantástico. Segunda
Parte Los
que vinieron del Perú La
segunda parte es la de los que llegaron del Perú para instalarse en Tucumán.
Acá, Martha Salas, cambia su paleta, abandona los oros y los verdes de la
selva luminosa para trastocarla en grises y plata. Pero también cambia el
discurso, que se torna fuerte, agresivo, por momentos despiadado, para
narrar las luchas por la conquista de la tierra y enfrentar las guerras
internas, surgidas del enfrentamiento de los hombres de una misma facción. Es
esta segunda parte la que reúne la mayor cantidad de datos históricos,
pero también dolor, odios y muertes. Es también en donde el amor se
plasma y surge por encima de todo. Un amor que sobrevive a la adversidad y
muestra su rostro más bello, el que se opone a la muerte. Estos
ancestros provienen de un Perú agigantado por la promesa del oro y se
trasladan a un país sumergido en luchas que la autora rescata con maestría
y fiereza, sin perder de vista la realidad
histórica ni la prosa poética
y vigorosa: “La
tierra tenía su idioma que no era frío ni indiferente. Solía hablar por
las noches, a veces bramaba, se mecía o abría sus entrañas tibias para
morder y tragar con sus fauces siempre abiertas; siempre prestas a la
destrucción, a cambiar los cursos de la vida, de los pueblos, los ríos,
la montaña, los mares, los lagos. Esa tierra mecida, resquebrajada,
azorada de pánico y encrucijadas sonaba como atabales nacidos de lo
profundo.” (59) Y
profundo es también su conocimiento de la epopeya vivida por los hombres
en la lejana época del Virreinato surgido de una exhaustiva investigación
y narrado con expectante realismo. “Los
hombres se miraron en un sólido silencio, levantáronse al unísono y
tomaron las armas. Las mujeres y el servicio se agruparon buscando
protección debajo de un algarrobo corpulento.”(69) En
este escenario, personajes y hechos se entremezclan en la evocación de
acontecimientos que Martha Salas nos presenta de manera apasionante. “Todos
seguían petrificados en sus lugares, sólo los ojos giraban en sus órbitas
buscando señales, los oídos se alargaban en la noche; cualquier rumor,
cualquier sonido parecía peligroso.”(69)
Tercera
Parte La
historia de la abuela inmigrante En
la tercera parte aparece Caterina, la abuela inmigrante llegada del norte
de Italia, desde Lonato. No faltan la magia, ni los dioses, ni la fuerza
protectora de Saturno, que acompañaría a Catrina
toda la vida ayudándola en los momentos más difíciles. Amparada
por un dios de semejante talla, la joven no le teme a nada y desparramando
gracia atrae, muy joven aún, a Marco Montebello de apenas 21 años, con
la cabeza llena de sueños e ilusiones, con quien se casa. Poco tiempo
después de nacer su primer hijo y dejar embarazada a Catrina de Finita,
la abuela inmigrante, Marco parte hacia Argentina. Un año más tarde se
embarca su mujer con los dos niños, dejando atrás, en su Italia natal,
la mitad de su corazón en los brazos de su padre y hermanos a los que
nunca volvería a ver. Junto
con su corazón dejaba una larga cadena de labores: cuidar a sus hermanos
pequeños y a sus niños, mirar las
vacas, cargar cestas con frutos, ocuparse de la limpieza de la casa. Sin
embargo esto no la entristecía tanto como haber tenido que dejar sus
estudios al fallecer su madre. Martha
nos relata los días pasados en el barco que la transportó y los momentos
duros y angustiosos por los que pasaba el inmigrante. Lo hace sin golpes
bajos, en pocas líneas, en las que no falta la esperanza por el porvenir. Finalmente
su encuentro con el amado esposo y con sus sueños. Pero, en esa época,
todo era muy difícil para los inmigrantes. Pese a eso Marco, llegaría a
hacer realidad sus ilusiones. Pasado el tiempo, comienza a leer sobre
arquitectura y a instruirse. Algunos
años más tarde, se presenta la oportunidad de concretar los sueños con
la construcción de un mercado en el barrio sur de la ciudad que lleva a
cabo con su pequeña empresa: “...competían
los hierros fundidos, los vidrios de colores en claraboyas y techos, las
delgadas columnas de hierro, los azulejos y cerámicos; y en el frente
casi teatral, disputaban espacio cornisas, cariátides, capiteles y
fustes.”(120) En
el desarrollo de esta tercera
parte de la novela descubrimos
nuestro pasado inmigrante: un bisabuelo constructor y una bisabuela
modista de alta costura italiana. Aparecen
también, las nuevas pastas, entre ellas los ravioles, desconocidas por
los habitantes acomodados de la ciudad. También la marginación a la que
eran sometidos los inmigrantes, confinados en conventillos y barrios
alejados, en una moderna Babilonia donde se mezclaban lenguas y culturas. La
historia de la ciudad de Buenos Aires se perfila entre dolores y
cansancio, entre ilusiones y revueltas. La diligencia tirada por caballos
confraterniza con los modernos automóviles, los ferrocarriles, los
aeroplanos y el
cometa Halley. Surgen escuelas, industrias y el cine mudo. Se
levanta el nuevo teatro Colón donde cantan Caruso y Claudia Muzio.
Aparecen los palacetes afrancesados y las grandes avenidas al norte de la
ciudad. La voz de Carlos Gardel se empieza a oír. Cambia la moda
masculina, el mundo entero cambia. También
cambia la vida de los Montebello, Marco, recibido de Constructor, y
Catrina, de Contadora. Con
pocas palabras Martha, describe una época no tan lejana: “...Eran
tierras solitarias; a una cuadra terminaba el recorrido de los tranvías a
caballo, y se levantaba un gran galpón para cuadra de animales y
estacionamiento de coches. Por allí cerca estaba el “Hueco de las
cabecitas”, célebre matadero de la Recoleta, y la “Tierra del
fuego”- esa zona extramuros poblada de guapos y de orilleros-.”(118) Encontramos
un magnífico retrato costumbrista de la ciudad donde no faltan, con su
carga de flaquezas, los personajes marginales y las
prostitutas. Pero
Buenos Aires no es ajena a los disturbios ni a los actos terroristas, obra
de anarquistas italianos encabezados por Severino Di Giovanni a quien
secunda Alejandro Scarfó. A través del primero se conectan con los
anarquistas de otras partes del mundo, como
Sacco y Vanzeti. La
vida de la ciudad se torna más y más compleja y el amor, no siempre
aceptado, hace su irrupción en el seno de la familia Montebello, en la
figura de David, interesado
en Finita. Por fortuna, y gracias a los ruegos de Catrina, su
“padrino”, Saturno le trae la solución: la prima Rossina llega a Argentina para quedarse en Rosario y
Finita, se traslada a esa ciudad, más tranquila y amistosa que Buenos
Aires, para vivir y estudiar en ella. La
segunda guerra mundial está en acecho. Catrina,
a través de sueños premonitorios que dan la nota mágica, sabe de la
muerte de su padre y que su hija Finita se quedará a vivir en Rosario, en
casa de su tía. Saturno le
anuncia, también, que una de sus descendientes será escritora. La
hija de Marco y Catrina va a la facultad y: “..cuando
Finita inició la carrera de Letras en la Facultad de Rosario; se sentó
en la primera fila de bancos junto al joven José Desiderio Moreira, hijo
de un famoso periodista de Corrientes de igual nombre.”(168) Cuarta
Parte Epílogo Predicción
de Saturno (mi historia) En
el epílogo se amalgaman las historias desarrolladas a lo largo de la
novela y el inicio de una historia contemporánea que, mientras la sangre
siga fluyendo, no habrá de terminar. En “El Paraíso Imaginario” la
realidad y la ficción marchan juntas atravesando tensiones sin por eso
destrozar a la frágil criatura humana, por el contrario, el dolor y las
humillaciones que a veces sufre su eventual protagonista, la engrandecen,
estremeciendo en las pausas soleadas como en los momentos de dolor. En
esta novela la autora describe, dialoga y mantiene el interés a todo lo
largo del desarrollo de la misma. De cada cuadro, hace un cuento, de cada
anécdota un recuerdo. Lo hace con objetividad, introduciendo hábilmente
la acuarela de su pensamiento. Utiliza la palabra para acercarnos a la
verdad hasta el punto de identificarnos con los protagonistas, guerreros y
adelantados y todos los que nos precedieron en el nacer de nuestra tierra. Martha
Salas, nos muestra lo auténtico, con verbo certero y frases fluidas,
vibrantes. La complejidad de la trama no implica falta de claridad, antes
bien, la estructura de la obra dota a la misma de un especial atractivo en
el que los distintos aspectos se entrecruzan enriqueciéndose mutuamente. “El Paraíso Imaginario” es, por lo tanto, una novela en la que se va elaborando, sutilmente, una trama multicolor basada en hechos reales, tejida con hilos firmes y expresada con trazo vigoroso. |
María Cristina Berçaitz
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