Cinco autores al rescate de nuestra identidad nacional |
Agosto.
Segunda mitad del año 2001 que se escapa. Hoy, poco es lo queda de la
identidad de los pueblos del planeta en este mundo globalizado. La
arquitectura, los medios de transporte, la vestimenta, la comida, todo,
salvo por ahora algunas excepciones, copian las mismas fuentes. Incluso,
se tiende a unificar moneda y lengua. Digo lengua y no lenguaje, porque si
fuera el lenguaje del amor el que nos unificara, no necesitaríamos de la
lengua para diferenciarnos. Un mismo idioma para toda la humanidad.
Los
hombres nos dirigimos hacia una transformación masiva, la meta: llegar a
ser una masa uniforme, sin identidad propia. Los países, productores para
una única distribuidora universal. Es
a través del arte, de la música, de la pintura, de la literatura, que
lograremos escapar del olvido en el que nos vamos sumergiendo. Sólo el
arte rescatará nuestra memoria para poder identificarnos en las
generaciones futuras. He
seleccionado 5 autores, entre los muchos que han tomado la antorcha de la
identidad en sus manos para lograr que permanezca viva la llama del pasado
y se los presento a ustedes. El
primero de ellos es el escritor, historiador, buceador de nuestro ayer a
través de testimonios vivos rescatados del deterioro del tiempo: el
arquitecto Carlos
Moreno que, con amor y respeto, nos introduce en un medio tan
extenso como nuestro país, (2.791.810 km2) y en un hábitat tan
peculiar como el que albergó a las primeras generaciones de argentinos. No
olvidemos que, la Argentina, como tantos otros países de América, tiene
una historia de hechos que revelan la lucha constante del hombre en un
medio que debía transformar para que sirviera a su subsistencia, y luego,
para que le permitiera repetir, en un suelo y clima muy distintos, la vida
a la que estaba acostumbrado. “...Al
llegar los europeos, el que hoy es nuestro territorio, estaba poblado por
comunidades indígenas con distintos grados de desarrollo ...”
dice el arquitecto Carlos Moreno. “... Las más evolucionadas eran las del noroeste, debido a que parte
de la región estaba integrada al Imperio de los Incas, con un alto grado de
organización social y una tecnología productiva adecuada al medio en el
que vivían...” Fue
justamente el Imperio de los Incas lo que despertó la codicia del
conquistador que, mientras introducía su cultura y tecnología, buscaba
afanosamente el oro y la plata prometidos. La
marcada división geográfica de nuestro suelo, influyó de manera
decisiva en los tipos de construcción, sumado a ello la disponibilidad de
materiales. En el noroeste se utilizó la construcción en piedra, incluso
para la arquitectura doméstica. Para los techos se empleaban vigas de madera
cubiertas con paja. “... Una variante fueron
los muros compuestos por finos tabiques de piedra exteriores rellenos con
una mezcla de barro y piedra...” En
la región bonaerense, los españoles encontraron indios nómades y seminómades.
Sus viviendas estaban formadas por paravientos construidos con cueros de
guanaco y, más adelante, cuando el ganado fue traído a estas tierras,
por cueros de vaca.
En
la Patagonia, habitada por grupos tehuelches, nómades que vivían de la
caza y de la pesca, encontramos una “...
vivienda fácil de transportar y capaz de soportar las bajas temperaturas.
Las pieles de animales sostenidas por postes de madera...” la
forma más elemental la encontramos en la vivienda ona:
“... enganche del cuero al palo de soporte por medio de un simple
agujero” ... o ... “un simple sistema compuesto
por palos que ofician de estructura y cueros que cierran los huecos ...”
una simple defensa contra los fríos vientos. Sin
embargo: “...
Aparecen, desde entonces, cuatro componentes arquitectónicos: el ADENTRO,
con
un microclima diferenciado del de afuera; un SOLADO sobre el cual
se desarrolla la actividad; el AFUERA inmediato donde se organizan los
espacios con condiciones ambientales intermedias. Entre el adentro y el
afuera existe un elemento que los separa, los une y a la vez los
relaciona: el ACCESO. En su origen éste constituyó un agujero y la
conservación del microclima interior, hasta ir complejizándose
paulatinamente...” La
explotación rudimentaria que se hacía del suelo no era suficiente para
producir medios de subsistencia, por lo tanto la densidad demográfica era
muy baja. En
un principio, la misma naturaleza protegió a los aborígenes ya que “...
La pampa, esa planicie sin árboles, casi infinita, fue para esa gente –
los conquistadores - solo
un desierto vacío” ... “no había oro ni plata, ni ningún otro
valor” ... “era” ... “simplemente” ... “un lugar que servía
para trasladarse...” Ese
fue el motivo por el que estos territorios quedaron, en los primeros
tiempos de la conquista, a salvo de la mano destructora del español. “
... Esas tierras sólo fueron necesarias cuando, revolución industrial
mediante, las posibilidades del comercio mundial revalorizaron los
productos” ... “que se podían obtener” ... “en estas
regiones...” La
forma primaria de esta industria fue extractiva y no pudo aportar mucho a
la economía rioplatense. Sin embargo es, a partir de la misma, que
aparece el gaucho, “... en el que se acentúan
características que reconocen antecedentes en la ganadería del
sur de España...” Es
a partir del aporte de los inmigrantes provenientes de Irlanda, Escocia e
Inglaterra que se mejoran las razas de
animales criollos, esto, sumado a una tecnología agraria
desarrollada “... genera un reacomodamiento
social de gran magnitud, cuya consecuencia es la emigración” ...
“Estos inmigrantes traen, junto a sus esperanzas, su cultura, la que
aplicada a un territorio que se encontraba en un estado potencial, rinde
inmediatamente frutos ... ” Y
se conformó un nuevo paisaje.
“... ¿Qué nos puede decir un modesto galpón, una zanja casi
tapada o un malacate cuyo único destino pareciera ser el chatarrero? Creo
que mucho. Estos humildes elementos son consecuencia del accionar humano
en su interactuar con el medio. La pampa, sin más límite que el
horizonte, horizonte sin referencias, modeló el carácter de los hombres
de estas tierras, navegantes en un mar de tierra, en un paisaje tan sin
paisaje...” Tomando
los pocos elementos con los que contaba, el hombre pasó, de una economía
de subsistencia a transformar los campos en “el granero del mundo”
utilizando dos elementos básicos “
...tiempo e inversión...” Un
ejemplo que nos sirve de referencia es Cañuelas, un pago con historia, casi tan antiguo como
Buenos Aires, pero del que sólo
se conservan testimonios pertenecientes
“... a la época de expansión de la actividad agropecuaria y valorización
de los campos (1820-1890)...” Cañuelas
encierra la memoria de la transformación económica agropecuaria
bonaerense “...
y la evolución de la comunidad y su cultura han ido creando historias que
ya son raíces, y que han ido dejando muchos testimonios que, pudiendo ser
materiales o no, forman en su conjunto la memoria colectiva ...” El
intercambio de conocimientos entre los pueblos producen la transculturación,
que tiene mayor impacto según el grado de desarrollo de lo foráneo que
se incorpore. En
arquitectura encontramos, por ejemplo en la época colonial, las bóvedas
de madera usadas por los jesuitas en distintas iglesias y que aún hoy se
pueden observar en toda su belleza en la iglesia de la Compañía, en la
ciudad de Córdoba. Estas técnicas, sofisticadas para la época, se
utilizaban simultáneamente con otras técnicas sencillas, como aquellas
simples estructuras con las
que se techaban las iglesias bonaerenses del siglo XVII. Es decir
que “...
un desarrollo desigual dentro de la tecnología se dio en el territorio de
nuestro país, en el que influyeron las condiciones del hábitat, el
factor de asentamiento o las disponibilidades del lugar ...” Con
el tiempo, los hombres fueron haciendo paredes utilizando los materiales
que tenían a su alcance: el adobe y los brazos, más abundantes en el
invierno, cuando el trabajo del campo mermaba. Así,
poco a poco, fue construyéndose la vida y levantándose ciudades... De
una de esas ciudades levantadas en suelo argentino por los inmigrantes
llegados de tierras lejanas, Rosa
María Sobrón nos cuenta historias maravillosas. Rosa María Sobrón de Trucco,
nació en Nogoyá, provincia de Entre Ríos y ejerció la docencia en
Victoria, ciudad donde consagró su vocación de escritora. Numerosos
libros publicados avalan su trayectoria en la creación literaria "La
espera iluminada", "Poemas con sol y llanto", "Es
tiempo de elegía", "Un poco cantando y un poco soñando",
"Las cosas son palabras", "De tiempos y de almas",
"Por la esquina del tiempo", "¿No ves que ya es la
hora?", "La estación" , "Angeles, espejos y
memoria" . Poesía,
relatos y cuentos, han sido los eslabones de una larga cadena de
distinciones: premios y menciones de los que ha sido objeto Rosa María,
Rosita, para todos los que la conocemos y apreciamos. En
su obra, con mirada nostálgica, de fina sensibilidad,
rescata, a través de la evocación de lugares, personajes y
detalles como: “...
La sirena”... “No, no hubo sirenas en mi pueblo, tan lejos ¡ay! de la mágica evocación
del mar” ... “era la sirena
que anunciaba las funciones del único cine...” Además
de la sirena estaba: “... Marcos,
“el loco”, encargado de repartir por las calles, los boletines
anunciadores del programa cinematográfico...”. Pero
continúa Rosita “...
Y ¡qué deleite si, el papelito
consabido era más grueso y estaba pintado en colores! La película era
fuera de lo común. Se hacía imprescindible verla” ....
“Sirena... Marcos... papelitos que vuelan...” dice,
evocando una época lejana disuelta en el tiempo y el espacio. Costumbres
pueblerinas “...
Cuando llegaba el día sábado... Sabíamos que la tarde de ese día, era
anuncio ya del siempre bien esperado domingo” ...
“sabíamos, sobre todo, que significaba romper con la rutina”
... “para efectuar un paseo. Un paseo sí. Muy simple” ... “Tan
simple como la llana lisura de esa calle, por donde veríamos deslizarse
ingenuos afanes e incompletas alegrías. Sí. El paseo del sábado
vespertino...” Rosa
María Sobrón regresa, en su recuerdo, hasta la ...“calle
linda”... de su infancia, esa calle tan especial debido a que era la única
asfaltada del pueblo, las demás, adoquinadas o simplemente de tierra, no
podían competir con ella. Evocación desde la nostalgia del recuerdo. Buena
muestra de ello es el relato que da título al
libro “La Estación” y
que dice: "...
Estación de ferrocarril ” ... “Un enjambre de barriletes multicolores
estampa de risa el claro cielo de otoño”
... "Multitud de piedrecillas color canela, marrones y grises,
forman el piso irregular” ... "Muchachas alegres, vestidas de
domingo, ostentan su donaire, a la espera de lo desconocido. No aguardan a
nadie. Pero tal vez, aguardan algo callada y escondidamente, con una ilusión
que suponen secreta, pero que viste de luces sus rostros ansiosos y
frescos..." Nostálgica
mirada del pasado, exquisita sutileza. Refiriéndose
a "La Estación" dice
Roberto Angel Parodi, en el diario "La Calle"
de Concepción del Uruguay, en el año 1970 - ... “satisface tanto el interés del adulto, como la
imaginación de la adolescencia en cuyas manos no puede menos que
acrecentar su mundo afectivo e incitar la memoria
a recordar episodios similares". A
través de cosas sencillas
nos encontramos con su memoria: “... Y allí está la gracia de las serpentinas múltiples, escapando
de dos manos ingenuas, en un luminoso mensaje de inocencia. Y el papel
diminuto que inunda las cabezas y carruajes. Y el chisporroteo de colores
en los disfraces infantiles, cargados de metálicos reflejos ”... “Y,
al fin, entre anuncios estentóreos, la musical prestancia de las
comparsas ...” alegre mirada de la infancia. Rosita
nos recuerda aromas que difícilmente podamos encontrar hoy: “...
En el interior, un viejo patio, un aljibe en el centro, se me asoma al
recuerdo con un olor fresco de ladrillo recién regado y con la verde
humedad de los helechos gigantescos. Olor a ladrillo recién regado” ...
“El mismo que se alzaba de las calles empedradas del pueblo...” Y
nos entrega color en las sensaciones “... la tarde pueblerina que salía
recién de su modorra, estirando su luz amarillenta hacia el poniente, en
un pálido temblor de extrañas lunas, de cálidos y agonizantes rosas
desvaídos...” Sensibilidad
de poeta en cada letra que rescata imágenes de una época lejana regalándolas
para el recuerdo y que, de la pluma de Rosita, permanecerán vivas para
goce de las generaciones futuras. Vayamos
ahora a Cañuelas, un pago con historia, según palabras del arquitecto
Carlos Moreno, para encontrar a María
Lydia Torti, quien nació
precisamente allá, en Cañuelas,
provincia de Buenos Aires Profesora
Nacional, Normal y Especial en Letras (U.B.A.). Ejerce la docencia desde
temprana edad y de muy diversas maneras. Ha
recibido premios provinciales, nacionales e internacionales. Fue
declarada “Mujer bonaerense en Literatura” 1997 por la Honorable Cámara
de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Poeta,
cuentista y narradora, es además socia de S.A.D.E. y Gente de Letras. Es
la fundadora del Café Literario “La Galería” que se desarrolla en Cañuelas,
regalando a la ciudad un toque de encanto y cultura del que sólo María
Lydia es capaz. Entre
sus numerosos libros éditos, “Detrás
de las vías” – Cuentos – mereció
el Sello de Honor de la S.A.D.E., La Plata, 1985. María Lydia Torti
escribe, muchas veces, relatos, y muchos de éstos son reales, sucedidos a
mediados del siglo XX. Los mismos
podrían haber sido echados al olvido de no mediar la intervención
de la escritora, quien
los rescata con preciosismo, con delicadeza y, sobre todo, con
inmenso cariño. Así
también sucede en sus cuentos que, además, nos hablan en el idioma tan
particular del gaucho argentino, más precisamente del gaucho de los pagos
de Cañuelas “... el atardecer es triste, che. Antesala de la noche y la noche es mala”
... “con esas agüerías; tenés embrujada a la peonada y te asegurás
el auditorio en el fogón. ¡Viejo versero”... Cuentos en los
que “... el mate se ponía lindo a
la luz del brasero...” Y
también “... El frío amurallaba el
campo y estremecido el anciano rumbeó hacia el galpón, que como luciérnaga
gigante oponía su luz a las tinieblas...” y
“...Soplaba la sudestada y hacía tres días que el agua golpeaba en
los techos, en el patio, en la hacienda arremolinada bajo el ombú, en los
paraísos ...” Vemos
como, a través de una excelente síntesis descriptiva, nos introduce en
la inmensidad de la pampa, que nos
envuelve y nos atrapa.
No
faltan “... La rueda y el fogón...” y tampoco el compañero inseparable del gaucho “... Medio clareando
monté al bayo y me fui rumbo a las casas ” ... “Como una ráfaga
montó en su caballo...” A
través de las palabras de María Lydia surgen ante nosotros olvidadas
figuras que cobran nuevamente vida y adquieren dimensiones reales,
tangibles. En
su prosa nos habla del amor al terruño, hacia la naturaleza; nos habla de
la fidelidad, del pudor y el orgullo del gaucho, capaz de morir por su
propia mano si falta a alguno de los principios que marcan su vida entera.
Nuestro
campo se descubre en el idioma y en los hechos “...Tata
azuzaba el brasero y la pava resplandecía, mientras el mate pasaba de
mano en mano, a la luz de la fogata....”
en el retrato
fiel “... Pelé el facón de la
cintura, por si fuera algún animal del monte, que comenzaba ahicito nomás,
a la vuelta de la Querencia, almacén de ramos generales...”
Pero
también cuando aparecen “...
unas cuantas cañas rociadas por el entusiasmo del truco...” Sin
olvidar el infaltable, típico atuendo gauchesco “... El poncho cayó y sirvió de
mullida manta para los enamorados...” mientras
“...
Avanzaba la aurora del
domingo....” y luego “...se alejó al galope no sin antes apoderarse de la prenda
amada...” La prenda amada, mudo testigo atemporal. Y
la música, que nos alegra y nos deleita “... La guitarra al son de zambas y chacareras cantó toda la noche”
... “Sonaban las guitarras
y los acordeones; una pista de baile se había limpiado con agua y escoba.
El piso duro olía a tierra mojada...”. Las
comidas, tan reales que hasta podemos saborearlas con la vista y el olfato
“... Las mujeres calentaban en
grandes ollas la grasa derretida para fritar las empanadas de carne.
Afuera el asador cuidaba una ternerita recién carneada, custodiada por
chorizos, achuras, con un fuego lento y sabio...” También
la magia del amor se apodera de nosotros y participamos, gozosos, de la
fiesta de los amantes mientras surgen los jazmines con su mágico y
penetrante perfume, en tanto “...
Se oyen risitas y pasos apresurados penetrando
entre los
arbustos”... “Las manos, los pechos y los labios se unen
avarientos” ... “ y una luna
matrona, rellena y fulgurante
aparecía temerosa entre las
nubes ...” La poesía, simple, fresca, como la naturaleza misma. Figuras
exactas, precisas, con el amor, patinando ausencias: “...La
pareja abandonaba la fiesta rumbo al monte y allí se perdían en el
abrazo del amor eterno...” Lo eterno entendido en toda la
extensión de la palabra, lo desconocido que nos asombra y deslumbra. Pero
está el infierno, entremezclado con las supersticiones gauchas
“...
Un olor a azufre lo envolvió ” ... “en menos que canta un gallo el
macho se volvió rojo como una llama viva” ... “una luz mala atravesó
el techo de paja y se perdió en el firmamento”... “ El Viernes Santo” ... “verán
salir una gran llamarada que en forma de cuervo punzó se esfuma en la
noche dando graznidos. Si hay viento olerán a azufre, pero únicamente si
hay viento ...” Y
lo insondable: “...
Estalló
la tierra como un refucilo”... “apareciendo
en rojo vivo la figura del baquiano muerto...” Pero
hay más, mucho más. María Lydia nos regala incansables y maravillosos
cuentos y relatos y nos pone
en la mano, para que la disfrutemos, una espléndida maqueta literaria, un
pedazo de nuestra patria. También
desde Cañuelas nos llegan los cuentos e historietas (comics) de Jorge
Claudio Morhain, quien ha deleitado, desde tiempo atrás, a los más
pequeños con cuentos publicados en la revista Billiken, Topo Gigo,
Parachicos, etc. Nos ha regalado las nanas
infantiles, de una especial ternura en: “En el fondo de mi
calle”. Ha
instruido a los jóvenes sobre costumbres argentinas a través de 4.000
mil historietas publicadas: “El Cabo Savino”, “Pehuén Curá”,
“Matín Toro”, “El Arriero”, “El Chasqui” y muchas otras. Es
conocido su trabajo en series
como “Lock Olmo” (Billiken); o “Serie Negra” (Skorpio) por citar
algunas y, entre la colección: Los Libros del Quirquincho, cuentos de
terror y humor para adolescentes” sobresalen: “Malos tiempos para Drácula”.
Obtuvo
el Primer Premio Concurso de Ciencia Ficción
Héctor Germán Oesterheld 1984
y Mención Premio
Fantasía Infantil 1995 por “Amores con Guardapolvos”,
entre otros. Claudio Morhain
escribe
a los niños montado en la suave brisa de un amanecer de verano “...
Chengo, el cuis, se despertó somnoliento ...” y
le enseña a conocer lo nuestro desde la belleza de lo simple “...
saludaba a Manocorta, la mulita; a Perico; el benteveo y a Parrancho; el
pato maicero, siempre arrastrando los chiripaces...” tampoco
faltan “...Silvana,
la calandria; Alba, la garza blanca; Rrruth, la rana criolla; Jacinto el
sapo; Juan, el pirincho despeinado y, además, para completar, Negra, la
hormiga...” En
esta mezcla de fauna criolla aparece un Ovni que no es Ovni
sino “Barrilete”, como lo bautizan los amigos reunidos. En fin,
una invasión de alegría
para los más pequeños. No
falta en los
cuentos de Claudio el
mate sorbido entre las pirámides del Valle de los Reyes “ ... Y ahí estaba, la cola
entre las piernas, don Semíramo Rosetto, buscando las llaves del jeep.
Cuando Roldán extendió el mate hacia la momia - ¿Gusta, doña?” ...
“La momia vaciló un instante, y luego estiró levemente uno de sus
brazos ennegrecidos...” Hasta a las momias tienta la infusión
criolla. En
sus cuentos puede enseñar matemáticas con una sonrisa “...
La casa de la quinta de don Bilbao tenía sólo dos habitaciones. Una
grande con un fogón, y era la cocina. Una grande sin un fogón, y era el
dormitorio” ... “En el dormitorio había nueve camas”... “había
un papá, una mamá ocho
nenes y nueve camas, lo que, según dicen las matemáticas, dejaba a un
nene sin cama” ... “y ocho almohadas y siete frazadas ...” y
se siguen restando cosas y sumando falencias por lo que, finalmente
“... la casita pobre de la
quinta de don Bilbao tenía un nene siempre ojeroso por no dormir, dos con
la cabeza torcida por dormir
sin almohada, tres muertos de frío por las noches, cuatro cansados de
vivir parados...” Nos
enternece cuando nos habla de Jaime, el chico en bicicleta subiendo una
cuesta empinada en busca de su amor “...
entre el marrón ladrillo y el rojo malvones” ... “Cerca de la mitad
de la cuadra hay dúplex con jardín” ... “pasada la siesta, la
reposera está ocupada” ... “la chica se ha ido tostando parejo,
cautamente. Jaime sabe que el sol la ha besado con cariño...” Jaime
suspira, como todos lo hicimos alguna vez, pero él tiene su recompensa “...
Ella. Está allí. Sí. Ella. Sonriendo. Ella está allí, sonriendo en el
centro del hall de la terminal”... “¡Y lo besa! ¡Lo besa en la boca,
así, suavecito, rápido, cálidamente! – ¡Chau!¡Vuelvo en el
invierno!...” y
realmente regresa. Inocencia infantil que no podía ser defraudada. Sus
cuentos se llenan de aroma a durazno maduro, ciruelas y mandarinas
mientras “... sudorosos caballos
se disputaban los huellones de la calle de tierra...” Nadie
como Cluadio Morhain para recordarnos el idioma tan nuestro con la partida
de robots que “
... había salido defectuosa. Con decirles que en lugar de decir “Buen
día” exclamaban “Hola, che”. Y en lugar de tocar música
barroca se ponían a cantar “Viejo Smoking”, que es un tango más
viejo que mi tatarabuela”... “Los robots se
peinaban a la gomina o cebaban mate ...” ¿Cómo
era posible tanto error humano al construirlos? Pero todo tiene su
explicación “... Los robots fallaban y fallaban y fallaban. Hasta que Carlitos, técnico
en aseo (barrendero) metió la cuchara ”... “ Y descubrió”
... “ que los corazones había sido desarrollados en la sección
ABZ de la 4-27B.Y que la ABZ/4-27B había sido, hace muchísimo tiempo, la
esquina de una antiquísima ciudad ”
... “- Está cantado – explicó Carlitos – La ciudad se
llamaba Buenos Aires ” ... “ Y la esquina era Corrientes y Esmeralda
” ... “ --¿Qué es lo
que está cantado –
repitieron los ingenieros. –
Amainaron guapos junto a tus ochavas, cuando un elegante los calzó de
cross ” ... “ y en tu
esquina brava, cualquier cacatúa sueña con la pinta de Carlos Gardel –
cantó Carlitos. ¡Y los robosts bailaban! ...” Pues
bien, ¿quién hubiera querido robots perfectos si podían tener unos
engominados robots tangueros? “...
Los clientes se quejaron, se negaron a aceptar los robots que andaban
bien. ¡Todos querían a los
viejos, sentimentales y tangueros robots canyengues! Qué milonga, ¿no?
¡Hubo que volver la desarreglarlos! Y colorín colorado, este
cuento... ¡chan...chan!...” No
puedo cerrar el capítulo de Claudio Morhain sin dedicar unas palabras al
“Cabo Savino” y a “Malos tiempos para Drácula”. Los
cuadernos de historietas - lo que se conoce hoy como comics - del
“Cabo Savino”, narran historias ilustradas de la época de los
malones, las cautivas y las gringas que se iban acriollando en nuestro
suelo. “...
Lagañoso todavía, el cabo Savino sale al patio, y ahí está, esperándolo
la helada. Una helada que parece venir de la luna blanca que parece
achicar las cosas dentro de sí mismas...” Y
el huinca que aparece “...
Allá van, envueltos en sus ponchos raídos, haciendo crujir el pasto como
si estuviera cubierto de azúcar. Diez hombres, galopando fuerte para
calentar los pingos y sus cuerpos. Cabalgan en silencio, husmeando sobre
la pampa, cuerpeándole el bulto al frío. Hasta que sale el sol. Un sol
flaco y ojeroso, pero suficiente... avestruces, cuises, algún guanaco o
un venado los miran pasar, indiferentes...” A
poco de cabalgar se encuentran con un grupo de
indios con mujeres blancas cautivas, que vienen huyendo, escapando
de en medio de una gran reunión de tribus “... Sí, huinca cabo.
Viniendo gente del otro lado de las montañas también” ... “¡Mmmh...
!¡Malísimo! ¡Reunión grande trae malón grande seguro!...” Epocas
lejanas, desconocidas, pero, gracias a Morhain, aún presentes. Sin
embargo, el cabo Savino tiene momentos de música y empanadas como
“...Una polkita gringa que
se estaba acriollando sonaba en el patio de la enramada, y
el olor de las empanadas venía como en manotazos de relamidas. La
gente se había desparramado según su gusto: unos a lechucear a las
chinas, otros a tabear en la canchita a la vuelta de las casas,
unos cuantos, prendidos a las empanadas, truqueaban en la
cocina...”. Las
empanadas “... Picantonas, jugosas,
olorosas..., ¡qué mano tiene ña Rosario. Cha digo con ña Rosario. Si
fuera más joven me gustaría para mujer, y si fuera más vieja, para
mama...” El
cabo Savino tiene también su corazón y a pedido de “ña Rosario”
parte a perseguir a un matrero, a Julián, que ha dado muerte a su hijo en
una pelea de gauchos, a facón.. “...
Los caballos de Julián habían dejado como un surco en la gramilla. No
esperaba que lo siguiera. O no le importaba... ¡Cha digo! ¡Se viene nomás
la tormenta! mil relámpagos y angustiados truenos. Viento fuerte y
fresco... ¡Vamos, pingo! ¡Otra guapeada! ¡La pucha!...”
El cabo,
siendo autoridad, apresa al asesino
“ ... ¿Y sabés, Julián? No tenía ninguna gana de alcanzarte...
no me parecías matrero. Pero ahora.. No sé. No me gusta cómo
pelaste el facón apenas te di el alto. Un gaucho manso no se revuelve así,
como una víbora...”
Sin
embargo, no se equivocó, la corazonada
era cierta, y Julián, gaucho al fin, salva al cabo Savino de una
muerte segura y, a riesgo de su libertad, lo devuelve al pago. Toda una
lección para mostrarnos el corazón de la gente de nuestra tierra. Finalmente,
los “Malos tiempos para Drácula” “ ... Marto era titiritero...sabía
qué era aquello – la cueva de la Salamanca – Su
papá, un experto en mitos argentinos, le
había explicado que el Pombero era el duende rubio de las siestas
chaqueñas; que el Lobizón era el séptimo hijo varón sin bautizar que
se emperraba en la luna llena; y que San La Muerte era un esqueleto que en
Corrientes se lo venera como a un santo. Y que la Salamanca es la fiesta,
reunión y algarabía de todos los duendes, brujos, diablos y fantasmas
juntos. En Santiago del Estero ... ” Marto
se encuentra con todos ellos en la Salamanca – en un sueño - baila con
el Lobizón y “... El Pombero le prestó su
sombrerísimo, y lo convirtió en gallo. Después en sapo, después en ñandú,
después en Marto. El Yasí Yateré lo convidó con mate ...”
Luego de esa reunión Marto no sueña más de esa manera;
es el sueño del fin de
su infancia. En
“Malos tiempos para Drácula” hay lugar para
“ ... ponernos
verdes mateando”... y enfrentar las supersticiones con el
diablo, que no era un diablo “... ni mucho menos, con mayúscula. Nada de cola en punta ni de
bigotes retorcidos y mucho, muchísimo menos, pata de cabra ...”. Y
tampoco faltan los toldos ...
“ Toldos indígenas, como esos que uno ha estudiado en los libros:
estructuras multiformes de troncos atados sobre los que se aseguraban
cueros y más cueros, atados con tientos ” ... Para
finalizar en “Malos tiempos...” nos regala un Drácula inmortal que,
habiendo mordido a un enfermo de Sida, pasa la eternidad en un eterno
resfrío
... “ Y ahí está. La casona. Tapiada. Cerrada. Lo que todos saben, lo
que cualquiera puede oír personalmente, son los tremendos, poderosos,
angustiantes estornudos que salen de la mole gris ” ... “ Por eso la
llaman ahora La Casa del Estornudo ”... Carmen Escalada
ha dedicado gran parte de su vida al quehacer poético. Siendo
niña, sus padres se trasladaron
a Comodoro Rivadavia donde vivió y ejerció como profesora superior de
Declamación y Arte Escénico presentando recitales en la Región Patagónica,
en Mar del Plata y en la Capital Federal. Ejerció la docencia en el arte
de la interpretación poética. Fue Asesora
de Cultura de la Municipalidad de Comodoro Rivadavia. Su programa por
Radio Nacional incluyó un ciclo de Poesía Universal, Poesía Americana y
Poetas Argentinos Contemporáneos.
Es
socia activa de distintas instituciones literarias. Actualmente es
Presidenta de Gente de Letras, prestigiosa
asociación de escritores
argentinos. Hay
en Carmen, una actitud vital y amorosa con el medio ambiente en el que le
tocó vivir: con el paisaje y con el sentir del hombre patagónico. A
ellos les ha dedicado gran
parte de su vida y de su obra. En
su poesía exhala un canto diáfano arrancado de
sus sentimientos más profundos o sacude nuestra indiferencia con
su amor por el país que la vio nacer. Este amor que trasuntan sus poemas
fue legado por su padre, Federico Escalada “...médico, antropólogo, soñador y músico,/ militar, poeta,
maestro y estudioso./ Fuiste de mi patria un hombre tan valioso,/ que ni
Dios tuvo paciencia de esperarte/...” Federico
Escalada se trasladó a
Comodoro Rivadavia
...“ Como un Quijote/ sin yelmo y sin espada,/.../ La patagonia indómita
te abrió sus colosales brazos./ y te adentraste en ella/ con tu valor de
caballero andante./...” Carmen
Escalada rescata en cada verso el valor de la gente y de las cosas: “...
Tehuelche, fuiste hace siglos,/ dueño y señor de nuestra pampa/
habitante de australes territorios,/ nómade incansable, luchador de
vientos...” Pero
también rescata leyendas, como la del Kaper-Kaike, el meteoro que cayó
del cielo y que los tehuelches integraron a su religión, adorándolo. “...
Ya la piedra no es piedra,/ obra de Sehecho, Dios de los
tehuelches,/ dueña y señora de la tierra./....”
Sehecho, madre de los animales. Un día su hijo favorito, un potrillo
blanco, corre por la meseta “ ... hasta que el brío de su
juvenil carrera / lo lleva a hundir su cuerpo en la laguna helada. / Muere
así su niño bienamado ...” la madre traspasada de dolor ruega
la muerte, que no llega. “... Usa entonces sus mágicos poderes,/ se protege detrás de un
calafate, y se transforma en el hierro cosmogónico/ que por centurias los
indios veneraron...” Y
es en la gente en la que desborda su ternura, sobre todo en dos mujeres, símbolos
de una raza, a las que Carmen dedica gran parte de sus poemas. Una
de ellas, la anciana tehuelche Beltenshun, vivió cerca del río Pinturas,
en forma primitiva en las cuevas de las manos pintadas, ubicada en el cañadón
de Charcamac, zona centro
oeste de la provincia de Santa Cruz. Beltenshun
habitó, en cuevas, como sus antepasados, hasta mediados del siglo XX. Su
tribu, nómade, vivía prácticamente de la caza. Al
morir, con más de 100 años, era casi ciega. Murió hablando el dialecto
teushen, el que hablaban los chehuachekenk y fue la última que lo hizo.
Beltenshun hablaba todos los idiomas. Cuando
murió, el camaruco se bailó, alrededor del fuego, por varios días. Lo
hicieron ataviados con ropas de ceremonia, tejidas, con dibujos geométricos
y vivos colores. Sin
embargo, para comprender mejor la organización
tehuelche, debemos saber que: Los
tehuelches, eran aborígenes pacíficos y estaban divididos en tres
parcialidades: -los
Aoni-Kenk, altos, ocupantes de la zona oriental del territorio al que
pertenecían los onas, fueron descubiertos por Magallanes en Tierra del
Fuego. -los
Guénena-Kene, o Septentrionales -los
Chehuache - Kenk u Occidentales, bajos, parecidos a los Araucanos. El
Dr. Federico Escalada desentraña y hace la clasificación del complejo
tehuelche. “Eso es lo exacto, cristiano loco, vos nos entendés”, le
decía la anciana Beltenshun. La
otra mujer india a quien Carmen le rinde tributo, es Agustina Quilchamal,
hija del cacique Quilchamal, pertenecintes a la parcialidad Aoni – Kenk
la que vivía en las tolderías, de la caza y de la pesca, descalzos.
En
la lejana época en la que el perito Moreno fue a la Patagonia y se acercó
al cacique, su padre, para pedirle ayuda, doña Agustina era una jovencita
de 12 ó 13 años. Ella tuvo la misión de acompañarlo en su primera
recorrida. Agustina,
con el correr de los años, fue a vivir a Río Mayo y, partiendo de las
tolderías, tuvo la posibilidad de viajar en los modernos medios de
transporte. Viajó en auto y en tren. Navegó desde Comodoro Rivadavia a
Rawson, para realizar trámites por las tierras aborígenes que los indios
reclamaban. Solía
decir “Lo único que me falta es andar en esos pájaros que vuelan”.
El Dr. Federico Escalada la hizo trasladar a Buenos Aires en avión. Fue
una mujer privilegiada que remontó, desde la prehistoria de su toldería,
hasta el modernismo, desde la cacería del guanaco y ñandú en la meseta
hasta acercarse al cielo en un avión. Lo hizo en los 90 años que le tocó
vivir. ...“Surge
del duro oscurantismo del atraso / la augusta presencia del pasado,/
revivida expresión de lo olvidado/ la mirada clara, y valiente el paso. /
En su niñez vivió en las tolderías, / corrió descalza las áridas
mesetas, para llegar al futuro en su meta / de trastocar la noche por el
día ...” Doña
Agustina fue hija de un tehuelche, pero se casó con el cacique Mankein,
araucano, perteneciente a una raza más fuerte y guerrera que en la batalla de La Pelé, prácticamente
exterminaron a los hombres tehuelches, tomando prisioneras a las mujeres y
a los niños. Y poco a poco la raza desapareció. El
fin de los tehuelches fue el
fin de un grupo étnico con un dialecto que desaparece con ellos.
Como también desaparecieron los Awurwur” raza perdida: ...“Como
lánguido recuerdo casi fenecido,/ va surgiendo a través de la neblina, /
como sombra sin época ni espacio, / la leyenda de raza legendaria / que
se sumió para siempre en el olvido. / Fueron su hogar y su cobijo / la fría
roca y un cielo borrascoso,/ sus ropas, un manto de marchita pluma / y su
herencia la deformidad y la miseria. / Raquíticos, enclenques, huidizos,
/ una raza inferior entre las pobres razas. / corredores
veloces como el viento, / no pudieron atravesar sin extinguirse/ la
barrera granítica del tiempo. / ¡Pobres indios fueguinos sin futuro!/
Tan sólo un mito más entre otros mitos, / la naturaleza les robó la
vida / y les quitó su humana trascendencia....” En
el norte del país, en cambio, las razas han sobrevivido. Aún existe una
gran población quechua en Humahuaca y Purmamarca. Y
Carmen Escalada dice en sus versos: ...
“ y se apagan los silencios / con el rasgar de guitarras./Iglesias,
tejas y aljibes/ son el recuerdo de España,/ antigales y apachetas,/la
quena, el erke y la caja,/ el sonar de las bagualeas/ son presencia
americana ...” El
homenaje de sus palabras sigue siendo para la gente, hombres y mujeres
que, debiendo afrontar la vida en
una naturaleza exigente, bajan la cabeza y ofrecen sus brazos para escapar
del hambre y de la muerte. Pero
también es gente que no deja de bailar a la vida: ...
“Zambita la que me encuentro/
hundida en tu corazón,/ me bailaron nuestros gauchos/
y también me bailan hoy...” Ni
de cantar: ...
“¡Ay!, mi cajita chayera /
que acompañas mi dolor / las
tristezas de los pobres / y
las penas del amor ...” Ni
de señalar, con su lenguaje pintoresco, nuestra pequeñez de gran ciudad: ...“Yo
he venido a Güenos Aires/ para ver la gran ciudá./ Hay Pagrecito qui
pena, / toda esa gente me dá ” ... “Si Usted viera cómo viven/corriendo de aquí pa llá,/no miran nunca
pal cielo/ ni tampoco ver pa tras” .... “Ni van a dar una mano/ Al qui
necesita más” ... “Yo mañana
di mañana/ me güelvo
a mi libertá,/ a besar la Pachamama / darle al mota y a charquear,/ tocar
mi caja chayera /
y sintarme en el zaya/ cutipando di la coca / pa poderme rianimar.
/ Sentir la quena y el erke,/ fistejar el carnaval, / y hacerme un rancho
de pircas/ pa vivir con una imilla,/ Nuestros changos y... nada más
...” También
para hombre del cerro hay un recuerdo:
...“Cuando
voy por esos cerros /camino del pucará, /siento en mi pecho apretado
/qu’il aire me va a faltar. /Las piedras qui voy pisando /honda huella
dejarán /in este cuerpo teñido /con el inti del lugar ...”
Y
hasta para Casilda, la montañesa: ...
“ Es como un milagro la Casilda, / con el rostro amasado en polvaredas,
anochecidas de luna las pupilas, / y penetradas de tiempo sus mejillas./
Allá va con sus cabras montañesas /
hilando soles y tejiendo sueños, /
apoyando sus callosas plantas, /
sobre la ardiente y calcinada tierra.”... Para
finalizar he reservado los versos que Carmen escribió en su adolescencia,
sentido homenaje dedicado a la muerte de Beltenshun. ...
“Mientras el sol se oculta / tras las pálidas montañas, /se va
muriendo la tarde/ y agonizando una raza./ El cerro tornóse azul,/la
meseta adormecida,/ y entre fulgores extraños/ se apagaron tus pupilas./
Así el último baluarte/ de aquella raza aborigen /entre sombras
ancestrales/ gime su angustia de siglos./ El teushen desaparece /y nadie
volverá a hablarle./ La
viejecita pronuncia /sus tres palabras postreras, /Génena-Kéne,
Chehuache-Kénk, Aóni-Kenk, /y se le escurre la vida /entre el tormento y
la pena./ Un ritmo de camaruco/ golpea en el horizonte, /un grito de
sangre india / se levanta desde el monte ...” Es
mi deseo que esto no ocurra con nosotros. BIBLIOGRAFÍA “Españoles
y Criollos, Largas Historias de Amores y Desamores” - De las viejas
tapias y ladrillos –
Cuaderno 4 –
de Carlos Moreno -
Icomos Comité Argentino – Centro para la conservación del patrimonio
urbano y rural. S.I.P.- F.A.D.U.- U.B.A – Instituto Argentino de
Investigación de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo – Junta de
Estudios Históricos de Cañuelas - Buenos Aires - 1995- “Patrimonio
de la Producción Rural”
En el antiguo partido de Cañuelas
- de Carlos Moreno –
Patrimonio Rural
Icomos Comité Argentino – Centro para la conservación del
patrimonio urbano y rural. S.I.P.- F.A.D.U.- U.B.A – Instituto Argentino
de Investigación de Historia de la Arquitectura y del Urbanismo – Junta
de Estudios Históricos de Cañuelas - Buenos Aires - –
Reedición 1995.- “La
Estación” (Estampas de mi pueblo) de
Rosa María Sobrón de Trucco – Editorial de Entre Ríos, Prov. de
Entre Ríos
– 1999-
“De
la tierra”
(Cuentos de Cañuelas) de María
Lydia Torti
- Libros del Zahir – Colección “La vida breve” -
Buenos Aires -
1999.- “El
cabo Savino” –
Cuaderno 01 – de Jorge
Claudio Morhain “Malos
tiempos para Drácula” de
Jorge Claudio
Morhain Revista
Billiken – “De la tierra al Corazón” de Carmen Escalada - Ediciones OCRUXAVES – Buenos Aires- - 1988 - e-mail: debosigal@sinectis.com.ar |
María Cristina Berçaitz
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