Underground New York |
Arriba sopla el cannabis El viento de la ciudad entre los que hablan solos Y aquí abajo los trenes brillan y van y vienen Por el cribado laberinto. La mujer negra borracha sola A medias incorporada sobre el banco de la estación Lexinton Le explica interminablemente al prudente policía -Oigo apenas entre el bosque de sombreros que sonríen Las blancas manos que aprietan sus carteras Los impávidos latinos que como yo Son bárbaros en la farsa de Roma- Los detalles de una muerte –es su esposo un niño o su trabajo- Que la llevaron al abandono de la recta vertical de su cuerpo larguísimo Al charco que bajo el banco de la culpable se derrama. Al abandono. Entonces la pequeña japonesa -Dónde dejó la vitrina minúscula de su caja de música El tu-tu absurdo como la envoltura de un bombón A mitad de camino entre los agujeros de las medias de baile Y la cara de la loca- Hizo un rotundo croisse Burlando con su pelo de teñido amarillo Las mandíbulas verticales Clavada en puntas de pie sobre el piso en movimiento Un lago de los cisnes a toda carrrera Bajo el piso nevado de Manhattan. Luego el vaso blanco de su delicado y dignísimo gesto Entre saltos y reverencias y miradas a otra parte Sin abandonar el otro lado desde donde no nos miraba. Dónde estaba la pequeña japonesa En qué salón de luces y de aplausos Cuando en medio del vagón inclinó el tronco y la cabeza Y extendió las manos de uñas despintadas La boca torcida por su risa demente. En el fondo del vaso sola como su alma la moneda. |
Luis Benítez
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