una garza en Buenos Aires |
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Algún pincel trazó una rápida letra S delgada y blanca sobre el agua castaña y allí estaba de improviso la garza, los turistas no la vieron y ella sí vio todo y a todos, rápida e inmóvil sobre el milagro del agua. Un espejo en medio de la ciudad negligente, pintado de transparente, un ojal abierto que abrochó en un solo momento toda la ropa vestida por el invierno. Ella seguía en la orilla fatal de su propio Amazonas, la pata desdeñosa replegada contra el cuerpo, en un decir mi equilibrio está hecho de una perenne silueta y de una manera perenne que no los reconoce. Era un arpón paciente atento sólo al cálculo entre el berrido juguetón de los patos domésticos, solamente ella precisa como una diminuta guadaña en el Jardín Japonés que afable exponía sus gracias, con esa serenidad oriental que nada sabe de los bruscos asesinatos de una garza con hambre. Todos se fueron pero de modo igual yo no vi nada: faltó un segundo entre las cosas, creí; un instante en el instante siguiente fue sanguinariamente salteado, pero cuando la garza voló otra vida que la suya en el estanque faltaba. |
Luis Benítez
De "La tarde del elefante y otros poemas"
Ed. Ala de Cuervo, Caracas, Venezuela, 2006
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