¡Oh! Trae el vino negro |
¡Oh! Trae el vino negro, que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras en un caudal desesperado hasta mi boca, él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia. Quiero los ojos de fuego y de mareas, que no dejan entrar la muerte a mis palabras, pero me acercan con alas de mojados papeles a la risa hueca de mis huesos, compañeros únicos y fieles en los años navegantes que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias. Trae el vino negro con tapón de seca calavera que me hace oír en los cuartos vecinos pianos tocados por mi espectro, mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines. Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche, mientras el seco rostro del amor me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna, donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden. Trae el vino negro. Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas. Ellos despertarán con sus besos, la gloria, en nuestros entristecidos corazones. |
Luis Benítez
De "Poemas de la tierra y la memoria"
Ed. Stephen Bloom, Buenos Aires, 1980
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