La suerte del amor en la posmodernidad |
Alguien dijo que nada queda de distinguido en este mundo Salvo el hábito de la cacería de osos polares En el verano ártico. Aunque parezca obscena, Es una actividad ejecutada seriamente: Familias enteras viven de este afán de conservar Algo distinto, inmaculado todavía. Hay hombres serios cada primavera calculando Que con lo que dé el verano enviarán en invierno A sus hijos a la escuela. Sucede en tierras tristes: Kholokohak, Furstboro, Saint Felicien Son algunos de esos lugares donde, A medida que se retiran los mosquitos Y la niebla cede, tienden la vista a lo lejos O acechan el teléfono, atentos A la agencia que solicitará sus servicios. Dos meses después, cuando todo haya sido concertado, La aurora boreal hará iridiscente el paisaje cubierto De nieve sucia mezclada con barro y ramas, Grandes montones peligrosos por donde Estos hombres graves fumarán sus Marlboro Guiando pausadamente al extraño al mismo sitio, Al mismo oso muerto el verano anterior. Luego las fotos, los mesurados festejos, La alegría que tiene que haber en ese momento. La alegría es un deber como cualquier otro. Cualquiera sabe que la ballena azul Es el más grande animal que jamás haya existido Y que no se conoce actualmente su número, Aunque se estima que quedan demasiado pocas Para el decoro del planeta. Un animal tan enorme debe ser, asimismo, conservado. Los sonares y electrodos de la base de estudios de la vida marina en Maryland Han detectado un nuevo sonido emitido por las grandes azules: Es como un aullido asqueroso, un chillido de miles de ratones Encerrados en las bocas de estas bestias, donde pueden estacionarse cómodamente algunos automóviles. Achicharra los nervios escuchar ese sonido. Hace veinte años no existía. Pero los códigos sólo se conservan desde entonces. Se dice que son tan pocas, que han desarrollado Ese sonido especial para llamar al imposible otro De su especie. Es el deseo, que busca su eficiencia. Que a veces, pasan su vida entera recorriendo Los siete o más mares que hay buscando, buscando. Finalmente mueren emitiendo ese sonido, Cada vez más débilmente, hasta que cesa del todo Y unas decenas de toneladas de carne se depositan En el légamo del fondo del sueño. Una remesa nueva y silenciosa, al cabo de un tiempo -fácilmente calculable- trocada en alguna capa más de grano fino que engrosa la cubierta. También están el tipo la tipa que descubren en la carroña Que les ha tocado en suerte muy buenas cualidades: La nobleza es una cuestión de la imaginación. Hace la vida Más llevadera desde el desayuno hasta la cena. Luego, lamentablemente, se sueña toda la noche con lombrices, Grandes lombrices anilladas que te comen las articulaciones lentamente. Tienen todo el tiempo de este mundo. Pero ella/él son lo mejor que nos podía haber pasado. Mira si no todavía fresca esa gotita de sangre, Esa gotita, que es todo lo que queda aquí, a la vuelta, Del desgraciado/la desgraciada que se había animado A vivir sólo consigo. Entiéndase: a solas con todo Eso. Claveteando la puerta infatigablemente, arrimando muebles, Poniéndole toda suerte de obstáculos, hasta comprender Que es el monstruo mismo quien nos alcanza los clavos. Desgraciadamente para ellos, los homosexuales son la gente Más romántica de este mundo. Sufren todavía más, Dulces transformaciones del hombre y la mujer, Obligadas a salvarse de la locura por el trasvestido salvavidas, Adán con portaligas, eva con bigotes, representando Incansablemente, dulcemente, áridamente, A los últimos héroes de la sexualidad. No son ciertamente ninguna alternativa. Ya tampoco tienen ninguna novedad. Hay una rutina, siempre en lo humano hay una rutina. ¿Y qué hay de los vampiros, el don juan tirapedos, la chica del adiós sin caspa sobre las tetas mayúsculas, torneada a la lentejuela sobre la barra? Nadie en su sano juicio tomaría eso en serio. Pero bien pensando, ya no queda nadie En su sano juicio en este fin de siglo. Hasta esas reminiscencias son posibles. Claro que habría antes que proyectar una película o dos, Poner música, no sé, crear un clima que se hiciera A sí mismo sostenible. Pocas cosas dependen Tanto del ambiente. Habría que andar siempre Con toda esa escenografía al hombro, Y eso es trabajo duro, pesado alquilar tantos camiones. Definitivamente otra cosa que no sirve. Existe también la cuestión del presupuesto. La hora exacta, los extras preparados, las luces, los diálogos casi, Casi naturales, esa mesa blanca, el florerito, la curva del gabán exacta, Exacta. Aquí el amor es cuestión de exactitud. Hay matemáticas. Impensable el tema de los hijos que desayunan y vuelven luego De la escuela, el pijama a rayas, esas madres contentas, los primos, Las tías, los abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, toda la colección De cretinos en “un largo viaje hacia el final de la noche”, oh Céline, Confundidos en un inaudible aplauso que es el de toda la especie. Lo de la simulación es otro tema, todo sería más fácil si fuera posible, De alguna real, definitiva manera, someter al otro. Si nos creyera, si no se retorciera de risa cuando lo dejamos solo, Creyendo que creímos que creía. Porque detrás del ojo brilla Siempre esa luz fatídica, ese jugar a los dados solamente Porque todas sus facetas están en blanco. El amor, esa Cosa, esa porquería que insiste. |
Luis Benítez
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