Dame una mentira enorme |
Dame una mentira enorme, que haga temblar los pulsos de la edad con su pisada grave y significativa, que espante de mí los pájaros negros y los gusanos que cosecho sin proponérmelo en la dársena del miedo y se las arregle para hacerme creer que el hombre puede salir de sí, ser uno con la mujer y amarla sin destruirse. Algo que dure un momento y venga de tus labios, para que yo me esconda y los altivos y los necios no me vean. Detrás de esos frágiles decorados vivirá feliz y pequeñito, lejos del tedio y de los ojos que escrutan en la noche. Sin miedo al silencio y a las fieras, luego que la mentira fuese pronunciada, como por un hechizo efímero correrían los talones del infortunio y ni él, ni la miseria, pescarían ya nada en mis sentidos embotados. La angustia del hombre ardería como bruja-fénix y estos ojos y estas pobres manos que rezan sin llegar al rabo de Dios en las alturas, arrojarían al suelo, deshecho, el viejo corazón de la amargura, contentos en su careta nueva. Dame una mentira enorme, que haga girar al revés el tiempo en los relojes y arrúllame en ella, hasta que en mis labios aparezca la helada sonrisa del idiota. |
Luis Benítez
De "Poemas de la tierra y la memoria"
Ed. Stephen Bloom, Buenos Aires, 1980
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