18 Whiskies (teatro, Ed. Nueva Generación, Buenos Aires, 2006). "Su capacidad de escritor viene corroborada fehacientemente por los numerosos premios obtenidos y esta comedia dramática lo confirma una vez más. En esta obra con monólogos y diálogos incisivos, el famoso Dylan Thomas, poeta galés que predominó en la primera mitad del siglo XX, es el protagonista. Narra un episodio, quizá no del todo ficticio, de las postrimerías de su atormentada existencia de bebedor empedernido en la primera escena, mientras que la segunda transcurre después de su muerte y la de dos de los personajes de la obra, un decano y la amante del poeta, mientras que un conferencias oficia como una especie de coro (…) Los personajes desnudan parte de su alma y en las últimas palabras de Dylan Thomas asoma la lucidez y el pesimismo de quien, como todos los seres humanos recibe, junto con el don de la muerte, el conocimiento de que la misma no alcanza para llegar a la verdad última e inaccesible". (Rodolfo Modern, escritor, traductor y dramaturgo, nota de contratapa del volumen "18 Whiskies", reproducida en la webpage de la Fundación Ciudad de Arena, www.ciudaddearena.org/n-031.doc)
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"El entramado intertextual de "18 Whiskies" construye enunciados de duplicación constante, un texto dado por otros textos, otros enunciados cuyas enunciaciones adoptan diversos cuerpos. (…) Derrida realiza un desplazamiento a través del cual un procedimiento de construcción ficcional le permite explicar una situación simbólica de la realidad, Luis Benítez efectúa un similar movimiento en una particular puesta en abismo donde la metonimia ( parte, causa, efecto, síntoma) se desliza permanentemente entre el adentro y el afuera de la ficción. Obra de teatro como un gran mapa donde transitan por un lado Dylan Thomas con sus espectros, y por otro el hablante dramático básico que combina en la diégesis dramática un suceder de simulacros intertextuales. (…) El barroco como referente contextual, como sujeto y objeto de la representación. Barroco que, como definiría Severo Sarduy: "Su sintaxis visual está organizada en función de relaciones inéditas: distorsión e hipérbole de uno de los términos (…) adjetivo, adverbio que lo retuerce, voluta: todo artificio posible con tal de argumentar, de presentar autoritariamente, sin vacilaciones, sin matices." (2). Así es "18 Whiskies": sobreactuadas referencias a la poesía inglesa, discusiones entre muertos, volutas de raccontos, relaciones de inestabilidad entre el tiempo de la representación y el tiempo representado, elipsis temporales, insultos de redundantes significantes y la hipérbole del alcohol como presencia continua, delinean esta serpentina lingüística que es la obra de teatro. Sarduy al respecto dice: " La palabra se repliega sobre si misma en una figura circular, serpiente que se muerde la cola. Comienzo y fin son intercambiables. La palabra en su inscripción ofrece la imagen sensible de ese regreso, de esa vuelta. La figura del lazo(...) designa tanto la actividad literal (...) como las figuras semánticas(...). La figura del lazo, ligada a la de la vuelta (de llave, de escritura, de saltimbanqui), está sobredeterminada: se encuentra situada en un cruce de caminos (...)" (3) En este sentido la obra de L. Benítez, expone a través de un discurso extravertido, una circularidad estructural y argumental, pero que no se cierra en círculo, va más allá en este repliegue ofreciendo una dimensión de elipse; los personajes: Daysy, Brinnin, el decano y su esposa, flotan en este gran bucle que teje Dylan, mientras él, es tejido por muchos otros textos poéticos, y en la decisión de la gran trama, está el autor que abre otra nueva duplicidad: el poeta que escribe una obra de teatro de corte intertextual y metalingüístico. Todas estas bifurcaciones, sintagmáticas y paradigmáticas que erosionan el círculo definido, ofrecen un texto dramático cuya lectura apela a una "mirada al sesgo" (4), por eso si se intenta una lectura frontal de "18 Whiskies", en la necesidad de hallar un centro, el fracaso estético estará asegurado, ya que en su aparente organicidad, la obra genera una ruptura permanente de sus contornos. Tal como la poesía de Dylan Thomas, el lenguaje de "18 Whiskies" construye un universo de características propias. En el barroco, señala Sarduy: "La poética es una Retórica", el lenguaje, código autónomo y tautológico, no admite en su densa red cargada, la posibilidad de un yo generador, de un referente individual centrado, que se exprese, (el barroco funciona al vacío)" (5). Éste es uno de los aspectos más interesantes de la obra de Luis Benítez, la trama no gira en torno a un personaje protagonista o antagonista, gira en un devenir sígnico hacia el vacío, el centro se desdibuja y quien se expresa no es una voz, sino múltiples, que confluyen en un eterno vacío espiralado y conforman, apropiándonos de las palabras finales de Dylan, una paradoja bestial que es la obra de teatro: "18 Whiskies". NOTAS: (2) (3) (5) Sarduy Severo. Barroco. Edit. Sudamericana. Bs. As. (4) Zizek Slavoj. Mirando al sesgo. Una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular. Paidos. Bs. As. Barcelona. Méjico. 2000. (Prof. Lic. Susana Gerbiez, de su artículo "Sobre 18 Whiskies, obra teatral de Luis Benítez", publicado por la revista Resonancias, París, Francia, febrero de 2007) |
Luis Benítez
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