El feliz conocimiento

crónica de Carlos Germán Belli

Rubén Darío solía hacer sus propios prólogos, que terminaban leyéndose como tajantes declaraciones de principios, tácitos manifiestos. El de Prosas profanas es bastante significativo, por condenar allí la ignorancia de sus colegas en el empleo de los recursos literarios, a quienes los veía remotamente lejos, “en el limbo de un completo desconocimiento”. El limbo a secas es el lugar adonde van los niños que mueren sin el agua del bautizo, porque no teniendo así la gracia divina no se les concede de inmediato la gloria. Del Cielo bajemos de nuevo a la Tierra: acá no significa otra cosa que estar en babia, distraído, alejado, al margen. El limbo rubendariano se conecta justamente con esto último, y es en sí una metáfora -ojalá que no me equivoque- muy sugestiva, desde luego, ya que desencadena otras ideas, como las ondas concéntricas que en el agua se forman cuando se lanza una pequeña piedra.

Esta vida terrenal es ridículamente breve, conforme lo advierte con precisión un perito en ocultismo. No es un problema para solucionarlo sino un misterio para vivirlo, según una frase que leí grabada nada menos que en la superficie esférica de una taza de cerámica. Pero, aunque entre las impenetrables tinieblas del misterio, bien vale la pena hacer todas las conjeturas, escudriñar curiosamente, darse a preguntar a diestra y siniestra. Por su fugacidad, la existencia resulta un instantáneo funeral en cada segundo que pasa; sin embargo, los duelos son buenos con pan, afirma el dicho popular. Entonces, no todo es negativo, porque la idea acerca de la vida como un funeral, puede complementarse positivamente ampliando la imagen anterior. En consecuencia, el duelo resulta menos aflictivo si paladeamos el pan del conocimiento, aunque siquiera unas migajuelas. Porque satisface muchísimo conocer, del mejor modo posible, la ciencia del propio oficio; y, más aún, resulta un don incomparable poder proveerse de armas espirituales  y aproximarse a lo desconocido, de conformidad a las creencias de cada cual.

Volvamos a la siempre socorrida compañía de Darío, quien no estaba en ayunas de nada, ni de su arte ni tampoco de las escondidas cosas mayores. Poseía el entendimiento pleno del mundo que encarnaba línea a línea sobre la página o, si no era así, lo intuía gracias a su capacidad de videncia, de la que hablaba también en otro prólogo (en el de El canto errante). Extremadamente precoz, libre y señor de sus pasos, Darío pudo ir al grano: leyó y escribió a su arbitrio. Eligió para sí la cultura cribada por el tiempo, y lo puso en evidencia a través del sonido y el sentido de sus versos. Lógicamente, el limbo del desconocimiento, que él achacaba a sus contemporáneos, no era ignorar sólo tal o cual recurso literario, sino también no observar las esferas más elevadas del saber. La visión poética rubendariana radica, pues, en la retórica, la erótica y la conciencia religiosa, en mayor o menor grado, y por cierto entrelazadas con otros intereses. En el fondo de su alma, lo que quería descubrir era de dónde había venido, por qué estaba acá y hacia dónde partiría después.

De mí confieso que casi no sé nada de estos asuntos. Pero tengo el pálpito de que los duelos son buenos con pan y, aun cuando sea acaso en vano, se justifica el ansia de alcanzar una que otra migajuela. Por ejemplo, llegar a distinguir sin vacilación las sutiles diferencias entre la sinécdoque, la metonimia y la metáfora; leer día a día la Biblia y no desterrarse en medio de escrituras livianas; y con la misma inteligencia de ángel, que todos hemos heredado acá, penetrar en el tantrismo y el taoísmo, que borran la línea divisoria entre el amor sagrado y el profano. Probablemente, por la retórica y la erótica, ya no se es un mortal bruto ni se está más en el borroso limbo del desconocimiento. En cambio, divisar lo desconocido mediante el verbo de Adán y la carne de Eva, tal como realmente lo hizo por primera vez en español, no otro sino el propio Darío.

 

Crónica de Carlos Germán Belli

 

Publicado, originalmente, en: Revista tsé-tsé Nº 2 año 1996

Lugar de edición: Ciudad de Buenos Aires
Fechas de publicación: 1995-2008
Números publicados: 19 (tres números dobles)

Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas que es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte.

Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/tse-tse-n-2/

 

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                  Carlos Germán Belli en Letras Uruguay

 

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