El destino del ámbar,

Que es análogo al de la poesía

poema de Carlos Germán Belli

Está en la casa muy ocultamente

Donde todos delante van y vienen
Y aun con la indiferencia más helada

Ante eso que se extingue sin remedio,

Que no lo miran nunca ni siquiera

De reojo al cruzar cerca de él,
Que allí está en un rincón

Sumido entre las postrimeras cosas,
Como la miga que en la mesa yace

Sin que nadie la engulla,
Ínfimo entre los ínfimos allí
Y por entero cuán atribulado

Porque se le avecinan las cenizas.

Sois, oh ámbar, quien al mundo da linaje,

Pero callado estáis sin pregonarlo,
Resina fósil de la región báltica

Exactamente desde los albores

Viviendo acá conforme al divino orden

Como príncipe del mineral reino,
Y así resplandeciente
En medio de la terrenal natura,
Que por humanos acogido fuisteis

Ayer por ser lo eléctrico,
Aunque hoy sois poco o nada codiciado,

Que en vez de la suprema preferencia

El desdén por doquier os arremete.

En el desván remoto allí se encuentra

Como boquilla de una vieja pipa,
Que en verdad nadie quiere ahora usarla,
Y allí asume el destino del efímero

Objeto, y resignado a su infortunio

Ejemplarmente vive hasta la tumba

Entre el olvido vil
Que ocurre algunas veces y otras no,
Y el ocaso que igual les llega a todos,
Si bien en fin de cuentas
Ya no le importa al linajudo ámbar

Sucumbir junto a deleznable cosa,
Que el desdén o la nada da lo mismo.

Pero es de Cloris el desaire sumo

Cuando recibe un dije como obsequio,
En donde el ámbar reina en vez del oro,
Y al instante lo pone en las honduras

De su joyero para no mirarlo,
Por ser poca monta según ella,
Que si bien es perfecto
En la oscuridad yace allí sumido,
Nada más por haber en su interior
La amarilla resina
Hoy fósil por la milenaria edad,
Que el pobre dije así de Cloris sufre

Fruncidas cejas al no verlo en oro.

Bien sabéis que mejor ayer os fue

En este ingrato mundo terrenal,
Cuando de vos hablaba insigne gente

Con el aprecio humano nunca visto,
Que San Juan de la Cruz (no otro mas él)

Tan presente os tenía entre sus versos

Como exquisita cosa,
Encareciéndoos cuando al cielo hablaba;
Y ahora por haber nacido vos

En el alba del mundo,
Por absoluta envidia no os acepta

El bajo suelo ni siquiera en polvo,
Ni en ligero humo el elevado aire.

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