El Halcón Maltés poema de José Carlos Becerra
A Carlos Monsiváis |
Ahora, cuando tus sistemas de flotación se han reducido a tus retratos,
a las vías por donde vas desapareciendo de ti mismo, borrándote de
aquello que querías; visibilidad de tu retrato, y todo aquello que pensaste que amabas o simplemente odiaste de paso, resplandece de nuevo fuera de ti en la piedra angular de otro escalofrío, mientras alguien que cruza la puerta de salida de tus retratos, siente cómo la noche rebosa tu muerte en uno de esos bares situados en el subsuelo de cualquier viejo edificio de la Tercera Avenida al mismo tiempo que en otro lugar vuelven a encenderse
los reflectores que te iluminaban donde el olor de la pólvora recubría a la figura que emerge del espejo frente al cual disparabas tu pistola.
Reconstruyendo, pues, lo que te iba rodeando,
para rastrear la soga de su miedo, el frío cañón de una 38 automática apoyado en la boca del estómago mientras la boca de la nada parecía mordisquear el cañón, y esa mujer de larguísimas piernas y rostro anguloso y voz recién salida del amor o simplemente del humo de un cigarro, contemplándote desde la penumbra del bar, mientras era en su cuerpo donde el infinito desmadejaba el laberinto que sustituye a veces al disparo de una pistola.
Ah sí, lo que tú codiciaste; aquello que
dejabas que tu rostro inventara,
obsesionadas la una de la otra como
dos locos puestos a tu servicio.
eran
los espacios ocultos donde no cesabas de cicatrizar, con el rostro magullado por los golpes y por las patadas, buscando tú también aquel Halcón Maltés en el que nunca creíste,
porque tal vez era de mala suerte para encontrarlo
creer en él, pese a todo, nunca esperaste.
Sí, todas aquellas, en sus vacíos de botella encontrada en el mar sin el imaginado mensaje, todas aquellas se perdieron en otras que ya no te contemplan ni te esperan,
imágenes donde la penumbra de la sala de cine construye su nublada y
salitrosa reunión,
Ah, qué viejo, pero qué viejo se ha vuelto ese ring donde tanto luchaste, qué cansado se ha vuelto aquel heroísmo, cuántos pasteles se elaboran con ello, y ya nadie se los estrella a nadie en la cara como tú sabías sutilmente hacerlo.
Pero observemos con atención ese ring vacío, evitando la luz universal de los reflectores,
observemos esa blanca superficie vacía. Observemos, simplemente los dados echados, y los jugadores que acaso queden, ocultos
en la sombra, mirando los dados. podremos sentirte a ti desapareciendo,
abandonado por tus sistemas de flotación y transcurso;
a una distancia infinita de esa
mesa cuando sólo derivas hacia el lugar donde el vacío se hace visible; a una distancia infinita de esa mujer que canta un viejo fox, Night and day, por ejemplo, junto al piano de un bar
—si es que dicha escena puede
repetirse— |
poema de José Carlos Becerra
Publicado, originalmente, en: Revista Último Reino Año III, Nº 7, octubre/diciembre de 1981
Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/ultimo-reino-no-7/
Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas que es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,
que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte.
Ver, además:
José Carlos Becerra en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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