La importancia del cuento en el jardín de infantes Raquel M. Barthe |
Cómo
se relaciona el lector con el cuento, con el libro, con la lectura: No
es novedoso decir que el lector comienza a formarse aun antes de aprender
a leer. Sin embargo, no está de más recordarlo. El
primer contacto del niño con la literatura es a través de las canciones
de cuna, es decir, a través de la literatura oral. Más tarde será el
cuento narrado o leído por la madre, la abuela o algún otro ser querido.
Luego prosigue en el jardín de infantes donde el libro-objeto cobra
importancia material y se transforma en un juguete más al alcance del niño
(o, por lo menos, sería deseable que así fuese). Y
aunque todavía no sabe leer, el niño se acerca a los libros con
curiosidad y placer y, mientras juega a que lee, va descubriendo que hay
diferencia entre lo que son letras, los números o cualquier otro signo o
dibujo; descubre también que no sólo hay letras, sino que éstas forman
palabras y que las mismas se leen de izquierda a derecha y de arriba hacia
abajo. Sabe, además, que la fascinación del cuento que el adulto narra o
lee, se escapa de ese libro que él puede hojear, tocar y sentir. Es, por
lo tanto, en esta etapa inicial cuando debemos comenzar con el fomento y
desarrollo de la lectura. Es entonces cuando tenemos que comprender la
verdadera importancia que tiene ese contacto físico con el libro-objeto,
para su formación lectora. Ante
la posibilidad de leer o narrar un cuento, las maestras del nivel inicial
se plantean algunos interrogantes tales como: para qué sirve el cuento,
qué hacer con él, cómo evaluar la tarea y muchos más. Luego surge la
decisión de leer o narrar el cuento elegido, que ya es una opción,
puesto que el docente deberá resolver entre una forma u otra, según el
momento y las circunstancias. La
mayoría de las veces, motivados por el argumento y una vez finalizada la
narración (o la lectura), los nenes dibujan, pintan e inventan nuevas
historias que, en ocasiones, la maestra transcribe, logrando de esta
manera un texto colectivo, producido por los alumnos. Sin
embargo, lo más importante al contar un cuento es el hecho de que la
historia no termina con la palabra FIN. Es entonces cuando el relato se
prolonga en los diálogos que se suscitan a partir de él y los nenes, sin
darse cuenta, empiezan a relacionar los hechos relatados con su vida
cotidiana, con su realidad inmediata y con sus propias experiencias. Y el
diálogo lleva a la reflexión, al pensamiento profundo y al juicio crítico.
Es un proceso que nace en el interior de cada persona y aflora a través
de la expresión oral. Pero
para que todo esto suceda, la maestra tendrá que elegir cuidadosamente el
cuento: que sea un texto portador de sentido. Entonces se preguntará qué
criterio de selección adoptará. El
texto puede ser breve y muy sencillo, pero no por eso "simple".
Con un lenguaje accesible y que pueda comprender el niño, aunque siempre
introduciendo algún término nuevo que enriquezca su vocabulario. Cabe
recordar que, entre los tres y los cinco años, los niños utilizan un
lenguaje reducido (lenguaje activo), pero pueden comprender mayor número
de palabras de las que manejan (lenguaje pasivo). Ellos ya son capaces de
enumerar los personajes y objetos que aparecen en las láminas; juegan con
las palabras y disfrutan con su sonoridad; les encanta aprender nuevos
vocablos y se divierten con la rima. Además desean que le cuenten el
mismo cuento hasta la saciedad. Les gustan los cuentos que responden a su
realidad (hogar, jardín de infantes, sus animales y juguetes). Tienen
sentido del humor y se interesan por lo cómico y el absurdo. Les deleita
fantasear. Y
llega el ansiado momento en que el cuento se apodera del auditorio
infantil. Entonces no importa que durante la lectura o narración los
nenes interrumpan de vez en cuando; pronto se acostumbrarán a no hacerlo
si saben que tendrán la oportunidad de expresarse libremente al finalizar
la historia. Lo
importante es permitirles decir lo que sienten y no inducirlos a las
respuestas deseadas por el adulto. En muchas ocasiones el diálogo se
transforma en un interrogatorio donde los nenes están más pendientes por
complacer al docente que por decir lo que piensan y sienten; se sienten
obligados a dar la respuesta que suponen es apropiada y esperada. En estos
casos es el adulto quien pone las palabras en boca del niño. Y no siempre
la interpretación del cuento es única o correcta porque es la que hizo
la maestra. La literatura permite un plural de lecturas, ofreciendo
diferentes niveles de comprensión; se puede leer y releer un texto
descubriendo múltiples significados subyacentes que estimulan el juicio
crítico y la sagacidad del lector, que se tornará capaz de desentrañar
lo implícito. Es
por esta particularidad del texto literario que la elección del cuento
resulta muy importante y nunca debe tener un significado unívoco ni un
mensaje explícito; debe permitir que el chico descubra por sí mismo lo
que subyace, "lo escrito entre líneas" y que se esconde en su
significado más profundo. La historia debe admitir tantas
interpretaciones como lectores accedan a ella, aunque en esta etapa los
nenes todavía no tengan dominio de la lectura. Además, más allá de la
formación del lector, el cuento es importante por el aspecto lúdico, por
el juego, por el placer y, al mismo tiempo, por la fantasía y estos
"no lectores" del jardín de infantes son ya lectores en
potencia o pre-lectores. Pero
no es sólo por eso que se los debe motivar con la literatura, sino porque
dialogando acerca de lo que sucede en el relato y reflexionando acerca de
estos hechos, los niños se acercan también a la filosofía, puesto que
la práctica filosófica nace de esta manera: de la capacidad de
discernir, preguntar, cuestionarse y discutir. Como
propuesta práctica transcribo un cuento para los más chiquitos: Raquel M. Barthe
Pompón
es un cuento que apenas tiene seis párrafos y sólo ochenta y dos
palabras, contando el título, y entonces, ¡el desafío! de dejar hablar
a los chicos y recoger sus preguntas y sus respuestas y también las
reflexiones y los comentarios. ¿Cuánto puede prolongarse el tiempo
posterior a la lectura? Y lo más sorprendente: ¿qué podemos aprender de
ellos? Un
texto dice muchas cosas, más allá de las palabras escritas y los niños
tienen la habilidad de descubrir estos significados ocultos. Ellos pueden
interrogar al texto en lo que no está expresado con palabras, pero que
sin embargo está implícito. Seguramente
que esta experiencia será la mejor "receta" para continuar
trabajando de la mano de la literatura infantil. Es
posible que al escuchar a los nenes nos sorprenda descubrir que se pueden
establecer paralelos con otros cuentos que ellos conocen. Por ejemplo con
El patito feo, de Hans Christian Andersen, donde no se acepta la
diversidad y se considera que el patito es "feo" porque no se
ajusta al modelo de normalidad dado por los patos. El paradigma es único
y el patito es rechazado e infeliz. Sin
embargo Pompón no es "diferente" porque pertenezca a otro género,
sino que es distinto a todos los de su misma naturaleza. No obstante, y
pese a esa particularidad de ser "chiquito, peludo, tibio y suave
como un copo de algodón", no parece que se sintiera infeliz o
rechazado. El cuento dice que, "si Pompón hubiera nacido conejo, su
mamá habría estado muy orgullosa", pero no parece haber rechazo,
puesto que le secaba el pelo con pétalos de margarita silvestre, le hacía
trenzas y solucionó el problema de su hijo con un gorro de baño. Los
hechos narrados muestran a una madre amorosa y dedicada. Es evidente, además,
que todos los sapos de la laguna aceptaban su alteridad y, aunque en ningún
momento el cuento dice que había otros sapos, al decir que "...fue
el único sapo que nadaba con gorra de baño", se puede entender que
había otros. Es
posible que la maestra pueda guiar a los chicos a buscar los puntos en común
entre los dos cuentos y también sus diferencias. Y probablemente,
llevarlos hacia el plano personal para que cada uno pueda expresar
verbalmente sus sentimientos hacia sí mismos y en relación a los otros. Quizá
puedan vivenciar, y ver con mayor claridad, los problemas de discriminación,
marginación o exclusión que se plantean a diario dentro y fuera de la
escuela. En
este tipo de trabajo el maestro puede llegar a sorprenderse ante la
diversidad de temas que pueden surgir. A modo de ejemplo mencionaré las
reflexiones que hicieron unos niños de Nivel Inicial en una escuela de
Villa Lugano: ellos le dijeron a la maestra que, "también Pompón
era el único sapito capaz de tener piojos". Esta
práctica de "cuento-debate" entrenará a los nenes en la
escucha atenta porque ellos mismos se sentirán escuchados y, no sólo
aprenderán a escuchar a la maestra, sino a escuchar al Otro, a respetar
el turno para hablar sin interrumpir y, en definitiva, a dialogar. Por otro lado, y de manera placentera, se irá potenciando su capacidad lectora y se irá formando (de adentro hacia fuera) como lector competente, con "libertad para leer y leer para ser libre". |
Raquel M. Barthe
Gentileza de "El Mangrullo" , Bs. As. Argentina
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