El lenguaje corporal en la danza bolerística o un goce a partir de dos novelas venezolanas
Carlos Baptista Díaz

lo que el bolero es en esencia: un nudo de
expresión de lo vital en el ser humano y
particularmente caribeño, su necesidad de
conocer y realizar el amor, su deseo y su
pasión y sus sueños como manifestaciones de
un mundo anímico profundo; bastante más
que una simple autocomplacencia, y, por
supuesto, bastante más que el patetismo
vehemente de una melancolía insana

Denzil Romero, Parece que fue ayer, p.60

La comunicación humana definitivamente se efectúa más mediante gestos, posturas, posiciones y distancias que por cualquier otro método. Los canales verbales se utilizan para proporcionar información, el canal no verbal para expresar las actitudes personales y muchas veces sustituyen los mensajes verbales; como otras especies, la nuestra está dirigida por leyes biológicas que controlan nuestros actos, reacciones, lenguaje corporal, gestos y rara vez somos conscientes de que nuestras posturas y movimientos cuentan una historia:

Antes de hablar, el hombre gesticula. Gestos y movimientos poseen significación (...). Los hombres hablan con las manos y con el rostro (...). Quizá el primer lenguaje humano fue la pantomima imitativa y mágica. Regidos por las leyes del pensamiento analógico, los movimientos corporales imitan y recrean objetos y situaciones (Paz, 1986: 34)

El lenguaje del cuerpo como cualquier otro, posee palabras, frases y puntuación. Cada gesto es una palabra y puede tener muchos significados. “Sólo cuando la palabra forma parte de una frase, puede saberse su significado correcto. Los gestos se presentan “en frases” y siempre dicen la verdad sobre los sentimientos y actitudes de quién los hace” (Pease, 1992: 17).

Según Marta Schinca: El lenguaje corporal parte de las sensaciones corporales internas, a percepción ósea y el sentido muscular, las graduaciones tónicas, descubriendo los procesos de las sutiles corrientes del fluir del movimiento así como las modulaciones e inflexiones de esa energía, entrando en el mundo de la melódica y la rítmica, del diseño corporal y espacial (Schinca, 1988: 9) Por lo tanto mediante el cuerpo; sentimos, deseamos, obramos, nos expresamos y creamos, es decir “vivimos”, asumiendo la condición carnal de un organismo cuyas estructuras, funciones y facultades nos dan acceso al mundo, nos abren a la presencia corporal de los demás.

Cuando bailamos nuestros músculos nos hacen experimentar el goce de sus movimientos rítmicos y de su fuerza, particularmente en el bolero nuestra piel conoce el placer de la caricia, dada por la proximidad de los cuerpos, intensificándose y potenciándose la energía libidinal. y se pudo bailar en un mosaiquito con la pareja abrazada, hasta el punto de uno soñar, de cómo decir, dormir, dormirse uno ahí sobre el hombro de la pirujilla, entregándonos al acompañamiento de la forma rítmica y melodiosa; a ese encanto de la armonía interior que sólo del bolero parece brotar, brota, rebota y se desparrama (Romero, 1991: 28)

Así el lenguaje del cuerpo en la danza del bolero no representa un simple gesto cotidiano, sino que trasciende dándole al movimiento una validez subjetiva, expresándose por sí mismo, por su calidad. De esta manera acción y expresión van unidos: son signos cargados de contenido o intención, que pueden expresar múltiples significados, relacionados con aspectos que Allan Pease propone en su texto El Lenguaje del cuerpo (1992): el cortejo, la posesión y el acercamiento sexual.

El cortejo aparece incluso antes del baile por medio de miradas y gestos propios de la coquetería, los que dan “luz verde” para un posterior acercamiento, durante el cual se da una progresión mientras se cortejan se cortejan uno a otro por medio del roce, poco a poco los cuerpos pierden distancia, los brazos rodean fuertemente la cintura u los otros la espalda o el cuello, las mejillas se juntan, los cuerpos se fusionan casi en uno solo.

La invité a bailar teniendo que sobreponerme a

mi natural apocamiento. (...). A los compases

iniciales, traté de acercármele lo más que pude,

pero ella, recatada, para mantener una distancia

prudente, me colocó su mano izquierda en el

pecho a modo de tranca. Después un leve forcejeo

y a medida que comenzaba la amistad por medio

de la chacota, (...) su brazo izquierdo pasó al

hombro, y a la espalda después, mientras las

cosas se fueron acercando... (Romero, 1991: 28)

En cuanto a la posesión “La gente se apoya en otras personas u objetos para destacar su derecho territorial sobre el objeto o la persona” (Pease, 1992:118).

Al bailar un bolero ambos participantes invaden su intimidad, rodeándose con los brazos y entrecruzando sus piernas, lenguaje del cuerpo inherente al deseo de posesión, de sentir que hay dominio sobre el otro e igualmente estar bajo su poder, balanceándose las sensaciones de posesión que implican de por sí un acercamiento sexual.

Cuando una persona penetra en nuestra zona íntima lo hace por una de las dos razones siguientes. Primera: la persona que entra es un pariente cercano o alguien que efectúa un avance sexual. Segunda: la persona es hostil y desea atacar. (Pease, 1992: 26).

Como vemos hay una delimitación y una utilización del espacio o proxemia “que en nuestro caso sería un espacio “informal” “que comprende las distancias que vivimos inconscientemente con los demás: “distancia íntima”, definida por la percepción del calor, del olor y de la respiración del cuerpo de otra persona” (Bernard, 1985: 181).

Estas distancias zonales son planteadas también por Allan Pease como :”la zona íntima (de 15 a 45 cm) es la más importante y es la que una persona cuida como su propiedad. Sólo que la entrada a los que están emocionalmente muy cerca de la persona (...) el amante, el cónyuge, los hijos (...) y los parientes.” (Pease, 1992: 25).

Considerando la danza bolerística, la zona íntima o distancia íntima es irrumpida hasta anularse.

Sentí como su cuerpo tallado se apretaba
Firmemente contra él mío. Me estremecieron sus
lentas contorsiones de boa. Su cara cálida (...).
Yo hubiera querido el poder de congelar el tiempo,
para prolongar el bolero por siempre
(Liendo, 1993: 88).

En el baile del bolero, el lenguaje corporal es un todo que contiene varios elementos que es necesario disociar para estudiar sus significados ...sería más exacto comparar al cuerpo con una orquesta, no con un solo instrumento: la complejidad de aquella tiene que ver con la multiplicidad de zonas corporales (...) capaces de orquestarse entre sí en encadenamientos, sucesiones, yuxtaposiciones, oposiciones. (Shinca, 1988: 10)

Nuestra cabeza dependiendo de la posición y movimiento de la misma: afirma, niega, desafía, acepta. En el bolero, la danza es un juego donde la posición de la cabeza determina el acercamiento y disposición para el acto, los participantes la inclinan hacia un lado demostrando que hay un interés posibilitando el acercamiento del resto del cuerpo. “...Charles Darwin fue uno de los primeros en advertir que tanto los seres humanos como los demás animales inclinan la cabeza hacia un lado cuando están interesados en algo.” (Pease, 1992: 87).

A través de los brazos podemos expresar si estamos abiertos a una situación o si por el contrario lo rechazamos. “Cuando una persona tiene una actitud defensiva, negativa o nerviosa, cruza los brazos (...) Los brazos protegen la parte superior del cuerpo” (Pease, 1992: 68).

La pareja en la danza del bolero, abre sus brazos para abrazar al otro, rompiendo sus propias barreras e indicando con la posición de los brazos la libertad de acercamiento del otro a la parte superior de su cuerpo. En las mujeres esto es más significativo, ya que los senos son rozados por la pareja, siendo éstos una de las zonas erógenas muy cuidadas por las féminas.

Cuando dábamos la media vuelta en el baile, a
pesar del armador, me restregaba las tetas(...)
Pero ya no podía concentrarme en el placer de
sus tetas tibias, porque estaba demasiado
preocupado en no pisarle los pies.-. (Liendo, 1993:83).

En cuanto a la cintura es una parte intermedia en el cuerpo, cercana a los genitales. Cuando bailamos bolero una posición inminente es rodear la cintura del otro y acercarla al cuerpo, con esto se aproxima la zona genital y con el roce propio de las ondulaciones del cuerpo en la danza se puede Interpretar como una relación sexual en la que ambos participan activamente.

En el centro del recinto, un cono de luz dorada
iluminaba levemente una pequeña pista de baile;
donde las parejas se confundían en un ceñido
abrazo con movimientos lentos rituales,
parsimoniosos. Ejercitando una cópula de pie...
(Liendo 1993, 84 - 85)

“Cruzar las piernas es el intento de defender la zona genital.” (Pease 1992, 26).

Por su puesto, en la danza del bolero lo último que haría el participante sería cerrarse, por la naturaleza misma de este baile. Al contrario cada uno, abre sus piernas para permitir el deslizamiento y entrada de la pierna del otro que hará contacto con los genitales, que define una masturbación mutua que se alimenta con los movimientos rítmicos.

Sus muslos, parecían ventosas adheridas a mis
flacas piernas. Cuando terminaba la pieza me
sacudió un temblor, de mi maravilloso pájaro
irrumpió un torrente de caliente semen que se
desbordó por los bordes de mi calzoncillo, se
precipitó por las piernas peludas y empapó mis
felices zapatos... (Liendo, 1993: 88).

La realidad corporal, viva y concreta, aprendida cotidianamente en la experiencia inmediata de nuestras sensaciones, afectos y actos personales, poseen una significación que corresponde a la cultura que nos nutrió.

La experiencia corporal de cada cual está penetrada por los demás y por la sociedad fuente y apoyo de toda cultura.

El cuerpo es así teatro y con mayor lo es por cuanto es significante de su deseo en cada una de sus zonas erógenas que se remiten a las de otras personas; por este hecho el cuerpo se hace lenguaje con todo el juego sutil de combinaciones metafóricas y metonímicas.

En las obras de Eduardo Liendo Si yo fuera Pedro Infante y Denzil Romero Parece que fue Ayer tomadas en este estudio, “Se fija entre el contar de la realidad y la imaginación creadora que puede acopiar toda la información de la cultura, como un trabajo de reinvención, pero también de revelación de las motivaciones profundas de la sociedad...” (López, 1998: 50), enmarcadas por su estructuración y contenido en la Literatura de la Postmodernidad. Con esto Latinoamérica se ve a sí misma y deja constancia de la influencia de la cultura popular a través de la creación.

Quizá lo más alentador que está ocurriendo con lo popular es que (...) cada especialista no escribe sólo para sus iguales ni para dictaminar lo que el pueblo es, sino más bien para (...) reconstruirlo. (García, 1992: 261)

REFERENCIAS:

Bernard, Michel. (1985) .El Cuerpo. Barcelona: Paidos.

García Canclini, Néstor. (1992). Culturas híbridas. Buenos Aires: Sudamericana,

Kesselman, Susana. (1990). El pensamiento corporal. Barcelona: Paidos.

Liendo, Eduardo. (1993). Si yo fuera Pedro Infante. Caracas: Alfadil.

López Héctor. (1998). La música caribeña en la literatura de la postmodernidad. Mérida: Universidad de los Andes.

Paz, Octavio. (1986). El Arco y la Lira. México: F.C.E.

Pease, Allan. (1992). El Lenguaje del Cuerpo. Barcelona: Paidos.

Romero, Denzil. (1991). Parece que fue ayer. Caracas: Planeta.

Schinca, Marta. (1988). Expresión corporal. Madrid: Escuela Española.

Carlos Baptista Díaz
Universidad de Los Andes-Venezuela

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