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Michelle ha muerto
Jesús Baldovinos Romero

escritores_lc@hotmail.com

 
 
 

La noticia nos pegó como el sol de la tarde nos pegaba de frente y como la peor de las cachetadas. En el aula reinó el silencio, involuntariamente esperando la segunda trompada. Alan, el malhechor del grupo entraba con una sonrisa cínica y el diario vespertino en la mano, alzada, a manea de celebración.

La noticia explicaba en su titular de nota roja: Niña se lanza desde la torre del hotel Capital. No era lo alto de la torre lo que nos impresionó por tercera vez, era el hecho que durante casi seis años siempre pensamos que Michelle era un niño, guapo, temeroso, frágil, pero niño.

Con curiosidad y con un temblor que nos hizo confirmar nuestra sospecha, miramos al rincón donde se sentaba Tere, la novia de Michel, para darnos cuenta que al otro día tendríamos la certeza de que tampoco a ella la volveríamos a ver otra vez.



-Hay algo en los relámpagos, te lo juro… -la voz de Martín al otro lado del teléfono me hizo sentir un escalofrío- estuve tomando fotos de las descargas eléctricas y de las demás manifestaciones de la tormenta, las bajé directo a mi compu… y cada uno tiene un color diferente… son puertas, son puertas para que entren esas cosas… no hay energía en este lado de la costa… apenas pude guardar las imágenes…. Debes creerme… ven por mi –su voz parecía que se endurecía, como si las quijadas se le trabaran; viajar hasta ese lugar me llevaría al menos tres horas y con lo feo que se ponía el camino- no se ve nada, espera, lo escuchas, no se escucha nada, como si todo se hubiera callado de pronto, ni siquiera el aire… -afuera se empezó a escuchar la tormenta que empezaba a recrudecerse, azotaba al parecer todo lo que encontraba a su paso… pensé que pronto se iría la luz y en efecto, se acaba de ir, luego pensé en la línea telefónica, y en fracción de segundos al otro lado primero escuché el jadeo de Martín, luego un sonido gutural y al final solo la estática y finalmente nada… pensé en los relámpagos que traía la tormenta, en lo que había visto Martín, en las puertas que se abrían para traer quién sabe qué cosas, y desde aquí los puedo ver, los relámpagos de verdad que parecen ser de colores diferentes, como puertas de un cuarto lleno de luz que se abre a una zona oscura, hay algo en los relámpagos, se los juro, cada uno tiene…

 

Jesús Baldovinos Romero
escritores_lc@hotmail.com

 

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