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Los recuerdos más largos del universo
nunca comprendí si eran tuyos
o de nosotros,
desafiantes,
en estocadas de cualquier puerto,
como si hubieran anhelado ver de cerca
una puesta de sol.
En ellos me perdí de memoria,
todos decían que volviera
con las manos surcadas de adioses,
las pupilas hundidas,
totalmente hundidas.
Alguien al pasar por la estación
gritó tu nombre a quemarropa.
Así lo vivido se desliza
dejando en el tintero la segunda parte de la vida,
de ilusiones que venían como trotamundos
y luego se quedaron en la espera,
igual que los relojes de cuerdas desvencijadas
con las agujas detenidas a las doce,
una porfía devuelta
cuando leo las noticias
en un periódico de la época. |