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Escúchanos Libertador
Dionisio Aymará

Vuelve tu rostro, Capitán, tu noble rostro
donde la eternidad y las serenas líneas de la luz se reflejan
y míranos
alzamos hacia ti los brazos huérfanos
la ceniza
la sangre,
como una lámpara de cabellera interminable
ardiendo en tu pasión de libertad y sacrificio,
oh dios airado de la guerra,
oh poderoso Capitán de la ternura ¡

Míranos
Abrazados a tu cuerpo tallado en piedra viva,
levantado en el aire de América, en tu región celeste, 
en tu mundo 
de largo corazón desgarrado, 
te convocamos, Padre, para que tu presidas nuestro diálogo,
el tiempo donde cada minuto
nacen y mueren nuestras voces;
para que tu presidas
la mesa humilde a cuya orilla 
cada día 
repartimos el pan y la esperanza

Escúchanos , oh! Padre:
somos
eco de tu clamor
somos reflejo de tu luz perdurable,
somos tu aliento, 
tu esforzada batalla por alzarnos
de la miseria y de la sombra,
tu don de vaticinios repartido.

Vuelve tu rostro, Capitán, tu noble rostro
Bañado ahora por la majestad de la noche más alta
y míranos:
llevamos en lo profundo de los párpados
tu imagen recorriendo las soledades de Los Andes,
tu estatura sobre los llanos proyectada,
tu extendido corazón de gigante
que infunde nueva vida
a su país, nuestro país que gime y canta
con la piel abrazada bajo la llama del petróleo
y el hierro

Tus brazos de horizonte se ciñen
a esta América tuya
hecha para nosotros
y para todos los que luego
vendrán a ocupar nuestros sitios.
Tus ojos desde la eternidad,
como ángeles custodios,
velan sobre tu hermoso Continente y tus puños
golpean sobre todos los hombros
para que no olvidemos que hay un alba escondida
en cada palpitación de la noche.


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Amamos tu heroísmo, Libertador, tu ardiente
vocación de libertad , tu fuego
que no apagan los años
ni el olvido
y amamos 
tu pasión y sed de justicia,
lo que de humano hay en las honduras de tu carne y espíritu.
Bolívar,
solitario varón con el pecho cruzado de relámpagos, 
abierto a los grandes aconteceres
de la Historia, Bolívar:
imploramos tu conducción magnífica,
tu radiante lección de martirio, 
tu silenciosa voluntad de amar y de vencer continuamente.

Ay, ¿quién sino tú pudo
enseñarnos el camino que conduce a la altura
donde solo los más puros destellos
del espíritu habitan?
¿Quién sino tú, Bolívar,
pudo cruzar las desoladas cumbres de los Andes,
los mares,
las tinieblas, 
para dejarnos este sitio, esta herencia terrestre
donde no sabemos
cantar de rodillas?


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De tu encendido tránsito, Bolívar, de tu llama apasionada,
de tu dolor y profunda fortaleza
se nutre aún
la tierra
pura que nos dejaste
bajo la formidable majestad del firmamento americano.

Tu itinerario heroico
recuerdan las ciudades,
los caminos, las piedras,
los ríos donde los astros beben
el zumo de la noche.

Cada sitio donde estuviste, cada instante nacido
de tu pecho,
guardan el resplandor alucinado
de tus pasos abiertos como una flor de viva quemadura.

Con tu espada flamígera
nos señalas
el tiempo liberado
por cuyas hondas naves pasa todavía
la rebelión de los indígenas,
la luz ganada a golpe de hueso y sangre airada,
el amor y su júbilo
conquistado una vez, y mil veces
perdido, oh soñador
de circulares Chimborazos,
domador de montañas,
anunciador de un alba nueva cuyo claror profundo
nos invade las venas!


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A Ti, Bolívar,
claro conductor de los ejércitos libertadores,
capitán de la aurora,
cruzado del afán victorioso,
nos volvemos
en esta edad del átomo,
la cólera,
los cohetes que buscan el corazón del infinito.

A ti volvemos nuestros ojos, Bolívar,
para vencer el llanto, la fatiga, las soledades
que amenazan el sitio
donde ardía la llama del laurel,
en otro tiempo.


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Evocamos tu gesta magnífica, tu lucha desigual con la sombra.
Tu fuerza levantando la arquitectura de la Patria,
oh forjador de Pueblos.
Tu grito de libertad rompiendo nubes, 
desgarrando las ataduras de milenios
y milenios
de látigo y ceniza
volcados sobre el rostro del hombre.

Hay cálidos vocablos
-Casacoima, Angostura,
Carabobo-
para nombrar los astros que tus brazos invictos
colocaron en el cielo de América


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Vuelve tu rostro, Capitán. Fulgor y sangre tuyos
abonaron el suelo
donde luchamos por el pan y el sueño diarios
y donde tú nos enseñaste
a ser libres y ser nosotros mismos,
Bolívar,
con tu esfuerzo de titán vencedor de la muerte.

Desde tus claridades profundísimas
sabemos que nos oyes y conduces
hacia el único destino que soñaste para nosotros, Padre:
el de ser como tú, pasión y vida,
presencia visionaria,
llamas de un mismo corazón invencible,
oh dios airado de la guerra
oh poderoso Capitán de la ternura,
Padre Libertador!

Dionisio Aymará (1961)

http://www.dionisioaymara.com/ 
Venezuela 

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