Poesía y política Estatuas parlantes por Jorge Aulicino
Fotografía de la escultura de
Pasquino tomada de |
Hasta un cierto punto, las redes sociales son parangonables a las estatuas parlantes de Roma. Pasquino, Marforio, y los menos tocados por la Fama, Madam Lucrezia, el Babuino, el abate Luigi y el Facchino, son restos escultóricos que tienen 1800 años y más, utilizados por la gente en Roma, durante el Renacimiento, para colgar de ellos leyendas satíricas y de protesta, generalmente contra el descontrol de los papas. Roma fue a la vez devota y satírica respecto de la Iglesia hasta el siglo XIX incluso. El dialecto romanesco de las estatuas parlantes se mantuvo en los sonetos satíricos de Giuseppe Belli, un católico confeso, hasta ese siglo. Roma y el mundo se volvieron más reservados respecto de la Iglesia paradojalmente en el estallido o cumbre de la modernidad, ese período y cultura llamados Siglo XX.
La primera comparación es evidente: las “redes” se usan para colgar
no solo fotos de festejos de cumpleaños, flores o mascotas, sino
también diatribas, insultos y proclamas. En medio de ello va también
la reflexión al paso y algún poema, no necesariamente una coplilla,
dado que el lector medio de literatura sabe hoy del valor polisémico
de cualquier poema logrado (logrado al menos en este sentido). El matiz de diferencia es que las llamadas redes sociales fueron creadas exactamente para eso. Twitter expresamente, mientras que bajo la tierna fachada de una red ―Facebook― para intercambios de noticias familiares o grupales, se propagó un instrumento en el cual desfogar ―no necesariamente bajo la protección del anonimato, pero sí del cristal de la pantalla de una computadora― ideas convulsas, odios y envidias (por qué no) y realizar campañas sociales o individuales en favor o en contra de algo o de alguien, principalmente los gobiernos, que son siempre derechistas y corruptos. Dicho esto sin ironía. Las estatuas parlantes, en cambio, fueron una reutilización de la antigua cultura y una reutilización del arte. |
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Madam Lucrezia es el nombre festivo con que fue rebautizada Isis,
pues esta tercera o cuarta estatua parlante representa, según
parece, a la diosa egipcia, en versión griega o romana de los
primeros siglos de la era cristiana. Debe su nombre a su antigua
propietaria, Lucrezia d’Alagno, una napolitana que fue amante de
Alfonso de Aragón en el siglo XV e, injuriada como tal, se mudó a
Roma con la estatua.
Las estatuas parlantes son, además de medios satíricos, en sí mismas una sátira popular, un acto de irreverencia al culto de lo antiguo, muy propio de las cortes del siglo XV y XVI. Las "redes" en cambio solo reconocen una ruina detrás: la de la prensa escrita sobre papel. El mundo que designan es también, eso sí, un mundo fragmentario, en el que los nombres propios se diluyen, las representaciones anteriores no están claras, y todo el universo podría reconstruirse de distintos modos, según uno mire sus fragmentos. A veces, nuestras voces parecen resonar en el vacío de ese extraño mundo neuronal ficticio de la Red. Hasta una posmodernidad existió antes que la nuestra: los antiguos (para nosotros) habitantes del Renacimiento y del pre Renacimiento habían inventado una picaresca con los restos de una (para ellos) antigua modernidad: la de las repúblicas griega y romana. Nos diferencia de esos romanos del siglo XVI que muchas veces nosotros parecemos estatuas que ya no son nada: un Babuino, un Marforio, una Madam Lucrezia que ni siquiera funcionan como tales. ¿Todos convidados de piedra?, preguntan. Bueno, sí, algo de eso. |
por Jorge Aulicino
Publicado, originalmente, en: Periódico de Poesía Número 89 / Mayo 2016 / Año 8
Periódico de Poesía es una publicación editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, a través de la Dirección de Lteratura
Link del texto: http://www.archivopdp.unam.mx/index.php/4217&catid=86&Itemid=165
Editado por el editor de Letras Uruguay
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