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Vigencia de las culturas originarias de América
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 

 

El cambio de época histórica se evidencia en la actualidad de diversas formas o “cambios”; muchos de ellos se vinculan íntimamente con el impostergable proceso descolonizador de nuestras culturas; y por tal motivo se centran, necesariamente, en el conocimiento y reconocimiento de las culturas originarias de América, de su contemporaneidad.

Sin embargo, todavía el espacio que las culturas originarias ocupan en los ámbitos académicos o de los medios de comunicación masiva que trasmiten pensamiento es insuficiente; aunque ya se comprende y esparce en diversos campos de las Ciencias Sociales y las Humanidades, la exigencia que proclamó José Martí en relación con el conocimiento “al dedillo” de dichos pueblos y sus culturas —por encima del estudio de la Grecia antigua—, desde la antigüedad hasta abarcar la actualidad, y particularmente al enunciar la enseñanza de nuestra Historia.

La Casa de las Américas ha incluido el Programa de Estudios de las Culturas Originarias entre sus proyectos jerarquizados, desde el pasado año; y en el que ahora transcurrió, el prestigioso Premio que auspicia anualmente tuvo el cuidado de: invitar a un investigador,  curador y profesor de arte indígena de Paraguay, Ticio Escobar, para que pronunciara las palabras inaugurales de este sobresaliente certamen, ampliamente divulgado en el mundo intelectual; crear el Premio Extraordinario de Estudios sobre las Culturas Originarias de América Manuel Galich, a causa de celebrarse el centenario del nacimiento del antes mencionado profesor e investigador guatemalteco, cofundador de Casa, que dedicó a Cuba sus últimos años de vida.

Además, como si fuera poco, entre sus encuentros colaterales convocó un panel de especialistas en el tema aborigen, integrado por Ticio Escobar (Paraguay), Esteban Ticona Alejo (Bolivia) y Emilio del Valle Escalante (Guatemala),  que trató sobre “América indígena: pensamiento y creación”.

El discurso de apertura pronunciado por Escobar se titula: “Cultura y esfera pública en los tiempos del mercado”, abordó  directamente los desafíos y posibilidades que afrontan América Latina y el Caribe  frente a la crisis planetaria y múltiple generada por la decadencia del sistema capitalista:

Una parte fundamental de la creatividad y el conocimiento de nuestras sociedades se moviliza a partir de modelos alternativos que resultan esenciales para promover la integración social, recuperar expedientes tradicionales de pensamiento y ficción y tramar reticulados interculturales a nivel regional y continental.  Desde los lenguajes y figuras,  configurar modelos culturales inéditos, basados en el sincretismo y el pluralismo. Las estéticas, los conocimientos y cosmovisiones que nos legaron —y que nos siguen acercando— las sociedades étnicas (originarias o inmigrantes), América Latina (…)

Tal multiplicidad de mundos coexistentes, en fricción muchas veces, ha enriquecido los modelos culturales de la patria grande y promovido valores de inclusión que hoy sostienen muchos proyectos indispensables para la consolidación de la esfera pública continental. La ética del buen vivir (en guaraní tekó porã, en quechua sumak kawsay, en aimara, sumak qamaña); este valor nada tiene que ver con la complacencia hedonista del bon vivant, sino que nombra un modelo de bienestar basado en la articulación de lo individual y lo social; de la economía, la sociedad y el medioambiente; sistema ideal de transversalidad, de dimensión utópica y de perspectiva holística cuyo cumplimiento desvela hoy a los hacedores de políticas públicas sustentables.

En su disertación, rica en la conceptualización del proceso integrador que en Nuestra América adelanta a pasos largos, Escobar señaló aspectos esenciales a tener en cuenta por los hacedores y decisores de políticas.  

Acerca de la cultura dijo:

Las representaciones, los discursos y los imaginarios sociales no constituyen aditamentos de las sociedades, sino principios configuradores suyos. La cultura es, así, la sociedad considerada desde la perspectiva del sentido colectivo: del conjunto de quehaceres orientados a sostener el pacto social; comprender de la realidad lo que se puede comprender, e imaginar o inventar el resto. (1)

Sobre el desarrollo, expresó que:

(…) la agenda de debates sobre políticas culturales, desarrollada con fuerza hoy en América Latina, concibe el desarrollo como componente esencial de la cultura. Y, obviamente, acá no se emplea el término “desarrollo” en sus acepciones economicistas o desarrollistas: se lo está vinculando con procesos que involucran creencias, lenguajes y concepciones del mundo y activan mediaciones imaginarias complejas.

Y destacó el papel que ha jugado y jugará la Casa de las Américas como institución cultural de vanguardia y de referencia continental:

(…) la Casa de las Américas significa un espacio de resistencia cultural único en nuestro continente. Y cuando hablo de “resistencia cultural” pienso en una plataforma firme de creación y pensamiento desde donde seguir afirmando valores, debatiendo ideas y reimaginando en conjunto las muchas maneras de abordar nuestras realidades complejas y renovar las apuestas de sentido que las impulsan y sostienen.

Justamente, el panel dedicado a la reflexión sobre “América indígena…” recalcó la importancia de las ideas precedentes. Esteban Ticona (1978), sociólogo e investigador boliviano de origen quechua aimara, en su ponencia “Los intelectuales indígenas” hizo constar el estado de las investigaciones de las culturas originarias en el continente suramericano y la existencia de tres generaciones de intelectuales, desde los años 80s hasta hoy día: pensadores indígenas o “amautas”, hombres y mujeres (entre ellas es notable Rigoberta Menchú, guatemalteca, Premio Nobel de la Paz en 1992), que se han apropiado conscientemente del idioma español, se relacionan con el mundo académico, y mediante una escritura crítica, reveladora de la realidad, que no siempre es bien acogida, publican libros que expresan un “pensamiento propio”, lo cual significa “pensar desde nuestros países” , desde nuestro auténtico legado cultural, aclaró Ticona. Desde luego, sin desconocer, críticamente, otras teorías provenientes de otras partes del mundo.

También, los pensadores han incluido nuevas categorías propositivas, que son ancestrales: “Vivir bien”, como se dice en Bolivia, que equivale al “Buen vivir” de Ecuador; y “Pachacuti” que nombra un trastrocamiento muy fuerte de la realidad, que rebasa el contenido del término “revolución” empleado en la cultura euroccidental, entre otras. Todos señalan hacia el camino de la descolonización intelectual; se apuesta por una forma de vida distinta, dijo, y encerró sus conclusiones en la siguiente idea fundamental: “Tenemos que alimentarnos con lo que tenemos”.

Por su lado, Emilio del Valle, joven profesor e investigador guatemalteco (Guatemala, 1970), habló en torno a la relación entre los pueblos indígenas y el estado nación; planteó cuestiones básicas al respecto: ¿hasta qué punto se ha trascendido que los pueblos originarios son un problema para el estado nación?¿Cuánto el otro ha aprendido de los pueblos indígenas?¿Por qué no se aprende (y enseña) acerca de los aborígenes?¿Es posible hablar de una nación plurinacional, pluricultural, sin que a lo interior exista este reconocimiento y esa reciprocidad? Denunció que la exaltación del “mestizaje” es una vía para negar a los indígenas. También, ampliando la tesis de Ticona, mencionó algunos de los intelectuales orgánicos, que escriben en lenguas originarias de América (concebida como Abyayala) y hacen activismo político: Francisco Morales Santos, que ha escrito la primera novela maya; Carlos Montemayor y Miguel Ángel Portilla, ambos de México.

Finalmente, Ticio Escobar hizo énfasis en la creación y sensibilidad ante su realidad por parte de dichos intelectuales, y especialmente en la contemporaneidad de lo indígena, de su pensamiento y arte. Es un rasgo de la colonialidad, afirmó, la negación (u omisión) de los procesos de aculturación que han ocurrido y aún transcurren, así como la integración forzosa de los indígenas a una nacionalidad, como sucedió en Paraguay. Hay que apoyar el derecho cultural de la diferencia de los indígenas y sus descendientes. 

Notas:

(1)   El subrayado es de la autora de este artículo.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/ , el 22 de febrero de 2003
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/vigencia-de-las-culturas-originarias-de-america/24135.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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