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Una interpretación histórica del problema racial en Los Jacobinos Negros…
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 
 

A la altura del año 1794, el 4 de febrero, en París, tuvo lugar un hecho trascendental, que marcó un giro en la historia de la Humanidad. Por conformidad de todos los diputados, se aprobó en la Convención francesa el decreto que abolía la esclavitud; he aquí el texto que cita James (p.104)[1], leído aquel día por el diputado Lacroix:

La Convención Nacional declara abolida la esclavitud en todas las colonias. En consecuencia, declara que todos los hombres sin distinción de color, con residencia en las colonias, son ciudadanos franceses y disfrutan de todos los derechos garantizados por la Constitución.[2]

El contexto histórico y anímico en que se desenvolvió tan notable acuerdo, que completó la proclamación de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,[3] lo reconstruye magistralmente el mismo autor, a la distancia de casi un siglo y medio después:

En aquellos días difíciles, Robespierre y la Montaña le dieron a Francia un gobierno fuerte. La Convención abolió, al fin, las leyes feudales, acabó con los abusos más ostensibles y se ganó la confianza del pueblo. A pesar de las intrigas políticas, los dirigentes,  el gobierno –aunque hostil al comunismo- confiaba en el pueblo, ya que no podía depender de nadie más. Una extraña exaltación de devoción y sacrificio conmovió a la Francia Revolucionaria y a París. Como en Rusia bajo Lenin y Trotsky, se informaba con honestidad al pueblo acerca de las victorias y las derrotas y se reconocían abiertamente los errores. Aunque hasta hoy los reaccionarios solo pueden ver unos cuantos miles de personas que cayeron bajo la guillotina, lo sucedido en Paris entre marzo de 1793 y julio de 1794 constituye un momento supremo de la historia política. Nunca hasta 1917 ejercieron las masas tan poderosa influencia –-porque no fue nada más que influencia-– sobre ningún gobierno. Durante estos pocos meses en que más se aproximaron al poder, no se olvidaron de los negros; los sentían como hermanos, y en cuanto a los dueños de esclavos, que ellos sabían apoyaban a la contrarrevolución, los odiaban como si los propios franceses hubieran padecido bajo el látigo.> (James, óp. cit., p. 102-103)

Justamente, este es el momento de mayor auge y poder por parte de los Jacobinos,[4] y es entonces, el 3 de febrero de 1794, cuando la Asamblea recibe a los tres diputados enviados por Saint-Domingue a la Convención,  ellos son una representación racial de la colonia, un negro ex esclavo, un mulato y un blanco. Una vez aprobada sus credenciales, relata James, el diputado Cambulas se puso de pie y expresó algo memorable: “Desde 1789 la aristocracia de la cuna y la aristocracia de la religión han sido destruidas, pero la aristocracia de la piel aún se mantiene. Esa también está ahora en sus últimos estertores, y la igualdad se ha consagrado. Un negro y un amarillo van a incorporarse a esta Convención en nombre de los ciudadanos libres de Saint-Domingue.” Los tres diputados entraron en el salón. La cara negra de Bellay y la cara amarilla de Mills provocaron largas y repetidas rondas de aplausos. (James, óp. cit., p.103)

No puedo dejar de citar palabras que al leerlas me causaron gran emoción; Lacroix (de Eure-et-Loire) le siguió en el orden de la palabra. “La Asamblea ha esperado ansiosamente tener en su seno a alguno de estos hombres de color que han sufrido la opresión durante largos años. Hoy tenemos dos de ellos. Exijo que su introducción quede marcada por el abrazo fraternal del Presidente.”

La moción fue aprobada entre aplausos. Los tres diputados de Saint-Domingue avanzaron hacia el presidente y recibieron el beso fraternal mientras estalló en el recinto una nueva ronda de aplausos. (James, óp.cit., p.103)

Fue al día siguiente cuando, después de un discurso del diputado negro Bellay, que James calificó de “largo y fiero”, quien pidió tajantemente que la Convención declarara la abolición de la esclavitud, y sucedió el decreto y su aprobación, como ya lo he referido, al comienzo de este trabajo.

Claro está, hasta ahí llegó la Revolución francesa, tocó su límite con respecto a la situación colonial y la esclavitud. Después, la reacción intentó, con éxito transitorio, revertir aquella obra monumental. Nueve años más de guerra y padecimientos de toda índole, incluido el apresamiento de Toussaint y su tortura hasta la muerte en una cárcel francesa,  esperaban a los ex esclavos de Saint-Domingue antes de eliminar definitivamente sus relaciones con la metrópoli y fundar, con el general Dessalines a la cabeza, la República de Haití, el 1º de enero de 1804.

La discriminación racial, las doctrinas del racismo, que como estela pestilente ha dejado tras de sí el coloniaje europeo y la institución que fue su sustento principal, la esclavitud de los indoamericanos y de los africanos de piel negra en América, constituyen en el presente siglo XXI, manchas vergonzosas, que únicamente se explican –dondequiera que estas aparecen, porque son “subsidiarias” (concepto que utiliza James en su obra ) de la lucha de clases; el racismo particularmente defiende los intereses de la clase propietaria, esclavista y/o burguesa y pequeño burguesa. Forma parte esencial de su ideología exclusivista (elitista) y de la relación de esta con la religión, al asumir como valores máximos de la sociedad, organizada y controlada bajo su poder: la riqueza material acumulada y monopolizada por una minoría; la supremacía de la raza blanca, de la cultura occidental y de la religión católica.

Frente a tales aberraciones de la política más ultraconservadora, llevada a extremos antihumanos -tal como la que vivió James en los años de lucha contra el nazi-fascismo, durante la II Guerra Mundial, después que ya había publicado la primera edición, en inglés, de Los Jacobinos Negros… (1938), y todavía es peor, si constatamos en la actualidad que más que nunca antes estamos amenazados por su revitalización globalizada-, es necesario y apropiado rescatar en este hermoso libro de historia, los pasajes más dignificantes, los que testimonian la existencia de sentimientos enaltecedores, al parecer también innatos en nuestra especie, el amor, la aspiración a la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos los seres humanos. La lucha sin claudicaciones por alcanzar estos ideales y hacerlos realidad palpable, vivible y perdurable.

Así, el 4 de febrero, el 1º de enero –-en el que coinciden la creación de la primera república negra del mundo y el triunfo de la Revolución cubana de 1959 (105 años después); el fin del apartheid en Sudáfrica, la liberación de Nelson Mandela y su ascensión a la primera magistratura de la nueva República de Sudáfrica, el 10 de mayo de 1994,[5] tras las  primeras elecciones libres de la historia de Sudáfrica-- significativamente celebradas doscientos años después del año de la abolición de la esclavitud por la Convención francesa --y otras fechas de similar contenido, extraídas a sangre y fuego de la prehistoria salvaje--, son hitos de la verdadera historia humana que se va erigiendo y escribiendo y se convierten en efemérides históricas mundiales, que deben ser resaltadas, claramente explicadas y enseñadas en todo libro de historia nacional, regional o, internacional.

Esas fechas inolvidables para todo ser humano digno, deben celebrarse con el gran honor que merece cada una, en su respectiva conmemoración; porque precisamente son estos momentos de ascenso de la sociedad humana en la escala de la ética y la moral, los que nos permiten tener fe, esperanza para continuar la lucha sin tregua por otro mundo mejor.  

 Notas:

[1] James, C. R. L. Los Jacobinos negros, Toussaint L´Overture y la Revolución de Saint-Domingue, Introducción de John Bracey, Traducción al español de Rosa López Oceguera, Colección Nuestros Países, Serie Estudios, Casa de las Américas, La Habana, 2010.

[2] Recordemos que antes el representante de Francia en Saint-Domingue, Sonthonax, se había visto obligado a declarar, localmente, la abolición de la esclavitud el 29 de agosto de 1793, para ganarse el apoyo de los negros insurrectos y poder enfrentar el acorralamiento a que lo tenían sometido las fuerzas contrarrevolucionarias. 

[3] La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano adoptada por la Asamblea Nacional francesa en 1789, fue uno de los logros más constructivos de la Revolución Francesa y un modelo para documentos similares en todo el mundo.

[4] (a) jacobino, na.(Del fr. jacobin, propiamente, dominico, por celebrar sus reuniones en un convento de dominicos, y este der. del lat. Iacobus, Jacobo, por alus. al hospicio de peregrinos de Santiago de Compostela del que se encargaban estos religiosos).(b) adj. Se dice de un partido francés de la época de la Revolución, partidario de dirigir la educación de los ciudadanos.(c) || 2. Se dice del individuo de este partido francés de la época de la Revolución. U. t. c. s. (d) || 3. Se dice del demagogo partidario de la revolución. U. t. c. s. Diccionario de la Real Academia Española (DRAE, versión digital, 2006.)

[5] Recientemente se proyectó el filme Invictus  del actor y director Clint Eastwood (2009), en el cine Chaplin, que es otro testimonio histórico de profundas enseñanzas históricas, éticas y morales, realizado con un concepto artístico contemporáneo,  en torno al tema del racismo, de su manifestación más reaccionaria, el apartheid, removido de la República de Sudáfrica a fines del siglo XX gracias a la acertada política de Nelson Mandela. Lamentablemente estas exhibiciones, de tan importante obra, no fueron suficientemente divulgadas, y muy pocas personas disfrutamos del filme. Ojalá la Televisión Cubana lo incluya en su programación de cine, con un anuncio y presentación adecuada a su relevancia cultural y educacional.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte el 8 mayo 2010 http://www.cubarte.cult.cu/
Link del artículo: http://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/una-interpretacion-historica-del-problema-racial-en%C2%A0los-jacobinos-negros%E2%80%A6/15451.html

Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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