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Papel Periódico de la Havana: apuntes en torno a su fundación 24 de octubre de 1790
por Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

 
 

¿Quién discutiría hoy día la importancia o la necesidad, de un periódico, particularmente del dedicado a los principales acontecimientos que tienen lugar en la capital del país? Con certeza, nadie. Sin embargo, esta "mentalidad comunicativa" entre los pobladores de una urbe, aparece en Cuba colonial durante la segunda mitad del siglo XVIII; está en relación con la llegada a la Isla del pensamiento ilustrado, el despertar de la vida cultural isleña a través de sus acciones transformadoras. Éstas, a su vez, encontraron una resonancia natural en la burguesía esclavista habanera y dentro de ella, en el grupo más encumbrado, los nobles beneficiados con títulos de Castilla, criollos o peninsulares, ligados con el desarrollo económico-social — casi explosivo — del Departamento occidental de la colonia caribeña.

Primero fue la imprenta. El mecanismo fundamental para la impresión de ideas "entintadas" sobre una hoja de papel, parece que llegó a Cuba alrededor de 1720, pues ya existía en la ciudad cuando circuló entre sus habitantes la

"Tarifa General de Precios de Medicinas. En la Havana, con Licencia de los Superiores, en la Imprenta de Carlos Habré, 1723".

El hallazgo de este documento testimonial lo realizó Manuel Pérez Beato en 1910 (ver: "Una joya bibliográfica", publicada en "El Curioso Americano"). Con anterioridad, Antonio Bachiller y Morales en sus Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción pública en la Isla de Cuba,[1] (La Habana de 1861) se había referido al impresor Habré, de origen francés o belga, citando la ficha bibliogràfica de un folleto que salió de sus prensas en 1724.

D. Francisco de Paula recibió autorización, en 1735, del capitán general y gobernador de la Isla, Juan F. Güemes de Horcasitas (1734-1746), para abrir su taller, o imprenta, el cual fue vendido sucesivamente a don Manuel Aspeitía y a don Esteban José Boloña, de todos ellos el mejor conocido en la actualidad. En 1785, Boloña fue nombrado impresor de la Marina. Posiblemente, ya conocía a don Lorenzo Montalvo Ruíz de Alarcón, reformador del Astillero de La Habana, además de primer y único intendente de la Marina que hubo en Cuba colonial, después de la devolución de La Habana a los españoles (1763). Desde 1765, Montalvo, nacido en Castilla, con una extensa prosapia y fundador de una de las familias más poderosas de la capital,[2] fue erigido conde de Macuriges (I) por Carlos III.

A tan influyente personalidad se asocian el gobierno de teniente general Ambrosio Funes de Villalpando, conde de Ricla, y la aparición de la Gazeta, diario oficial y semanal, fundado por aquel último en 1764, en la imprenta de la capitanía general. Tuvieron esas hojas corta duración en su momento; se estima que la Gazeta subsistió hasta el fin del período gubernativo de Ricla, aproximadamente hasta 1765. Por esos años, nació El Pensador, periódico "ilustrado", del cual aún no se ha encontrado rastro material alguno; su existencia es citada por Jacobo de la Pezuela y sostenida por otros estudiosos del periodismo cubano,[3] coincidiendo todos en que sus autores fueron los abogados Ignacio José de Urrutia y Montoya, uno de los primeros historiadores de Cuba, y Gabriel Beltrán de Santa Cruz Valdespino y Aranda, creado por Carlos III conde de San Juan de Jaruco (I) entre 1767 – 1770. Gabriel fue fundador, por esos mismos años, de la segunda ciudad condal dependiente del Ayuntamiento de La Habana: San Juan de Jaruco.

Por último, la Gazeta de la Havana, diario oficial que puede ser considerado como el más auténtico sucesor del promovido por el Conde de Ricla, salió a la luz pública el 8 de noviembre de 1782, según datos comprobados por el capitán Joaquín Llaverías, una autoridad en materia de archivística y bibliografía cubanas durante la primera mitad del siglo XX. De modo tal, la fundación del Papel Periódico de la Havana, tuvo preciosos antecedentes en los gobiernos que trasladaron a la isla de Cuba lo esencial de la Ilustración española; por vía oficial llegaron los cambios.

A más de los funcionarios del Ayuntamiento de la Habana, entre quienes descuella Francisco de Arango y Parreño, algunos sacerdotes de punta — José Agustín Caballero, el obispo Juan José de Espada y el padre Félix Varela —, los representantes de Carlos III — notable déspota ilustrado — en esta colonia, capitanes generales y gobernadores fueron protagonistas ilustrados. Entre sus acciones más positivas se recuerda justamente el origen de estos primeros medios de comunicación pública escrita, que entonces no fueron masivos, ya que una gran parte de la población estaba compuesta por esclavos y esclavas africanos, muchos de ellos recientemente arribados, gracias al decreto real (1789, que autorizaba la trata libre por un bienio. Otros, mulatos, negros y blancos libres, pero muy pobres, radicados en zonas rurales, o en los arrabales de la capital, tampoco tuvieron acceso al Papel. Según el informe rendido a la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana por José Agustín Caballero y Rodríguez, en 1794 la publicación contaba con 126 suscriptores fijos. Esta era una noticia de éxito, según la valoraba Caballero.

El Papel Periódico de La Habana fue fundado por el capitán general y gobernador, el general Luis de las Casas y Arragoirri. Junto a don Diego de la Barrera, redactó personalmente los breves contenidos originales, porque,

"A imitación de otros que se publican en la Europa comenzarán también nuestros papeles con algunos retazos de literatura, que procuraremos escoger con el mayor esmero. Así declaramos desde ahora que á excepción de las equivocaciones y errores, que tal ves se encontrarán en nuestra obrilla, todo lo demás es ageno, todo copiado".

Ellos se consideran los primeros redactores hasta tanto fue instituida, por el mismo gobernante, la Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana (S.E.A.P.L.H.), el 1º de enero 1793. Después, se le entrregó la administración y redacción del periódico a la Sociedad. El equipo o comisión de redacción quedó integrado por Agustín de Ibarra, Joaquín de Santa Cruz — primo, casi homónimo, del famoso Conde de Santa Cruz de Mopox (I) —, Antonio Robredo y el Dr. Tomás Romay Chacón.

Las Casas era cuñado del general irlandés al servicio de la armada española, Alejandro O´Reilly, quien había llegado a La Habana al frente de la plana mayor del Conde de Ricla; años más tarde, perteneció al selecto grupo de nobles titulados, pues Carlos III lo nombró conde de O´Reilly (I), entre 1771 y 1772. Así es, bien tejida y fuerte, la madeja de intereses que dominó el Ayuntamiento de La Habana, e hizo representar en la corte peninsular sus propósitos e intereses familiares. Para el analista acucioso, o acuciosa, salen a relucir las alianzas y las contradicciones entre la burguesía esclavista, con títulos y modales aristocráticos, y los beneficios del comerciante y de la Hacienda Real celosamente esperados.

Entre líneas, detrás del pseudónimo inventado, o en el cambio de nombre titular, se desenvolvieron las nuevas ideas, ilustradas o liberales, en el Papel Periódico de La Habana. Al frente de su redacción estuvieron personalidades de la cultura y la ciencia, o vecinas de ellas, tales como los mencionados en párrafos anteriores, y otras cabezas notables: Nicolás Calvo, Francisco de Arango y Parreño, Manuel de Zequeira y Antonio del Valle Hernández, en la lista de sus colaboradores más constantes. Una etapa histórica preñada de cambios, a veces vertiginosos e impredecibles, llenaron las publicaciones del periódico a lo largo de cincuenta años (1790-1848). Cada vez fue mas oficial su contenido, pero siempre lo favoreció el auspicio de la S. E. A. P. L. H., "la hija de la Ilustración cubana". La Guía de Forasteros de la Habana, rica en información sobre esta última parte de la época colonial, empezó a publicarse en 1797. Aquel "plan sencillo" diseñado por los primeros redactores del Papel fue cumplido con creces, sus efectos e impulso dinámico pueden medirse principalmente en la conciencia colectiva emergente, una cultura de la élite criolla blanca.

Cronología. Cambios de nombres hasta 1898:[4]

1790-1805 Papel Periódico de la Havana

1805 El Aviso

1809-1810 Aviso de La Habana

1810-1812 Diario de la Habana

1812-1820 Diario del Gobierno de la Habana

1820 Diario Constitucional de la Habana

1820-1823 Diario del Gobierno Constitucional de la Habana

1823-1825 Diario del Gobierno de la Habana

1825 1º al 3 de febrero de 1848 Diario de la Habana

1848-1898 Gaceta de la Habana
 

Notas


[1]
A. Bachiller y Morales, Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción pública en la Isla de Cuba, Cultural S.A. La Habana 1936-1937, tres tomos.

[2] L. Aruca Alonso, "Acercamiento a los orígenes de la nobleza criolla titulada en Cuba: su vinculación con la región histórica de la Habana, durante el siglo XVIII y hasta 1808", Ponencia, en: H. Venegas Delgado y José Alfredo Castellanos Suárez, (Coordinadores) IV Taller Internacional de Problemas Teóricos y Prácticos de la Historia regional y local, (La Habana, Cuba), Unicersidad Autónoma de Chapingo e Instituto de Historia de Cuba, primera edición, 2002, pp. 115-135. Todos los nobles titulados que aparecen comentados en el trabajo están referidos a la misma Ponencia.

[3] Instituto de Literatura y Lingüística Academia de Ciencias de Cuba, Diccionario de la Literatura Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1984, tomo II, "Periodismo", p. 735.

[4] Cuadernos de Historia Habanera Dirigidos por Emilio Roig de Leuchsenring Historiador de La Ciudad de La Habana (20), El sesquicentenario del Papel Periódico de La Havana, 1790-24 de octubre - 1940. Municipio de La Habana, Admón.. del Alcalde Dr. Raúl G. Menocal, 1941.

Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu

Publicado, originalmente, en el Portal Cubarte  http://www.cubarte.cult.cu/
Autorizado  por la autora, a la cual agradecemos.

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