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La verdad como arma revolucionaria |
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En la vida real, un problema muy difícil de solucionar para el corto tiempo de una sola vida es: juzgar lo que es verdad y aprender a decir la verdad. Pensando filosóficamente, diríamos que la verdad es aquello que se corresponde justamente con la realidad objetiva. Pero ¿cuál es la realidad objetiva a que me refiero? ¿Tengo la posibilidad de conocer toda la realidad objetiva que rodea mi vida? ¿Hasta donde estoy segura de que es objetiva la realidad que percibo, y que no conlleva una carga grande de mi propia subjetividad, incluida mis limitaciones intelectuales? ... Así podría continuar hasta el infinito casi, casi, con todas las dudas, ya clásicas y más o menos científicas, que nos pueden asaltar cuando mencionamos la palabra verdad. Es por eso, que en la práctica diaria, abrimos una cuenta, un crédito, a la verdad; a la que percibimos directamente o la que otros nos enseñan, narran o informan, mediante sus noticias y el análisis de lo que ocurre en distintos lugares, a muchas otras personas con las que coexistimos temporalmente, o que nos precedieron sobre la Tierra. Esas informaciones o conocimientos los "elegimos" a partir de un interés particular o personal, que también pasa a través del tamiz de el grupo social al que pertenecemos, por razones de sexo, edad, idioma, religión, profesión, cultura en genera, y está mediada por la clase social a la cual nos unen lazos muy fuertes — a veces poco visibles, tangibles, irreconocibles de inmediato — de motivaciones asociadas a nuestra subsistencia material y espiritual. Así, la verdad también tiene un contenido social, de relaciones entre los individuos, grupos, capas y clases. Cada uno de ellos observa una ética consecuente con sus intereses, y trata de imponerla a otros congéneres, en relación con la Verdad. Y, en verdad, llegamos entonces al campo de batalla de las ideas, que es parte de la lucha por la existencia, y confrontamos que muchas de ellas forman parte de un gran mercado de "verdades", en el mundo de la información. Como las lechugas, los tomates, las habichuelas, y otros vegetales, pueden ser compradas, aquellas en agencias noticiosas, y usadas por separado, ortodoxamente, o en conjunto, para mezclarlas y hacer una ensalada mixta, todo a gusto del marchante. Sin embargo, el asunto es arriesgado. Volvemos entonces a la cuestión del crédito que hemos asignado a la verdad de otros y a la ética en cuanto a las relaciones entre miembros de una sociedad. Faltar a la verdad, distorsionarla, omitirla o negar su existencia obvia, es causa de conflictos con consecuencias muy terribles, en distintos grados y niveles pueden afectar a un individuo, a una parte de la sociedad y, así, en modo ascendente ¡a todo el género humano! Cuando George Bush, jefe de un estado muy poderoso, afirmaba que había armas en Irak que afectaban la seguridad nacional de su país, se movilizó un ejército con medios de agresión altamente eficaces, que primero ataca y destruye, y después de ocupar por la fuerza a Iraq, masacrar la población civil, reprimir salvajemente a sus defensores, etc., se dedicó a buscar las armas... para comprobar la verdad de su Presidente. Al final de su verificación "científicamente realizada", descubrió que ¡no había armas! Pero ni el Presidente dio la orden de abandonar el país, ni se disculpó "civilizadamente" por los daños genocidas y el terror causado. Aquí prevalece el "derecho del más fuerte", para una indagación empírica acerca de la verdad enunciada por Bush, quien pertenece a una elite oligarca y reaccionaria internacional. Ese grupo de multimillonarios está respaldado por quienes manejan el mercado de las informaciones y los conocimientos teóricos de esa clase social. Únicamente la confrontación con otras verdades del mismo tipo, empíricas, la muerte diaria de soldados estadounidenses en Iraq; el repudio y la insurrección de una parte del pueblo iraquí contra la ocupación ilegal de su territorio y la devastación de su población y riquezas naturales; sobre todo, la baja porcentual de la aceptación de Bush, de su credibilidad política entre sus electores, lo cual afecta también el presente y el futuro del Partido Republicano, han logrado modificar hasta cierto punto, según la ética del cinismo que guía este bando con las ideas guerreristas del Imperio, el sostenimiento de las antiguas verdades esgrimidas. Sucede, en ese momento, que un ex Secretario de la Guerra (Collin Powell), que la llevó a efectos bajo la orden de su Presidente, reconoce la no-verdad y sus consecuencias, irremediablemente contrarias a la difusión de la "democracia norteamericana" en el mundo, en particular entre los árabes. He aquí un ejemplo ilustrativo de una verdad de origen e intereses provenientes de una clase social explotadora y guerrerista, que se convierte en una no-verdad para la misma clase, cuando esta última se encuentra descubierta, denunciada y combatida por un fuerte contrincante, la Opinión Pública Mundial. También, estos hechos pueden servir para ejemplificar qué es una conducta cínica en la política imperialista contemporánea. En cuanto al uso de la verdad para destruir el prestigio de personalidades contrarias a las ideas del imperio transnacional yanqui, sobran los ejemplos: desde la época de la llamada "Guerra Fría", que, ciertamente, casi nunca dejó de ser caliente y cruel en extremo con los países del tercer mundo, recordemos décadas enteras de conflictos intensos durante el siglo XX, en Corea, Viet Nam, sin salir de Asia, los ataques de las "verdades" imperialistas contra las ideas revolucionarias y socialistas no cesaron. En territorio de los Estados Unidos, el "macarthismo" aplicado a figuras del arte y la literatura, solamente, arruinó una multitud de talentos, algunos de los cuales emergen de cuando en cuando en un show televisivo y cuentan sus historias ante las caras de asombro y temor, ante la presencia de un auténtico fantasma, de un público que sólo sabe, o aparenta saber, de la felicidad en Yanquilandia. No cabe duda de que la verdad es revolucionaria, de que es un arma temida y temible en la confrontación ideológica. Sin embargo, para aprehenderla y decirla se requiere de una conformación social basada en una ética y moral a prueba de tentaciones materiales, de la pacotilla vulgar, de infra valores sociales y culturales, fundada sobre el amor y conocimiento profundo del ser humano, del sentido que le guía desde hace miles de años en la lucha por una sociedad distinta, de la bondad y el bienestar, donde esté excluida la explotación de unos seres humanos por otros. Aquellos hombres y mujeres nuevos del siglo XXI que vislumbró excepcionalmente el comandante Ernesto (Ché) Guevara La Serna, tienen que ser paridos y educados por generaciones también diferentes, que aprecien en toda su magnitud y esplendor a la Verdad, no como un ideal intangible, sino como una práctica cotidiana, adornada por el Civismo y la Urbanidad. "Vergüenza contra dinero" fue el lema de una etapa heroica, llena de verdades terribles y removedoras de la conciencia patriótica en Cuba republicana. Hay una tumba en la Necrópolis Cristóbal Colón que es el emblema de esa etapa, allí se inscriben estas palabras de actualidad infinita sobre el mármol blanco y duro: ¡"Vergüenza contra dinero"!. Es el sepulcro donde se guardan los restos de Eduardo R. Chibás (1907-1951). Un joven se reunía clandestinamente alrededor de esa tumba con sus compañeros de lucha contra el dictador Fulgencio Batista y Zaldívar, recordaba y elogiaba al mártir de la verdad que reposa en aquel sitio después de llamar con un último aldabonazo moral, su propia muerte, a las puertas de la conciencia política cubana. El joven de mi historia ha dedicado su vida entera a luchar por su Patria, y por la Humanidad toda. Pronto celebrará su ochenta cumpleaños. Conocer la verdad y decirla con valentía, con justicia y pasión, a costa de poner en peligro constante su vida, su tranquilidad y su destino ha sido un rasgo heroico muy consistente de este revolucionario. Lo reconocen sus biógrafos y los hombres y mujeres honestos en cualquier parte del mundo. Por si fuera poco, él mismo dejó en el aire, como su legado intangible más valioso, para las futuras generaciones de revolucionarios cubanos, una oración implacable para los enemigos y detractores de la verdad de su vida: Condenadme, no importa, ¡la Historia me absolverá! |
Lohania Aruca Alonso
carua@cubarte.cult.cu
Publicado, originalmente, en Librínsula la isla de los libros -
http://librinsula.bnjm.cu/ -
Publicación Semanal. Año 4, Nro.158, Viernes, 12 de enero del 2007
Link del artículo:
http://librinsula.bnjm.cu/1-205/2007/enero/158/lapuntilla/puntilla590.htm
Autorizado por la autora, a la cual agradecemos.
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