En realidad fueron trece meses los que transcurrieron desde el día de la aparición de la flota inglesa ante las fortificaciones habaneras, el 6 de junio de 1762, la capitulación de La Habana firmada por españoles e ingleses el 13 de agosto, y la etapa del dominio inglés extendida hasta la devolución de la capital a España, el 6 de julio de 1763, cuando el capitán general y gobernador Ambrosio Funes de Villalpando, conde de Ricla, reinicia su gobierno “en nombre de Su Majestad Carlos III” García del Pino, Toma de La Habana…p. 153), ellos significan una breve pero importante coyuntura histórica.
La mencionada coyuntura descubrió a la monarquía española las debilidades de una plaza militar de primer orden dentro del sistema de defensa y comercio imperial, que se suponía invulnerable, y, por otro lado, la etapa del dominio inglés sobre La Habana ofreció nuevas oportunidades de relaciones comerciales de la Isla con Inglaterra y sus colonias americanas. Sin embargo, no por ello se transformó, en ese corto período, la estructura económica y social de la colonia caribeña.
Sucedió que, con posterioridad inmediata a la ocupación inglesa y sus consecuencias, tuvieron lugar en La Habana y la Isla de Cuba muchos otros acontecimientos determinantes y esenciales de la política colonial española reformista. Estos ocurrieron precisamente entre los años 1763 y 1818: la revalorización de esta posesión colonial dentro de la estrategia defensiva del imperio español en las Américas, en particular la exacta posición de La Habana como “clave de un imperio” al decir de F. Pérez Guzmán, 1997; la incorporación de criollos blancos y ricos a los más altos mandos militares de la Isla, incluido el de teniente Rey, segundo después del capitán general y gobernador.
En lo económico, la paulatina libertad para desarrollar el comercio de esclavos africanos, introducidos para la producción de azúcar y de otros cultivos que admitían esa fuerza de trabajo, y en general del comercio, 1778-1818; la crítica del estanco del tabaco (1805) por Francisco de Arango y Parreño) y supresión final en 1817; la exploración de las islas de Cuba y la de Pinos por la Real Comisión de Guantánamo,1797-1802, para lograr un mejor desenvolvimiento de su defensa exterior e interna (contra posibles insurrecciones de esclavos) y el fomento económico (para su mayor explotación), inclusive se proyecta la habilitación de nuevos puertos, en ambas costas, para la exportación de azúcar y otros productos, lo que se efectuó de 1818 en adelante. Así, dejamos constancia de algunos de los cambios realmente trascendentales previstos por las reformas borbónicas, de los gobiernos de Carlos III, Carlos IV y hasta de Fernando VII.
Además, las conmociones externas causadas por la guerra independentista de las trece colonias inglesas de América del Norte (1776-1783), la Revolución francesa de 1789 y la insurrección antiesclavista en Saint Domingue, hasta la declaración final de su independencia total el 1º de enero de 1804; el entreguismo del gobierno español ante Napoleón, la invasión francesa a España (1808) y el desenvolvimiento de las juntas autonomistas en Hispanoamérica, muchas de ellas trocadas en separatistas, contribuyeron en cada momento a la transformación definitiva de la Isla de Cuba: de una Factoría de Tabacos – una pequeña, pero rica provincia del imperio español- en una verdadera colonia, en lo esencial plantacionista-esclavista, cuya despiadada explotación colonialista desembocaría durante el siglo XIX en las luchas y guerras por la separación definitiva de su metrópoli, y en la fundación de una nueva nacionalidad y nación caribeña y latinoamericana. Así vistas las cosas, es evidente la complejidad en el decurso de esos años…
No obstante, a pesar de lo que se ha escrito acerca de los hechos ocurridos durante el asedio y capitulación de La Habana, aún se conoce poco un escrito elaborado por mentes y manos femeninas criollas: el Memorial de las Señoras de la Habana al rey Carlos III[2], fechado el 29 de agosto de 1762, solamente dieciséis días después de la rendición y capitulación ya referida, (según el manuscrito fotocopiado del Memorial que fue consultado por la Autora de estas líneas) y que sin dudas, se encuentra entre los primeros documentos que testimonian los principales hechos sucedidos y la voluntad criolla (milicia habanera de criollos blancos, pardos y morenos) de defender La Habana a toda costa contra el ataque inglés y, sobre todo, favorece la opción de continuar bajo el dominio español. El “Memorial” es, asimismo, una denuncia contra el mando español, específicamente del Gobernador y capitán general de la plaza don Juan de Prado y Portocarrero (desde su nombramiento el 13 de mayo de 1760 hasta el 13 de agosto de 1762). Su estilo es sobrio y descriptivo, proponiendo argumentos irrebatibles, cronológicamente hilvanados, expresa consideraciones precisas ante el rey, a veces con palabras o frases muy propias de la época y el lenguaje refinado. Ejemplo de ello es el siguiente párrafo:
Duro el sitio dos meses y seis días verificándose defensa mientras fue el Morro teatro de la Guerra, la que enderezándose ala Ciudad, en solo nueve horas de fuego la entregaron sin brecha en sus muralla, plena de gente en quantioso numero â proporción del os Contrarios, militar en los ntros el mayor Zelo y Valor, como consta delos efectos notorios y de varios documentos firmados del mismo Governad. quien no habiendo podido negar certificaz.es [certificaciones]â quantos gremios la han pedido, nos tememos no obstante, divuje con sombras de prespectiva[3] algún denigrativo concepto contra los Vecinos desta Ciudad, despues que Su impericia y timides, perdiendo los lances de una en otra acción nos ha conducido âl Sacrificio, […][4]
El Memorial fue elaborado, en mi opinión, de forma colectiva y firmado por nueve señoras, todas ellas pertenecientes a notables familias habaneras: Da. Ysabel Josepha de Arrate, Da. María Santa Cruz, Da. Lusiana Castellón, Da. Ana de Sayas, Da. María luisa de Cardenas, Da. Ma. Antonia Navarrete, Da. Catalina Sta. Cruz, Da. Manuela de Coca, Da. Theresa Sta. Cruz[5]
Como se puede apreciar, tres de las firmantes son las hermanas María, Catalina y Teresa Beltrán de Santa Cruz y Calvo de la Puerta, todas nacidas en La Habana en el siglo XVIII, mujeres maduras, casadas con importantes miembros de la oligarquía capitalina.
Ellas descienden de un rancio linaje cubano, creado por el licenciado don Pedro Beltrán de Santa Cruz y Beitía, natural de la ciudad de Quito, de origen familiar navarro-canario, primer contador y presidente fundador del Real Tribunal de Cuentas de la Isla en 1628, casado con doña Isidora Noriega de Recio, nacida en La Habana, en el seno de una antigua familia también de criollos blancos[6]
Teresa Beltrán de Santa Cruz y Calvo de la Puerta -posiblemente la mayor implicada en la elaboración del “Memorial”, motivo por el cual se amplían los datos sobre ella-, fue la esposa de su primo y último alcalde ordinario de La Habana con el apellido Beltrán de Santa Cruz: don Gabriel Antonio, abogado, a quien le fue conferida la dignidad nobiliaria del Condado de San Juan de Jaruco, con Señorío y Justicia Mayor en 1767, por Real Decreto de Carlos III, confirmado por Real despacho en 1770, debido entre otras razones a sus servicios en la defensa de La Habana durante el sitio, toma y ocupación de esta por los ingleses. Gabriel fue el primer conde efectivo de San Juan de Jaruco.
El antes citado personaje habanero fundó y fue redactor, junto a Ignacio José de Urrutia Montoya, del primer periódico civil habanero El Pensador, que se realizó y distribuyó en La Habana los “miércoles” en el 1764. Este precedente de nuestra prensa, es mencionado por el historiador español Jacobo de la Pezuela, en el tomo tercero de su Historia de la isla de Cuba, 1878, aunque el autor aclara que directamente no vio alguno de sus ejemplares; también se recoge tal información en la obra de Rafael Soto Paz, Antología de periodistas cubanos (sin fecha de edición), ambos elementos son citados en el Diccionario de la Literatura Cubana, (I.L.L., 1984, p. 735, “Periodismo”). Por su parte, Enrique Sainz al mencionar las primeras publicaciones habaneras del siglo XVIII, expresa:
Los más atendibles trabajos de esas imprentas son los sermones sagrados, las obras historiográficas y las publicaciones periódicas: Gazeta de La Habana, El Pensador (ambas de 1764, la segunda de existencia dudosa). (I.L.L.:Historia…, 2002,Tomo I, p.11.)
Estas referencias pueden ser valoradas y extendidas también para doña Teresa, quien fue la II Condesa de San Juan de Jaruco efectiva, después del fallecimiento de su esposo. Ella fue reconocida como “poetisa española” en el Diccionario Enciclopédico Hispano-americano de Literatura, Ciencias. Arte, etc. (Tomo III, p. 422): “[…] escribió numerosas composiciones que se han perdido, citándose entre ellas con elogio sus odas “A La Beneficencia” y “A La Restauración”… Posiblemente en esta última oda se aludía a la devolución de La Habana al monarca español, tal y como se solicitaba en el “Memorial”.
La confirmación de su ocupación literaria y del reconocimiento social por ella alcanzado, aparece en el único retrato que se conserva, hasta el momento, de la II Condesa de San Juan de Jaruco, en el cual, junto a su imagen, asoma como sello distintivo, un libro, una pluma y un tintero. La reproducción fotográfica de este retrato ilustra un artículo de Arturo G. Lavin: “El palacio de los Condes de San Juan de Jaruco, Muralla 109” publicado en la Revistade la Biblioteca Nacional (1951)[7]. Posiblemente fue ese mismo retrato al óleo el que colgaba en una pared del colegio de San Francisco de Sales, del cual la ilustre habanera era benefactora, al igual que lo fue de la Beneficencia y del colegio de las Ursulinas.
Justamente aquel infatigable accionar en la vida pública nos inclina a pensar que doña Teresa, empuñando su pluma, y las otras Señoras firmantes, fueron de las más eficaces defensoras de La Habana ante Carlos III, y es necesario dejar constancia de su patriotismo local en las reflexiones que hagamos en torno a este aniversario.-
Bibliografía
Diccionario Enciclopédico Hispano-americano de Literatura, Ciencias. Arte,etc., Eds. Barcelona, Montaner y Simón, s/f.
Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba: Diccionario de la Literatura Cubana, Ed. Letras Cubanas, Ciudad de La Habana, 1984.
Instituto de Literatura y Lingüística (I.L.L.):Historia de la Literatura Cubana, Tomo I, Ciudad de La Habana, 2002.
Francisco Pérez Guzmán: La Habana, clave de un imperio, Ed. Ciencias Sociales, 1997.
César García del Pino: Toma de La Habana por los ingleses y sus antecedentes, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2002.
Jacobo de la Pezuela: Historia de la isla de Cuba, Madrid, Imp. de Bailly-Baillière, Tomo III, 1878.
Revista de la Biblioteca Nacional, 2ª serie, t. III, no.3, jul-sept., 1951.
Francisco Xavier Santa Cruz Mallen: Historia de familias cubanas, 1940, tomo 1.
Notas
[1] La historiografía cubana cuenta desde el siglo XIX con obras dedicadas total o parcialmente a la toma y ocupación de La Habana por los ingleses. Una de ellas es el clásico de Antonio Bachiller y Morales, Cuba: Monografía histórica que comprende desde la perdida de La Habana hasta la restauración española, (Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1962). En los siglos XX y XXI se han enriquecido dichos estudios con libros publicados más recientemente, entre los que se destacan el ya mencionado de Pérez Guzmán, La Habana Clavede un Imperio (1997); de César García del Pino, Toma de La Habana por los ingleses y sus antecedentes (2002), y una monografía muy completa por su documentación, referida a fuentes españolas e inglesas, su interpretación naval y militar, amén de un compendio bibliográfico sobre el tema que fue realizada por Gustavo Placer Cervera, Inglaterra y La Habana:1762, Editorial Ciencias Sociales, La Habana (2007). En cuanto a su influencia en obras literarias cubanas recordaré la novela histórica de Alvaro de la Iglesia (1859-1940), Pepe Antonio, editada por Letras Cubanas en 1979,con un prologo valorativo del historiador cubano Pedro Deschamps Chapeaux y un Apéndice: la carta de Manuel Sanguily, dirigida a Iglesia, que contiene su opinión crítica de dicha novela, fechada en el Campamento “Columbia” Marianao, noviembre 25 de 1903.
[2] El “Memorial” ha sido publicado parcial o totalmente, en algunas obras, por ejemplo, la citada de Bachiller y Morales. También aparece reproducida en un libro de la historiadora Aleida Plasencia, La dominación inglesa vista por el pueblo de La Habana, (La Habana: Biblioteca Nacional José Martí, 1965). citado por Luisa Campuzano según se leerá más abajo. Los autores E. Saínz y L. Campuzano atribuyen el “Memorial de las Señoras…” a, Beatriz Jústiz y Zayas (1733-1803) -casada con II marqués efectivo, Manuel José Aparicio del Manzano y Jústiz García (Nieto Cortadellas, R. Dignidades nobiliarias en Cuba, Madrid, 1954)-, ella fue la II marquesa consorte de Jústiz de Santa Ana. La suposición nace del análisis comparativo literario del “Memorial” (1762) con los versos de “La dolorosa métrica expresión” (1763), de los cuales se reconoce autora a da. Beatriz. Cito de Campuzano:”Las veinticuatro décimas de la “Dolorosa métrica expresión” también están dedicadas al rey y desarrollan poéticamente las mismas ideas, las mismas quejas que encontramos en el “Memorial”. Este ha sido el argumento más sólido, entre otros, para atribuirlas a la marquesa de Jústiz.” […] (Campuzano, L., “”, en: Campuzano, L., Las muchachas de La Habana no tienen temor de Dios…Escritoras cubanas (siglo XVIII-XIX), p. 21) Sin embargo, Beatriz de Jústiz y Zayas no se identifica entre las Señoras firmantes del Memorial.
[3] Solamente se encontró alguna relación del significado de la frase “palabras de prespectiva” con el siguiente término:prest.(Del fr. prêt, y este del lat. *praestus, de praesto). m. desus. Parte del haber del soldado que se le entregaba en mano semanal o diariamente. (DREA, 2006)
[4] Es copia digitalizada por la Autora, de una fotocopia del documento original archivado en España, que gentilmente le donó el Dr. Gustavo Placer Cervera.
[5] Se respetan la ortografía y el mismo orden en que aparecen las firmas en el documento original
[6] Ver: F. X. Santa Cruz Mallén, 1940, tomo 1.
[7] El retrato al cual me refiero, también fue reproducido como una ilustración del artículo: “Esposas criollas para nobles titulados en la Isla de Cuba Siglos XVIII al XIX”, firmado por Lohania Aruca Alonso, publicado en la revista Revolución y Cultura, no. 2, marzo-abril de 2008, p. 12-18, p. 13 con el pie de ilustración: “Retrato de Teresa Beltrán de Santa Cruz”.