(Cubarte).- El problema de la existencia o no de la raíz aborigen de y en la cultura cubana, en apariencias, todavía no ha sido contestado de modo suficiente, pues hay colegas que la cuestionan en la actualidad. Simplemente la niegan. De donde se deduce que también queda mal parada la validez y trascendencia científica de numerosos trabajos de investigación y, en menor cuantía, de publicaciones científicas que al respecto han visto la luz, y de muchas otras que se han debatido en eventos científicos y culturales, pero que, hasta el momento, no han tenido la buena fortuna de ser publicadas por las editoriales cubanas.
Es probable, o, casi seguro, que presencia mínima en nuestros circuitos de información del tema de los pueblos y culturas aborígenes en el archipiélago cubano, sean estas aruacas, guanahatabeyes, ciboneyes, taínas o de otras denominaciones, desde luego, siempre traducidas al castellano escrito por los cronistas de la conquista europea, haya contribuido notablemente a la desinformación, y hasta a la ignorancia, de muchos compatriotas acerca de la época antigua de la historia y cultura antillana; a la poca consideración que aquellas han podido lograr para ser incluidas en el amplio y diverso cuadro genealógico de nuestra identidad nacional y cultural.
Verdaderamente son esporádicas, poco destacadas, y hasta mal explicadas en los medios masivos de comunicación, las noticias acerca del constante y fructífero estudio de los arqueólogos, espeleólogos, antropólogos, historiadores e historiadores del arte (hasta artistas y literatos) cubanos y extranjeros, que en muchos sitios del país, en cualquiera de sus regiones: occidental, central u oriental, arriesgan su salud y hasta su vida para recobrar poco a poco los conocimientos que van juntando acerca de los primeros descubridores y pobladores de nuestras islas antillanas. Desde luego, por eso poseen bajo impacto informativo y formativo las referidas noticias; esto es totalmente injusto e ingrato, así debemos reconocerlo autocráticamente.
No obstante, en las últimas semanas se han celebrado en Cuba, La Habana, eventos científicos de rango internacional, donde se han discutido y juzgado, con el máximo rigor posible, muchas aristas del gran tema de las culturas aborígenes en el Caribe, y particularmente en Cuba[1] Sobre ellos esta autora y otros divulgadores han brindado algunas reseñas y comentarios que fueron publicados principalmente en la prensa digital.[2]
Como investigadora profesional de la historia de Cuba y del Caribe, considero que es indispensable el debate público acerca de la cuestión planteada, ya que esta marca precisamente el origen de nuestra existencia como pueblo y cultura nuevos en América.
Durante una parte del siglo XX, se expresaron algunos prejuicios intelectuales en torno a la cuestión; personalidades, como Alejo Carpentier, opinaron que abundar en tales estudios era una justificación para ocultar o ignorar la importancia de otros más necesarios, acerca de la población y culturas de origen africano. Se aludía así a una parte cuantitativamente mayor de población, y a la discriminación racial y cultural, que evidentemente existía (aún en los primeros años de la etapa de la Revolución cubana en el poder) y que, no dudo, perdurará en muchas cabezas, de forma privada, durante mucho más tiempo, contra los africanos negros y sus descendientes, criollos mestizos (mulatos o pardos), mezclados con las razas blanca, amarilla o, la cobriza, propia de nuestros aborígenes, y sus culturas.
También se argumentaba que la población que descendía de aquellos aborígenes “puros” encontrados por Cristóbal Colón, por los conquistadores y los colonizadores, que fueron explotados, perseguidos, atormentados, y finalmente, en poco número, convertidos en vasallos del reino de Castilla, reducidos en unos pocos “pueblos de indios”, constituían una cantidad exigua del total de la población cubana, que esta se localizaba en zonas rurales muy alejadas del ámbito citadino; que esa raza fue diluyendo su “pureza” a través de un proceso de mestizaje forzado, y por tanto: que no constituían fuerza alguna para construir aunque fuese una pequeña parte de nuestra historia, ni de nuestra identidad nacional. Salían del estudio histórico colonial, de la luchas por la independencia y de la época republicana, aún de la historia agraria (poco estudiada), aun cuando eran campesinos pobres.
Mucho menos aquellos “sobrevivientes” formaban parte de la cultura -característicamente urbana, blanca, católica, de raíz euro occidental y de origen económico azucarera, olvidando al tabaco- que se había fundado en la isla de Cuba con posterioridad a 1511. Se les había confundido con los blancos en los censos coloniales. A lo sumo, se admitían en el panteón nacional a los esclavos y ex esclavos negros, cuantitativamente eran inconfundibles e innegables.
Al decir de alguno que otro, solamente existen dos raíces de la identidad y cultura cubanas: la española y la africana. De este modo se redujo y simplificó al máximo el planteamiento y estudio del problema.
Sin embargo, ya se sabe que todo problema científico tiene un origen propio (su cuándo, por qué y para qué), un desenvolvimiento en el tiempo y el espacio, según el contexto social en que existe, y este último cambia continuamente aportándole nuevos elementos al problema, modificándolo, apoyando el motivo de su existencia, o, restándole importancia y actualidad, incluyendo nuevas variables o reduciendo las que se le atribuían.
Entonces, me sobrevienen ciertas preguntas elementales vinculadas al objeto de esta reflexión, francamente dirigidas a los representantes de la cultura y la ciencia cubana: ¿por qué, para qué y para quiénes se continúan realizando hasta hoy estudios arqueológicos y antropológicos, del arte rupestre y de otras manifestaciones artísticas, de lingüística (influencias en el español cubanizado), de las creencias y prácticas religiosas de los aborígenes cubanos o indocubanos? ¿Acaso está en tela de juicio la autoridad científica de quienes se han relacionado o relacionan con este tema y afirman la existencia de la raíz aborigen? Pienso en las obras que he estudiado autodidactamente para completar y actualizar mi formación profesional, de los doctores Antonio Núñez Jiménez, Ernesto Tabío, Estrella Rey, Manuel Rivero de la Calle, José Manuel Guarch, Enrique Alonso Alonso, Pedro Pablo Godo, por mencionar algunos nombres que forman parte de la actual academia cubana, fundada por nuestra Revolución.
Si los resultados de tales estudios son válidos, aprobados por los consejos científicos de instituciones oficiales, ¿por qué no se publican estos, aunque sea poco a poco, como artículos, monografías, etc.)? ¿Cómo podemos comprobar su insuficiencia si no los conocemos, ni siquiera los hemos leído?
Existen en Cuba dos revistas especializadas en arqueología, una editada por la Casa del Caribe en Santiago de Cuba, “El Caribe Arqueológico”, y otra de nueva creación y circulación en La Habana, la “Revista de Arqueología”, editada por la Oficina del Historiador de la Ciudad. Por otra parte, la Editorial Ciencia y Técnica, del Instituto Cubano del Libro, posee una colección sobre Antropología. A pesar de su necesidad, no hay un sitio Web en Cuba(3) para esta temática, la cual abarca no sólo a la antropología y la arqueología, también es de interés para la historia, la lingüística, el arte, los estudios sobre el folklore cubano, la música, la danza, la artesanía, etc.
He sentido que mi compromiso con la verdad se ha hecho más hondo y responsable desde que me otorgaron el título universitario de Licenciada en Historia, hace ya más de tres décadas. Mi compromiso irrevocable con la Revolución cubana, con la enseñanza y la divulgación de la cultura y ciencia creada en esta etapa, también me toca profundamente. Las verdades a medias, o mal explicadas, o inexplicablemente expresadas sin una seria argumentación histórica, me parecen irrespetuosas, por ello no las admito en mi trabajo; tampoco en los discursos de otros.
Creo que se deben dar respuestas a
los problemas científicos, a favor o en contra, pero que sean
completas, fundamentadas y esclarecedoras, no confusas. Esto es
imprescindible sobre todo cuando ellas son la base del
conocimiento, y del sentimiento patriótico, hacia los orígenes
de nuestra nación.-
Notas:
[1] Durante noviembre y diciembre 2008 se celebraron sucesivamente: el III Taller Internacional de Arte Rupestre organizado por la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre y la UNESCO; IX Conferencia Internacional Antropología 2008, que incluyó el Coloquio Internacional de Arqueología y el Simposio Internacional de Arte Rupestre, bajo la responsabilidad del Instituto Cubano de Antropología; la III Conferencia Internacional “50 años de la Revolución cubana y su impacto en el Caribe”, al cargo de la Cátedra de Estudio del Caribe de la Universidad de La Habana.
[2] Ver en: Portal de la Cultura Cubana www.cubarte.cult.cu ; Archivocubano, www.archivocubano.org
[2] Si existe un sitio Web denominado Cuba Arqueológica en Argentina.