Mirador Crónica de Germán Arciniegas (Exclusivo para EL DIA) Ilustró Eduardo Vernazza Suplemento dominical del Diario El Día Año XXXIV Nº 1694 (Montevideo, 4 de julio de 1965) |
LAS OTRAS MIL Y UNA NOCHES. — Durante quince años y más los restauradores han trabajado por devolverle la vida a los tesoro, de las iglesias de Francia. Sacando de las antiguas catedrales, de las abadías, de pequeñas ciudades que han heredado maravillas de los conventos, obras de orfebrería, marfiles, esmaltes, casullas, tapices, se ha reunido algo así como el tesoro de los tesoros y se ha traído a las salas del Louvre. Del fondo nocturno de la Edad Media, de una cadena de diez o veinte veces mil y una noches, surge así una visión fantástica de cálices y relicarios, de cruces y de báculos, de imágenes y objetos del culto, que convierten la rama dorada de aquellos siglos en una floresta de encanto. No congregaba a los fieles sólo el rigor histórico de la vida de los mártires, sino la leyenda, la novela mística, la invención de criaturas poéticas que se movían de la ficción a los altares. OOO No importa que Santa Ursula no hubiera sido la novia fabulosa que con las once mi vírgenes se acercara a Colonia para hallar el martirio, para que de allí sacaran los pintores sus imágenes embellecidas por un aire de gloria. Entre las maravillas traídas de Reina esta ahora en el Louvre la diminuta estatua de Ursula entre diez compañeras, en plata esmaltada. Convirtiendo en joyería de miniatura el cuento, viaja Santa Ursula en un barco de cobre esmaltado y de coralina. Se trabajó este relicario como se levanto sobre la misma leyenda la catedral de Colonia. O como Memling o Carpaccio trasladaron a una serie de cuadros la historia verdadera de su novela mística. Sobre el candor de las almas se ponían los colores, se hacían resaltar las piedras, se apoyaban las custodias, se cincelaban las imágenes de los santos. La muestra de los tesoros va acompañada de las leyendas. La leyenda anima esta gruta resplandeciente. Carlomagno llevaba como talismán una reliquia de la Santa Cruz. Un zafiro claro en el centro, y en torno, en oro labrado, esmeraldas, granates y perlas. Cuando exhumaron al emperador, encontraron el talismán sobre su pecho. En el siglo XII, el arzobispo de Aix-la-ChapeUe regaló el talismán a Josefina por haber visitado la catedral en unión de Napoleón. De Josefina pasó a la reina Hortensia, de Hortensia a Luis Napoleón, de Luis Napoleón a la emperatriz Eugenia... El milagro está en que la reliquia hubiera vuelto a una catedral, a la catedral; de Reims . . OOO La estatua de Santa Fe —en la noche medieval brillaba como una estrella la historia de una santa llamada Santa Fe— está dominada por la majestad. La majestad sentada en su trono de oro, resplandece entre amatistas, esmeraldas, ópalos, ágatas, jades, zafiros, cornalinas, granates, trozos de cristal de roca. Es una estatua del siglo IX Cuando más oscura nos parece que seria la noche de los siglos, aparece la majestad. Deslumbran el oro, las piedras, es la leyenda aurea fundida en su propio metal. Pero hay cabezas de santos en plata que se imponen por el trabajo de los escultores. Cuando la revolución, y en horas difíciles, se les daba un baño de cobre para que la plata no despertara a codicia. En realidad, la muestra de los tesoros es la muestra de lo que ha escapado a la garra de los ladrones, a la codicia de los reyes, al furor de las revoluciones. Es el fulgor de a leyenda que ha podido escapar y así llega hasta nosotros. LA LEYENDA DORADA DE UNA SANTA FRANCESA. — Millares y millares de franceses, y muchos centenares de latinoamericanos, han desfilado en estos días ante la estatua de oro y pedrería que recuerda a Santa Fe, la virgen de Agen. Lo que ninguno recuerda es cómo, bajo el encanto de esta leyenda dorada, avanzaron los españoles por América, imponiendo el nombre de esta santa a dos ciudades de Colombia, una de la Argentina, una de California, una de México, una de Chile. La historia medieval de Francia quedó así flotando sobre el Nuevo Mundo, y vino a ser el primer eslabón en la cadena de las relaciones francoamericanas. Santa Fe no quiere decir, como suele imaginarse, la santa fe en la iglesia católica. Santa Fe fue una santa francesa, de carne y hueso, bellísima, de familia noble, martirizada cuando la persecución de Doclesiano. Ella apasionadamente confesó su fe cristiana y se negó a rendir culto a Diana. Los llamado, dioses paganos — decía — son demonios. Como a San Lorenzo, la pusieron sobre la parrilla. Sobrevivió a esta tortura y la decapitaron. Quedaron sus huesos objeto del robo más famoso que recuerden las historias de Francia. La estatua de oro que ahora se exhibe, en parte fue hecha en memoria de la santa, en parte en memoria del ladrón. En esa suma, está toda la gracia. OOO Hay que decir que Santa Fe era de carne y hueso, así se ve mejor la historia de sus huesos Los huesos de Santa Fe se guardaron en una iglesia de Agen durante cosa de seiscientos anos, hasta que un monje de Conques se los robó, parece que con la aprobación de la santa. El robo, desde entonces, lo celebran los de Conques con fiestas y peregrinajes. Fue tan universal, el aplauso de esta aventura, que la fecha litúrgica de la santa se ha fijado el 14 de enero, día de la “traslación". Un siglo después del robo, en el año de 985, se cumplió uno de los milagros más famosos de Santa Fe: Gilberto el Iluminado, recobró la vista. Desde entonces, los peregrinos franceses que iban a Santiago de Compostela viajaban llevando en sus oraciones la gloria de Santa Fe. Y así, se expandió por España su devoción. De España pasó a América en las naves de los conquistadores. La leyenda no pudo detenerse en la historia pura y simple de Santa Fe. Se le agregó un compañero enamorado — San Caprais —, que atraído por e heroísmo de Fe, la siguió y, con ella, fue decapitado. La iglesia de Agen estaba dedicada a Santa Fe y a San Caprais. Además, la estatua de Santa Fe tiene cabeza de hombre. ¿Será la imagen de Caprais? Una cabeza de oro, del siglo V. Joya más antigua no puede verse en el tesoro de las iglesias de Francia. Era el oro modelado sobre un cuerpo de madera, admirable como retrato. Ahora lo vemos con su corona de resplandeciente pedrería. Los ojos acabaron siendo de esmalte blanco, con pupilas azules, como en los dioses paganos. Quizás en memoria del milagro de Gilberto el Iluminado. La estatua se presenta con el nombre de la Majestad de Santa Fe. OOO La estatua toda es obra de varios siglos. La cabeza viene del V, el cuerpo del IX y del X, fue El Iluminado quien la hizo recubrir toda de oro. De un oro tan tentador, que algún fiel se robó un pedazo. La santa castigó al ladrón robandole la vista. ¡El pobre ciego restituyó el pedazo, y recobró la vista! Desde entonces, Santa Fe libra de la cárcel, y en la iglesia de Conques, su altar está adornado con cantidades de cadenas que han ido a ofrendarle muchos presos, que por su intercesión han quedado libres. Con todas estas historias de oro y pedrería, de milagros y de robos, de peregrinaciones y de fiestas, pero siempre al fondo con la imagen de una belleza apasionada, de una virgen resuelta y convencida, se fundaron las vanas ciudades de América que llevan el nombre de Santa Fe. Quizás entonces los conquistadores sabrían a quién le consagraban sus empresas. |
Crónica de Germán Arciniegas —Conques, Francia.
(Exclusivo para EL DIA)
Ilustró Eduardo Vernazza
Suplemento dominical del Diario El Día
Año XXXIII Nº 1674 (Montevideo, 14 de febrero de 1964)
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Germán Arciniegas Letras Uruguay
Eduardo Vernazza Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
instagram: https://www.instagram.com/cechinope/
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a página inicio |
|
Ir a índice de crónica |
Ir a índice de Germán Arciniegas |
Ir a índice de autores |