Gustavo Álvarez Gardeazábal, icono nacional
Por Carlos Arboleda González
carbol@telmex.net.co 

Conocí a Gustavo Álvarez Gardeazábal al comenzar el año 2003, cuando, recién salido de la cárcel, lo invité, siendo yo Secretario de Cultura de Caldas, para que diera una charla en Manizales. “Maestro, ¿quiere usted decirme el nombre de la conferencia?”, le pregunté por el teléfono? Claro, me respondió, al cabo de una pequeña pausa de 5 segundos: “Póngala: El sexo de los ángeles”. Creí que había escuchado mal. “¿El sexo de los ángeles?”, le repetí. “Sí, doctor, el sexo de los ángeles”. Para mis adentros pensé que él, ateo declarado, se había vuelto místico en la cárcel, como les ha sucedido a muchos en iguales circunstancias. Realizamos el suficiente despliegue en los medios periodísticos de la región, sacamos tarjetas de invitación e hicimos énfasis en que era la primera conferencia después de recobrar su libertad. Ese día el auditorio de la Secretaría de Cultura, pese a que habíamos alquilado sillas adicionales, quedó pequeño para albergar tanto concurrente, entre ellos curas, monjas, beatas, ancianos, universitarios, funcionarios y periodistas.

Vino muy bien trajeado. Un vestido azul con una corbata de seda de color amarillo, que lo hacía lucir muy bien. Al ver tanta gente se emocionó. Era el reencuentro con la Colombia que, en épocas pretéritas, le había demostrado su afecto, pues siempre ha sido un exitoso escritor, un magnífico conferencista y hasta su último cargo, gobernador del Valle, un promisorio político, caracterizadamente honesto. Y empezó su discurso con el tono vehemente de un político en plaza pública. Fue una diatriba, básicamente, contra Andrés Pastrana, presidente de Colombia, contra los gringos “periqueros”, contra Horacio Serpa, quien había tenido que ver con su carcelazo, contra la injusticia de la justicia colombiana. Pero también hubo palabras esperanzadas en favor de una nueva Colombia, más justa, más tolerante, menos violenta, más educada. Los aplausos se repitieron, de manera sucesiva, en la hora y media que duró la conferencia. Y cuando pronunció su última frase, el batir de las palmas duró unos 10 minutos, con el público de pie, extasiado, con sonrisas de aprobación por las verdades que había dicho.

Luego, en mi casa, en la comida que le tenía preparada, con unos pocos de sus amigos, entre ellos Roberto Vélez Correa, cuando ya nos habíamos tomado el segundo whisky, le dije: “Maestro, ¿con que el sexo de los ángeles, no?”. Y él, con una amplia sonrisa me dijo: “Mire, mi doctor querido, si yo le hubiera dicho que mi conferencia era contra el Presidente de la República y contra los gringos “periqueros”, usted no me hubiera contratado y, la verdad, quería, en mis primeros días de recobrar la libertad, sacarme estas tunitas”. Todos los presentes, al escuchar estos sólidos argumentos, soltamos la carcajada.

Así, en esa apoteósica noche, hace 7 años, conocí a este maravilloso intelectual, al hombre mejor informado del país, a un escritor que, en casi una veintena de libros, ha escudriñado la realidad nacional, a un político honesto a quien la oligarquía del Valle, para vengar la derrota que les había infringido, cuando sacó 700.000 votos para la gobernación contra 300.000 votos de Carlos Holguín Sardi, su contendor, le montaron un proceso por enriquecimiento ilícito por la venta de una escultura de $7.000.000.oo, a quien resultó ser el testaferro de un narcotraficante y con la anuencia del fiscal Alfonso Gómez Méndez, basado en una ley auspiciada por el ex-fiscal Alfonso Valdivieso y un magistrado Calvete, fue condenado por un delito que, en la época del suceso, no existía. Con absoluta seguridad, de no habérsele montado este injusto proceso, que finalmente lo llevó a la cárcel, hubiera sido presidente de Colombia y otra suerte nos estaría acompañando.

Fue tanto el éxito de esa conferencia que recorrimos, ahora sí con diferentes temas, literarios y culturales, 15 municipios de Caldas, donde los espacios, de igual manera, resultaban pequeños para albergar a los asistentes. La más simpática experiencia la vivimos en La Merced, pueblo del norte caldense, que para la época estaba controlado por los “Paras”, y ellos no sólo hicieron presencia, de manera discreta en la conferencia, sino que después, en el parque principal, vestidos de paisanos, nos rodearon y con una gran simpatía nos brindaron trago y compartieron con nosotros una noche llena de magia, humor, erudición, poesía y, obviamente, de política.

Hoy, este destacado escritor y periodista, a través de “La luciérnaga”, de Caracol, se ha convertido en el más influyente del país y con su estilo sin mordaza no deja títere con cabeza, además de presentar sus comentarios, sobre la actualidad y el devenir nacional, con una visión extraordinaria. Por eso, la clase dirigente del país,  políticos,  industriales, académicos, misiones extranjeras, lo consultan y lo visitan en Tuluá. Como sigue pisando callos lo quisieron intimidar, irónicamente el 23 de abril, día del idioma, cuando un comando, parece ser que militar, entró a su residencia y se le llevó tres computadores y dos celulares. El país no resistiría un escándalo más de la prensa internacional si algo malo le sucediese a Gardeazábal. Ya se le decretó, de manera atropellada, la muerte política. No permitamos que, ante nuestra indiferencia, le llegue a suceder la que han querido sus enemigos: la física. ¡Que el gran arquitecto del universo lo proteja!, aunque no sea creyente. Él seguirá siendo, para muchos colombianos, un faro de luz, “el prisionero de la esperanza”.   

Por Carlos Arboleda González
carbol@telmex.net.co
La Patria, Manizales, mayo 12 de 2009

Ir a índice de América

Ir a índice de Arboleda, Carlos

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio