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Zinri: un palestino cerca del Malecón
por Lucy  Araújo Pérez
lucyaraujo@tunet.cult.cu

 
 

Mi nombre es Cozbi y estoy muerta. Los fieros me mataron y lo merecía, creo, a veces uno se merece ciertas cosas y aunque nadie te defiende, aprecias las actitudes benignas. Mi tribu era la de Madián, enclavada en Los Pocitos y había estado el día completo esperando al palestino en San Rafael y Dragón, que a una le gustan esas intrigas, un papel de color azul había sido echado por la cornisa y estaba feliz cuando descubrí su firmante.

Me gusta mucho Zimri debido a su porte atlético, pero los fanáticos de Madián están pendientes, si no es de mi tribu, es decir, de Los Pocitos, nos sacrificarán. Los Pocitos quedan a tres cuadras del barrio de Zimri, bueno, barrio como tal no es, en realidad los palestinos viven en tiendas y a Zimri nadie lo visita porque es insultante, siempre cuando alguien llega lo desnudan y le pegan. Sin embargo, cuando los fieros de la tribu vieron mi cuerpo vestido, soltaron los tambores.

La divinidad era amar lo prohibido porque Zimri había estado en el mismo hotel que Mastodonte y al pirata casi nunca lo agarraban los fieros de la tribu, ellos fumaban marihuana y bebían todo tipo de rones, sin embargo nadie los acusaba. Mi padre me defendió, y de manera indiscreta Zimri no pudo guardar lo del pecho. Los habitantes de Los Pocitos cuando se enteraron fueron a la huelga todo el día comiendo chocolates al pie de los leones. Para ellos los palestinos solamente son gente de juergas y alborotos y como vieron los grandes botellones de miel se las enterraron por los ojos a los de las tiendas, en cuanto vieron a Zimri conmigo, dijeron que lo desnudarían. Precisamente en la cúpula del Monte Guar le sacrificaron, pero a mí, bueno.

Los palestinos llegaron y trataron de defender a Zimri, el cual gritaba como un animal, pobre amor, o tal vez lo sabía y le gustaba la ricura, con su gorro de color azul hasta las orejas, diciendo frases muy a la moda, guao, nos hicieron a todas las chicas de Los Pocitos un gran favor, al poco rato apareció otro palestino con la cara linda y dijo:

-Aunque no dejen, el amor traspasará algunas razas y punto.

Se encaramaron en los camellos verdes, ruta 27 y no paramos hasta la mitad del camino. Pero lo mío fue cruel. Más cruel que lo de Zimri, yo no era de su barrio y cuando llegaron los palestinos y me vieron así desnuda y tibiecita, dijeron que era una ramera y ávidos de tirar las cacerolas, empezaron con las mismas de cuando María y venga piedra, el malecón cerca, los fan de Los Pocitos enarbolaron una calavera y gritaron: ¡Venganza, venganza! por toda la avenida del puerto y por la radio emitieron un mensaje cuya esencia hablaba de mi muerte. Ellos ni imaginaban: ya estábamos muertos desde milenios en el capítulo 25 del libro de Números del Pentateuco, y no importaba si al final pegaban mi cabeza como banderola en Los Pocitos por rabia contra los palestinos: la tribu del Gran Yahvé. La noche de la ejecución estrenaban: “Desnudos en la distancia”, la última producción de Almodóvar y la calle 23 pululaba llena de luces. De todas formas los palestinos estuvieron escondidos hasta el nuevo milenio y mi tribu pintaba las aceras.

Desde aquella época el malecón se quedó desierto mientras Zimri y yo volábamos encima de las olas. Salu y Zur estuvieron peleados a muerte hasta la época de las guayabas. Sólo entonces olvidaron las diferencias.

(Cuento listo para radiar: aparecido en una de las tiendas encontradas en la explanada donde se había librado la batalla de Megido. Se cree que fue escrita por una madianita infiel: Nota del director de programas Eduardo Bernal, alias Melquíades:.)

 

Lucy Araújo Pérez
lucyaraujo@tunet.cult.cu

 

 

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