A propósito de los veinte años de Matarile, novela
de Guillermo Vidal Ortiz |
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Guillermo Vidal Ortiz fue y es un avisado de la literatura. Narrador y crítico poseía una visión analítica de su paso por la vida. Los cincuenta y dos años que vivió fueron una avalancha de hechos bien delineados para dejarnos una joya literaria en la posteridad. Él, que no se preocupaba por la trascendencia marcó un hito en la literatura cubana y latinoamericana. Podría hablarle más del gran amigo que fue para mí, del padre literario o del profesor, o quizás hasta del hermano de fe. Pero hoy quiero hablarle de Matarile porque se cumplen veinte años de su edición Hace veinte años lo leí por primera vez. Al Guille le escribí una nota que decía: “Has escrito una novela muy tuya, que te enciende la vida de atrás, quema las entrañas y uno suspira porque ese Toño sicópata y todo es un ser sublime, sufrido, pero irreverente, dominguero y soñador. Ahí, amigo, justo al lado del Toño estás tú, con la misma gelatina de los ojos, en la misma foto de la cual escapas. Eres genial junto al Toño, Guille”. Aún no sabía que diez años después moriría. La oralidad, los nombres que escoge de la realidad sin disculparse, las ideas de antes que fueron un después, los planos temporales y rejuegos narrativos de los que fuera pionero Vidal en la narrativa tunera, los escándalos de su incomparable enguaje, muy de él, nos dan a entender que Matarile es una de las obras más importantes, existen otras que siempre leo pero esta me vuelve a tomar una y otra vez. Alberto Garrido y Antonio Arias en un trabajo crítico sobre la novela titulado: Hedonismo y oralidad en Tres tristes tigres, de Guillermo Cabrera Infante y en Matarile de Guillermo Vidal Ortiz, el cual ganó el Premio de crítica literaria en 1994, manifiestan: “Matarile es el resultado de las extensas lecturas de Guillermo Vidal Ortiz y de su apego a lo mejor de la literatura latinoamericana”[1]. Me quedo con esta frase para decirles que Manuel Puig, los dos Onetti, Ernesto Sábato, Rulfo, todos ellos fueron sorbidos por el hambre de narrativa que poseía el Guille, y esa hambre la trasmitía a sus seguidores y alumnos, cuando un día me regaló Itsam-na de Arturo Arias comprendí que Guillermo Vidal estaba marcando pautas. |
En el trabajo titulado: Perspectivas narrativas en Matarile de quien suscribe planteo: “Guillermo Vidal hace una especie de simulacro a la hora de mover el narrador- personaje (que es Toño y Toño). Así va alternando un tuteo con el monólogo.Es una técnica que ha variado y en otras formas la utilizaron: Rulfo, Onetti y Fuentes: tres escritores cuyas influencias ha asimilado Guillermo Vidal”[2]. Matarile fue la apertura de un Guille novelista, quien siempre creó prototipos de personajes. La existencia de personajes aparentemente anulados e insignificantes como tipos es un leiv- motiv en su obra. Concluyendo, la novelística de Guillermo Vidal es un andamiaje poderoso y único, en Matarile se desgajan otros vientos: la beca, la emigración, el amor. La crítica opinó del Guille que poseía una prosa incisiva y rigurosa, enfilada a abordar las interioridades de los seres humanos, muchas veces oscuras y contradictorias. Hoy puedo decir que Matarile se levanta como un inicio veraz y consciente del gran narrador que fue Guillermo Vidal Ortiz. Notas: [1] El texto y sus códigos II ( Las Tunas, Cuba: Editorial Sanlope, 1995), 19. [2] Ibid., 51 |
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Lucy Araújo Pérez
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