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Temí pensar que eras tú y no un lugar, el motivo de mi alegría. Regresé temblando, como un niño perdido, Recorriendo los desolados rincones, Y contemplando la infinita y geométrica parra. El aire era tan distinto a todo lo demás, como cuando estabas conmigo. Las calles, tierra mojada hacia el atardecer, Me llevaban hacia los mismos y maravillosos lugares: El tranquilo y solitario cementerio, el silencio irrepetible del silencio, El efímero entusiasmo de saber que no nos cruzaremos con nadie. Yo quería vivir allí, por siempre, En ese mismo momento, y bajo esas precarias circunstancias. (Tú preferías volver, hacia el gris y sórdido detalle). Aquí, las horas desaparecen: Mientras somos, estamos siendo también el mayor de los enigmas. Un lugar perdido y desconocido por todos me delata. |
Juan Arabia
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