¿Quién tiene un libro de Juan Filloy? |
Introducción El objeto del presente trabajo es registrar una experiencia de aplicación en el caso puntual de la obra del autor cordobés Juan Filloy. Concebido originalmente como un trabajo monográfico, los ajustes necesarios que se han impreso a este recorrido fueron definiendo la estructura de un informe de lectura. Una lectura muy particular, si se tiene en cuenta que resulta imposible, para quien consulta bibliotecas en Salto, encontrar obras de Filloy. Cabe aquí entonces intentar una breve reseña del camino andado. Y desandado. La idea de investigar sobre la figura y la producción literaria de Juan Filloy surge durante una clase, cuando la cátedra presenta su caso como ejemplo de los escritores prolíficos, inteligentes, creativos, pero que por algún motivo no están en los topes de venta ni en el comentario de la gente más o menos lectora. El paso siguiente, Internet mediante, fue bucear en algunos de los artículos periodísticos y literarios que se ocuparon alguna vez de la vida y de la obra del escritor cordobés. Dado que los diarios argentinos conservan sus ediciones digitalizadas en Internet desde el año 1995, los textos encontrados con referencia a la búsqueda datan de esa fecha o menos. Quizá sea necesario hacer la salvedad de que al trabajar con artículos periodísticos ya se está partiendo desde la parcelación de un discurso previo, “digerido” y mediado por la intervención de participantes que, tanto en la ocurrencia efectiva de las entrevistas como en la suscripción de ensayos críticos o de reseñas literarias, ya organizan una operación de lectura “interesada” del escritor y de su obra. La extensión y la complejidad de los fragmentos, además, obedece no tanto a la propuesta mediadora de periodistas y escritores, y/o a las intervenciones del mismo entrevistado, sino al estilo propio de la Red: colores, tablas, fotografías, poca extensión y casi ninguna claridad en muchos casos, pero no a causa de la complejidad del discurso que se exhibe en el corpus de los textos sino, más bien, por los defectos gramaticales. En todos ellos, sin embargo, puede leerse una unidad significativa en la evaluación: Filloy es un escritor fuera de lo común, talentoso, innovador, erudito, trasgresor pero poco leído. Sirvan estas citas como ejemplo[1]: |
“(…) a lo largo de 105 años cultivó una forma de cultura atípica y transgresora. Cordobés de pura cepa, abogado, juez de paz, dibujante, fundador del Club Talleres de Córdoba y del Museo de Bellas Artes de esa provincia fue, fundamentalmente, un escritor prolífico, enigmático y casi secreto. Más de 50 títulos, todos formados por siete letras, habiendo utilizado todas las del alfabeto (desde la A a la Z) como letra inicial, integran su obra. Aunque casi desconocida para el gran público su influencia llegó a escritores como Leopoldo Marechal y Julio Cortázar, quien reconoce en Rayuela matices de Filloy.”[2] “Con estas novelas llegó el reconocimiento de la crítica y la revalorización de los rasgos vanguardistas de su literatura que en cierta forma anticipan la narrativa de escritores como Julio Cortázar y Leopoldo Marechal. Su imperturbable residencia en Córdoba y la posición marginal que ocupa una escritura a veces inclasificable y singular han hecho de Filloy una figura excéntrica pero exenta de devotos lectores. (…) La posición que ocupa Juan Filloy en la literatura argentina no es la que merece. No podría afirmarse que es un desconocido en nuestras letras, pero sí que es uno de los más notorios enigmas literarios de la lengua castellana. De todos modos, actualmente ya es posible hablar del "mito" Filloy, un mito que ha sido alimentado por múltiples factores: la asombrosa personalidad de este autor; el volumen (más de 50 títulos) y las características de su obra; la errática publicación y la prolongada ineditez de sus libros; el escamoteado reconocimiento y el olvido generalizado de la crítica”[3] |
Dos preguntas relevantes vertebrarán el recorrido: ¿cómo se construye un escritor para las masas?, ¿cómo capta la simpatía del público un autor talentoso?. Ambos interrogantes constituyen el núcleo fuerte del trabajo y se resumen en el último texto analizado: “Un escritor real. El mito Filloy”, aparecido en Página/12, el 20 de febrero de 1994. La lectura de este artículo periodístico supuso completar el círculo y situarse nuevamente en el punto de partida. Claro que con algunas respuestas para los interrogantes iniciales. Por último, corresponde señalar que se redacta el presente informe sin ninguna pretensión de ejercer una lectura sobre la obra del escritor cordobés, sino más bien orientado al análisis de algunos fragmentos textuales que, sobre la vida y la obra del escritor, circularon públicamente en diarios argentinos o circulan todavía en el marco de la Red. Por lo tanto, el análisis de la obra es verdaderamente exógeno: no es lo que escribió el autor sino lo que se dice de lo que escribió, o más aún: lo que se dice que escribió. Así, este trabajo no es tanto la lectura de la literatura de Filloy sino de la figura de escritor y de la imagen de obra que contribuyen a construir de él los medios gráficos. El
intento es, por lo tanto, una simple aproximación, mediatizada por las
cauciones que hemos señalado, a la vida y a la obra de un escritor
singular. Breve
presentación biográfica de Juan Filloy La breve reseña biográfica que sigue es una síntesis de lo que circula a propósito del escritor y de su obra en las páginas de Internet, con la falta de citas bibliográficas y datos de edición propios de muchos sitios de la Red. Es interesante señalar que se puede descubrir que ciertas frases reaparecen vez tras vez en diferentes páginas, sin poder determinar a quién pertenece la redacción original. Por ejemplo, “se enorgullecía de ser "el campeón mundial" de los palíndromos”[4], “el olvido generalizado de la crítica”[5] o “el silencio incomprensible de la crítica”[6]. Escritor argentino nacido el 1 de agosto de 1894 en Córdoba, en el seno de un matrimonio formado por Dominique Grange, una francesa que se ganaba la vida como lavandera, y Benito Filloy, un comerciante español oriundo de Pontevedra. Compartió la vida y el trabajo con sus seis hermanos en el negocio de ramos generales de su padre, hasta conseguir el título de abogado en la Universidad Nacional de Córdoba. De joven fue también dibujante caricaturista, además de uno de los fundadores del popular Club Talleres de Córdoba (aunque jamás jugó al fútbol), el Golf Club de Río Cuarto, y el Museo de Bellas Artes de Río Cuarto. Trabajó durante sesenta años en el diario El Pueblo, en donde tenía un artículo diario de actualidad, de crítica teatral, arte, etc. A partir de 1931 comenzó a publicar sus obras en ediciones privadas. Fue, fundamentalmente, un escritor prolífico, enigmático y casi secreto. Entre sus características como escritor, llama la atención la costumbre de utilizar siempre siete letras en todos sus títulos: por lo menos uno de ellos se corresponde con cada letra del abecedario, de la A a la Z. También asombra su afición a los palíndromos, frases que se pueden leer tanto al derecho como al revés, entre otras. Después de sus primeras siete obras, y debido a su labor como magistrado, se mantuvo casi 30 años sin publicar (desde 1939 a 1967), aunque no dejó de escribir ni un solo día. Aunque casi desconocida para el gran público, su influencia llegó a escritores como Leopoldo Marechal y Julio Cortázar, quien reconoce en Rayuela matices de Filloy[7]. Se refiere a este tema Mempo Giardinelli: |
"Sus relaciones, tanto literarias como personales, con otros autores han sido —para decirlo de alguna manera— curiosas. La influencia de Filloy sobre sus contemporáneos es mucho más evidente que admitida. De hecho, algunas de las obras más importantes de la narrativa argentina de las últimas décadas tienen deudas con la producción filloyana, aunque en ningún caso esa influencia ha sido estudiada y mucho menos admitida. Filloy es un antecedente irrefutable de las obras de Marechal y de Julio Cortázar, entre otros. Es obvio que Marechal se inspiró en Op Oloop para su novela El banquete de Severo Arcángelo[8], del mismo modo que es evidente la deuda que tiene lingüísticamente Adán Buenosayres con Caterva. Es obvio que Rayuela y otros textos de Cortázar acaso no se hubieran escrito sin Caterva y otros textos de Filloy detrás. Cortázar lo conocía bien: en Rayuela lo menciona y en cierto modo sus clochards recuerdan a los linyeras de Caterva. Claro que Cortázar tuvo la delicadeza de hablar siempre maravillas de Filloy. Como fuere, es una verdadera lástima que la crítica latinoamericana no haya estudiado la influencia de Filloy en estos y otros autores. Un estudio de correspondencias intertextuales entre Filloy, Cortázar, Marechal, Borges, y muchos otros, arrojaría resultados asombrosos...”[9] |
"El hombre de los tres siglos", como se definió en una entrevista periodística difundida el 1 de enero de 2000, decía ser "el campeón mundial" de los palíndromos, lo que se refleja en su novela Karcino. Novelas como Caterva y La Potra, entre muchas otras, le ganaron la admiración y también “el silencio incomprensible de la crítica”, a pesar de los incontables premios y distinciones que le fueron otorgadas. Filloy fue prácticamente el inventor de la parodia en la literatura latinoamericana. Su novela Op oloop, que publicó en 1934, fue prohibida por las entonces autoridades de Buenos Aires, que la calificaron de pornográfica. Esa no fue la única obra que le deparó más de un disgusto, pues también otras publicaciones lo llevaron a ser perseguido por las dictaduras militares que gobernaron el país. Tenía más de 80 años cuando, en 1976, en pleno gobierno dictatorial, fue llevado a comparecer ante jefes militares por la publicación -el año anterior- de su novela Vil y vil, aunque sólo estuvo retenido doce horas, pues aburrió a sus inquisidores hablando de literatura. En particular, sostenía que lo que decía el libro lo decían los personajes, y que él no tenía influencia sobre ellos, que hablaban lo que querían. Entre 1967 y 1973 aparecieron sus tres novelas más conocidas en una importante editorial porteña, Karcino, Caterva y La Potra, y, desde 1973 en adelante, volvió a su costumbre de publicar ediciones de autor. Entre sus obras cabe destacar también Periplo (1931), ¡Estafen! (1932), Balumba (poemas, 1933), Op Oloop (1934), Aquende (1936), Caterva (1937) y Finesse (1939). El escritor argentino Julio Cortázar no sólo lo consideraba su maestro, sino que llegó a calificarlo como "uno de los mejores literatos de habla hispana" pero, pese a ese elogio, las novelas, cuentos y poemas de Filloy tuvieron más repercusión en el extranjero que en Argentina. A comienzos de la década de los 90, cuando ganó el Premio Nacional de Literatura, una nueva generación de lectores descubrió a Filloy y la demanda llevó a varias editoriales a disputarse la reedición de sus novelas La potra y Caterva, así como una colección de cuentos. En 1997, cuando su libro Op oloop fue editado en Holanda, el crítico holandés Peter Venmans destacó que el estilo del escritor argentino es de "una ironía superior, precioso, pedante, lleno de palabras alambicadas y hallazgos literarios que parecían imposibles"[10] . Murió
mientras dormía la siesta, en la tarde del sábado 15 de julio del 2000,
tras haber permanecido una semana hospitalizado por una
descompensación respiratoria. Desde
el olvido y la distancia En el artículo “Un escritor real. El mito Filloy”[11], Hugo Daniel Aguilar [12] analiza el fenómeno Juan Filloy. Lo primero que releva es que el escritor “permaneció en el olvido mucho tiempo. A la sombra de la historia, lejos de la crítica, fuera de las editoriales”. Con relación a las instituciones, formaciones y experiencias que se organizan como modelo en la línea de la tradición, Raymond Williams esboza la idea de estructura del sentimiento[13]. Esto es, la forma en que la cultura fue vivida por sus productores y su público, la experiencia concreta que comprende “actividades particulares integradas en formas de pensamiento y de vida”[14]. La estructura de sentimiento apunta a resaltar la calidad de la experiencia social en el campo de la cultura, en cuanto a creencias, teorías, sistemas educativos, pautas estéticas, instituciones, visión del mundo, ideología, etc. Al respecto, Beatriz Sarlo señala que esta estructura que opera como organizadora de las experiencias culturales se convierte en centro productor de nuevos complejos significativos, de sus formas sociales de difusión, consumo y evaluación[15]. Aguilar explica que el olvido y la distancia de Filloy de las editoriales se debe a la actitud de él mismo, quien “dueño de una cultura sorprendente y de una inteligencia poco común, prefirió mantenerse alejado del sistema de humillaciones que supone la industria editorial”, a pesar de que todas sus obras fueron bien recibidas por la crítica. Siguiendo las ideas de Williams, la ausencia de un autor de la producción editorial puede obedecer a una causalidad mucho más compleja. Demandaría un análisis más profundo de la obra de Filloy determinar si en algún aspecto su estilo, temática, o ideología se alejan de las concepciones vigentes en el momento histórico y sociocultural que se analiza. Las páginas de Internet comentan reiteradamente la paradoja de un autor muy valorado pero tan poco publicado, pero cuando analizan las razones de ese fenómeno, aluden a motivos parciales. Esto es, el contenido provocador de los textos, la distancia, la estrechez de los círculos de provincia. Sirvan como ejemplos: |
“Y si se llamó a silencio (editorial, no escritural) fue porque en esos años su labor como magistrado lo forzó al recato y le impidió hacer pública la constante impudicia de sus textos, así como sus opiniones polémicas, abundantes en toda su obra”[16] "(...) hay una capacidad inventiva, un desprejuicio frente a las formas tradicionales de la narrativa y un tan regocijante manejo del idioma, que desgajan a la obra de Juan Filloy del contexto histórico de la novelística de su tiempo y aconsejan una atención particularizada de la misma".[17] "Hoy
somos muchos los escritores que hablamos de otra Argentina, otras
ciudades literarias (...) Pienso en Manuel Puig con su General Villegas
y en Daniel Moyano con sus altos de La Rioja (...) y pienso sobre todo
en el empecinamiento ejemplar de Juan Filloy, quien a los 103 años
(cumplidos en agosto de 1997) sigue escribiendo de espaldas a Buenos
Aires… (…)casi todas las antologías del cuento argentino son,
fundamentalmente, antologías del cuento porteño. Es como si en esas
muestras cuentísticas Buenos Aires fuera toda la Argentina. Ignoro si
es esto es así por obeliscocentrismo, ignorancia o simple estupidez.
Sospecho que hay un poco de cada una". [18]
"Filloy es un escritor para escritores", solía decirse entonces como un secreto a voces. El Lezama Lima argentino, pudo haber dicho Cortázar. Para siempre Juan Filloy simbolizará la pureza en el campo literario, el verdadero respeto a los valores tan poco valorados hoy en día. La perfecta elegancia en tema y lenguaje muchas veces lo llevó a hurgar en los andurriales de uno y otro porque él bien sabía -como juez, como hombre de la vida, como paradigmático mundonólogo- de la atracción de los opuestos. Fue quizá respondiendo a dicha atracción que a mediados de los años 60, desde su generosidad en el otro extremo del vasto espectro literario de entonces, Bernardo Verbitsky lo convocó, lo conminó y por fin lo convenció para que aceptara publicar en la colección de bolsillo dirigida por él. Así el profuso y memorable novelista del pueblo logró sacar al elitista del closet riocuartense y editar siete mil ejemplares de dos de sus novelas.19] |
Una
mente esclarecida como la de Filloy habrá percibido cuáles eran las
expectativas del público y los lineamientos de selección del ambiente
literario. ¿Se resistió a ajustar su producción artística a éstos, aún
sabiendo que pagaría el precio de la exclusión? Aparentemente prefirió
apostar a mostrar con honestidad una obra auténtica, verdadero reflejo de
su inspiración artística. La
inspiración literaria y el gusto del lector A este respecto, la noción del gusto se refiere al conjunto de normas, valores, pautas, articulados en la percepción de las obras literarias. Es una categoría de orden social y objetivo, que tiene como portador a los grupos nucleados por similares criterios de juicio y apropiación cultural. esto se relaciona con cierta “servidumbre” del autor ante el gusto del público, que determinará la selección y compra de la obra literaria . A esto se refiere Sarlo cuando cita “el ejemplo del pez” que nada con la corriente, aunque no tenga otro remedio que “forzar a su inspiración a obedecerle”[20]. Por supuesto, es un derecho del escritor acceder a algunas concesiones y compromisos con el público: aun “sin disminución de su dignidad, el artista inteligente respetará ciertos prejuicios de su público. Estas características han sido relacionadas con el hecho de que muchos escritores pasan períodos de gran difusión y otros de relativa o total ausencia. Al revisar fragmentos de las notas periodísticas leídas, pareciera haber silencios de años en la publicación de obras, que obedecen a la decisión expresa de Filloy de no publicar, por motivos éticos, para salvaguardar su imagen pública como abogado, fiscal y juez. Aunque también para evitar rendirse a las exigencias estético-ideológicas del mundo editorial y de la crítica literaria del momento. Bourdieu había señalado que aprehender el campo intelectual (área social en la que se insertan productores y productos de la cultura), constituye una de las claves para analizar el fenómeno de la publicación y recepción de la obra literaria. Interrogarse sobre el origen del sentido público de una obra “es preguntarse quién juzga y quién consagra, cómo se opera la selección que, en el caos indiferenciado e indefinido de las obras producidas e incluso publicadas, discierne las obras dignas de ser amadas y admiradas, conservadas y consagradas”[21]. Sarlo cita como ejemplos los vaivenes y dificultades en la publicación de obras de Marechal y Cortázar, autores que citan reiteradamente las páginas de Internet cuando alaban a Filloy. Por otra parte, cuando Filloy opina sobre Borges, que es algo así como opinar sobre la literatura establecida, acreditada por la crítica literaria, lo hace a modo de desafío. Dice que Borges |
“(…) ha escrito poco. No tiene una novela. Tampoco la tiene Lugones. Sobre novelística argentina Borges jamás opinó; prefirió identificarse con el tango... Esto, y su devoción al suburbio y sus malevos, encarnan inclinaciones sin mayor importancia, porque no son sinceras. El no se ha dedicado, ni remotamente, a investigar la literatura nacional con la fruición con que lo ha hecho respecto de la inglesa (…) tuvo una educación muy limitada, a cargo de gobernantas inglesas y francesas. Su visión sobre la vida nacional fue muy rudimentaria; le faltó contaminación con la realidad y el paisaje, con la tradición popular argentina. Así como escribió con tenacidad literatura inglesa, tuvo un criterio despectivo sobre el Martín Fierro, (…) una obra fundamental que nos representa y que permanecerá firme. Para toda la muchachada que lo leímos, Martín Fierro fue una figura rebelde que coincidió plenamente con nuestras vehemencias juveniles; que participó en la gestación del espíritu nacional porque iluminó una época en la que la nación no estaba aún consolidada. Es un poema épico, realizado con una gran habilidad, con versos netamente argentinos, sin alusión ni semejanza con el romancero español. Está escrito en quintillas o sextinas típicamente suyas, con una combinación métrica perfecta. Tiene sus incorrecciones y licencias, por cierto, pero en general son versos muy correctos. Todo esto con una magnífica inspiración y acopio de experiencias para describir los caracteres humanos... Borges equiparaba a Fierro con Juan Moreira. Error flagrante. Son arquetipos distintos. Martín Fierro es un personaje discutible pero simbólico. Moreira, un matón de comité. Aquél prevalecerá porque tuvo rebeldías valiosas y ciertos impulsos cuestionadores. Por lo demás, amén de la genialidad condensada en su Martín Fierro, José Hernández fue un escritor que hizo todo lo posible por exaltar las industrias agrarias del país. Ambos afanes son deudas que no caducan”[22]. |
Puede atribuirse esta encendida defensa del Martín Fierro al gusto de Filloy por representar el lenguaje tal cual lo emplean los personajes de las obras, sin desdibujarlo, corregirlo ni eufemizarlo con sinónimos y pulimientos ajenos a su esencia. Y relacionar esta postura frente a la producción literaria, con el rechazo de alguna de sus obras por parte de la empresas editoriales. Pero quedaría sin explicar la ausencia de muchas otras, de lenguaje delicado y clásico. Aguilar se pregunta: “¿Cuáles son las razones que justifican este olvido? ¿Desconocimiento? ¿Mala fe? ¿Resabios de falso recato? ¿Abierto conservadurismo reaccionario? ¿Centralismo?”[23]. Finalmente, Filloy mismo alude a la ausencia de su obra en las librerías, cuando explica porqué el lanzamiento de sus libros debía ser limitado: “mis libros eran coprolálicos, crudos, heterodoxos, y yo era nada menos que fiscal, camarista… No podía lanzar obras que hubieran podido ser inculpadas por trasgresión al artículo 208 del Código Penal.” Suena a sencilla explicación verosímil en un funcionario prudente, pero también a la ironía de la zorra que sabe que las uvas están lejos, no verdes. Autoexcluido o marginado por las editoriales, la verdadera respuesta la percibió él mismo, quien supo cuántas oportunidades genuinas de publicar tuvo. Si “la comunidad artística se presenta como un medio estructurado y, en ocasiones, fuertemente jerarquizado; como un espacio donde el comportamiento del público y la actividad de los escritores responden a costumbres, ideas, sentimientos y gustos que difieren históricamente y según sectores sociales. La imposición, difusión y legitimación de las conductas estéticas y los juicios críticos corren a cargo de un conjunto de instituciones mediadoras: la crítica, la educación artística, los premios, las bibliotecas, las colecciones de grandes obras, las antologías, el periodismo cultural, las academias y la universidad, entre otras instancias”[24], esta enumeración resulta orientadora para ver dónde está Juan Filloy y dónde no. La crítica evidentemente lo reconoce y alaba, lo tiene en cuenta y hasta se queja de que se atribuyan a otros particularidades de su creación, como la introducción de lo coloquial en la novela, con las voces propias de los personajes, que se suele adjudicar a Marechal[25]. En el ámbito de la educación, por lo menos en los niveles medio y superior del profesorado, no está, como tampoco en las bibliotecas escolares, públicas y en aquéllas de los clubes barriales. En las colecciones de grandes obras, que suelen aparecer cada tanto, tampoco. Apenas si aparece en algunos premios y, ahí sí, en muchos artículos periodísticos. Otro contrasentido: tanto se achaca a los medios periodísticos la responsabilidad por formar el gusto de la gente (o por deformarlo), pero en este aspecto los elogios al autor no han alcanzado para hacerlo reconocible en el gusto de los potenciales lectores. Una explicación puede ser también la decisión del autor cordobés de permanecer en Córdoba, lejos de Buenos Aires. En un reportaje, él mismo reconoce que otra hubiera sido la historia si se hubiera mudado a la Capital Federal, cosa que no hizo por “cómodo”, por no tentar una suerte poco alentadora al precio de dejar su vida estable y segura como juez en la provincia, “prefiero las ciudades chicas, usted vive consigo mismo”[26]. Y agrega: “nunca quise editar en Buenos Aires para no someterme al triple ludibrio de la prensa, la moral ciudadana y la Iglesia de aquella época”[27]. Esto recuerda el reportaje citado en el que confiesa que no publicó algunas obras para no arriesgarse a ser denunciado por trasgredir el artículo 208 del Código Penal. Si estuvo dispuesto a ajustarse a la sensibilidad de Córdoba (prensa, moral ciudadana e Iglesia), ¿por qué no aceptó el riesgo del mismo juicio en Buenos Aires? En cierta forma, estaba percibiendo el juicio condenatorio antes de someterse al examen de los grupos sociales y literarios capitalinos. Como se ha mencionado, Filloy tenía conciencia de la pretensión de las instituciones de poder al momento de establecer pautas rígidas para moldear tanto la escritura como la lectura. Si hubiera querido publicar en Buenos Aires, probablemente habría podido, pero sacrificando aspectos de su obra o de su vida que él consideró prioritarios: la riqueza casi excéntrica del léxico, el perfil marginal de sus personajes, la carrera judicial, la residencia en el interior de Córdoba. Claro que fue justamente esa resistencia a someterse a aquellas exigencias lo que lo convirtió en un escritor de perfil bajo pero de sólida presencia en las letras contemporáneas. La norma de creación en el campo de la preceptiva literaria, señala Sarlo, “funciona como disposición de carácter obligativo y conciente que la escritura artística debe acatar (…) es concebida como una ley que define la legalidad literaria”[28] Tanto si el autor se ajusta a la norma vigente como si la transgrede, la relación con ésta es inseparable, hasta el grado de que la trasgresión debe ser entendida como tal por el lector, que decidirá aceptarla e identificarse con el contenido o con el recurso mismo. Cuando se le señaló a Filloy que su forma de escribir era muy erudita, y se le recriminó su jactancia según la cual, para entender sus obras, debía tenerse al lado el diccionario, comentó: “a mí me gusta la erudición, pero hay dos clases de erudición: una es sólo lucimiento y otra que es el resumen de lecturas, de conocimientos que se van adquiriendo y difundiendo a lo largo del tiempo”[29]. Y ante la objeción de que esto lo llevara a ser muy elitista, se defendió: “no me interesa el número de lectores, lo que me importa es la riqueza del idioma. Si tenemos setenta mil palabras, ¿por qué vamos a hablar con ochocientas solamente?” Otra vez aparece la resistencia a la exigencia exterior que pretende que el escritor se subordine a lo normal y corriente. Este esbozo de análisis perfila la realidad de un escritor a espaldas de la gran ciudad, de las editoriales y aún de la crítica literaria de lectura popular, que por poco no queda a espaldas del lector también. Y definen un escritor singular. Como escribiera Aguilar: “un escritor sin obras, una literatura sin libros”[30]. Conclusión Puede señalarse que el caso Filloy resulta ser fascinante al momento de definir su obra heterodoxa y vasta, y resulta un verdadero misterio a la hora de rastrear sus libros. No está en las bibliotecas escolares ni en las públicas, ni en las de los amigos, ni en los puestos de usados, apenas en algunas pocas librerías. El nombre no suena familiar a los vendedores ni a los bibliotecarios. Ha resultado sumamente interesante la tarea misma de aplicar los contenidos teóricos a un caso particular. Especialmente por el hecho de que es un caso que permite analizar los temas, pero sin obtener una respuesta evidente, sino, por el contrario, descubrir más líneas de investigación posibles. Queda la sensación de que esta búsqueda es sólo el comienzo. En la relectura de los textos periodísticos tomados como base para el trabajo, pudo observarse también que los mismos conceptos y frases se repiten en una y otra ocasión, como si las páginas fueran siempre citas de otras entrevistas, sin poder determinar cuál es la original. Esto crea entonces otra pregunta, que de por sí excede el objetivo propuesto: ¿cómo determinar cuáles son voces y cuáles ecos de esas voces que resuenan en la Red universal?. En este caso, la mención elogiosa hacia Filloy, ¿está en todos lados, en decenas de páginas web?, ¿o es una sola opinión sobre su obra, tomada y retomada en las demás páginas? Al mismo tiempo, ¿hasta qué punto esa reiteración de frases e ideas está formando o transformando el campo intelectual? ¿Se suma el ciberespacio a los cenáculos, círculos de críticos, salones y cafés, que son reconocidos en su papel de guías culturales?. Más aún, ¿puede siquiera considerarse la Red como incipiente formadora de opinión y moldeadora del gusto, otro taste maker?[31] Pero ha sido muy interesante la posibilidad de comprobar cuánto se puede saber sobre un autor antes de arribar a su obra. Como autopista que es, la Red lleva mucho y rápido. Esto lleva a pensar que casi nunca se llega a la lectura del libro limpio de juicios (y prejuicios) propios o a-propiados. Queda la idea de Aguilar: “la literatura argentina sin Filloy es una historia contada a medias, parcial y gratuitamente injusta (…) En un tiempo de “escribidores” a sueldo, experimentadores vacuos y torpes, y mitificadotes banales, Filloy es nada más y nada menos que un escritor. Un escritor real o escritor no más, como él diría. Casi nada” . Bibliografía[32] “Primer
Plano”, Suplemento de Cultura de Página/12,
Editor Tomas Eloy Martínez, Buenos Aires, domingo 20 de febrero de 1994. Aguilar,
Hugo .Un escritor real. El mito Filloy, , Página/12, el 20
de febrero de 1994. Ambort,
Mónica. Optimus Filloy, Marechal y
el Dr. Freíd. POLÉMICO FILLOY, El escritor
escondido, Ed,. Op Loop, Córdoba,
1992 Bourdieu,
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Intelectuales, política y poder,
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Letralia Tierra de Letras
N° 48. 1°/6/98. www.letralia.com/48/en01-048.htm Sarlo,
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Biografía, bibliografía,
fotos, enlaces. Literatura Argentina Contemporánea. www.islapoetica.com.mx/plumas-celebres/juan-filloy.htm www.lanacionline.com.ar,
El
decano de la literatura argentina: enriqueció la vida cultural con
ingenio, talento y honestidad. Juan Filloy (1894/2000).
La Nación line (Argentina, 26/7/00); JUAN
FILLOY UN CREADOR INAGOTABLE (La
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Heredia 5/10/2000, www.literatura.org/Filloy/jfTexto2.html www.revistadelibros.com/Editions/LastNumber.asp www.rpinternet.com.ar/2000/09/nota01.htm,
Homenaje www.sololiteratura.com/autargentinaf.htm www.tiramillas.net/libros/resenas/resenas040616/filloy.html,
Juan Filloy www.tranviasdecordoba.org.ar/aatc_bitacora.htm,
BITACORA DEL HUMOR VAGABUNDO www.unrc.edu.ar/publicar/20/nota1.htm,
Juan Filloy. El bochinche universitario del ‘18. Zelarrayán,
Ricardo. Entrevista a Juan Filloy.
Este reportaje apareció originalmente el jueves 22 de mayo de 1975 en el
suplemento Cultura y Nación del diario Clarín, en La Idea Fija. www.taller54.cl/JUAN%20FI.htm Una
breve y básica bibliografía biográfico/crítica:
Datos
del autor: ANIULIS,
Raquel Edad:
40 Estudios
cursados: terciarios E-mail:
raquelaniulis@yahoo.com.ar
[1]
Ejemplo del concepto que se tiene de Filloy, y de la deficiente
construcción gramatical. En algunas de las fuentes consultadas en
Internet se citan sólo
los dominios, sin autores o responsables de publicación. [2] “Homenaje”, www.rpinternet.com.ar/2000/09/nota01.htm [3]”El
Broli Argentino” Juan Filloy, Reseña, www.elbroli.8k.com
/escritores/Filloy/filloy [4]
“Homenaje”, www.rpinternet.com.ar/2000/09/nota01.htm
“Un hombre de tres
siglos”, Dr. Teodoro Heredia, 5/10/2000,
www.librosenred.com.ar
“Muere a los 105 años
el escritor argentino Juan Filloy” Agencia EFE,
http://www.contactomagazine.com/filloy717.htm
“Murió
Juan Filloy, el escritor argentino de "los tres siglos"” ,
Periódico “El tribuno” digital, http://www.eltribuno.com.ar/anteriores/2000/JUL/17/nac10.htm
[5]
“Literatura Argentina Contemporánea”, www.literatura.org/Filloy [6]
“Homenaje”, www.rpinternet.com.ar/2000/09/nota01.htm
“La Idea fija”,
Reportaje de Ricardo Zelarrayàn, en el Suplemento Cultura y Naciòn
del diario Clarín.
“”Plumas
célebres” www.islapoética.com.ar
“Un
hombre de tres siglos”, Dr. Teodoro Heredia,
5/10/2000, www.librosenred.com.ar
y en www.elstaf
“Círculo cultural
de poetas latinos”, Rafael Merida Cruzlascano, www.adirem.com/biografias/045.filloy “Juan Filloy. Biografía”, www.hechoenargentina.8k.com/literatura/escritores/Filloy/Filloy.htm, citando de www.literatura.org/Filloy, http://elbroli.8k.com/escritores/Filloy/filloy.html, y otros. [7]
Se refiere a la cita “—Puede
ser— dijo Oliveira—. Pero no tienen ningún Juan Filloy que les
escriba Caterva. ¿Qué será de Filloy, che? Rayuela,
de Cortázar, Julio. Editorial ,
Bs. As. 19 . Cap. 108. Primer párrafo,
pág. §
. En
http://members.lycos.co.uk/mancuspias,
http://www.primeravistalibros.com/fichaLibro.jsp?codigo=1433,
http: //www. interzonaeditora.com/web2/, http://www.siruela.com/catalogo/,
http://www.ffyh.unc.edu.ar/escuelas/letras/catedras
y otros. [8]
Filloy lo desmiente: “–¿Qué
pasó con el banquete de su Optimus Oloop y el de Severo Arcangelo, de
Marechal? ¿Es verdad, o sólo historia popular que después de
escrito, usted le envió los originales y... –No
es cierto. No lo conozco a Marechal. Sé la historia circulante, de
que él se ha inspirado en el banquete de Op Oloop para hacer el de
Severo. He oído eso de mucha gente; pero no me consta ni puedo
calificar actos incorrectos a nadie y menos a un escritor. No es
propiamente el mismo banquete... El de Optimus es tan señorial, hecho
por un tipo de gran mundo, de alta categoría intelectual. Basta ver
su menú en el Plaza Hotel, y la adición que paga. El otro es mucho más
sencillo, y no tiene la implicancia de éste.”
Reportaje de Mónica Ambort, en Sobre
su obra, “Literatura Argentina Contemporánea”,
www.literatura.org [9]
Giardinelli, Mempo, selección, prólogo y estudio
en Don
Juan. Antología de Juan Filloy.. Ediciones Desde la Gente,
Buenos Aires, 1995. [10]
Valenzuela
,Luis, Filloy,
el último de los joviales,
www.galeon.com/froblesortega/autargentinaf.htm [11]
Primer Plano, Suplemento de Cultura de Página/12,
Editor Tomas Eloy Martínez, Buenos Aires, domingo 20 de febrero de
1994. [12]
Profesor superior de Lengua y Literatura, graduado en la Universidad
Nacional de Río Cuarto. [13]
Williams, Raymond, Marxismo
y literatura, Editorial
península, Barcelona, 1997, págs. 68 a 73. [14]
Sarlo, Beatriz y Altamirano, Carlos. Conceptos de sociología literaria, Centro Editor de América
Latina, Buenos Aires, 1993, págs. 39-40. [15]
Idem anterior, págs. -40. [16]Literatura
argentina contemporánea http://literatura.org/Filloy/index.html [17]
Idem anterior, citando Diccionario básico de la literatura argentina.
Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1968. Pág. 59 [18] Valenzuela, Luisa, Filloy, el último de los joviales, Alquimias, La Naciòn Revista, 6 de agosto de 2000 [19] Ídem ant. [20]
Op. Cit, pág. 40, citando a Dryden. [21]
Idem anterior, pág. 95 [22] Ambort, Mónica. Reportaje: “Borges, Hernández... y uno de nombre turco” en http://literatura.org/Filloy/index.html y www.literatura.org/Filloy/jfR3.html [23] Aguilar, Hugo .Un escritor real. El mito Filloy, , Página/12, el 20 de febrero de 1994. [24]
Op. Cit. Pág. [25]
Aguilar, Hugo, en nota citada [26] Ambort, Mónica. El maestro secreto. Entrevista a Juan Filloy, Página/12, el 20 de febrero de 1994. [27]
Idem ant. [28]
Op. Cit. Págs. 103 a 112. [29] Ambort, Mónica. El maestro secreto. Entrevista a Juan Filloy, Página/12, el 20 de febrero de 1994. [30] Aguilar, Hugo .Un escritor real. El mito Filloy, , Página/12, el 20 de febrero de 1994. [31] Siendo que el acceso aún es restringido por razones socio-culturales, parecería apresurado asignarle tal categoría [32] En algunas de las fuentes consultadas en Internet se citan sólo los dominios, sin autores o responsables de publicación. |
Raquel Aniulis
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