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La cultura de la violencia |
Ajustarse a la clásica definición: “consiste en utilizar la fuerza para obligar a alguien a proceder en contra de su voluntad”, es reducir el problema a términos primarios, en una sociedad ideal. Sin dejar de lado los aspectos éticos o penales, que atienden a las conductas delictivas, el verdadero problema hay que ubicarlo en las condiciones de vida creadas por el poder. Debemos diferenciar entre el hecho de violencia y la situación de violencia. El primero es la acción directa de un ser humano sobre otro. Podemos atribuirlo a la condición humana, casi podemos considerarlo como anecdótico, en tanto no sea una reacción colectiva frente a una injusticia. La situación de violencia responde a una serie de factores. Desde el sometimiento económico, con toda la carga de recursos a su disposición (la acción de los monopolios; la especulación; las devaluaciones, no por necesidades reales, sino por fines especulativos; las alzas permanentes de los artículos de primera necesidad; el congelamiento de salarios; la desocupación; pasando por la violación a los derechos fundamentales: vivienda, salud, educación; desemboca inevitablemente en el hecho violento, reacción de las fuerzas populares, con la consiguiente represión de las fuerzas policiales. La interpretación más común, es que la violencia es una condición natural; que violencia hubo siempre, que la diferencia actual es que tenemos mayor información. “la violencia está por todas partes, abierta, brutal, omnipresente y multiforme; sutil, insidiosa, racionalizada, científica, condensada, solidificada, anónima, abstracta, irresponsable (…) No es el momento de preguntarse si la revolución estructural que el mundo precisa, supone necesariamente la violencia. Es preciso observa que la violencia ya existe y es ejercida de modo inconsciente algunas veces, por aquellos mismos que la denuncian como un flagelo para la sociedad”, Monseñor Elder Cámara. Reflexiones: Con el necesario y no muy secreto propósito de institucionalizar la violencia estructural, se suman con notable entusiasmo, proclamando elogios de distinto calibre, al orden establecido y al sistema, militares, juristas, educadores, comerciantes, industriales, sectores de la iglesia, intelectuales, filósofos, y especialmente una prensa envilecida. La violencia institucionalizada, fundamenta y explica la transformación de los ejércitos nacionales de América Latina, en ejércitos de ocupación de sus propios países; el armamentismo, que por otra parte, es uno de los negocios más rentables y una de las industrias más poderosas del sistema; la red de control de cada persona a escala mundial; la militarización de la educación; la organización y profunda colaboración de las fuerzas de represión de todo el mundo; que los artistas, los intelectuales y los trabajadores, sean permanentes sospechosos. Una de las características de la sociedad capitalista, es la violencia cotidiana, la violencia como metodología de proyectos políticos, como herramienta de dominación. Dos guerras mundiales en menos de cincuenta años; (la segunda. Con más de 55 millones de muertos en batalla, y más de 8 millones en los campos de concentración); guerras regionales, internacionales; revoluciones y contra revoluciones armadas, sociales, políticas religiosas, con terroríficos resultados de pérdidas de vías humanas, materiales y ecológicas; campos de concentración (no sólo de los nazis alemanes); la tortura aplicada como sistema, con asistencia técnica y científica; una feroz asociación científica-técnica- militar ; creación y utilización de armas nucleares, químicas y psicológicas; cuerpos paramilitares en todo el mundo; huelgas sangrientamente reprimidas; genocidios; etnocidios; organizaciones criminales al servicio de partidos políticos, etc. etc.
A este panorama, lamentablemente se le agregan el tráfico de drogas,
vinculado al poder político y montado como empresas multinacionales; la
trata de blancas, especialmente aplicada a la explotación de los niños;
demostraciones de poder de la mafia; el asesinato como método político;
hechos delictivos perpetrados con una violencia innecesaria,
desproporcionada y feroz. Pero estos son los afortunados de la miseria, un escalón más abajo, se encuentran los millones de desocupados, que de la posmodernidad, sólo conocen el hambre. Nuestro país no se mantiene al margen de este proceso, Cada una de las dictaduras militares que se fueron sucediendo, aumentaron el grado de violencia. En una natural correspondencia. las instituciones que sostienen y obedecen al Estado, aumentaron su carácter represor, como único modo de cumplir su cometido. Esta sistematización de la violencia, produce la respuesta violenta de los oprimidos. Así se fue gestando en su momento la resistencia peronista, que culmina en los años 60 y 70, con la lucha armada, que se corresponde con un amplio movimiento de liberación que circula por América Latina y el mundo, bajo el poderoso0 influjo de la guerra de Viet nam y de la Revolución Cubana. La última dictadura militar, que también respondió a un proyecto continental, proyectado en los centros financieros de Estados Unidos, se destacó por desbordar los límites de la ferocidad, pro no fueron irracionales ni improvisados. Vulneró pautas culturales e instaló nuevas; debilitó los conceptos e solidaridad, compromiso social, respeto a las instituciones y el escaso sentido de nacionalidad que podían conservar algunos sectores; instaló la cultura del terror; el culto a la dependencia; destruyó el andamiaje político, sindical y social; instituyó una cultura de sometimiento y desesperanza. ¿Cuál era el objetivo? En primer lugar alterar las nociones sobre lo que está bien o lo que está mal, minar las convicciones. De allí, está a un paso el cuestionamiento sobre la conducta y la trayectoria personal. Finalmente instalar en la conciencia de los más débiles, que quizás los verdugos tienen razón. Finalmente esta feroz dictadura, instaló en los resortes más íntimos de muchos individuos y de la sociedad en general, una absoluta falta de respeto por el derecho a la vida. Crece y se desarrolla un círculo infernal: una delincuencia salvaje, una policía de "gatillo fácil” y un ciudadano que entiende que es válido hacer justicia por sus propias manos. El suicidio La violencia no se expresa sólo en la agresión hacia el otro, una de sus formas, no menos trágica y terrible, es la agresión hacia uno mismo, su manifestación extrema es el suicidio, y uno de los sectores donde se manifiesta con mayor crudeza es el de la adolescencia y la juventud. El suicidio constituye un problema de salud pública muy importante pero en gran medida prevenible, que provoca casi la mitad de todas las muertes violentas y se traduce en casi un millón de víctimas al año, además de unos costos económicos cifrados en miles de millones de dólares, según ha señalado la Organización Mundial de la Salud (OMS). Las estimaciones realizadas indican que en 2020 las víctimas podrían ascender a 1,5 millones.
Las tarifas más altas del suicidio de los E.E.U.U. se encuentran en
los hombres blancos sobre la edad 85. “Uno de los problemas de Salud más relevantes en las última década es el suicidio en jóvenes, el que va constituyendo una proporción cada vez mayor en las estadísticas de muerte en niños y adolescentes, llegando a ser -en los Estados Unidos- la segunda causa de muerte en el grupo etario de quince a veinticuatro años. Lamentablemente, vemos que las cifras que afectan a países desarrollados se van replicando en nuestro medio, por lo que poco a poco vamos llegando a los niveles mencionados”. Fuente (Office of Mental Health Community Outreach & Public Education Office) Emilio Durkheim afirma que el suicidio es la trágica denuncia individual de una crisis colectiva. Ya no es posible entender al suicida como el protagonista exclusivo ni encararlo como un fenómeno individual. Los estudioso del tema coinciden en la importancia de las características violentas del entorno, la familia y la sociedad en que vivimos, Vivir en una época que impuso y legitimó las conductas autodestructivas, como las adiciones socializadas, la pérdida de la individualidad y las prácticas explotadoras, señala las claves para determinar las causas de la actitud suicida de los jóvenes. También el papel de los medios de comunicación. El suicidio de famosos provoca una corriente de imitadores. Esta actitud es proporcional al espacio y características de la información dada por los medios. El suicido no es contagioso. Sus protagonistas son personas dispuestas al suicido. La noticia suele estimularlos por identificación con el personaje y el deseo de atraer la atención de la misma manera que lo logró el famoso. El resultado de esta presión sobre las últimas generaciones, es una sociedad que, entre otros males, está enferma de violencia. ¿Se puede enfrentar a la violencia? Intentar comprender la violencia sólo desde los principios éticos de la sociedad capitalista, no nos lleva a una respuesta correcta. No se puede ni se debe dejar de lado la participación y la responsabilidad de los sectores de poder. Es decir, debemos enfocarlos como un problema con raíces sociales y políticas. Esto nos lleva a otra conclusión. Si la violencia es un componente ineludible del capitalismo, por una parte nos dice de la falsedad de los valores que propone; por otra, nos está señalando uno de los síntomas de su descomposición. Ortega y Gasset define a la violencia como “razón desesperada”. Pienso que esto se puede aplicar a la violencia ejercida como actitud de defensa. La violencia practicada por el poder, cuya finalidad es conservar las estructuras de injusticia y explotación, en beneficio de unos pocos, sin respeto por el derecho y las legítimas esperanzas de calidad de vida, de la mayoría, más que una “razón desesperada”, es la falta de razón, que lleva a los límites de locura o de perversidad sistematizada. Es sumamente valiosa, la declaración de los sacerdotes por la opción por los pobres, hecha pública el 29 de diciembre de 21006, con la firma de Leonardo Boff. Algunos párrafos: La construcción de la paz - 2006-12-29 "… ¿Cómo construir la paz en un contexto tan adverso? Seguramente necesitamos superar el viejo paradigma todavía dominante, cuyas raíces se encuentran en la cultura patriarcal. Su eje estructurador es la voluntad de poder-dominación. (…) Se trata de un proyecto ambicioso y prometeico de conquistar el mundo entero, someter a pueblos y dominar la naturaleza. Este proyecto no reconoce límites: ha penetrado en el corazón de la materia y ha invadido el espacio sagrado de la vida. Y es radicalmente antropocéntrico. Sólo cuenta el ser humano en guerra contra la naturaleza.
No es de admirar que, en su desenfreno conquistador, haya provocado el
principio de la autodestrucción: ha construido una máquina de muerte,
capaz de destruirse a sí mismo de muy diferentes formas –ése es su
carácter suicida- y de dañar gran parte de la biosfera. La paz sólo es posible como obra de la justicia. Ninguna sociedad tendrá futuro si se asienta sobre una injusticia estructural e histórica, como la nuestra. Lo básico de la idea de la justicia es esta afirmación, «verdadera declaración de amor a la humanidad»: para cada uno, según sus necesidades (físicas, psicológicas, culturales y espirituales) , y de cada uno, según sus capacidades (físicas, intelectuales y morales). (…) Si no se da una reconstrucción de las relaciones, para que sean más justas, igualitarias e incluyentes, nos veremos obligados a convivir con los conflictos y las guerras. La paz exige reparaciones históricas, y políticas compensatorias que los dominadores históricos se niegan a introducir. /…) Esta paz tiene su fundamento en la naturaleza misma del ser humano.(...) Hay culturas todavía hoy existentes para las cuales es posible un trato humano y fraterno entre las personas y los ciudadanos.(…) Dar primacía al paradigma del cuidado y mantener bajo severa vigilancia el de la conquista hará posible la paz y la concordia entre las personas y en la sociedad mundial. " Leonardo Boff Teólogo brasileño. Fraile franciscano, estudió teología en el instituto de su orden en Petrópolis y en varias universidades, doctorándose en Munich (1972). Profesor de teología en el Instituto de Teología Franciscano de Petrópolis, dirigió la Revista eclesiástica brasileira. Boff es considerado uno de los mayores renovadores de la teología de la liberación latinoamericana, Su doctrina quedó expuesta principalmente en obras como Pasión de Cristo, pasión del mundo (1977), Las comunidades de base reinventan la Iglesia (1979) o La vida religiosa en el proceso de liberación (1979). Y la Iglesia se hizo pueblo (1987). Sus problemas con la ortodoxia de la Iglesia católica fueron constantes y en 1991 abandonó la cátedra de teología de Petrópolis por discrepancias con el entonces cardenal Joseph Ratzinger (designado Papa en 2005 con el nombre de Benedicto XVI). También fue sustituido al frente de la revista Voces y en Roma se impuso censura previa a todos sus escritos. Es imprescindible para un artículo como este, tener en cuenta el manejo político de los sectores de derecha, en su “campaña contra la violencia” (violencia de la cual, son precisamente ellos, los responsables). En esta permanente situación de violencia, los pueblos pueden y suelen reaccionar con hechos o actitudes de violencia, que en realidad debemos mencionar como contraviolencia. El grado de violencia institucionalizado, es decir, de represión, en cuanto hace más dolorosa, insoportable y desesperanzada la existencia de los pueblos dependientes, pueden transformar esta contraviolencia, en violencia revolucionaria. La contraviolencia va surgiendo en la conciencia de los pueblos, cuando se agota su paciencia y llegan al grado de entender y sentir, que ya no pueden ni deben tolerar más injusticias. Cuando llegan a entender que las instituciones funcionan al servicio de unos pocos; que los oprime y les cierra los caminos políticos, jurídicos, parlamentarios, periodísticos, impidiéndoles hacer escuchar sus reclamos. Que jamás son consultados para las decisiones fundamentales, condenándolos cada vez más, a la marginación. Que frente a la mínima intención de organizarse, deben sufrir la desproporcionada agresión de las fuerzas d represión, las bandas parapoliciales, y la prensa monopólica. Camilo Torres dice en sus “Escritos”: ”La revolución puede ser pacífica, si las minorías no ofrecen resistencia”. Y Juan XXIII: “Dad ahora a los demás de buena gana, para que no llegue el día en que los demás lo tomen por la fuerza”
Pero este recurso corre el riesgo de convertirse en un camino sin
salida. La violencia sin un proyecto político, sólo favorece al
fascismo.
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Rubén Amaya
rubenescritor@yahoo.com
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